Festival de Cine de La Habana anuncia cierre de inscripciones

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La Habana, 19 ago (Prensa Latina) Las inscripciones para participar en el Festival Internacional de Nuevo Cine Latinoamericano en La Habana cerrarán el próximo 30 de agosto, informaron hoy sus organizadores.

Hasta la fecha se recibieron más de mil 200 obras entre filmes, guiones y carteles gracias a la gestión de los programadores que durante los últimos meses realizaron un recorrido por diferentes países del área promocionando el evento y buscando obras para la selección oficial.

El encuentro, dedicado a la obra del cineasta cubano Santiago Álvarez, en el centenario de su natalicio, en su edición 41 tendrá lugar en La Habana del 5 al 15 de diciembre.

Para la cita se prevé la exhibición de una copia restaurada del filme La muerte de un burócrata, la cual formará parte de un homenaje al actor cubano Salvador Wood, recientemente fallecido en esta capital.

Entre las premisas del festival figura reconocer y difundir las obras cinematográficas que contribuyan, a partir de su significación y de sus valores artísticos, al enriquecimiento y reafirmación de la identidad cultural latinoamericana y caribeña.

A la par de la Sección Oficial en concurso, el programa del encuentro abarca una amplia y representativa muestra de cine contemporáneo proveniente de disímiles países, actividades del Sector Industria, así como encuentros y seminarios sobre variados temas de interés cultural y cinematográfico.

En esta ocasión se introdujeron algunas modificaciones en el apartado del Concurso Latinoamericano pues las obras de ficción y documental serán evaluadas y galardonadas por tres jurados independientes clasificados por Largometrajes de Ficción, Largometrajes Documentales y Cortometrajes de Ficción y Documentales.

La gala de premiaciones está prevista para el viernes 13 de diciembre.

Fuente: PL

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Miguel Hernández… «Y nuestro odio no es el tigre que devasta: es el martillo que construye.»

«Ya sabéis, compañeros en penas, fatigas y anhelos, que la palabra homenaje huele a estatua de plaza pública y a vanidad burguesa. No creo que nadie entre nosotros haya tratado de homenajear a nadie de nosotros hoy, al reunirnos, en la sabrosa satisfacción de comer como en familia. Se trata de otra cosa. Y yo quiero que esta comida no dé motivo para pronunciar palabras de significación extraña de nuestro modo de ser revolucionario. Esta comida es justo premio a los muchos merecimientos hechos en su vida de espectro por uno de nosotros, durante los veinticinco días que ha conllevado consigo mismo, con la paciencia de un muerto efectivo, allá, en la ultratumba de esta cárcel. El hambre que he traído de aquella trasvida fantasmal a esta otra vida real de preso: el hambre que he traído, y que no se me va de mi naturaleza, bien merece el recibimiento del tamaño de una vaca: Eso sí; como poeta, he advertido la ausencia del laurel… en los condimentos. Por lo demás, el detalle del laurel no importa, ya que para mis sienes siempre preferiré unas nobles canas. Quedamos, pues, en que hoy me ha correspondido a mí ser pretexto para afirmar, sobre una sólida base alimenticia, nuestra necesidad de colaboración fraterna en todos los aspectos y desde todos los planos y arideces de nuestra vida. Hoy que pasa el pueblo, quien puede pasar, por el trance más delicado y difícil de su existencia, aunque también el más aleccionador y probatorio de su temple, quiero brindar con vosotros. Vamos a brindar por la felicidad de este pueblo: por aquello que más se aproxima a una felicidad colectiva. Ya sabéis. Es preciso que brindemos. Y no tenemos ni vino ni vaso. Pero, ahora, en este mismo instante, podemos levantar el puño, mentalmente, clandestinamente, y entrechocarlo. No hay vaso que pueda contener sin romperse la sola bebida que cabe en un puño: el odio. El odio desbordante que sentimos ante estos muros representantes de tanta injusticia: el odio que se derrama desde nuestros puños sobre estos muros: que se derramará. El odio que ilumina con su enérgica fuerza vital la frente y la mirada y los horizontes del trabajador. Pero, severamente, cuidaremos en nosotros que este odio no sea el del instinto y la pasión irrefrenada. Ese odio primigenio sólo conduce a la selva. Y nuestro odio no es el tigre que devasta: es el martillo que construye. Vamos, pues, a brindar». Miguel Hernández

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