Freddy Pérez Cabrera (Granma).— «Y, qué tengo que decirle a la Universidad como artículo primero, como función esencial de su vida en esta Cuba nueva? Le tengo que decir que se pinte de negro, que se pinte de mulato, no solo entre los alumnos, sino también entre los profesores; que se pinte de obrero y de campesino, que se pinte de pueblo, porque la Universidad no es el patrimonio de nadie y pertenece al pueblo de Cuba».
Así expresó el Comandante Ernesto Che Guevara al claustro de la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas (UCLV), aquel 28 de diciembre de 1959, cuando se cumplía exactamente un año del inicio de la épica Batalla de Santa Clara, ocasión propicia para entregar al Che el título de Doctor Honoris Causa en Pedagogía.
La propuesta, surgida de los profesores de la Escuela de Pedagogía, en particular de los doctores Sentola Ribalta y Emilio Plana Ríos, quedó aprobada por el Consejo Universitario, el cual, en sesión del 1ro. de diciembre de 1959, adoptó el Acuerdo 890 que lo refrendaba.
El Che, que vestía su clásico uniforme verde olivo y usaba su habitual boina negra, rematada por una estrella de bronce, llegó acompañado por el capitán Antonio Núñez Jiménez, profesor de Geografía de esa Universidad, y por el rector, doctor Mariano Rodríguez Solveira, prestigioso jurista y revolucionario, encargado de entregar la toga y el birrete que acreditaban a Guevara como Doctor Honoris Causa en Pedagogía.
Tras recibir la honrosa condición, y tras escuchar las palabras de elogio, que estuvieron a cargo del doctor Emilio Plana Ruiz, el Che comenzó a hablar de manera pausada, en medio de un auditorio que le escuchó preguntarse cómo podría aceptar el título de Doctor Honoris Causa, si toda la pedagogía ejercida por él era la de los campamentos guerrilleros.
El también Doctor Honoris Causa de la «Marta Abreu», Juan Virgilio López Palacio, recientemente fallecido, quien estuvo presente en la investidura, contó hace unos años a este reportero que nadie esperaba reflexiones tan profundas, en una Universidad elitista y con grandes vestigios de racismo en su seno, a la que por lo general solo asistían los hijos de las clases pudientes.
Luego, al profundizar en sus ideas, expresó un grupo de opiniones en las que llamaba a una verdadera revolución en la prestigiosa institución docente, a la que llamó a pintarse de todos los colores que conformaban nuestra nacionalidad, lo cual provocó el murmullo entre los participantes, quienes se miraban asombrados por lo que acababan de escuchar.
Ante las inquietudes creadas, el líder guerrillero sentenció que, si tal reclamo no lo hacía el claustro de profesores, el pueblo, conocedor de su fuerza, rompería las puertas de la Universidad y las pintaría con los colores que le pareciera, según nos contó el doctor Palacio.
Sesenta y cinco años después de aquel acontecimiento que cambió para siempre a la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas, puede decirse que la alta casa de estudios cumplió con el Che, al estar colmada de gente humilde, hijos de obreros, campesinos e intelectuales, y ser, además, un centro en el que se han formado miles de jóvenes de más de 50 naciones, la mayoría del Tercer Mundo.