El doble rasero de la política exterior de Estados Unidos se ha desplegado en la línea fronteriza colombo-venezolana, donde el autoproclamado “presidente” Juan Guaidó es sólo un extra en la escena.

Aunque ha querido disfrazarse de ángel, al diablo se le conoce por encima de cualquier ropaje. En su cruzada antivenezolana, EEUU bloqueó económicamente y despojó a ese país de 30 mil millones de dólares; pisoteó a la democracia de la que tanto se jacta, pretendiendo imponer un presidente para crear una crisis de gobernabilidad; intentó castigarlo en su subordinada OEA, y ni siquiera en esa «propiedad privada» lo logró; ensayó lo mismo en el Consejo de Seguridad de la ONU, y también se fue con el rabo entre las patas.

Ahora el lobo feroz se aparece, cual ovejita misericordiosa, a asistir a Venezuela para “salvarla” de una también inventada crisis humanitaria. Ya sabemos que la hipocresía forma parte consustancial de la política de los gobiernos de EEUU, pero tan vergonzoso como eso en esta historia son los diablillos que lo acompañan, en el triste papel de genuflexión ante el amo.

La escena para hacer llegar la supuesta “ayuda humanitaria”, como colofón a la aspiración de desplegar en Venezuela una guerra civil, encuentra de diablo-actor a Iván Duque, presidente de Colombia y la locación, la frontera de su país con la tierra de Simón Bolívar. Allí han ido a situar la llamada asistencia, calculada en 20 millones de dólares, justo en una zona en la que se sufren altos índices de desnutrición y jamás ha contado con algo ni siquiera similar.

El departamento colombiano de Norte de Santander, donde se encuentra Cúcuta –punto por el cual se pretendió hacer llegar esa “ayuda humanitaria” que todo el mundo sabe que es el disfraz del golpe de Estado y de agresión a Venezuela–, cuenta con el mayor número de personas pobres en el país y gran desempleo, la cuarta cifra más alta de Colombia, y paradójicamente, ninguna autoridad colombiana, ni extranjera, tampoco artistas internacionales, lo han mencionado al referirse a esa localidad, que sólo es visible para hablar del proceso bolivariano.

De acuerdo con cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), de Colombia, el 40% de la población de Cúcuta (281.000 personas) vive en pobreza, mientras que 60.000 viven en pobreza extrema y en situación de miseria. Veinte de cada cien niños en la ciudad padecen de desnutrición severa, que puede llevar a un retraso del crecimiento, un aumento en el riesgo de contraer enfermedades especialmente infecciosas e incluso la muerte.

Un informe de 2018, del Ministerio de Salud y Hacienda de Colombia, dice que el 22% de los hospitales públicos están técnicamente cerrados en Cúcuta, la misma localidad donde numerosas personalidades perseguían con su mediático concierto del 22-F recaudar 100 millones de dólares para «ayudar a Venezuela». Norte de Santander, además, está entre los departamentos que tienen una alta tasa de asesinatos de líderes sociales. Hasta diciembre del pasado año se había registrado la muerte de 23 activistas comunitarios.

El uso de Cúcuta por parte de EEUU, medios de comunicación y la oposición venezolana es un claro ejemplo del doble rasero internacional como parte de la política exterior de Washington.

Pero atención, el diablillo Guaidó es sólo un extra en la escena, donde los protagonistas de la «producción hollywoodense» son el senador Marco Rubio; el asesor de Seguridad Nacional John Boltón; el jefe del Comando Sur, Craig Faller; el vicepresidente Mike Pence; el cerebro Elliot Abrahams, encargado de supuestas negociaciones con Venezuela; el vicepresidente Mike Pence; todos bajo la batuta del director de la cinta, Donald Trump.

No es el primer golpe de Estado de EEUU en Venezuela

El 24 de noviembre de 1948 fue depuesto en Venezuela el entonces presidente Rómulo Gallegos, tras 9 meses en el gobierno, ocupando su lugar una Junta Militar de Gobierno.

En el Manifiesto a la Nación que circuló días después, el gobernante derrocado informó que en un cuartel de Caracas un miembro de la Misión Militar de EEUU dio asesoría a los golpistas.

Más adelante, a su llegada a Cuba, en calidad de exiliado, dijo: «Este golpe tiene olor a petróleo», en alusión a los intereses de Washington en territorio venezolano.

EEUU también participó en el golpe de Estado, perpetrado el 11 de abril de 2002, contra el presidente Hugo Chávez, quien retorno a su cargo dos días después gracias a la movilización popular y los militares patriotas.

Documentos desclasificados en 2006 por la Agencia de EEUU para el Desarrollo Internacional (USAID, en sus siglas en inglés) revelaron que grupos políticos opositores al Gobierno de Caracas recibieron financiación estadounidense, entre otros la Fundación Nacional para la Democracia (NED, por sus siglas en inglés), entidad financiada por el Congreso estadounidense.

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