Tribuna Popular.- Continúa su avance hacia el norte, pese a todo, la creciente y gigantesca caravana de migrantes iniciada el 13 de octubre en la ciudad hondureña de San Pedro Sula, y que ha traspasando las fronteras de tres países, no siempre por las vías formales. Ya son unos 7 mil hondureños, de todas las edades y condiciones sociales, los que siguen caminando sin cesar, en busca de mejores condiciones de vida.

Lo que inicialmente se suponía que iba a ser una marcha simbólica de repudio a la vez contra el gobierno hondureño y contra el trato xenofóbico y racista del gobierno estadounidense hacia los inmigrantes centroamericanos, creció de manera inesperada hasta convertirse en la mayor oleada de su tipo en la historia reciente del continente. Las alarmas se dispararon de inmediato en las capitales de Guatemala y México, además de la propia Honduras. Pero a pesar de los esfuerzos represivos de los gobiernos de esos países para detenerla, la caravana ha seguido avanzando hacia su destino final: EEUU.

El presidente Donald Trump amenazó al gobierno del presidente de facto hondureño Juan Orlando Hernández con suspenderle toda la ayuda si no detenía la caravana, cuando el grueso de la multitud ya se encontraba cruzando territorio guatemalteco. Al cierre de esta nota, había dejado atrás Guatemala y atravesaba los estados mexicanos de Chiapas y Oaxaca con rumbo hacia su prueba decisiva, el cruce de la frontera norte mexicana y el ingreso a territorio estadounidense.

En su retórica extremista, el gobierno de EEUU ha acusado a diversos actores internacionales, incluyendo al terrorismo islámico y al gobierno venezolano, de organizar y financiar la caravana como un acto de agresión contra ese país. Ahora se prepara para militarizar su frontera sur en un último esfuerzo de detener la caravana, por la fuerza de ser necesario.

¿… o escapando de una pesadilla?

Algunos analistas internacionales insisten en que los migrantes van en busca del llamado «sueño americano», de la oportunidad de prosperar y vivir en paz con sus familias en EEUU. Pero los propios participantes en la caravana ofrecen otra versión de sus motivaciones: más que en busca de un sueño, van escapando de una pesadilla, la que se ha instalado en su país desde el golpe de Estado de 2009, apoyado por EEUU, contra el presidente Manuel Zelaya.

Hoy Honduras, gobernada por un presidente ilegal cuya elección fue denunciada como fraudulenta por casi todo el mundo y protestada masivamente por el pueblo, pero que disfruta del reconocimiento y apoyo de EEUU, es uno de los países más pobres y peligrosos del mundo. Los modestos esfuerzos por reducir la pobreza y reconstruir el tejido social que se hicieron durante el inconcluso gobierno de Zelaya, han sido revertidos tras el golpe, dejando a la mayoría del pueblo hondureño en condiciones de miseria y desesperación.

La reflexión de las fuerzas internacionales de la paz y el progreso es que si de verdad el gobierno de EEUU quiere evitar que continúen produciéndose estos episodios de migración masiva, debería simplemente dejar de inmiscuirse en los asuntos internos de otros países. No tiene sentido destruir la estabilidad económica y la autodeterminación política de Irak, Siria u Honduras, y pretender que tales actos no tengan consecuencias humanas y sociales.

Los migrantes de hoy no son más que «víctimas colaterales» de las intervenciones imperialistas de ayer, y su intento de entrar por cualquier vía al territorio de los países antaño agresores es, en cierto sentido, un acto de justicia histórica. Dice un adagio popular: donde las dan las toman.

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