Que huérfanos como andábamos, la izquierda ha llamado “izquierda” a cualquier cosa en estos últimos años, parece evidente. Bastaba con que un dirigente, o candidato a, dijese dos ideas contra la derecha para que fuera adoptado como imprescindible. Lo ocurrido en Grecia con Syriza y Tsipras es un ejemplo palmario de todo eso. Crearon un espacio a la izquierda del PASOK (la histórica socialdemocracia griega), con ribetes progres y modernos transversales 2.0, y contenido anticomunista (faltaría más), y triunfaron. Triunfaron unos pocos meses hasta que el pragmatismo y la Troika les sacó la máscara y los puso en su sitio de defensores del capitalismo (con y sin rostro humano). Un par de Congresos para sacarse de encima a las voces disidentes y hala a obedecer a los amos europeos.
Hoy Tsipras es una sombra que se pasea por Europa agasajado por los Merkel/Juncker que, en un caso de psiquiatría, concita aún interesadas adhesiones de líderes de la mal llamada izquierda.
Y eso que el personaje ya no tiene que ocultarse y dice abiertamente que el acuerdo llegado en el Eurogrupo contempla medidas que no son necesarias para su Gobierno pero las acepta y apoya. Y, para colofón, y según un comunicado conjunto de los siete jefes de Estado o de Gobierno del sur de Europa que “la respuesta” de Estados Unidos en Siria “tenía la intención comprensible de impedir y evitar la distribución y el uso de armas químicas y se centró en ese objetivo”. Todo claro, Tsipras.