El móvil es el último cordón umbilical que nos une al mundo, sin él no existiríamos

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Juan Manuel Olarieta.— En apenas veinte años los grandes monopolios tecnológicos han acumulado un enorme poder político y financiero. Su valor acumulado es superior al PIB de las mayores potencias económicas europeas.

En Europa han acuñado el acrónimo GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft) y en Estados Unidos utilizan FAANG para referirse al mismo grupo monopolista, al que a veces añaden NATU para referirse a empresas como Netflix, Airbnb, Tesla y Uber. A ellos podríamos sumar Twitter o PayPal.

Las aplicaciones informáticas eliminan a los intermediarios para convertirse ellos en los únicos intermediarios, es decir, para imponer prácticas monopolistas.

Cada uno de los pasos que alguien da en este mundo, está bajo el control de esos monopolios. Una empresa, un banco, una institución, un partido político o una persona que no tiene un correo electrónico o una cuenta en Facebook, no existe. La declaración de la renta se hace en línea y las reuniones sociales y políticas también, así como los cursillos. Si sales de viaje, activas el GPS de tu móvil para que busques y para que te busquen.

La industria digital representa el 13 por ciento del PIB de los Estados Unidos. Sus monopolios no sólo recaudan dinero sino grandes masas de capital. Los fondos de capital de riesgo forman una piña con Silicon Valley.

Con las enormes masas de capital que acumulan compran empresas emergentes (start-up) para mantener su posición dominante. Facebook compró WhatsApp por 13.000 millones de dólares y Google compró DeepMind. La mercancía es la información y la información es poder.

Ninguno de esos monopolios es una empresa “privada”, en el sentido que se le da a este término en la ideología burguesa. Es puro capitalismo monopolista de Estado o, en otras palabras, otros tantos casos de “puertas giratorias”. Están muy estrechamente relacionadas con el imperialismo y el complejo militar-industrial. Desde 2016, Eric Schmidt, antiguo cabecilla de Google, preside el Consejo de Innovación en Defensa.

Durante el mandato de Obama los monopolios digitales han multiplicado por cinco sus gastos de cabildeo. Google ha reclutado a casi 200 funcionarios del equipo demócrata de gobierno.

Tanto en Wall Street como en la Casa Blanca no se está produciendo una mera sustitución de unos monopolios por otros, prueba de lo cual son los roces que estamos viendo a cada paso.

Con excepción de Peter Thiel, cofundador de PayPal y miembro de la junta directiva de Facebook, la banda de Silicon Valley está con los demócratas y los posmodernos que apoyaron a Hillary Clinton. Consideran a Trump como un personaje de la época de Eisenhower, cuando en las calles de Nueva York aún se paseaba con sombrero.

Por ejemplo, Silicon Valley no se opone a la política migratoria de Trump por razones humanitarias sino porque depende de la contratación de mano de obra extranjera. El 75 por ciento de los monopolios digitales no han sido son creados por estadounidenses sino por emigrantes. Lo mismo que Europa, Estados Unidos es un país muerto que no tiene otra vida que la que le dan los que llegan de fuera.

Silicon Valley se opone a Trump porque ha recortado los presupuestos federales de investigación en áreas estratégicas como la inteligencia artificial y la robótica, lo que va a repercutir en el mantenimiento de la supremacía militar de Estados Unidos.

Los monopolios tecnológicos han desempeñado un papel protagonista en la gestación del mito del “candidato manchú”, es decir, en la fabricación del bulo de la connivencia de Trump con Putin.

Las Operaciones Araña se han acabado porque no son necesarias. Ahora la censura la imponen los monopolios tecnológicos que eliminan las cuentas de un plumazo o sacan los artículos del buscador por antonomasia.

Se acabó aquello de “pienso luego existo”. No es necesario pensar. Hay que abrir una cuenta de correo electrónico, o un blog, o un perfil de Facebook. No existe nadie que no esté en una red social y no merece la pena ningún contenido que no aparezca entre los primeros resultados de Google. Existir es figurar en las redes, cuanto más mejor. Nos daremos cuenta de que no somos nada en cuanto nos quiten el móvil o la conexión a internet, porque las nuevas técnicas digitales son el único cordón umbilical que nos une al mundo.

El próximo virus que inventen se transmitirá por wifi o por bluetooth y entonces la tasa de mortalidad sí que será realmente espeluznante.

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