Sede central de la CIA, Virginia, Estados Unidos. Larry Downing / Reuters

Un grupo norteamericano que promueve la libertad de prensa ha demandado a las agencias de Inteligencia de Estados Unidos para descubrir si no quisieron advertir al periodista Jamal Khashoggi respecto a que Arabia Saudita planeaba acabar con su vida.

La semana pasada, el periódico The Washington Post indicó que la CIA había interceptado varias comunicaciones en las que altos cargos sauditas habrían discutido el modo para hacer que ese comunicador regresara a su país.

Como en EE.UU. la norma ‘El deber de advertir’ exige que las autoridades locales adviertan a una persona si se enteran de que existe un plan para matarla, mutilarla o secuestrarla, los integrantes del Instituto Knight First Amendment de la Universidad de Columbia desean conocer qué información tenían los espías estadounidenses sobre el caso Khashoggi.

El mes pasado, ese colectivo ya presentó una solicitud “urgente” para lograr que la CIA, el FBI, la NSA, la Oficina del Director de Inteligencia Nacional y el Departamento de Estado norteamericano divulgaran sus documentos relevantes al respecto. Como no obtuvieron respuesta, han acudido a los tribunales para lograr su objetivo.

Jameel Jaffer, director ejecutivo del Instituto Knight First Amendment, ha declarado pero la necesidad es aún mayor en vista de “los vergonzosos esfuerzos de la Casa Blanca por minimizar la gravedad y la importancia del asesinato de este periodista y blindar de responsabilidad a las personas que lo autorizaron”.

Con esas palabras, Jaffer se refería a las palabras del presidente de EE.UU., Donald Trump, de las que se desprendía que para su país resulta más importante la asociación estratégica con Arabia Saudita que llegar al fondo de este crimen.

Por su parte, el Comité para la Protección de Periodistas se unió a este colectivo y presentó su propia solicitud para que se revelen los mismos registros.

El periodista Jamal Khashoggi fue asesinado el pasado 2 de octubre en el Consulado que Arabia Saudita posee en Estambul (Turquía). Los autores de esa muerte fueron los miembros de un escuadrón que habría enviado un alto funcionario saudita, posiblemente por orden del príncipe Mohamed bin Salmán.

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