Dos ideas contradictorias

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Con su estrategia de considerar el frente político-informativo tan importante como el frente militar, Ucrania continúa intentando equilibrar dos ideas contradictorias: la catastrófica falta de medios para luchar y la victoria segura en esta guerra. Esta semana, la representación más clara de esta postura ha corrido a cargo del asesor de la Oficina del Presidente Mijailo Podoliak, miembro de la delegación ucraniana para las negociaciones que se produjeron en las primeras semanas de la intervención rusa y una persona influyente en la cadena de toma de decisiones de Ucrania en estos momentos en los que el poder se concentra en el limitado círculo en torno a Volodymyr Zelensky.

 

En un post publicado en Telegram, plagado de prejuicios racistas, lugares comunes y deseos camuflados como análisis, Mijailo Podoliak sentenciaba esta semana que “el imperio tiene que morir” y estudiaba por qué Rusia perderá inevitablemente esta guerra. “En el momento preciso en el que el primer soldado cruzó la frontera de Ucrania, el extraño imperio del inodoro firmó su sentencia de muerte”, comienza el asesor de la Oficina del Presidente, que repasa por qué el modelo ruso no es viable y su economía y aislamiento llevará inevitablemente a la derrota total. Podoliak pone sus esperanzas en las sanciones, especialmente en un embargo europeo que China e India sean incapaces de compensar y que, en su opinión, ya está comenzando a arruinar la economía rusa. Sus palabras reflejan las esperanzas que Occidente había puesto en una guerra económica relámpago que no ha tenido efecto: los ingresos rusos derivados de la venta del gas y petróleo han aumentado en esos más de 100 días de guerra, gran parte de la comunidad internacional no se ha sumado a las sanciones y el rublo no solo no ha sufrido la espectacular caída que se esperaba, sino que ha reforzado su valor.

A falta de datos para corroborar sus tesis, Podoliak parece apelar al espíritu de John McCain, que calificó a Rusia de “gasolinera haciéndose pasar por un país”. “Como Rusia no sabe cómo crear nada más que vender recursos naturales, a medio plazo, su declive gradual es un hecho”, afirma, para más adelante repetir que Rusia no es capaz de fabricar nada con las manos. El asesor ucraniano se regodea en la inviabilidad de la sustitución de importaciones olvidando que el proceso de desindustrialización y destrucción de la industria soviética ha sido paralelo en Rusia y en Ucrania. Es más, la industria militar ucraniana, en decadencia mucho antes de que los misiles rusos ahondaran en la desindustrialización, es el reflejo de eso mismo que Podoliak ve en un país ajeno e ignora en el propio.

En otra de sus publicaciones en las redes sociales, Podoliak ofrecía al Ejército Ucraniano como herramienta para mostrar la fuerza real del Ejército Ruso. Ante la cierta proliferación de artículos tratando la cuestión de la fortaleza del segundo ejército del mundo, su potencial real, sus debilidades y fortalezas, el asesor de la Oficina del Presidente proponía una lucha equilibrada entre Rusia y Ucrania como demostración de fuerza de ambas partes. Tan fuerte en potencial, el Ejército Ucraniano podría así demostrar la supremacía ucraniana frente a lo que Podoliak califica constantemente en sus escritos como las hordas Z. Pero ese ejército que lleva ocho años reforzándose y rearmándose con financiación e instrucción occidental, es, a la vez, uno de los más fuertes de Europa y tan débil que necesita urgentemente ser armado.

Pese al intento de hacer ver al Ejército Ruso como una fuerza desgastada, mal armada y peor preparada y cuya derrota no llevaría más de dos o tres semanas, las tropas rusas recuperaron la iniciativa y avanzan en Donbass ante las dificultades de las tropas ucranianas por mantener las ciudades que ocupan. En declaraciones a The New York Times, Mijailo Podoliak explicaba la estrategia ucraniana. La momentánea superioridad rusa ha obligado a los comandantes a utilizar una estrategia de refugiarse en las ciudades, donde, al contrario que en el campo abierto -especialmente en la estepa de Donbass-, hay lugares en los que esconderse. En pocas palabras, el asesor presidencial ha descrito la estrategia utilizada por Ucrania, no solo en Mariupol, sino actualmente en Severodonetsk, en este caso contra el criterio de las autoridades militares, que abogaban por una retirada estratégica para preservar las vidas de los soldados de las unidades mejor preparadas del Ejército Ucraniano. Las palabras de Podoliak son, además, una forma de confesión de la estrategia de escudarse detrás de la población civil que Kiev ha utilizado en las batallas urbanas que se han producido. Sitiada ya Mariupol, Ucrania rechazó el corredor ofrecido por Rusia para retirar a los soldados, que serían irremediablemente derrotados semanas después. En la misma situación de inferioridad ante una fuerza mejor armada, las milicias de la RPD y la RPL se retiraron, en 2014, de las ciudades que no podían defender. Ucrania opta repetidamente por luchar hasta el final en batallas que solo pueden causar muerte y destrucción. Fue el caso de Mariupol y lo es también en Severodonetsk, que Ucrania podría haber defendido desde Lisichansk, impidiendo el avance ruso desde posiciones más favorables.

Toda esta teoría se basa en el nuevo mantra ucraniano: elevar el nivel de alarma sobre la catastrófica escasez de artillería y munición del Ejército Ucraniano -falsa, como las tropas ucranianas dejaron claro el lunes en Donetsk con un ataque de artillería que se prolongó durante horas-. Así, el cada vez más mediático Podoliak publicó en las redes sociales la lista de deseos de Ucrania: 1000 howitzers de calibre 155 mm, 300 sistemas de lanzacohetes múltiples, 2000 vehículos blindados y mil drones. En la práctica, Podoliak, como cada uno de los miembros del Gobierno ucraniano cada vez que exigen armas a sus socios, presenta a las Fuerzas Armadas de Ucrania como un proxy de Occidente en una guerra subsidiaria contra Rusia, algo que Moscú lleva meses denunciando. Ayer, el medio ucraniano Strana, que el Gobierno de Zelensky ha censurado repetidamente en los meses previos a la intervención rusa, aclaraba que esas cifras, por ejemplo en el caso de los howitzers, equivaldría a todo el arsenal estadounidense. Sin embargo, ese es, según los asesores ucranianos, el precio que Occidente debe pagar por los servicios ucranianos, que, en palabras de Podoliak, está “pagando un alto precio por defender la civilización europea”.

El lunes, mientras en Donetsk se apagaban los incendios causados por la artillería ucraniana, se trataba a los heridos y se retiraban los escombros, el presidente Volodymyr Zelensky afirmó en su mensaje diario que las banderas ucranianas volverán a ondear en las zonas de Járkov, Jerson y Zaporozhie bajo control ruso, así como en Donbass y en Crimea. Ucrania no busca únicamente recuperar el statu quo del 23 de febrero, sino recuperar por la fuerza los territorios perdidos hace ocho años y llevar la guerra a aquellos lugares en los que los acontecimientos se produjeron sin un solo disparo. Kiev, que prefirió arriesgarse a que la guerra se extendiera a todo el país en lugar de cumplir los acuerdos de Minsk, ha roto completamente las negociaciones con Rusia, inequívoca declaración de haber optado por la guerra hasta el final. Una guerra que no duda en utilizar políticamente presentándose como el ejército occidental que lucha contra el enemigo común y conseguir así sus objetivos políticos: la entrada rápida en la Unión Europea y en la OTAN. Miles de muertes y la destrucción de las infraestructuras del país son el precio que Kiev está dispuesta a pagar para ello.

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