«El negar o tener una concepción errada de la teoría leninista del imperialismo conlleva consciente o inconscientemente el postular teorías que lastran la estrategia revolucionaria e incluso que son directamente reaccionarias.
«Ideólogos» como Shuterland, los maoístas de distintos pelaje, los viejos fósiles brezhnevistas, o alguno de los variopintos tercermundistas como es el caso de los «socialistas del siglo XXI», y tantos otros, nos ofrecen unos esquemas sobre el llamado imperialismo que lejos de contribuir a la lucha antiimperialista hacen un flaco favor a la causa, unos con teorías idealistas y utópicas, otros con teorías directamente lacayunas.
Algunos debido a sus escasos conocimientos en materia geopolítica, económica y sobre todo en líneas generales de desconocimiento del marxismo-leninismo, no solo confunden y niegan el peligro de las relaciones neocoloniales, sino que también olvidan que los países imperialistas de la actualidad siguen ejerciendo una opresión nacional y/o colonial, ante lo cual guardan un silencio o emiten declaraciones nauseabundas negando el estatus colonial que todavía existen en varios territorios, teorizando diversas tesis sobre que esos territorios «han sido asimilados e igualados» al de las metrópolis que en su día les colonizó, y que por tanto estas zonas «ya no son colonias», dando carpetazo al tema, negando la cuestión nacional y colonial en nuestra época. Esto viene de no comprender para nada el funcionamiento del sistema imperialista en estos territorios y las vicisitudes que se pueden presentar, así las maniobras y la propaganda de los gobiernos imperialistas sobre estos territorios, a los cuales niegan el derecho de autodeterminación, son seguidos a pies puntilla por estas gentes.
Otros pretenden demostrar que como en algunas ocasiones el imperialismo ha concedido la soberanía estatal y ha dejado configurarse como Estado independiente a sus viejas colonias se habría demostrado que el imperialismo ha mutado e incluso que se ha vuelto altruista hacia los países subdesarrollados. No reconocen que esta independencia estatal se ha ganado a base de lucha y sangre en la mayoría de ocasiones, y que en otras los propios imperialistas no han visto rentable el continuo gasto de la presencia militar y todo el material destinado a mantener la colonia bajo sus manos, siendo estas las causas principales de los nuevos Estados neocoloniales. Pero todavía algunos cometen otro error más vulgar, el creer que con la consecución de la independencia estatal estos países han alcanzado soberanía político-económica, proclaman automáticamente que son estandartes del antiimperialismo sin pararse a ver el desarrollo de dichos gobiernos una vez alcanzada la independencia estatal. La gran mayoría de ellos una vez adquirido la soberanía estatal han caído en la dependencia económica de los imperialistas e incluso a veces de sus mismos viejos amos coloniales, convirtiéndose así de colonias a neocolonias; independientes estatalmente pero dependientes económicamente y por extensión políticamente. Acabaron enredados a través de deudas, pactos comerciales, invasión de capital extranjero y pactos militares que les inmovilizan.
Analicemos estas dos visiones revisionistas sobre el imperialismo y su forma de dominación colonial y neocolonial.
1) El colonialismo
La RAE para las acepciones sobre colonias, nos dice:
«Colonia. Del lat. colonia, de colōnus «labrador», «colono». 1. f. Conjunto de personas que, procedentes de un territorio, se establecen en otro. 2. f. Territorio o lugar donde se establece una colonia. 3. f. Territorio fuera de la nación que lo hizo suyo, y ordinariamente regido por leyes especiales. 4. f. Territorio dominado y administrado por una potencia extranjera». (RAE)
El colonialismo se ha dado históricamente en diferentes regímenes económicos, ya en la época esclavista se pueden detectar las famosas colonias fenicias o griegas por ejemplo, pero al ser diferentes épocas y modelos de producción las colonias respondían a otras motivaciones que no son exactamente iguales a las del capitalismo. Es más incluso podríamos decir que el modelo colonial en una misma época como fue la Edad Antigua de los griegos y fenicios no era igual del todo: mientras los primeros priorizaban colonias con un gran número de colonos y cierta presencia militar reseñable, dichas colonias siempre estaban motivadas por la crisis en las polis griegas y el excedente de población, entre tanto establecían en las colonias centros para la obtención de metales por ello los enclaves se localizaban cerca de las cuencas metalíferas para luego comerciar. Por otro lado los fenicios y sus motivaciones coloniales estaban basados en dar salida a sus productos locales y la búsqueda de nuevos mercados, aunque luego también tendría que ver el crecimiento demográfico como en el caso griego, pero preferían establecer factorías en pequeñas penínsulas o islas y centrarse en el comercio, generalmente con un reducido número de colonos y escasas fortificaciones. Eso no quita que en ambos casos sería ridículo no contemplar el uso de la violencia cuando los pactos entre colonos con las élites locales no fructificasen y fuese necesario el uso militar, cosa que se le olvida comentar a los historiadores, pintando a estas colonias como unas relaciones armoniosas y totalmente pacíficas con los indígenas locales. En todo caso, estas diferencias sobre las colonias en la época esclavista ya dan a entender la complejidad intrínseca del colonialismo en una misma época y en un mismo sistema económico, imagínese el lector, que patético sería como hacen algunos, pretender decir que el colonialismo siempre ha sido igual en todas las épocas.
Si nos retrotraemos ya hasta la época capitalista el colonialismo no solamente se dio como consecuencia de las aspiraciones supremacistas de una burguesía de tipo nacionalista que deseaba «dominar el mundo» bajo distintas teorías raciales legitimadoras, ni tan solo por las posiciones estratégico-militar ventajosas de las zonas conquistadas, sino que al estudiar este fenómeno debe acentuarse el factor económico del nuevo sistema.
Al producirse varios avances tecnológicos en el agro y darse una mayor producción, se obtuvo una gran tasa de acumulación de capital que se pudo invertir en la incipiente industria así como en los diversos avances tecnológicos que causarían una diferencia muy sustancial respecto al resto de países no industrializados en lo político, económico, cultural y militar. El avance en los transportes y la progresiva internacionalización del comercio hizo que se abrieran nuevas posibilidades de mercado a nuevos países, sobre todo rompiendo Europa el dominio del Lejano Oriente. A mayor industrialización mayor tasa de necesidad sobre las materias primas. Conforme crecía la industrialización dentro de los países desarrollados, más se recrudecía su competencia entre las potencias, porque los nuevos países industrializados decidían cerrar sus mercados a la compra de las manufacturas extranjeras que ya producían ellos mismos, por lo que el colonialismo era una buena forma de dar salidas a los productos industriales que ya no querían ser obtenidos por los países europeos que se habían industrializado. También cuando en los países capitalistas adelantados las empresas se convertían en monopolios poco a poco y no tenían ya que dominar en lo interno, o las posibilidades de obtener ganancias invirtiendo en otros campos internos era reducidas, en ese sentido las zonas coloniales eran una buena oportunidad para seguir ampliando las superganancias, ya fuera estando presente en las grandes obras económico-militares o comercialmente-financieramente. El colonialismo, por tanto, se volvió especialmente necesario para las potencias una vez transcurrida la llamada revolución industrial, ya que sus zonas proporcionaban mano de obra, nuevas tierras que explotar, nuevos proveedores de productos muy cotizados, nuevos mercados donde verter sus productos, grandes zonas estratégicas para el comercio y lo militar, pero de paso también, una zona donde aliviar su exceso demográfico. Así que los países industriales que anteriormente no se habían interesado en exceso por las colonias se lanzaron a tomar su trozo del pastel, y los que ya tenían trataron de conservar y ampliar sus dominios.
Se podría resumir este fenómeno desde la propia cosmovisión de los colonialistas, trayendo el discurso de quién llegó a ser en Francia Primer Ministro de 1880 a 1881, entre otros cargos como Ministro de Inspección Pública o Presidente del Consejo de Ministros:
«La política colonial se impone en primer lugar en las nociones que deben recurrir o la emigración, ya por ser pobre su población, ya por ser excesiva. Pero también se impone en las que tienen o bien superabundancia de capitales o bien excedente de productos ésta es la forma moderno actual más extendida y más fecunda. (…) Desde este punto de vista, lo repito, la fundación de una colonia es la creación de un mercado. (…) En el tiempo en que estamos y con la crisis que pasan todas las industrias europeas, la fundación de una colonia es la creación de una salida. Allí donde permanezca el nudo colonial entre la madre-patria que produce y las colonias que ella fundó, se tendrá el predominio de los productos: económico, y también político. (…) Hay un segundo punto que debo igualmente abordar: es el lado humanitario y civilizador de la cuestión. Es preciso decir abiertamente que, en efecto, las razas superiores tienen un derecho con respecto a las razas inferiores porque existe un deber para con ellas. Las razas superiores tienen el deber de civilizar a las razas inferiores.
Sr. Maigne: ¿Se atreve usted a decir eso en el país donde se han proclamado los derechos del hombre?
Sr. Guilloutet: Es la justificación de la esclavitud y de la trata de negros.
Jules Ferry: Si el honorable Sr. Maigne tiene razón, si la Declaración de los Derechos del Hombre ha sido escrita para los negros de África ecuatorial, entonces, ¿con qué derecho van ustedes a imponerles los intercambios, el tráfico? Ellos no los han llamado.
Las razas superiores tienen el deber de civilizar a las razas inferiores. ¿Y existe alguien que pueda negar que hay más justicia, más orden material y moral en el África del Norte desde que Francia ha hecho su conquista?». (Jules Ferry; Discurso ante la Cámara, 1885)
Si vemos otro discurso en la decorosa Cámara de los Comunes en Gran Bretaña, como el pronunciado por el diputado Joseph Chamberlain, artífice de la Commonwealth, se decía con la mayor determinación algo muy parecido a lo que acabamos de ver:
«Es la británica la más grande de las razas dominantes que el mundo ha conocido y, por consiguiente, el poder determinante en la historia de la civilización universal. Y no puede cumplir su misión, que es crear el progreso de la cultura humana, si no es merced a la expansión de la dominación inglesa. El espíritu del país tendrá fuerzas para cumplir esta misión que nos ha impuesto la Historia y nuestro carácter nacional. (…) El Imperio británico, firmemente unido, y los Estados Unidos deben juntos asegurar la paz del mundo y asumir la pesada responsabilidad de educar para la civilización a los pueblos retrasados». (Joseph Chamberlain; Discurso al frente del Ministerio de Colonias británico, 1895)
Esto demostraba que en la era de las revoluciones burguesas, las bellas proclamas del liberalismo de «libertad, igualdad, y fraternidad» junto a otros eslóganes del liberalismo y las constituciones burguesas se fueron diluyendo por la evidente realidad. Esta pose progresista se tuvo que ir mezclando en la era industrial con el nacionalismo político y económico, con las ideas de supremacía racial, con los intereses monopolísticos, muchas otras tantas veces con el fanatismo religioso y en definitiva con lo que eran a ratos unas excusas, necesidades y deberes que hacían del colonialismo un fenómeno inevitable para las potencias capitalistas si querían optar a mantener su puesto entre la flor y nata de las naciones imperialistas.
Los pueblos colonizados lucharon valientemente no aceptando su subyugación durante siglos, en rebeliones del todo históricas que pusieron en aprietos a los amos coloniales.
Pero la primera gran estocada que afectó realmente a los cimientos del orden colonial tal y como se había conocido hasta entonces sucedió durante la Primera Guerra Mundial de 1914-1918 con el fin del Zarato Ruso gracias a la Revolución de Octubre de 1917, la cual no solo acabó con el imperio ruso que era conocido como una «cárcel de naciones», sino que desmontó muchos clichés respecto a los pueblos atrasados y sus vías para la emancipación:
«La Revolución de Octubre hizo cuartearse al imperialismo, no sólo en los centros de su dominación, no sólo en las «metrópolis». Fue también un golpe contra la retaguardia del imperialismo, contra su periferia, minando la dominación del imperialismo en las colonias y en los países dependientes.
Al derrocar a los terratenientes y a los capitalistas, la Revolución de Octubre rompió las cadenas de la opresión nacional y colonial y liberó de ellas a todos los pueblos oprimidos de un vasto Estado, sin excepción. El proletariado no puede liberarse sin liberar a los pueblos oprimidos. Rasgo característico de la Revolución de Octubre es el haber llevado a cabo, en la U.R.S.S., estas revoluciones nacionales y coloniales, no bajo la bandera de la hostilidad nacional y de los choques entre las naciones, sino bajo la bandera de la confianza mutua y de la amistad fraternal entre los obreros y los campesinos de los pueblos de la U.R.S.S., no en nombre del nacionalismo, sino en nombre del internacionalismo.
Precisamente por esto, porque en nuestro país las revoluciones nacionales y coloniales transcurrieron bajo la dirección del proletariado y bajo la bandera del internacionalismo, precisamente por esto, los pueblos parias, los pueblos esclavos, se han elevado por vez primera en la historia de la humanidad a la condición de pueblos verdaderamente libres y verdaderamente iguales, contagiando con su ejemplo a los pueblos oprimidos del mundo entero.
Esto significa que la Revolución de Octubre inició una nueva época, una época de revoluciones coloniales, que se llevan a efecto en los países oprimidos del mundo en alianza con el proletariado, bajo la dirección del proletariado.
Antes, «se admitía» que el mundo estaba dividido, desde tiempos inmemoriales, en razas inferiores y superiores, en negros y blancos, de los cuales los primeros no son aptos para la civilización y están condenados a ser objeto de explotación, mientras que los segundos son los únicos exponentes de la civilización, llamados a explotar a los primeros.
Hoy, esta leyenda hay que considerarla destruida y desechada. Uno de los resultados más importantes de la Revolución de Octubre consiste en que ha asestado el golpe de gracia a esta leyenda, demostrando en la práctica que los pueblos no europeos liberados, incorporados al cauce del desarrollo soviético, son tan capaces como los pueblos europeos de impulsar una cultura realmente avanzada y una civilización realmente avanzada.
Antes, «se admitía» que el único método para liberar a los pueblos oprimidos era el método del nacionalismo burgués, el método de separación de las naciones unas de otras, el método de desunirlas, el método de acentuar la hostilidad nacional entre las masas trabajadoras de distintas naciones.
Hoy, esta leyenda hay que considerarla refutada. Uno de los resultados más importantes de la Revolución de Octubre consiste en que ha asestado el golpe de gracia a esta leyenda, demostrando en la práctica la posibilidad y la conveniencia del método proletario, internacionalista, de liberación de los pueblos oprimidos, como el único método acertado, demostrando en la práctica la posibilidad y la conveniencia de una alianza fraternal entre los obreros y campesinos de los más diversos pueblos sobre los principios de voluntariedad y de internacionalismo. La existencia de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, prototipo de la futura unificación de los trabajadores de todos los países en una sola economía mundial, no puede por menos de servir de prueba inmediata de esto.
Huelga decir que estos resultados, y otros semejantes, de la Revolución de Octubre no podían ni pueden dejar de ejercer una gran influencia sobre el movimiento revolucionario de las colonias y los países dependientes». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Entrevista carácter internacional de la Revolución de Octubre, 1927)
Varios años después se relataba así el hito de aquella revolución, y sobre todo lo que supuso para las naciones subyugadas anteriores por la Rusia del Zar:
«Un año antes de acabar la Primera Guerra Mundial, triunfa la Revolución Socialista de Octubre. La clase obrera rusa, dirigida por el partido de Lenin, toma por asalto el Estado del ex imperio zarista. Y por primera vez en la historia, la clase obrera comienza a construir una sociedad sin clases, sin explotación del hombre por el hombre, los pueblos débiles pueblos fuertes. Y, automáticamente, necesariamente –Stalin ha demostrado que la solución del problema nacional asegura y consolida la revolución socialista–, la inmensa presión de pueblos que fue el imperio zarista y la república burguesa de Kerenski, se transformó en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), unión voluntaria de naciones y grupos étnicos con igualdad de derechos. Las naciones asiáticas y los numerosísimos grupos étnicos de Rusia estaban en franco y rápido proceso de extinción, por cuanto el zarismo y sus sucesores practicaban una política sistemática de exterminio de los grupos nacionales y étnicos, de rusificación intransigente y violenta, como la que ahora práctica el franquismo contra Cataluña, Euskadi y Galicia, política de genocidio y de castellanización por la fuerza. Con la victoria de la clase obrera rusa, las naciones y los grupos étnicos renacieron y han realizado en menos de 35 años progresos incalculables, casi impredecibles por su vastitud y profundidad. Se han reconstruidos los idiomas nacionales –idiomas que se transmitían de generación en generación por vía oral–, y las escuelas nacionales y étnicas han liquidado el analfabetismo secular y los institutos y universidad en lengua nacional y étnica han forjado la camada de sabios, profesores, maestros, profesionales, técnicos, obreros y campesinos altamente cualificados que, a la vanguardia y con la masa trabajadora, dirigen y construyen su nación. En la historia de la humanidad no se pueden citar ejemplos iguales o ilustradamente similares: este es el «milagro» de nuestro tiempo, el salto prodigioso de una masa humana esclava y desesperada, ignorante y torturada, supersticiosa y alcoholizada, en línea de extinción, de unas tierras saqueadas y esterilizadas por los señores feudales, a la vida plena y libra de repúblicas federadas, de repúblicas autónomas, con gobierno propio, con cultura, economía y justicia propias, con ejércitos propios y relaciones exteriores propios de las más evolucionadas, con un nivel de vida en ascensión vertiginosa». (Joan Comorera; La teoría nacional del leninismo; Publicado en Treball (Comorerista), 1952)
Por otro lado, como todo el mundo sabe el mundo colonial sufrió una derrota todavía mayor tras la Segunda Guerra Mundial:
«En el mundo capitalista ha habido cambios sustanciales. De las seis «grandes potencias imperialistas» –Alemania, Japón, Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia e Italia–, tres han sido eliminadas como resultado de su derrota militar: Alemania, Japón e Italia. (…) La Segunda Guerra Mundial agudizó la crisis del sistema colonial, tal como lo demuestra el auge del poderoso movimiento de liberación nacional en los países coloniales y dependientes. Esto ha puesto en peligro la retaguardia del sistema capitalista. Los pueblos de las colonias se rehúsan a seguir viviendo como antes, mientras que las clases dirigentes de los países colonialistas no pueden seguir gobernando sus colonias a la vieja usanza. Los intentos de aplastar el movimiento de liberación nacional, mediante la fuerza militar, ahora chocan de manera frecuente con la resistencia armada de los pueblos coloniales y dan lugar a guerras coloniales prolongadas –Países Bajos en Indonesia, Francia en Vietnam–». (Andréi Zhdánov; Sobre la situación internacional; Informe en la Iº Conferencia de la Kominform, 1947)
Pero tras la llamada descolonización, no todos los países lograron la soberanía estatal, algunos siguieron existiendo zonas colonizadas, unas de forma abierta y otras más disfrazadas.
El problema colonial en la actualidad sigue existiendo. Que en la ONU solo figuren 1 territorio en África, 9 en el Atlántico y el Caribe, 1 en Europa, y 6 en el Pacífico como territorios pendientes de descolonización, significa que le pese a quién le pese sigue habiendo colonialismo en él «flamante y democrático» capitalismo moderno. Pero el reducido número de esta lista no significa que el imperialismo se haya «civilizado», más bien todo lo contrario, significa que sigue siendo igual de inteligente y ruin que siempre, y que ha sabido encubrir el colonialismo que todavía ejerce en estos territorios bajo las leyes internacionales burguesas; ya que la tendencia del imperialismo ha sido darle la ciudadanía e integración completa de las colonias a la legislación del país colonizador, crear estatus especiales de ultramar, o aplicar solo ciertas leyes de la legislación para así ocultar internacionalmente que esos territorios figuren como zonas colonizadas. Lo normal es esta sagacidad, lo que no es tan normal es la estupidez de quién se traga estas maniobras.
Queda claro que una colonia es un territorio donde un país imperialista se establece y en el cual se gobierna desde la zona de origen –la metrópoli–. Ampliemos esta definición desde un punto de vista marxista.
¿Qué hay que mirar, en qué hay que fijarse para saber si un territorio es una colonia en el capitalismo?
—Deberíamos mirar la actividad económica del territorio, eso sin duda, pero quedarse ahí sería reduccionista, metafísico; en cuanto no hay que mirar solamente la actividad económica y buscar un territorio atrasado y eminentemente agrario, si concluyésemos que se puede identificar como una colonia «aquel territorio que tiene un desnivel económico respecto a la media nacional del país imperialista» caeríamos en un error por holgazanes, ya que si esto se cumple en la mayoría de casos como veremos, existen excepciones como las zonas colonizadas que han sido paulatinamente transformadas en zonas financieras o de servicios para el sector hostelero o turístico.
—Deberíamos mirar el tipo de legislación existente, si existe un estatus especial como el cacareado «status de ultramar», como nos dice la RAE, si esto existe es porque seguramente se trata de un territorio colonial el cual la burguesía imperialista pretende camuflarse bajo distintas trampas y apariencias legislativas;
—Si después de todo esto no hallamos muestra alguna, deberíamos mirar si existió una invasión militar o si fue una unión pacífica y voluntaria. Y en caso de haber sido tomado por la fuerza, si existía alguna relación étnico-religiosa, entre el territorio anexionado y el país imperialista o si simplemente se anexionó por cuestiones económicas, de ampliación territorial o en busca de un enclave militar estratégico. No son iguales las anexiones entre vecinos donde el ejército conquistador tiene en el territorio anexionado ciudadanos de su misma nacionalidad –aunque no sean mayoría– como las guerras sucedidas en Alsacia y Lorena entre Francia y Alemania; a las expediciones a zonas exóticas donde no hay parentesco alguno entre colonizadores y colonizados –como la colonización europea del Caribe–. En las primeras el imperialismo ciertamente puede alegar que es una cuestión de orgullo nacional, un territorio antaño perdido frente a un rival, una cruzada para salvar a los vecinos de igual nacionalidad o religión y demás excusas imperialistas que mezclado con nacionalismo y chovinismo puede hacer pasar fácilmente entre sus compatriotas, pero en el segundo caso, al imperialismo le es mucho más difícil y comprometido justificar la guerra e invasión –por el repudio generalizado a las prácticas colonialistas sobre todo en la actualidad–, en los territorios actualmente colonizados se intentan acallar a la población de la metrópoli y la colonia en base a propagar la idea de que después de tanto tiempo se debe mantener el status por los «vínculos históricos» entre los dos lugares, un vínculo que si bien es en parte cierto no se debe olvidar que se ha creado a base de pisotear la política, la economía y la cultura de la zona colonizada, y que la «similitud» entre las gentes de las dos zonas se ha creado sobre el militarismo y los colonos que los mismos imperialistas han instalado desde hace siglos –muchas veces ni siquiera tras un proceso de colonización han podido superar en número a los «pobladores indígenas» anteriores a la colonización–.
En este sentido, hay que diferenciar una desigualdad nacional con un estatus colonial. A esto debemos hacer un apunte sobre una consigna que hacen suya muchos de los movimientos nacionalistas y separatistas: es incorrecto proclamar que en todos los Estados multinacionalidades las zonas en que la mayoría de la ciudadanía nacional no predomina en el Estado, son siempre zonas coloniales; así por ejemplo sería absurdo concluir que algunas zonas separatistas de la propia Bélgica o Suiza son colonias del imperialismo belga o suizo, cuando todas esas zonas han sido grandes participes de las empresas imperialistas del país. El ejemplo más sencillo y claro lo tenemos en el caso de Cataluña por su famosa actualidad, aquí parte del independentismo burgués y pequeño burgués, ha doblado la historia para acabar concluyendo que Cataluña es una colonia de España. No obstante, pese a la opresión nacional sufrida en varios periodos –sobre todo cultural-lingüística–, la zona catalana ha sido una de las joyas del imperialismo español en diversos periodos, Cataluña no ha sido una colonia, primero porque su integración en el reino de España procede de su integración en el reino de Aragón vía voluntaria-matrimonial, y segundo porque ha sido una identidad colonizadora directa a través del mediterráneo y luego como parte del imperio español lo que le procuró los recursos que le permitieron no solo no ser asimilada sino, alcanzar su máximo desarrollo económico-político y cultural a partir del siglo XIX donde surge el renacimiento y consolidación del nacionalismo catalán cuyas señas de identidad fueron el catolicismo y el tradicionalismo. Y es que recordemos el nacionalismo catalán, como todo nacionalismo, nace de las entrañas de la burguesía y su pretensión de la búsqueda de una expansión de su propio mercado hasta después ver inevitable el planteamiento de la autogobernación política, por tanto el nacionalismo siempre en mayor o menor medida tiene un carácter económico, pero también tradicionalista y religioso, ya que el nacionalismo ahonda en las diferencias para conformar su proyecto, no por casualidad cuando busca apoyarse en la capas más atrasadas del la pequeña burguesía, agita los valores del individualismo, del idealismo religioso y del tradicionalismo aunque sea el más retrógrado. De ahí que ahora el proceso independentista liderado por estas burguesías separatistas en todos estos países mencionados tenga un claro tinte imperialista, debido al alto grado de desarrollo del capital en esas zonas, un desarrollo incluso mayor al de otras zonas del interior, así mismo que busque aliados imperialistas de renombre como Israel. Esto confirma la ley de desarrollo desigual en el capitalismo entre sus regiones no solo a nivel internacional sino nacional, algo que anima constantemente el fenómeno del regionalismo: es decir la búsqueda de mayor atención o prerrogativas económico-políticas de unas zonas respecto del Estado central, lo que dependiendo de muchos factores concluye en la fermentación para un nacionalismo que en varias ocasiones ayuda a acelerar la conformación de una identidad nacional.
Estos nacionalismos llegados a estos desarrollos es normal que vean conformarse en lo interno movimientos políticos nacionalistas de la pequeña burguesía rural y urbana, unos que aunque se hayan conformado bajo teorías y propuestas sociales más progresistas que de sus homólogos burgueses, recogiendo en parte algunos de los sanos valores identitarios de la nación, a su vez no escapan del mito de las costumbres y mitos nocivos del nacionalismo burgués, ya que recordemos la burguesía irradia su influencia inevitablemente a estas capas intermedias y vacilantes, por ello muchas veces ponen por delante la cuestión nacional a la de clase, llegando incluso a aliarse con la reacción nacional, sobre todo cuando esta le promete la consecución de la tierra prometida, es decir, conseguir finalmente el autogobierno estatal, bajo esto la pequeña burguesía históricamente ha apoyado muchos de los atropellos al nivel de vida de los asalariados. Por tanto la única clase realmente revolucionaria en la cuestión social y también en la cuestión nacional es el proletariado, que por su ideología plantea la cuestión de ejercer el derecho no buscando la separación por la separación, sino el derecho a decidir si quiere separarse, si quiere separarse para unirse libremente, etc. pero siempre manteniendo un planteamiento de la cuestión nacional sin aditivos xenófobos, racistas, chovinistas, religiosos, siempre en franco internacionalismo, buscando lo que le une al proletariado vecino y no lo que le separa, impulsando a la vez que se ocupa de su causa, el resto de las luchas de los explotados a nivel internacional.
Estos territorios como el separatismo catalán o flamenco no tienen nada que ver por sus características y status con las zonas realmente colonizadas de otras partes del mundo, aunque como se ha dicho sufren en mayor o menor medida opresión nacional, ya que se han consolidado como naciones que no han sido asimiladas por el nacionalismo centralista, intentar disputar mayores cuotas de poder dentro del Estado frente a otras fracciones burguesas de otra nación para obtener prerrogativas o para ejercer su derecho de autodeterminación, el cual no pueden ejercer completamente, algo normal, ya que en las democracias burguesas este derecho es una excepción y no un hecho común.
Históricamente las democracias burguesas han apoyado en el exterior el derecho de autodeterminación para debilitar a sus competidores pero se han negado tajantemente siquiera a debatir dicha cuestión en el interior del Estado, en épocas más modernas se ha dejado debatir dicha cuestión para aparentar mayor nivel de democracia y libertad, pero se ha negado cualquier intento de que dicho pueblo lo ejerza sin su consentimiento, alegando que es inconstitucional o ilegal, esto significa que la democracia burguesa promete en muchas ocasiones discutir la cuestión, valorar si le conviene permitir dicha independencia o no, y en caso de que no sea así, intentará provocar escándalos o cuestiones que prolonguen el periodo de negociación ad infinitum, mientras recupera la influencia unionista en dicha zona nacionalista, esto es muy común sobre todo dentro de las colonias.
¿Qué posición toman los marxistas en la cuestión de opresión nacional y colonial? ¿Dónde deben enfocar sus programas?:
«El capitalismo en desarrollo conoce dos tendencias históricas en la cuestión nacional. La primera consiste en el despertar de la vida nacional y de los movimientos nacionales, en la lucha contra toda opresión nacional, en la creación de Estados nacionales. La segunda es el desarrollo y la multiplicación de vínculos de todas clases entre las naciones, el derrumbamiento de las barreras nacionales, la formación de la unidad internacional del capital, de la vida económica en general, de la política, de la ciencia, etc. Ambas tendencias son una ley universal del capitalimo. La primera predomina en los comienzos de su desarrollo, la segunda distingue al capitalismo maduro, que marcha hacia su transformación en sociedad socialista. El programa nacional de los marxistas tiene en cuenta ambas tendencias, defendiendo, en primer lugar, la igualdad de derechos de las naciones y de los idiomas –y también el derecho de las naciones a la autodeterminación, de lo cual hablaremos más adelante– y considerando inadmisible la existencia de cualesquiera privilegios en este aspecto, y en segundo lugar, propugnando el principio del internacionalismo y la lucha implacable para evitar que el proletariado se contamine de nacionalismo burgués, aun del más sutil. (…) No es marxista, y ni siquiera demócrata, quien no acepta ni defiende la igualdad de derechos de las naciones y de los idiomas, quien no lucha contra toda opresión o desigualdad nacional. Esto es indudable». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Notas críticas sobre la cuestión nacional, 1913)
Pongamos unos ejemplos de colonias y neocolonias en la actualidad analizando sus estatus y sus fenómenos. Para ello tomaremos colonias y neocolonias relacionadas con el imperialismo francés, gobierno que ejemplifica la hipocresía de la burguesía.
Durante la explosión de los movimientos anticolonistas en el mundo, los imperialistas franceses no dudaron en reprimir a las primeras organizaciones políticas opuestas a la ocupación y explotación colonial. Podríamos citar como ejemplo la larga lucha de liberación que sufrió Haití durante 1791-1803 contra la Francia Liberal y Revolucionaria de aquel entonces, después contra el Imperio Napoleónico más las expediciones británicas y españolas que trataron de ahogar un largo proceso antiesclavista y anticolonial que acabó logrando humillar a las potencias imperialistas de la época y sus pretensiones reaccionarias, consiguiendo los haitianos su independencia.
a) Guadalupe
Si Francia es para muchos progresistas el ejemplo a seguir, recordemos su historia con sus colonias, en este caso con Guadalupe colonizada desde 1635. Sobra decir que toda revuelta antiesclavista como la de 1725 fue reprimida durante los primeros siglos de ocupación, algo que seguiría siendo común siglos después con todo movimiento emancipador:
«Aparece el GCN3 (Grupo de Organización Nacional de Guadalupe) que, a pesar de sus debilidades, fue la primera organización abiertamente política que lucha contra el poder colonial, por la independencia. Esta determinación le ganó la implacable represión del imperialismo francés durante las huelgas de 1967 y el asesinato de varios activistas». (Jean-Louis MAY; El movimiento patriotico en Guadalupe, 1984)
Eso no impidió el desarrollo sindical guadalupeño, opuesto a los conciliadores de la OGTG, FCG y otros sindicatos del colonialismo.
«La actitud del imperialismo francés muestran claramente que la situación tiende entre las fuerzas patrióticas guadalupeños y el poder colonial francés. El evento esencial de estos últimos años radica precisamente en la existencia indiscutible de un movimiento patriótico en Guadalupe, movimiento que ha expresando cada vez más fuertemente las aspiraciones de todo un pueblo para construir su propio futuro, en completa independencia. La génesis de este movimiento se funde con la historia del pueblo guadalupeño y descansa en dos elementos: por un lado, la lucha continua de los esclavos negros contra la opresión colonial, por otro lado, el trabajo de los intelectuales guadalupeños desde la década de los 50 desarrollando una reflexión muy rica sobre la cuestión nacional guadalupeña». (Jean-Louis MAY; El movimiento patriótico en Guadalupe, 1984)
Como decían los marxista-leninistas franceses de la época, este tipo de eventos no pueden pasar como si nada delante de los ojos de los marxistas europeos y del mundo, deben ser el estimulante que les movilice para denunciar y apoyar la lucha anticolonialista de los pueblos oprimidos:
«Es esencial comprender a dónde va Guadalupe hoy, porque lo que allí ocurre debe movilizar a todos los marxistas-leninistas franceses y a todos los progresistas comprometidos para apoyar la lucha de los pueblos por su emancipación del yugo colonial francés». (Jean-Louis MAY; El movimiento patriótico en Guadalupe, 1984)
Traducción: que quién cierre los ojos ante estos sucesos no es un internacionalista; sino un socialchovinista, un socialimperialista.
Los marxista-leninistas franceses recordaban a estos pueblos:
«La AGEG (Asociación General de Estudiantes Guadalupeños), desde 1964, y basado en los análisis de los teóricos marxistas, así como en la experiencia concreta de las condiciones para la construcción del socialismo en Albania, extrajo lecciones esenciales para el futuro de su propio país, a saber:
—Hoy, la cuestión nacional solo puede resolverse en conexión con la revolución proletaria y hay que mirarla sobre esa base. La cuestión nacional es parte de la cuestión general de la revolución proletaria, y una parte de la cuestión de la dictadura del proletariado.
—No existe una «tercera vía» intermedia que no sea ni capitalista ni socialista, es necesario elegir porque en realidad solo hay una alternativa: el camino capitalista o la vía socialista.
–La experiencia de Albania demuestra con brillantez que un país dominado por el imperialismo, incluso con poco desarrollo industrial, puede bajo el liderazgo de la clase obrera y su partido, saltar la etapa de desarrollo capitalista y transformar la revolución democrática en una revolución socialista». (Jean-Louis MAY; El movimiento patriótico en Guadalupe, 1984)
Sin duda son lecciones que repasar, veamos otras cuestiones que se han de tener en cuenta:
«La usual pequeña proporción de la clase obrera en los países subdesarrollados, su comparativamente bajo nivel ideológico y cultural, su limitada experiencia de organización y lucha de clases política no pueden servir como argumento para negar la necesidad y la posibilidad de la creación del partido de la clase obrera. Como lo demuestra, por ejemplo, la experiencia de nuestro país, el partido de la clase obrera se debe crear y puede surgir a la cabeza de la lucha revolucionaria aún cuando la clase obrera es pequeña en número y no se encuentra organizada. En este caso los comunistas son los representantes más leales de la clase obrera y su personificación; luchan resuelta y consecuentemente por los intereses de la clase obrera, por su ideología y política, por los intereses más radicales de todas las masas trabajadoras y de la nación entera.
Algunos revisionistas modernos afirman que la existencia del partido marxista-leninista y el liderazgo de la revolución y el poder político por este partido para la transición de los países subdesarrollados al socialismo conforman un dogma obsoleto, reemplazado por el tiempo. En su opinión, si este ha sido el caso en algunos países, esto ha ocurrido no por motivos de principio y necesidad universal, sino simplemente por motivos históricos específicos o por casualidad. Otros públicamente afirman que el papel de vanguardia y el liderazgo en el llamado desarrollo no capitalista de los países atrasados puede ser desempeñado por cualquier partido u organización política, incluso por los sindicatos, independientemente de su ideología y composición de la clase. Esta es otra traición de los revisionistas a la revolución socialista y la edificación del socialismo, es una caricatura de la idea del rol de vanguardia en la transformación socialista de la sociedad.
La conquista del poder político por las masas trabajadoras sólo marca el punto de partida necesario para preparar los países subdesarrollados para la transición al socialismo. La propia transición es un proceso histórico completo, a veces más largo y a veces más corto, según las condiciones concretas de cada país. El contenido principal de este proceso debe ser la transformación revolucionaria ininterrumpida de la superestructura y la estructura económica de la sociedad, el continuo cambio de la proporción de fuerzas de clase en beneficio del socialismo, la lucha contra el imperialismo y todas las fuerzas reaccionarias internas.
La transformación de la vida política y social requiere en primer lugar del quebrantamiento de la vieja máquina estatal burocrática creada por los colonialistas y basada en los intereses de las clases explotadoras locales, divorciada de las masas trabajadoras y contrapuestas a ellas como un medio de violencia para conservar la opresión y la explotación. En su lugar se debe crear una nueva máquina estatal, basada en nuevos líderes, surgidos del seno de los trabajadores que sean conscientes de sus necesidades y defiendan sus intereses, purgada de los elementos reaccionarios colaboradores de los colonialistas, de los partidarios del imperialismo y de los enemigos del socialismo. En la transformación de la vida política y social, las características esenciales son la puesta de los trabajadores en la gestión del país, el crecimiento numérico y la educación de la clase obrera, la emancipación de las mujeres y su participación en las actividades sociales y la mejora sistemática de las condiciones materiales de los trabajadores». (Hekuran Mara; Posibilidades de construir el socialismo sin pasar por la etapa del capitalismo desarrollado, 1973)
En el caso como de Guadalupe la organización principal era la Unión Popular para la Liberación de Guadalupe (UPLG) fundada en 1978. Sus tácticas fueron heterogéneas pasó de un terrorismo inconexo con las masas a buscar una amnistía para sus militantes y una legalización como partido bajo tesis socialdemócratas, objetivo que consiguió en 1989. Esto se debió al oportunismo de sus líderes, de la lucha en su seno de agrupaciones y fracciones algunas de las cuales llegaron a aceptar la tutela francesa. Estas posturas fueron las que le llevaron al decaimiento del apoyo social, nada nuevo en estos grupos por desgracia.
¿Por qué fracasan continuamente gran parte de estos movimientos de liberación nacional? Normalmente porque como vemos siempre están construidos como frentes nacionales donde no hay una dirección ideológica clara, con un programa ambiguo y donde abraza desde el pacifismo iluso hasta del terrorismo inconexo con las masas. Es bien notable la presión de las ideas tercermundistas, que vienen a ser un combinado de ideas nacionalistas con socialdemocratismo que les lleva a la conciliación con los viejos colonialistas y con las clases explotadoras internas. A eso debe sumarse que si el nivel ideológico en países más desarrollados es escaso pese al raudal de información y experiencia, en los países subdesarrollados es mucho más difícil que allí llegue el material necesario para la clarificación ideológica, muchos marxistas se desaniman por el estado de las cosas, se ven así mismos aislados, caen en el derrotismo, o no tienen paciencia de explicar sus conocimientos y organizar a los trabajadores.
Precisamente donde se distingue a los marxista-leninistas de los oportunistas es en estos casos; los primeros ejercen una ayuda crítica a los movimientos de liberación nacional destacando sus virtudes y defectos, y los segundos hacen un seguidismo acrítico intentando obtener simpatías de esa justa causa:
«Así pues las desviaciones ideológicas del movimiento nacional kurdo son ciertamente muy evidentes para cualquier que indague un poco y albergue algo de conocimientos marxista-leninistas, sus postulados anarco-ecologistas son una aberración teórico-práctica. Realizar un mero seguidismo para quedar bien con la «causa kurda», como históricamente se ha hecho con otros movimientos de liberación nacional como el palestino –con sus ramalazos chovinistas, prácticas terroristas, influjo religioso o colaboración con diversas corrientes socialimperialistas y revisionistas–, no frenó sino que puso más fácil su camino hacia el derrotismo y la claudicación. Esto lo pueden hacer los oportunistas sin principios pero nunca los marxista-leninistas que han de estar preocupados por el destino de los pueblos, y conscientes de las desviaciones y autolimitaciones de esos movimientos de no ser ayudados bajo una crítica camaraderil. ¿Y cuál es la postura de Reconstrucción Comunista (RC) frente a la política exterior del movimiento nacional kurdo? Para ello se «lava las manos como Poncio Pilatos» y dice que es que «entre los kurdos hay de todo». (…) Por supuesto Roberto Vaquero calla miserablemente que el movimiento nacional kurdo cada vez amplia más sus tratos con los imperialistas estadounidenses y otras fuerzas reaccionarias». (Equipo de Bitácora (M-L); Antología sobre Reconstrucción Comunista y su podredumbre oportunista, 25 de septiembre de 2017)
En Guadalupe, pese a la derrota de las fuerzas patrióticas en los 80, la agitación social y política ha seguido muy presente en la isla en los años sucesivos:
«Esta pasada madrugada un hombre murió después de ser alcanzado por una bala. El fallecido pertenecía al Colectivo Contra la Explotación (LKP), movimiento impulsor de las protestas, y fue alcanzado por una bala cuando salía acompañado de una reunión sindical. El suceso ocurrió en la conflictiva zona de Pointe a Pitre, en la capital de la isla y una de las principales barriadas levantadas por los manifestantes. Por la noche también resultaron heridos seis agentes de la policía a raíz de los disturbios. Desde hace un mes, la isla de Guadalupe es un escenario de violencia. Los incendios se producen casi a diario en comercios y coches, así como enfrentamientos armados con la policía. El Gobierno de François Fillon ha hecho llamamientos a la calma, pero el colectivo LKP y los sindicatos siguen quejándose de la mala gestión de la crisis económica. No hay visos de solución. (…) Ante una crisis económica sin precedentes, los huelguistas reclaman un aumento de unos 200 euros para los salarios más bajos, y un recorte de los precios de los productos básicos, mientras el país sufre una tasa de desempleo superior al 20%, es decir de dos a tres veces más elevada que la de la metrópolis, según datos de la oficina francesa de estadísticas (INSEE). La herencia colonial hace además que la concentración de la riqueza esté en manos de algunas familias». (El País; La crisis social de la isla de Guadalupe llega hasta El Elíseo, 18 de febrero de 2009)
¡No es que parezca que Guadalupe es tratada como una colonia, es que eso del «estatus de ultramar» es solo una trampa para esconder el carácter colonialista que Francia ejerce allí! Si esto no lo comprenden las fuerzas patrióticas es que no están capacitados para entender a que enemigo se enfrentan, o peor, que lo saben y solamente aspiran a tiras y aflojas con Paris, que siempre les ha tratado como escoria, dando falsas promesas y ejerciendo el garrote cuando se incumplían esas promesas de mejora social y de autodeterminación que propician protestas.
Esto indica que lejos de solucionarse, lejos de que Guadalupe «esté asimilada e integrada» de buen grado dentro de Francia, no es así, es más, está terriblemente enojada con la metrópoli colonial: Francia.
Los patriotas guadalupeños tienen condiciones objetivas más que suficientes para volver a desarrollar su trabajo, para persuadir y lograr el apoyo de los residentes de la isla, y conseguir expulsar de una vez al imperialismo francés, causante de todas sus miserias. Trabajo que seguramente deberá ser hegemonizado por los marxistas si quiere ser llevado a buen puerto, sobre todo para que después de la independencia no se caiga del colonialismo al neocolonialismo con Francia o cualquier otra potencia.
b) Nueva Caledonia
Un poco de historia de Nueva Caledonia y la irrupción del imperialismo francés en su tierra:
«El pueblo kanak, constituyó una sociedad original y muy antigua, durante los 130 años de colonización ha sido diezmado por la represión colonial y las enfermedades resultando una destrucción de su sociedad. De 60 a 70.000 individuos en 1854 en el momento de la llegada de los franceses, la población desciende, especialmente después de la terrible represión de 1878 a 30.000 personas en 1901. Aislados en reservas situadas en los valles menos fértiles de la isla los kanacos son considerados por los colonos de las ciudades como ciudadanos de segunda clase, de hecho no es hasta 1948 cuando acceden a la ciudadanía. Desde el 1878 la sociedad neocaledonia se desarrolla sobre el tipo del apartheid, he aquí la realidad». (Jean-Louis MAY; Nueva Caledonia: el plan colonial de Mitterand, 1984)
Actualmente, según el censo de 2009, solo el 44% de la población es de origen melanesio lo que se explica en la gran masacre y limpieza étnica cometida por Francia en menos de dos siglos.
¿Qué tipo de reparto económico había y hay entre los indígenas y colonos franceses?:
«La población agrícola melanesia, que hoy comprende unas 12.000 personas, solo puede cultivar unas 15.000 hectáreas aproximadamente en las 160.000 hectáreas de reservas. Por el contrario los calcoches [colonos franceses], de unas 881 personas que componen la población agrícola suman un 330.00 de hectáreas cultivables. (…) El colonialismo quiere presentar el tema de la tierra para los kanaks como un asunto puramente «moral», como un «símbolo» de su identidad, como una entidad casi divina. A la inversa, los caldoches tendrían una legitimidad histórica que explota las tierras, emanando de la colonización. Pero la realidad es bastante diferente: esta tierra, de la que han sido desposeídos por la violencia y el fuego, es vital para los kanaks, que el colonialismo encerró en el pasado, marginado en las reservas y confinado a un la economía alimentaria solo les permite sobrevivir. Hoy, en Nueva Caledonia, las superficies cultivables que podrían alimentar a una población de 3 millones habitantes, no son suficientes para 140.000 personas, debido al muy bajo desarrollo por los caldoches. En ganado, por ejemplo, el rendimiento es 8 veces menor que al de la metrópoli –es solo 0,2 cabezas de ganado por hectárea–. ¡Si hay una moral a la que apelar es la de que es perfectamente legítimo que los Kanaks quieran cultivar la tierra abandonada por los descendientes de aquellos que desposeyeron a sus antepasados!». (Jean-Louis MAY; Nueva Caledonia: el plan colonial de Mitterand, 1984)
Esta situación en la tierra que todavía persiste, ha arrastrado a la isla a una economía agraria de subsistencia, y a la ridícula dependencia de la importación.
Otro de los motivos por los que los imperialistas franceses no han querido irse, es por la explotación minera de níquel, siendo Nueva Caledonia nada más y nada menos que el sexto explotador mundial de este producto tras países como Indonesia, Rusia y Canadá, poseyendo aproximadamente un 20% de las reservas de todo el mundo, además de ser una zona propicia para los ensayos nucleares de Francia:
«El archipiélago de Nueva Caledonia, situado en el Pacífico sur, a 16.743 kilómetros de París, tiene una extensión de 19.103 kilómetros cuadrados y una población de 145.000 habitantes. Poseedor del 20% de las reservas mundiales de níquel, el territorio tiene valor estratégico para Francia, que efectúa sus ensayos nucleares en el cercano atolón de Mururoa». (El País; Reserva mundial de níquel, 6 de noviembre de 1988)
Se concluye que aquí priman enormemente los intereses de la Francia imperialista respecto a la colonia: explota sus recursos mientras no desarrolla más que lo justo y necesario; de hecho es esa política la que ha llevado al descontento de la población durante décadas.
El movimiento nacional de Nueva Caledonia bajo el Frente de Liberación Nacional Kanako y Socialista (FLNKS) ha liderado su lucha. Pero como tantos otros movimientos independentistas ha estado lleno de las desviaciones que ya hemos mencionado en otros casos como el guadalupeño, de hecho pareciese que ambos movimientos fuesen trazados históricamente por una línea invisible que los condujo al mismo camino. Igualmente hay que resaltar que este movimiento nacido en medio del imperio francés de la «libertad, igualdad y fraternidad», también fue reprimido cada vez que intentó asomar la cabeza y plantear sus justas reivindicaciones: sus líderes fueron pasados a cuchillo por los imperialistas franceses y si eso no era suficiente para frenar a las masas, cuando ha sido necesario se ha incrementado el número de presencia militar en la zona para «controlar» a los «rebeldes»:
«El asesinato de Eloi Machoro, la represión del movimiento independentista por los 6.000 hombres enviadas por el Gobierno expone el rostro bárbaro de la república democrática burguesa cuando debe defender los intereses vitales de la clase dominante: la burguesía imperialista. La política de «consenso» que intentó el gobierno de izquierda desde 1981 se desvaneció como una cortina de humo. Como en Francia, los socialistas y los revisionistas buscan reconciliar los intereses de la burguesía y la clase obrera, de la misma forma, en las colonias, defienden la asociación de los colonos y los colonizados». (Jean-Louis MAY; Nueva Caledonia: el plan colonial de Mitterand, 1984)
¿Cuál ha sido la evolución administrativo-política de este territorio colonial? Hasta 1946 pasó de ser una colonia oficial a ser un «territorio de ultramar», lo que no evito que pese a ese estatus especial desde 1986 operase en la ONU como «territorio no autónomo» pendiente de descolonizar, en 1987 se celebró un referéndum que contó con la abstención de los independentistas por las obvias faltas de garantías del proceso en medio de un clima de terror desatado por los colonialistas con el envío masivo de tropas de ocupación. Gracias a las crudas y violentas luchas de los 80 se mantuvo en jaque a los sucesivos gobiernos franceses, finalmente los independentistas firmaron un pacto de independencia por la vía reformista: el famoso «Acuerdo de Nouméa» de 1998 en el cual los reformistas neocaledonios fijaban todas sus esperanzas en la promesa de que Francia prometía dar una mayor autonomía y que «si todo iba bien» en 20 años se preguntaría a la población sobre la independencia, es decir en 2018 como muy tarde. Se pasó a considerar entretanto a Nueva Caledonia como «Colectividad Sui Géneris», un estatus extraño que da como resultado que la UE no rige en esta zona, obteniendo mayor autogobierno pero sin autonomía en algunas materias esenciales para un Estado:
«La justicia, el orden público, la defensa y el dinero –así como el crédito y las divisas– y los asuntos exteriores –sujeto a las disposiciones de 3.2.1– seguirán siendo responsabilidad del Estado hasta que surja la nueva organización política resultante de la consulta [prevista para 1998]». (Acuerdo sobre Nueva Caledonia firmando en Noumea, 5 de mayo de 1998)
¡¿Y todavía hay bobos que creen que esto no es tutelaje imperialista?!
Está previsto para 2018 un nuevo referéndum como se prometió en 1998, ¿pero cuál es la postura actual de Francia 20 años después de su promesa? Las mismas ambiciones imperialistas de siempre, y sus representantes no las esconden:
«Menos de uno por ciento de la población francesa vive en los territorios del Pacífico, pero la renuncia del Estado a romper los vínculos con sus territorios de ultramar tiene que ver con cuestiones ideológicas y estratégicas, explicó Soyez. «Primero, Francia constituye una república «indivisible». Por lo tanto, mientras la mayoría de la población quiera seguir siendo francesa, Francia tiene el deber de mantener su soberanía. Eso es extremadamente importante para la psiquis francesa», puntualizó. Además, «los territorios de ultramar le permiten a Francia mantener su fuerza militar en el mundo, lo que es muy importante cuando encabeza varias operaciones. Su presencia en el sur del Pacífico le permite a París tener la segunda mayor Zona Económica Exclusiva del mundo, muchos recursos naturales e influencia en las instituciones regionales», añadió. En una entrevista con medios de Numea este mes, Macron también expresó su esperanza de que se mantenga el status quo, a la vez que abogó por hacer frente a las causas del malestar local, como el desempleo, que afecta a 14,9 por ciento de la población económicamente activa. Pero Soyez piensa que «Macron, como la mayoría de los ciudadanos franceses, cree que puede encontrarse una solución entre el status quo y la independencia, si las comunidades locales quieren llegar a un consenso». (Inter Press Service; Nueva Caledonia espera posición conciliadora de Macron, 22 de mayo de 2017)
Esto que dice este ideólogo del imperialismo no es mentira, Francia posee bases militares en sus llamados «territorios de ultramar»: la Guayana Francesa, la Polinesia Francesa, Guadalupe, Martinica, Mayotte, Nueva Caledonia, Reunión y San Pedro y Miquelón.
¿Volverá a faltar Francia a su promesa de convocar un referéndum con garantías internacionales? ¿Amedrentará a la población local en caso de que no pueda retrasar las elecciones? ¿Enviará tropas de ocupación para asegurar un pucherazo electoral en toda regla? Las apuestas están muy altas de que así será. Nueva Caledonia no puede ser por más tiempo una colonia, el pueblo de Nueva Caledonia sin duda afrontará su destino por sí mismo pero es indudable que el resto de los pueblos deben solidarizarse para ayudarle y poner punto final a esta infame realidad». (Equipo de Bitácora (M-L); Las perlas antileninistas del economista burgués Manuel Shuterland; Una exposición de la vigencia de las tesis leninista sobre el imperialismo, 2018)