La tragedia griega de Winston Churchill.

A Hitler le encantó la idea de izar un gigantesco estandarte nazi en el Partenón de Atenas, Grecia, cuando sus tropas ocuparon esa ciudad el 27 de abril de 1941, pero es de suponer que sus ayudantes le ocultaron que el soldado griego, obligado a arriar su bandera, la abrazó y se inmoló al lanzarse desde lo alto del promontorio ante la estupefacción de los invasores

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Jorge Wejebe Cobo.— A Hitler le encantó la idea de izar un gigantesco estandarte nazi en el Partenón de Atenas, Grecia, cuando sus tropas ocuparon esa ciudad el 27 de abril de 1941, pero es de suponer que sus ayudantes le ocultaron que el soldado griego, obligado a arriar su bandera, la abrazó y se inmoló al lanzarse desde lo alto del promontorio ante la estupefacción de los invasores.

Eran malos augurios para los ocupantes. Pocos días después un joven de 19 años, Manolis Glezos, y su compañero Apóstolos Santas, arriaron la enseña fascista como señal del inicio de la resistencia, gesto que repercutió también en toda la Europa ocupada y en el apogeo del poder alemán.

Ambos luchadores pudieron escapar momentáneamente de los alemanes, pero Manolis Glezos enfrentaría casi toda su vida un verdadero calvario en cárceles fascistas y de regímenes anticomunistas, esperando ser ejecutado, incluso, después de la guerra por mantenerse firme a sus ideas democráticas y progresistas. Hoy, a sus 92 años, es un indiscutible líder de la izquierda en su país y fue el eurodiputado más viejo de ese parlamento.

Para entonces, las montañas y desfiladeros griegos se convirtieron en escenarios de una guerra a muerte contra los ocupantes alemanes que sustituyeron a las ineptas tropas italianas de Benito Mussolini, que en 1940 también invadieron el país, para ser casi expulsadas por el movimiento guerrillero y el ejército griego.

En Londres el primer ministro inglés, Winston Churchill, esperaba lo peor y pasaba revista a diario a los pocos recursos defensivos de la solitaria Inglaterra, para hacer frente a la probable invasión alemana y ante la difícil perspectiva de vida o muerte del Imperio Británico en 1941, para lo cual cualquier oposición armada a Hitler en el continente era apoyada por un cuerpo de oficiales de inteligencia denominado Special Operations Executive (SOE).

Los comandos del soe se lanzaban en paracaídas desde los grandes bombardeos Halifax, en misiones nocturnas, junto con las armas y pertrechos en las zonas guerrilleras griegas para combatir a las tropas nazis, como también lo hacían en Francia, Yugoslavia y Países Bajos ocupados por los nazis.

Durante esa época, cuando se sembraban coles en los parques de Londres para prever una hambruna bajo el bloqueo alemán a las Islas Británicas, poco importaba al gobierno inglés que los movimientos de resistencia contra la ocupación fascista en Grecia estuvieran dominados por los comunistas, quienes habían promovido la fundación del Ejército Popular de Liberación (elas, por siglas en griego) con todas las fuerzas democráticas y antifascistas, para que eliminaran a fuerzas y medios alemanes destinados a la invasión a Inglaterra.

El elas llegó a organizar a dos millones de simpatizantes y alrededor de 50 000 combatientes activos que desarrollaron con tanto éxito la guerra, que al final de la contienda liberaría buena parte del territorio griego antes de la entrada de las tropas aliadas al país y se convirtió en la fuerza política más importante de la nación, por el prestigio que ganaron en la lucha contra la ocupación.

En esa época, Churchill diría de sus entonces aliados: «No diremos que los griegos combaten como héroes, sino que los héroes combaten como los griegos». Pero en 1943 se sentía tranquilo. Ya Inglaterra dejó atrás su peor momento. La urss ganó la Batalla de Stalingrado, donde los alemanes perdieron más de un millón de hombres y el curso de la guerra apuntaba inexorablemente a la victoria aliada.

Entonces consideró oportuno cambiar su estrategia de sobrevivencia desesperada de inicios de contienda y volver a su original pensamiento, profundamente anticomunista, y cesó de apoyar a elas bajo el razonamiento de que Grecia caería fatalmente bajo la autoridad de Stalin si la izquierda griega llegaba al poder después de la guerra, aunque el líder soviético realmente no se involucró con mucho entusiasmo en Grecia, que era una zona de influencia anglonorteamericana.

Los servicios especiales ingleses apuntalaron y organizaron otras facciones de fascistas y colaboradores del gobierno títere instituido por Alemania tras su invasión a Grecia, pero que asegurarían en el futuro a Inglaterra un régimen de derecha favorable a los intereses ingleses y combatieran a los comunistas y sus aliados.

Para ese fin, Churchill concibió la creación de la llamada Fuerza de Intervención Helénica o lok –según su acrónimo en griego–, con lo que se creaba la insólita situación en que los guerrilleros de elas eran combatidos por igual por las tropas alemanas y los nuevos aliados de la inteligencia inglesa, mucho antes de culminar la II Guerra Mundial.

El centro de la estrategia inglesa estaba en llevar nuevamente al poder al Rey Jorge ii de Grecia, que huyó de la invasión alemana y se refugió finalmente en Inglaterra, quien tenía un pasado represivo y de extrema derecha desde la década de los años 30, cuando gobernó, anuló los derechos democráticos, el parlamento y los partidos políticos.

Con la retirada de los ejércitos alemanes de Grecia en 1944 y la entrada de las tropas anglonorteamericanas, tras arreglos, actos terroristas, detenciones masivas y maniobras políticas, se impuso la fórmula inglesa-norteamericana y el Rey asumió el poder, pero los comunistas y las fuerzas democráticas del antiguo elas combatieron al régimen y se generalizó una guerra civil que se extendió hasta 1948.

Durante la contienda, el ejército griego armado y apoyado directamente por los norteamericanos e ingleses, derrotaron a la izquierda, para garantizar que en Grecia gobernara una democracia tutelada por los intereses de EE.UU. e Inglaterra en los Balcanes.

En los años posteriores la CIA y la inteligencia inglesa mantuvieron y desarrollaron una espesa red de organizaciones secretas de extrema derecha en Grecia, al estilo de la Fuerza de Intervención Helénica o lok, y en toda Europa Occidental, que colaboró en consolidar la subordinación de los gobiernos europeos occidentales a la política exterior de EE.UU. , y evitó desde entonces la asunción del poder de cualquier régimen en alianza con los comunistas.

Con ese fin se desarrollaron operaciones encubiertas que siguieron la matriz de las medidas aplicadas en Grecia y que se replicarían poco después en Italia en 1948, para impedir el triunfo de los comunistas en las elecciones generales y que servirían como matriz en lo adelante para las operaciones encubiertas y de desestabilización aplicadas por ee. uu. en todo el siglo XX.

Aunque al parecer el peligro no acabó en el pasado siglo. Recientemente, ante la crisis económica griega, corrieron rumores de que el ejército realizaría otro golpe de Estado, el primero lo hicieron en 1967 y llevaron el conocido gobierno de los coroneles, que suprimió por un tiempo el Estado de Derecho democrático.

Las nuevas versiones de asonada militar en esta ocasión se referían a que se realizaría apoyada por la otan y EE.UU. si la crisis se fuera de control para evitar un estado de ingobernabilidad con repercusiones en la región, aunque este último recurso no fue necesario, los militares siguen en sus cuarteles.

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