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Los periodistas estadounidenses no padecen el sentimiento patriótico de los ucranianos y no esconden sus sentimientos ni siquiera por el bien de las formas. El 24 de agosto, día en el que Ucrania celebraba a bombo y platillo el Día de la Independencia y el presidente Zelensky afirmaba triunfante que la nación se levanta después de estar de rodillas, el influyente Wall Street Journal citó las palabras del asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, John Bolton, en las que prometía no permitir la compra de la planta “Motor Sich” de motores de avión por parte de la compañía inversora china Skyrizon.

“Vamos a tener una conversación con los ucranianos sobre las ambiciones de China y expresaremos nuestra opinión sobre el poder de China”, afirmaba la publicación citando a una fuente de la Casa Blanca, según la cual el Gobierno de Estados Unidos va a hacer todos los esfuerzos para hacer descarrilar el trato. De hecho, el trato ya se ha producido. Según explicó el director de comunicación de Motor Sich, Anatoly Malish, la compañía china ya ha adquirido más del 50% de las acciones de la planta y esta transacción es completamente legal, transparente y beneficiosa para la industria ucraniana. Sin embargo, los americanos confían en poder bloquear la venta de acciones a través del Comité Antimonopolio de Ucrania, algo que, de por sí, ya indica la completa pérdida de soberanía política del Estado ucraniano y deja en ridículo cualquier mención a la independencia del país.

Pero no hay nada de nuevo en esta situación. Desde hace más de cuatro años, desde la victoria de Euromaidan, los políticos y oficiales estadounidenses interfieren tan abiertamente en los asuntos internos del país de la victoriosa dignidad, que en ocasiones llega a ser verdaderamente humillante. La situación ha llegado a tal límite, que el famoso psiquiatra ucraniano Semyon Gluzman, disidente soviético al que no se le puede acusar de amor por el Kremlin, publicó una carta abierta a la entonces directora de la CIA, Gina Haspel, acusando al representante de la inteligencia estadounidense de violar la soberanía ucraniana intentando hacer que su familiar Ulyana Surun mantuviera un puesto en el Gobierno y ejerciendo influencia sobre políticos de primer nivel de la escena ucraniana.

“Tengo que pedirle que detenga la corrupción que supone la actividad de su empleado, el señor Wozniak, enviado oficial de la CIA en Ucrania. Sin su autoridad y sin experiencia relevante, ha presionado activamente en busca de mejorar los intereses personales de su familiar, que, por desgracia, ocupa el puesto de ministra de Sanidad de Ucrania”, escribió Gluzman.

Es preciso recordar que a Occidente no le preocupa en exceso el futuro sufrimiento a causa de las antisociales reformas de la sanidad ucraniana, ni el destino de la planta de Zaporozhie. Según el empleado de la planta Igor Jolodets, el trato con la empresa china es la única posibilidad de salvar la fábrica de la destrucción. Sin embargo, los estadounidenses siguen intentando evitarlo a todos los niveles, con lo que dejan a Motor Sich pocas posibilidades de sobrevivir.

“La planta casi cerró en 2014-2015, cuando se impidió la cooperación con Rusia. Sobrevivió milagrosamente y encontró un inversor chino a través de los bielorrusos con los que también trabajaban. Es una cooperación que beneficia a todas las partes, que abre oportunidades para seguir desarrollando Motor Sich. La alternativa puede ser la bancarrota. Sin embargo, Estados Unidos está intentando sabotear la operación en todas las direcciones: por medio del Gobierno, a través de la gente de Zelensky y de la prensa de Kiev a la que tiene en el bolsillo y que siempre escribe que China dejará tirada la fábrica en cuanto tenga los documentos necesarios. Pero si vas a la planta ahora, está cerrada”, afirmó el especialista de Zaporozhie.

Se unieron a la campaña representantes del Ministerio de Infraestructuras, liderados por el entonces ministro, el nacionalista Volodymyr Omenlyan, que aparentemente se prepara para huir a Estados Unidos tras perder sus credenciales ministeriales. “¿Para qué quiero ministros que solo hacen carreteras en Facebook y tienen hijos en Estados Unidos?”, se mofó Zelensky, abiertamente refiriéndose a que los tres hijos de Omelyan nacieron en Estados Unidos y serán ciudadanos de ese país. Pero nada de eso impide al actual jefe de Estado de Ucrania trabajar por los intereses americanos. Durante cuatro meses, Omelyan ha seguido en su puesto [hasta que finalmente fue cesado el 29 de agosto, tras constituirse el nuevo Parlamento y, a su vez, un nuevo Gobierno en el que solo repite Arsen Avakov-Ed] y en este tiempo ha entretenido a la audiencia con sus apelaciones a quemar Moscú y a izar la bandera ucraniana en Vladivostok. Sin embargo, tras un viaje al extremo oriente, me he dado cuenta de que las carreteras de Kamchatka y de las islas Kuriles les dan mil vueltas a las principales autopistas de la Ucrania europea.

Estados Unidos interfiere en los asuntos ucranianos en todas partes. Después de que el equipo de Zelensky intentara cesar al notoriamente impopular e incompetente alcalde de Kiev, Vitaly Klitschko, rápidamente buscó apoyo en el influyente político y empresario Rudolph Giuliani. Según el abogado de Trump, la capital ucraniana ha florecido bajo el sabio liderazgo del exboxeador y miembro de los grupos de crimen organizado de la época de la Perestroika. Y quienes no son capaces de apreciar la eficiencia de su liderazgo probablemente son, según los americanos que mueven los hilos en Ucrania, “agentes antiucranianos” o “agentes pagados por el Kremlin”.

“Nos encontramos en una situación paradójica en la que se cantan canciones sobre la independencia de Rusia, pero el país es incapaz de vender acciones de una empresa porque lo veta Washington”, afirmó Igor Jolodets. “Y Estados Unidos no ofrece dinero a Motor Sich, no promete nada a cambio. Por principio, no le interesa la situación de la fábrica, le da igual, solo le importa que los chinos no tengan sus motores. Todos saben que los americanos quieren destruir Motor Sich, la última superviviente de la industria aérea de Ucrania. Y nuestros políticos obedientemente se pliegan a lo que digan Bolton y compañía. ¿Puede entonces que tengamos que rechazar la independencia y aceptar que somos un territorio de Estados Unidos?”

De hecho, la cúpula de “Servidor del Pueblo” está dispuesto a realizar políticas según los intereses de sus patrones extranjeros. La situación de la planta de Zaporozhie es una pequeña parte. Es mucho más importante el hecho de que Zelensky pretende dar comienzo a una privatización a gran escala, con la venta de tierra agrícola, el ferrocarril, bancos y correos porque así los exigen el FMI y los americanos. Así lo expresó el otro día el embajador de Estados Unidos, que abiertamente aspira a las tierras negras de Ucrania.

“La entrevista con el embajador Taylor es el ejemplo perfecto de la vieja política colonial. El señor embajador, en términos perfectamente diplomáticos, directamente formuló lo que espera del presidente Zelensky: que continúe la lucha contra Rusia y que abra el mercado de la tierra. Y lo que es más interesante es que Taylor habló favorablemente sobre la idea de introducir a Estados Unidos en el “formato Normandía” si a los demás miembros no les importa. En mi opinión, la ampliación del formato empeoraría las expectativas de lograr una resolución en lugar de mejorarlas. En primer lugar, la complejidad de las negociaciones es una forma de retrasar el proceso. En segundo lugar, Estados Unidos tiene el claro interés de mantener el actual statu quo. La guerra no es en su territorio y no sufren las consecuencias”, escribió el analista de Donetsk Enrique Menéndez.

Así que la guerra sin fin en Donbass es también la consecuencia natural de la dependencia colonial de Ucrania, completamente controlada desde Washington, lo que condena al país a la pobreza, saqueo y más víctimas.

Fuente: slavyangrad

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