La actual situación en Ucrania está marcada por el bloqueo comercial que comenzó como una iniciativa absolutamente ilegal de algunos grupos políticos y que más adelante se convirtió en política oficial del Estado a iniciativa del Consejo de Defensa y Seguridad Nacional y del presidente.

La situación puede parecer paradójica y causar alguna confusión mental, que más claramente se ha manifestado en las palabras de la diputada Tetiana Chornovol, conocida por sus salidas de tono: “el anterior bloqueo era en beneficio de los intereses de Rusia y el actual, en beneficio de los intereses de Ucrania”. A primera vista, está clara la contradicción y la doble vara de medir. Pero eso solo es a primera vista. Con esto quiero decir que aquellos que sinceramente se preguntan cómo el actual Gobierno ucraniano y los círculos patrióticos están arruinando su propia economía no comprenden realmente el contexto económico e ideológico de los hechos.

Si hablamos del propósito ideal del Estado, este evidentemente incluye la seguridad, el desarrollo y la prosperidad de la población. Significativamente menos perfectos se presentan los estados post-Soviéticos, que a las primeras de cambio se quedan solo con los planes de prosperidad y seguridad de la parte de la población que se puede incluir en la élite.

Pero en el Estado azul y amarillo nos encontramos con otro problema: tiene que ser independiente de Rusia a cualquier precio, incluso a costa de la destrucción de la propia economía y la derrota de las élites y el empobrecimiento de la población. De otra forma no habría tenido sentido destruir el prácticamente autogobierno de la República Socialista Soviética de Ucrania dentro de la Unión Soviética o destruir la Ucrania post-soviética, que proporcionaba a las élites ucranianas todas sus necesidades socioeconómicas.

¿Por qué es la tarea de la lucha contra Rusia tan importante y tan relevante en esta etapa concreta del desarrollo del Estado ucraniano y por qué es ahora tan dependiente como en sus inicios de sus círculos oligárquicos, ideológicamente inútiles?

Desde 2014, el país ha sido testigo de cómo se colapsaba el hasta entonces familiar sistema electoral. Aquellos votantes que hasta ahora se oponían al nacionalismo, con todas sus ideas anti-rusas, en gran medida han desaparecido para la élite política ucraniana. Alrededor del 15% de esos votantes viven ahora o en Crimea o en la RPD y la RPL y otra parte que había quedado en Ucrania se ha marchado a otros países, principalmente a Rusia.

La gran mayoría de los que se quedaron lo hicieron para quedar en una profunda “emigración interna”. Como protesta por todo lo ocurrido, estas personas simplemente dejaron de acudir a las urnas y de participar en la vida política del país en todas sus manifestaciones. Además, el número de participantes potenciales en el proceso político entre la población desciende constantemente.

Si en 2015, según datos de las encuestas del Instituto de Sociología de la Academia Nacional de Ciencias de Ucrania, pensaba participar en las elecciones legislativas un 65% de la población, en el verano de 2016, el porcentaje solo era del 55% (en la práctica el número de personas que acudieron a las urnas fue muy inferior).

Es importante insistir en que el rechazo a participar en los procesos electorales se observa principalmente en las regiones que se han mantenido más cercanas a Rusia. Se podría incluso decir que cuanto más cercana a Rusia es una región, mayor oposición al actual régimen y menor disposición de la población a participar en las elecciones. Alrededor de un 30% de la población del oeste de Ucrania manifiesta no tener intención de participar en las elecciones, mientras que, en las regiones del sudeste, esa cifra asciende al 50-60%. Y aquellos que se acercan a las urnas, no todos votan a los partidos azules y amarillos.

Nos encontramos con una situación en la que los principales representantes de los partidos nacionalistas de diferentes grados de radicalismo pueden contar con los votos de un máximo del 30% del electorado, teniendo en cuenta que, en realidad, acudirán a votar incluso menos personas de las que se han declarado su intención de hacerlo en las encuestas.

Y ese 30% que ahora asegura la legitimidad de las autoridades en el país soporta las ideas más destructivas y anti-rusas. Así que no es sorprendente que entre las fuerzas políticas ucranianas -especialmente en condiciones de crisis económica y aumento de probabilidades de elecciones anticipadas- haya comenzado la competición por ver quién propone las decisiones más radicales con respecto a las Repúblicas Populares y Rusia.

El hecho de que el bloqueo comenzara con participación de diputados del partido Samopomisch, liderado por Sadoviy, actual alcalde de Lviv, responde a esta lógica. De hecho, según sus representantes, a día de hoy, el partido ocupa un lugar desproporcionadamente limitado en el sistema de poder. Teniendo en cuenta los actuales estándares ucranianos, su índice del 8-10% no ha variado desde 2014. Y eso es un gran logro político.

Por el contrario, como muestran los estudios, el Bloque Poroshenko del presidente ha perdido al menos la mitad de sus simpatizantes. Su estimación de voto ha caído del 20% a menos del 10%. Incluso Svoboda, apartado del Parlamento desde 2014, prácticamente iguala en popularidad al partido del presidente y vuelve a ser candidato a entrar en el Parlamento. Y ahí están Timoshenko, con su fantástico índice del 15%; Lyashko, con el 8% e incluso el olvidado Gritsenko, con el 5-6%.

Teniendo en cuenta el hecho de que el presidente pierde popularidad, aunque controla, prácticamente en su totalidad, el poder ejecutivo, en gran medida el legislativo y que a corto plazo puede controlar incluso el judicial, hay una larga lista de quienes quieren optar al poder. Y todos ellos han de enfrentarse a un electorado que, sorprendido por el fracaso de los supuestos “ideales de Maidan”, la guerra y una situación económica que se deteriora, tiende a apoyar las soluciones menos pensadas y más radicales.

Lo único que el público ha aprendido en los tres últimos años es lo inútil de una gran ofensiva militar contra Donbass. En estos momentos domina la idea de aplastar económicamente a las Repúblicas y reducir la dependencia de Rusia, rompiendo así todos los lazos económicos con ella. Esa es la actual estrategia de desarrollo del Estado ucraniano, que se basa cada vez más en los conceptos del nacionalismo radical.

Por supuesto, es posible vivir según esa idea. Sin embargo, como ha admitido el propio Poroshenko, crea una nueva situación. Y esta situación supone que toda la industria que tenía relación con Rusia y con Donbass seguirá marchitándose.

Es algo que ya ocurrió en los 90, cuando Ucrania perdió gran parte de su mercado de maquinaria, electrónica y otras industrias sofisticadas que requerían de demasiada cooperación con la Unión. En las nuevas condiciones, la economía continuará siendo más primitiva, lo que resultará en pérdida de población, tanto a causa del aumento de la mortalidad y descenso de la natalidad, como por la emigración a otros países. Y posiblemente también a expensas de pérdidas de otras regiones, ya que la primitiva economía seguirá degradando las Fuerzas Armadas de Ucrania, que ya son técnicamente más débiles ahora que al inicio de la guerra.

De continuar este camino arcaico y agrario, aunque en gran medida independiente de los moskalis, se construirá Ucrania. Sin embargo, el camino de degradación no le permitirá ninguna estabilidad en esta fase y finalmente este modelo se enfrentará al colapso final. Es difícil hablar de un marco temporal. Pero, en cualquier caso, es la implementación del poder del pueblo o, en realidad, de la parte del pueblo que se identifica a sí mismo con el concepto político de la Ucrania azul y amarilla.

Todo ocurre como ya lo hiciera en los años 90, cuando el poder del pueblo (al menos de la porción activa del pueblo) eligió el estilo de vida consumista de Occidente que llevó a la República Socialista Soviética de Ucrania al deterioro. De forma similar, la elección del pueblo (las partes activas y más o menos organizadas) de la opción anti-rusa supone un mayor deterioro de la Ucrania post-soviética.

Quienes se oponen a este proceso en Ucrania, y se puede decir que se trata de una parte importante de la población, están desmoralizados y carecen de un modelo claro de ideas con las que hacer oposición y, su espacio político está cubierto por fuerzas políticas completamente oportunistas como el Partido de las Regiones, el Bloque Opositor o fuerzas similares. Y para prevenir este proceso, simples deseos y expectativas de la llegada al poder de una de las “fuerzas cuerdas” es imposible.

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