En su casa, en la localidad del Carmen en Jujuy, al norte de Argentina, la activista indígena Milagro Sala contempla el exterior del inmueble con cierto aire de resignación. Afuera los autos pasan, las personas platican y algunos niños juegan descalzos al fútbol, con el anhelo de estar algún día a la altura de sus ídolos balompédicos. Todo el paisaje parece un cuadro imperfecto donde, entre otras cosas, falta ella.

En vano sería intentar salir por la puerta principal. Apostados en la entrada debe haber dos gendarmes a la espera de que incumpla con su arresto domiciliario. La única excepción a la ley es alguna visita al hospital cuando su estado de salud lo ha requerido. Su situación actual no es de las mejores. Hace poco estuvo hospitalizada y el juez, en un supuesto gesto «compasivo», ordenó la prisión preventiva.

Recuerda nostálgica aquellos días en los que ayudaba a construir miles de viviendas en los barrios más pobres de su Jujuy natal. Seguramente piensa en las múltiples luchas que demandan en estos momentos de su participación, pero ahí están las medidas cautelares que se lo impiden. Luchar por revindicar a los desposeídos le ha acarreado numerosos problemas con las clases más poderosas.

Lo único que la separa de la libertad son, irónicamente, las cuatro paredes del hogar. Por la ventana, solo entra la brisa mañanera y las primeras luces del día como un recordatorio de que el mundo conocido sigue intacto, aunque ella no pueda afirmar categóricamente lo mismo.

Las horas son interminables, cuando mira al reloj y han pasado apenas 15 minutos, parece un hecho extraordinario. La casa entera asemeja una gran burbuja hinchándose, y como indica la experiencia, las burbujas eventualmente revientan.

Quieren quebrarle el espíritu, hacer que claudique en sus convicciones, aunque está claro ya para muchos que eso no sucederá. No han podido doblegarla hasta el momento en las cárceles de mujeres, violando todos los protocolos de derechos humanos, entonces difícilmente puedan ahora. El temple de esta mujer es irreductible.

Este es el día a día al que ha sido sometida la líder de la Organización Barrial Túpac Amaru, por parte de las instituciones penales argentinas. En la actualidad, Sala es protagonista de un proceso judicial calificado de ilegal y arbitrario por varias asociaciones sociales y personalidades públicas.

Los antecedentes de esta condena inician el 16 de enero del 2016, cuando la dirigente fue detenida por supuestos cargos de «instigación a cometer delitos», «tumultos» y «sedición». Posteriormente, estas causas fueron revocadas, pero después aparecieron otras como «asociación ilícita, fraude y extorsión», comunes ya si tenemos en cuenta los procesos judiciales abiertos contra las principales figuras del movimiento izquierdista latinoamericano.

Los delitos impugnados son legales de acuerdo con la Constitución argentina, pero los presuntos hechos no han sido demostrados. Normalmente, en esos casos el sospechoso no puede ser retenido en contra de su voluntad, pero está claro que Milagro es una rea inusual.

VOCES CONTRA LA INJUSTICIA

Es difícil para las voces honestas en el mundo y, sobre todo, en los momentos actuales que vive la región, no solidarizarse con la causa de esta mujer de orígenes humildes. La injusticia que vive hasta el día de hoy no puede pasar inadvertida por mucho tiempo.

¿Cómo se ha manifestado la comunidad internacional ante semejante ignorancia de los convenios de derechos civiles? La respuesta no puede ser otra: alto y claro ha sido el repudio hacia el sistema carcelario que retiene a una mujer sin cargos demostrables y en estado de salud delicado.

El año en que fue aprehendida, el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), Amnistía Internacional y Abogados y Abogadas del Noroeste Argentino en Derechos Humanos y Estudios Sociales (Andhes), denunciaron al Gobierno de Mauricio Macri ante el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas por violación de los derechos ciudadanos en el caso de Milagro Sala. Desde entonces aumentaron los reclamos de personalidades del panorama internacional que expresaron su solidaridad con la causa de la excarcelación de Milagro, entre ellas el Papa Francisco. En estos dos años y medio de prisión la sociedad civil ha exigido en reiteradas ocasiones la liberación inmediata de la luchadora argentina.

Lejos de esto, el Gobierno argentino avaló ante Naciones Unidas el proceder del Poder Judicial de Jujuy por condenarla a prisión. Por otro lado, seguidores y defensores de la acusada han denunciado en varias ocasiones los verdaderos intereses detrás de su detención. Según Sala, los móviles para la persecución legal de la que ha sido víctima no han sido otros que el pronunciamiento y actuar progresista de su pensamiento y la obra social acometida por el Frente Túpac Amaru en favor de los pobres.

Por eso se autodefine como una prisionera política y aclara que no la condenaron por haber robado un solo peso, sino por ser kirchnerista. Su argumento toma mayor peso si tomamos en cuenta que en los días previos a su encarcelamiento había participado en protestas contra el recién electo gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, de la misma coalición política que el presidente de la República.

De acuerdo con las declaraciones de Elizabeth Gómez Alcorta, abogada encargada de la defensa de Sala, se trata de un procedimiento irregular porque para dejar detenida a una persona tienes que tener alguna prueba de que el hecho existió, de que ese hecho es un delito y de su responsabilidad en él, así como de la existencia de un riesgo de que la persona se quiera fugar. «Nada de eso hay en ninguna causa contra Milagro Sala a la fecha», señala.

Alcorta ha denunciado también que contra la líder tupacamaru se ha tejido todo tipo de hostigamiento y persecución, pero no han logrado dictar una sola condena en su contra, por eso necesitan dañarla del modo que lo hacen sistemáticamente, ya con más de 900 días de injusticia sobre su cuerpo, lo que les hace temer que a Milagro Sala la quieren muerta.

Por otra parte, el presidente de Bolivia, Evo Morales, ha levantado su voz en varias ocasiones para denunciar esta causa. El pasado 2 de agosto, al difundirse una recaída en el estado de salud de la luchadora, Morales expresó en su cuenta en Twitter: «Nuestra solidaridad con la hermana Milagro Sala, que fue hospitalizada mientras cumple un injusto encierro y sigue aislada de sus familiares. Le mandamos mucha fuerza y deseos de pronta recuperación a la defensora de los derechos de los pueblos indígenas en Argentina».

Para Morales, el caso de Sala es parte del propio proceso que impulsa la derecha en América Latina, intentando acallar la voz de los pueblos mediante la persecución judicial y el amedrentamiento por órdenes del imperio.

El presidente venezolano Nicolás Maduro también ha expresado toda su solidaridad y cariño hacia Milagro Sala, felicitándola por su fuerza moral y otorgándole el pasado año, en ceremonia oficial, la Distinción Simón Bolívar. «Resiste, que nos vamos a dar pronto un abrazo de victoria, Milagro. Resiste que nosotros llevamos en nuestras almas el espíritu rebelde de los libertadores», sostuvo el mandatario.

Mientras los mal llamados grandes medios de comunicación han hecho caso omiso a las enormes manifestaciones de apoyo y reclamo de justicia para la líder indígena Milagro Sala, crece en el mundo el interés por tener detalles sobre su proceso y acercarse a la historia, la personalidad, el carácter de una mujer que –quizá sin pretenderlo– se ha erigido en símbolo de lucha para cientos de miles, quizá millones.

Ella no solo representa a la mujer luchadora social, a la indígena que ha defendido su derecho a la dignidad durante siglos, sino también a las que –en los nuevos tiempos– desafían al capital y a quienes ponen por encima de los intereses de muchos, los de unos pocos enriquecidos que solo aspiran a más poder, sin importar las vidas o los retrocesos económicos y sociales que cuesten.

Milagro Sala es la representación de una generación, de una época ganada que la derecha continental intenta mancillar a toda costa en nombre de la democracia y el rescate económico, del desarrollo, imponiendo para ello el retroceso neoliberal y el intento de avasallamiento de los más desposeídos, a quienes ha costado siglos levantarse.

Por eso su voz, su rostro, su puño alzado o el gesto de victoria ante sus captores, sus ansias por la justicia y la verdad, no serán ignorados y mucho menos enterrados tras barrotes o paredes, como no pueden barrerse ni esconderse las ideas verdaderamente justas.

 

(Diario Granma)

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