Todos los días salen miles de obreros a cumplir el turno de trabajo, a veces es de 8 y otras de 12 horas, pues en las fábricas las máquinas no pueden parar, asunto que si llega a suceder por cualquier circunstancia es una falta grave que trae consecuencias.
Al llegar a estas edificaciones, que suelen ser todas muy parecidas -con diferentes líneas de producción, con techos muy altos y grandes paredes- en las que no se puede saber si es de día o de noche por las lámparas de neón que iluminan cada sección, cada máquina, cada trabajador, los obreros modernos, como si fueran un piñón de un gran máquina compuesta de metal y sangre, se engranan a ella para sacar un producto final con el cual los capitalistas se lucran; no porque logren venderlo a buen precio, sino porque cuando compraron la fuerza del trabajo, compraron la gallina de los huevos de oro, pues el obrero produce durante esas largas jornadas mucho más de lo que valió su fuerza de trabajo cuando lo contrató el patrón.
Gracias a ello, las fábricas son el corazón de la explotación capitalista, y allí se concentra el grado de explotación del trabajo. No en vano las clases dominantes han tratado de impedir que esta importante cuestión sea comprendida por la misma clase obrera, pues cuando lo ha hecho, ha utilizado la huelga como la mejor arma para enfrentar la voracidad de los ricos e incluso ha ido más allá de lograr unas mejoras temporales, entendiendo la necesidad de acabar con la explotación asalariada para liberar a la humanidad de la burguesía y los terratenientes, clases verdaderamente parásitas que han demostrado ser incapaces de llevar a la sociedad al avance.
En su campaña por ocultar la importancia del proletariado industrial para la transformación radical de la sociedad, la burguesía se ha valido de medidas antiobreras para minar su capacidad de lucha, pero sobre todo, ha dominado ideológicamente sus organizaciones de resistencia con su política conciliadora y de paz con los patronos, llevando al movimiento obrero a no contemplar siquiera la huelga, en parte por esa política y en parte por la gran debilidad organizativa sindical y ni que hablar a nivel político, pues la clase obrera no cuenta con su propio partido que la dirija.
También, las clases dominantes han inculcado a través de la pequeña burguesía que la clase obrera no existe, mucho menos la industrial, pues en los países imperialistas dominan los robots en las fábricas; o que la sociedad solo existen los “estratos altos, medios y bajos”; o que en países como Colombia, oprimidos por el imperialismo, lo único que existen son campesinos; suponen ilusamente que quienes en el campo cumplen los turnos de 8 o 12 horas y reciben a cambio un salario no son proletarios, y llegan al colmo de afirmar que esos “campesinos” que viven en la ciudad, cumpliendo turnos y recibiendo a cambio un salario, sueñan con volver al campo y necesitan “tierra para trabajar”. Tales gentes viven en un mundo imaginario, sueñan con un país de pequeños propietarios, y no le ayudan a la clase obrera a comprender su peso e importancia social ni su misión histórica. Es decir, no miran hacia adelante y pretenden devolver la rueda de la historia, soñando con un capitalismo armónico.
Los comunistas sabemos la importancia de trabajar políticamente entre el proletariado industrial, y aunque los cantos de sirena de la pequeña burguesía pretendan desviarnos de ese objetivo, debemos ser firmes en continuar nuestro trabajo allí. El levantamiento popular iniciado el pasado 28 de abril, confirmó la necesidad de que este sector de la clase obrera marche a la vanguardia, por su importancia en la médula de la producción capitalista y por las características propias del régimen casi militar que impone la fábrica, cualidades que este sector de la clase obrera le imprime a la lucha con la organización y la disciplina necesarias para enfrentar a los enemigos con eficacia. Así mismo revela la necesidad imperiosa de organizar políticamente a los obreros más destacados de estas factorías para que contribuyan a construir su propio partido.
A los obreros de fábrica que han despertado a la vida política, les decimos que ustedes son fundamentales en la producción de la riqueza social, juegan un papel decisivo en la lucha de resistencia y política, contribuyen enormemente a que de conjunto toda la clase obrera mejore sus condiciones materiales, así como a la lucha por la liberación de todos los trabajadores; ocupan un lugar especial como parte de la clase más revolucionaria, llamada a barrer los orígenes mismos del surgimiento de las clases sociales y con ello la lucha de clases, la propiedad privada; en sus manos está la responsabilidad de sentar las bases de la nueva sociedad basada en la cooperación entre los hombres y no en la explotación y la ganancia como hasta el momento ha sucedido.
En ese sentido, compañeros obreros de fábrica, están llamados a vincularse a las tareas para construir el partido revolucionario de su clase; están llamados a ser libres y no simples piñones de una máquina, sino dirigentes de la lucha revolucionaria por la nueva sociedad socialista. Y solo pueden hacer esto realidad vinculándose a la lucha política revolucionaria, organizándose políticamente con independencia de los partidos politiqueros y reformistas de burgueses y pequeños burgueses; para ello necesitan estudiar y discutir el Programa para la Revolución en Colombia y los Estatutos de la Unión Obrera Comunista (mlm), y si están de acuerdo con ellos, no duden en pedir militancia en ella. Compañeros, no duden de su poder.