El discurso del rey: fallidas lecciones de democracia, hipocresia sobre la corrupción y desprecio a la voluntad del pueblo catalán

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El mantenido real, jefe de estado por obra y gracia de Franco y su Constitución, se mostró más modosito en su discurso de Nochebuena este año; los que se lo han escrito han tenido la intención de borrar la metedura de pata de la aparición televisiva del monarca después del Referéndum del pasado 1 de octubre, en el que no dudó en pedir mano dura contra sus súbditos catalanes por haber osado intentar decidir por sí mismos su propio destino, poniendo en riesgo el chiringuito de los Borbones y su vida cómoda a costa del erario público y de los españoles.

A pesar del tono rebajado y de aparecer con las orejas gachas, ha seguido con su mala costumbre de intentar dar lecciones de democracia sin haber sido votado por nadie, hablando de pobreza y corrupción mientras su familia ha gastado 760.000 euros (el salario anual de 50 trabajadores) solo en estas fiestas navideñas y su gobierno es el de un partido acusado de asociación delictiva por los jueces (por no citar los delitos de los miembros de su propia familia, por muy real que sea).

Felipe de Borbón sigue hablando desde las alturas de la impunidad de los suyos, de los familiares y de los camaradas de clase, mirando desde arriba a los trabajadores, al desempleo, a los desahucios, a los salarios miserables con los que cada vez menos llegan a fin de mes. Algo propio de alguien que vive a costa de los demás por obra y gracia del asesino Francisco Franco y su régimen, y que jamás ha trabajado en su vida.

Con respecto a Cataluña, sigue sin entender que no se trata de un capricho o de unos cuantos locos que han inventado que tienen una lengua, una historia o un pueblo propio, sino de un sentimiento asentado, extendido y creciente que, lamentablemente para él y los de su clase, no se puede parar. Un sentimiento que tiene una fuerte raigambre histórica y que se entrelaza con la historia de todo el estado español, donde otros pueblos han sufrido la misma suerte que Cataluña.

Por otro lado , no se trata tan solo de un problema de nacionalidades, sino que lo que piden los catalanes, una República, el respeto al derecho a la autodeterminación de los pueblos, es el problema de toda la clase obrera del estado español, sobre el que sobrevuela la pervivencia de la impune traición a la República Española, derrocada por la violencia fascista y sustituida por el régimen represivo y criminal que se transfiguró, sin pena ni condena, en el actual.

A pesar de los miles de fosas comunes que siguen sembrando todas las regiones de España de una venganza, de una justicia, que tarde o temprano llegarán, pese a la imposición de una imaginaria España Una, Grande y Libre que socaba la libertad de sus pueblos a golpe de porra, tanque o tercio, de lo que se trata en realidad es de recuperar la articulación de una República federal, de una España de los pueblos en la que cada uno de estos pertenezcan o no a ella por decisión propia. Algo que, por supuesto, un rey al que nadie ha votado para serlo y cuyo único mérito es ser hijo del nombrado a dedo por un dictador, no nunca podrá comprender.

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