El 22 de diciembre de 1992 el profesor Martín Almada descubrió en una comisaría de Lombaré, Paraguay, cuatro o cinco toneladas de documentos secretos de la policía política paraguaya, los llamados “archivos del terror”.
Es el mayor y más importante archivo descubierto de un Estado criminal, como el del general Stroessner, y ha sido propuesto a la UNESCO como Patrimonio documental mundial, en el Registo “Memoria del Mundo” (1).
Pocos días después, otra búsqueda similar en el cuartel general de la Dirección Nacional de Asuntos Técnicos, equivalente al FBI estadounidense, sacó a la luz más documentos reveladores del terrorismo de Estado seguido implacablemente durante 35 años.
La sanguinaria dictadura del general Stroessner convirtió a Paraguay en la cueva de Alí Babá y los 40 ladrones, el refugio de toda clase de criminales, desde los nazis de la posguerra, como Mengele (2), hasta los fascistas y golpistas italianos (y españoles) de los años setenta.
Stroessner había caído en 1989 pero, como suele ocurrir, la cúpula policial seguía siendo la misma. Dependiente del Ministerio del Interior, “La Técnica” seguía funcionando bajo responsabilidad de su antiguo capataz de siempre: Antonio Campos Alum.
No sólo contaban con la complicidad y el silencio de los recién llegados sino con algo aún peor: la impunidad. Eso hace que los criminales se confíen, incluidos los policías. El aparato represivo heredado estaba absolutamente seguro de sí mismo y de que el Estado, cualquiera que fuera, nunca se volvería contra ellos. Continuaba con sus actividades y ni siquiera intentó borrar las numerosas huellas de sus crímenes.
No contaba con unas elecciones podridas, unas venganzas implacables y un sinfín de luchas internas en la Asociación Nacional Republicana, el Partido Colorado del régimen fascista de Stroessner.
Como suele ocurrir la filtración procedió de la propia policía y ocurrió algo que en España no conocemos: un juez, Agustín Fernández, se presentó con la víctima, Martín Almada, en los locales de la policía y la mierda salió por todas las esquinas.
La policía “técnica” la creó Estados Unidos en Paraguay a fines de la década del cincuenta con la misión de combatir el comunismo. Su inspirador fue el coronel Robert K. Thierry, un experto estadounidense veterano de la Guerra de Corea e instructor de torturadores.
Campos Alum, que había estudiado en Estados Unidos las técnicas represivas, la dirigió durante más de 30 años, transformándola en una de las bandas de torturadores más siniestras de Latinoamérica, la columna vertebral del Operativo Cóndor.
En Paraguay “La Técnica” es la actual Secretaria de Prevención e Investigación del Terrorismo (Serprinte). Ya ven: los comunistas de antes son los terroristas de ahora. Antes todo era comunismo y ahora todo es terrorismo.
Hasta hace muy pocos años la Serprinte funcionó, abiertamente, en la embajada de Estados Unidos y hoy funciona en una dependencia afín a Estados Unidos.
Entre los papeles encontrados hace 25 años en Paraguay hay una carta que el director del FBI, Clarence Kelley, envió a Campos Alum con membre oficial: “En estas Navidades, deseo hablar en nombre de todos mis colaboradores y agradecerle de todo corazón la cooperación que ustedes, con tanta buena voluntad, han proporcionado al FBI. Deseándole lo mejor de las cosas, que merece con creces”.
Sí, para el FBI un criminal como Campos Alum se lo merecía todo, incluída la impunidad de la que disfrutó hasta su muerte en 2012.
(1) http://www.unesco.org/new/es/communication-and-information/memory-of-the-world/register/full-list-of-registered-heritage/registered-heritage
(2) http://www.portalguarani.com/809_mariano_llano/19544_hitler__los_nazis_en_paraguay__por_mariano_llano.html