El sábado 2 de agosto de 1980 tuvo lugar la matanza de Bolonia, el acto terrorista más grave que haya sufrido Italia tras la Segunda Guerra Mundial, en el que murieron 85 personas y más de 200 resultaron heridas.
Ordine Nuovo, una de las organizaciones extraparlamentarias más relevantes de la posguerra italiana, fue acusada de ello a pesar de haber sido disuelta oficialmente siete años antes. Miembros de su organización ya aparecían como autores del atentado de la piazza Fontana de Milán (1969, 17 muertos), el de la Piazza della Loggia de Brescia (1974, 8 antifascistas asesinados), el del tren Italicus ese mismo año (12 muertos), o el asesinato del juez Vittorio Occorsio (1976, atentado realizado con un arma propiedad de la policía española), de tal forma que sea con su nombre original o con cualquier otro, se trataría del mismo perro con distinto collar.
El hecho es que aquella mañana de verano explotó en la sala de espera de la estación de trenes de la ciudad de Bolonia un artefacto colocado en una maleta abandonada. La detonación destruyó gran parte de la estación embistiendo de lleno contra el tren Ancona-Chiasso estacionado en el primer andén, ocasionando una masacre en la que se contaron 85 víctimas mortales entre las que siete eran menores de edad.
En el transcurso de la investigación, se probó que los servicios secretos del estado habían puesto pistas falsas para entorpecer la misma, siendo dos agentes del servicio secreto militar italiano (SISMI) y el Venerable Maestro de la Logia Masónica Propaganda Due (P2), Licio Gelli, imputados por ello.
El 23 de noviembre de 1995 fueron condenados, a cadena perpetua y como ejecutores del atentado, los terroristas neofascistas Valerio Fioravanti y Francesca Mambro, quienes siempre se han declarado inocentes. Durante los juicios los representantes del estado se refugiaron en el “secreto de estado” para ocultar información y varios acusados salieron absueltos, provocando la indignación de la “Associazione tra i familiari delle vittime della strage alla stazione di Bologna”. El neofascista Vincenzo Vinciguerra declaró que una “estructura oculta, dentro del Estado mismo” y vinculada con la OTAN y la CIA, estaba dando una “dirección estratégica” a todos esos atentados. Esta organización se dio a conocer bajo el nombre de Gladio, estando involucrada en actos terroristas durante los denominados “años de plomo” italianos (anni di piombo) de la década de 1970, en medio de la llamada “estrategia de tensión”, concebida para facilitar la llegada de un supuesto régimen autoritario derechista neofascista para hacer frente a un eventual gobierno del entonces poderoso Partido Comunista Italiano. El nombre de Gladio se solía aplicar a una serie de organizaciones paramilitares y fue descubierta y expuesta en 1990, al final de la Guerra Fría, por Giulio Andreotti, entonces Presidente del Consejo de Ministros de Italia. Este país y otros como Bélgica, Suiza y Turquía desarrollaron investigaciones parlamentarias. La trama expuesta fue condenada por el Parlamento Europeo en resolución del 22 de noviembre de 1990, pero nadie resultó condenado por estos hechos cuya actividad consistía en la realización de atentados y montajes contra todos aquellos grupos ideológicos (marxistas, anarquistas, nacionalistas, etc.) que podían tener apoyo social y romper la hegemonía de los partidos políticos y grupos de poder tradicionalmente hegemónicos de los distintos países de Europa Occidental alineados con EEUU.
Conexión con grupos fascistas españoles.
*Para más información: Terrorismo de estado, impunidad y Ultraderecha. (Pinche aquí).
Así resulta que neofascistas italianos, participes de la Operación Gladio, fueran protegidos por el estado español, no ya únicamente por el régimen franquista, sino también durante la “modélica” transición e incluso la época del Felipismo, aunque todos los actores acabasen negando saber nada del asunto. Dice mucho de una supuesta democracia que terroristas ultraderechistas de lo más sanguinario, fichados años antes, mantuviesen su caché para formar parte de un grupo, el GAL, creado y financiado por un gobierno teóricamente socialista como el del PSOE. Los Cauchi, Calzona, Concutelli, Ricci, Cicutini, Carmasi, Aldo y especialmente Delle Chiaie fueron acogidos durante décadas por lo más granado de la ultraderecha española, fueron armados por gobiernos y fuerzas de seguridad españolas, se les permitió incluso cruzar el charco para participar en operaciones terroristas en Latinoamérica dentro de la Operación Cóndor, hermana gemela de Gladio…y aquí no pasa nada.
Fascistas afincados en Catalunya como Alberto Royuela o Luis Antonio García han llegado a pavonearse en entrevistas de haber tenido escondidos en casa durante años a numerosos de estos neofascistas transalpinos para los cuales el estado español se ha reservado la opción, incluso, de negar su entrega a la justicia italiana cuando se le ha requerido para ello. Asusta comprobar la clase de personajes de los que estamos hablando y la impunidad absoluta con la que se han movido ellos y sus “familias de acogida”, más aún si recordamos cuanta gente ha pasado largos años en la cárcel por alojar una noche o prestar el coche a según quien si ese “quien” era militante de un grupo de ideología bien distinta a la que nos ocupa.
Repasemos pues, para terminar el extenso currículo, quien fue merecedor de la protección y reclutamiento por parte de nuestro estado, quiénes son estos despreciables personajes:
Stefano Delle Chiaie, nacido en Caserta en 1936 y que vivió en España al menos entre 1970 y 1977, trabajando para los servicios secretos del estado y tratando de reagrupar a toda la ultraderecha de Europa. Líder de la Internacional Fascista, fundador de “Avanguardia Nazionale”, se le vincula tanto a la operación Gladio como a la operación Cóndor. Protegido de Carrero Blanco y de Franco. Trabajó para la DINA de Pinochet en Chile, la Triple A de Perón en Argentina y la dictadura de Banzer en Bolivia.
También participó en la Masacre de Ezeiza en Argentina, cuando Perón retornó del exilio en 1973. Fue uno de los acusados de los atentados de Piazza Fontana y Bolonia, de los que salió impune. Reconoció haber sido también uno de los implicados en el atentado mortal contra Argala y fue fotografiado el día de los sucesos de Montejurra en 1976, donde se llegó a juntar toda una selección de ultraderechistas de ámbito internacional para terminar la jornada con dos asesinados ante las mismas narices de la Guardia Civil.
Augusto Cauchi, presente también en Montejurra y sospechoso del secuestro y muerte de “Pertur”, cuando ya era sospechoso de varios atentados en Italia.
*Sobre el caso Montejurra, pinche aquí.
Giusseppe Calzona, en España desde 1973, cometió el atentado de marzo de 1976 en Iparralde contra Pérez Revilla y su familia, saldado sin víctimas mortales. Implicó a los servicios secretos españoles en los atentados contra militantes vascos. Presente en Montejurra, se cree que participó en el atentado contra “El Papus” en Barcelona, que causaría una muerte y numerosos heridos. Italia solicitó su extradición por asesinato en su país, pero España pasó del asunto.
Pier Luigi Concutelli, romano nacido en 1944 que declaró haber recibido la metralleta con la que acribilló al juez Occorsio de manos de los servicios de información españoles, atentado cometido poco después de Montejurra. Reconoció haber secuestrado a un miembro de ETA en 1976. El único caso posible, es el del desaparecido Eduardo Moreno Bergaretxe, “Pertur”.
Carlo Cicuttini, de quien en Italia se dio por segura su participación en el atentado de los abogados laboralistas de Atocha, resultando que en España no se quiso indagar mucho más sobre ello, ya que estando preso en su país y teniendo a varios inculpados detenidos, no interesaba saber mucho de un personaje que podía saber demasiado sobre los GAL y otros muchos secretos de estado. Condenado a cadena perpetua en Italia por el atentado de Peteano, fue complicada su extradición, por aquello de la protección de que disfrutan los terroristas casados con hijas de generales del ejército español, como era su caso.
Mario Ricci, también conocido como Carlo Vanoni, del que se sospecharía pudo participar, como Calzona, en el atentado de “El Papus” y en el asesinato de Argala.
Piero Carmassi, huido de Italia y afincado en el estado español desde 1974, se dedicaría desde entonces a robar bancos. Al ser detenido por ello en Valencia en 1980, en su caso sí fue extraditado casi de inmediato, quizás porque nada se le debía por los servicios prestados.
Vittorio Aldo, sospechoso de ser uno de los autores, en 1980, del atentado del Hendayais, hotel frecuentado por refugiados vascos en Iparralde, en el que los pistoleros asesinaron a dos vecinos e hirieron a diez personas, para emprender la huida y una vez en suelo “español”, detenidos por la Guardia Civil mientras los gendarmes reclamaban su entrega, solicitar una llamada a su contacto en la Policía Española y quedar en libertad tras un paripé de traslado a Madrid.
En cuanto a los ultraderechistas españoles que dieron cobertura y “trabajo” a los neofascistas italianos, destacan dos fascistas afincados en Catalunya que siempre han gozado de impunidad en lo relativo a las prácticas de terrorismo de ideología fascista, como fueron Alberto Royuela Fernández y Luis Antonio García Rodríguez. Ambos fueron detenidos a raíz del asalto al Banco Central de Barcelona de 1981, en el que se tomaron 263 rehenes y se exigió la liberación de Tejero y otros 3 militares golpistas. El líder de los asaltantes confirmaría después que lo que buscaban era un maletín con documentos relativos al golpe de estado de tres meses antes y la implicación de la Monarquía y militares que nunca fueron condenados. Con un asunto tan feo en el que podrían rodar cabezas de mucho peso, finalmente se dio el caso por un simple atraco y sólo se condenó a los asaltantes directos, sin indagar en sus conexiones con la ultraderecha o el asunto del 23f.
Royuela era el propietario del piso donde se hicieron las reuniones previas al atentado mortal de “El Papus”, y que la Policía no registró a pesar de tener un mandato para ello y de haber amenazado personalmente al director de la revista satírica. Fue avisado de que lo iban a detener y escapó. Se mofaba de todo dando entrevistas por teléfono desde no se sabía dónde, presumiendo de conseguir papeles falsos para neofascistas italianos que venían a asesinar y se volvían a Italia, llegando a ser interrogado por la justicia italiana sobre el atentado de Bolonia de 1980 (85 muertos). Era dirigente de la Hermandad de la guardia de Franco. No fue condenado por ninguno de los asuntos descritos.
García Rodríguez, “elmataestudiantes”, también tuvo que declarar ante la justicia italiana por su relación con los autores del atentado de Bolonia. En enero de 1995, el miembro del grupo nazi CEDADE, fundó el partido ENE (Estado Nacional Europeo), pero dado su escaso éxito, pasó a dedicar sus energías a la apología nazi y la limpieza étnica a través de la revista “Intemperie”, lo que le supuso, en 2012, una condena de un año de cárcel, que lógicamente no cumplió.
Bolonia, Barcelona, Iparralde…el terrorismo fascista internacional, con alguna condena-despiste de por medio, siempre han gozado de una más que notable impunidad y de la protección de estados y cuerpos de seguridad.
Eder Mitxelena Foronda.