«La famosa Escuela de Bueno no es sino la filosofía burguesa al servicio del fascismo nacional, algo que se demuestra por sí solo.
Existe un trabajo donde Gustavo Bueno coparticipó con otro de sus alumnos aventajados. Allí nos decía del famoso fascista español Ramiro Ledesma:
«Debemos recordar que en el Manifiesto inicial [La Conquista del Estado, Nº1, 14-IV-1931], el punto 6° indica: «Afirmación de los valores hispánicos»; el punto 7.° señala: «Difusión imperial de nuestra cultura». El 10 ataca el separatismo, y el 16 solicita la «lucha contra el farisaico caciquismo de Ginebra», y la «afirmación de España como potencia internacional». Leemos lo que es «Imperio» para Ramiro Ledesma. Escrito en 1931 está: «El imperio hispánico ha de significar la gran ofensiva: nueva cultura, nuevo orden económico, nueva jerarquía vital». Ledesma pide una revolución nacional, «vigorizadora, sobre todo, de la unidad de España», con «un sentido social». (Francisco Díaz de Otazu Guërri bajo la dirección de Gustavo Bueno; Apuntes hacia la filosofía de Ramiro Ledesma, 2000)
De hecho, Gustavo Bueno mostraría su verdadero cariz fascista diciendo que:
«No cabe duda que Ledesma advirtió, junto con otros muchos teóricos, la relevancia que tenía el Imperio en la Historia de España, y ello constituye un gran mérito suyo, que sólo desde posiciones sectarias podrían minimizarse». (Gustavo Bueno; Dialéctica de clases y dialéctica de Estados, 2001)
Insistimos, esta es la figura que algunos usan hoy para apoyar sus «análisis marxistas». Triste pero cierto.
Gustavo Bueno dedicó su vida a la defensa de las ideas que conocidos fascistas vertían en diversos medios de comunicación. Véase su obra: «Lo que queda de España, de Federico Jiménez Losantos» 1979.
Actualmente ha sido visto en varias conferencias con el líder fascista Santiago Abascal, como se vio en la Escuela de Verano de DENAES en 2012. Esto viene de la idea de que:
«Carece de sentido hablar de «alianzas de la izquierda con la izquierda», es posible en cambio hablar de alianzas de la izquierda –de algunas corrientes suyas– con algunas modulaciones de la derecha». (Gustavo Bueno; Educación para la ciudadanía, una crítica desde la izquierda, 2009)
Estas relaciones repugnantes ya demuestran el mito de Gustavo Bueno como marxista o como filósofo mínimamente progresista. Estos comentarios recuerdan a las infames declaraciones anarquistas de Manuel Sacristán, que se lamentaba de no haber podido alcanzar un acuerdo con el fascista José Antonio Primo de Rivera. Pero los comunistas no abrazan el nacionalismo ni tratan de imponer soluciones forzadas a los pueblos, y menos bajo teorías idealistas que superponen la cuestión nacional a lo social, diluyéndose en un nacionalismo que firmaría cualquier formación burguesa.
Los actuales líderes de Vox están vinculados con la fundación DENAES fundada por los discípulos de Gustavo Bueno. Esto es algo de dominio público:
«La influencia del materialismo filosófico sobre Vox no sólo se produce a través de la lectura que hace Abascal de la obra de Bueno. Se afianza a través del trato personal y la impronta del filósofo y sus discípulos en DENAES (Fundación para la Defensa de la Nación Española). Esta institución ha sido clave también en la buena relación personal que el líder de derechas y otros miembros de la formación, como Iván Espinosa de los Monteros –vicesecretario de Relaciones Internacionales–, mantienen con los discípulos del autor de España no es un mito. El patronato actual de DENAES está integrado por tres personas. Junto al empresario Ricardo Garrudo están Santiago Abascal y Gustavo Bueno Sánchez, hijo de Gustavo Bueno y presidente de la fundación que lleva el nombre de su padre. Los tres han colaborado de forma estrecha desde diciembre de 2005, cuando se celebró en el Hotel Landa de Burgos una reunión que se considera la fundación de la entidad. El director de la organización es otro gran discípulo del filósofo, Iván Vélez. (…) El presidente de Vox confirmó a EL ESPAÑOL este punto. Dijo que «Gustavo Bueno es sin duda alguna una de mis influencias, en la afirmación de España como nación. No sólo el planteamiento con el que se acerca al país, sino también la propia retórica contundente que utiliza para su defensa». (…) Los discípulos de Bueno no se han integrado en Vox, a pesar de que miran con simpatía a este partido con un discurso en defensa de la nación española que considera que ellos han inspirado. El partido de Abascal sí que mantiene «las puertas abiertas» a que se afilien si así lo desean, según confesó a este periódico el político vasco. «En todo caso, es importante que la sociedad civil fuera de los partidos sea fuerte, por lo que es necesario que no todo se integre en la actividad política. A veces se puede hacer mucho a favor del bien común y la unidad de España desde fuera de la política», añadió». (El Español; El ala marxista de Vox inspirada por Gustavo Bueno: los extremos se tocan, 2019)
Como apunte, decir que las simpatías de los discípulos de Gustavo Bueno no solo se reducen a simpatizar con Vox, sino que además se han dado incorporaciones a Vox, Iván Vélez mismamente es el mejor ejemplo de ello. Por si alguien no conoce quien es este individuo, puede consultar las diversas entrevistas que el fascista Federico Jiménez Losantos le ha realizado. El lector estará de acuerdo con nosotros en que Losantos no se caracteriza precisamente por dar voz a nadie que no sea de su mismo pensamiento. Joaquín Robles, de la Fundación Gustavo Bueno está en el Congreso de los Diputados por Vox.
En esta fundación se defienden posturas ultraconservadoras comunes a Vox:
«Iván Vélez, discípulo de Gustavo Bueno. Unos se oponen a la interrupción voluntaria del embarazo desde «posturas totalmente materialistas, al considerar que es una barbaridad su uso como método anticonceptivo», sostiene Vélez. Los otros lo hacen por diversas causas, que Santiago Abascal detalla a este periódico: «Nuestra defensa de la vida tiene que ver con la defensa del ser humano y su dignidad, algunos lo podemos hacer desde una óptica humanista religiosa y otros lo hacen sin ese componente religioso». (El Español; El ala marxista de Vox inspirada por Gustavo Bueno: los extremos se tocan, 2019)
Desde luego, es una broma llamar «marxista» o «materialista» a cualquiera de las teorías y declaraciones de estos intelectuales ultraconservadores, ya que precisamente son el súmmum del idealismo, subjetivismo y del eclecticismo ideológico. Gustavo Bueno ha sido conocido por tesis homófobas, antiinmigración, negacionistas de la acción del hombre en el cambio climático, etc. Otro de los discípulos de Gustavo Bueno decía:
«Yo hace tiempo que he planteado que el fascismo sería hoy en el 2005 una ideología que defendería a muerte los intereses de las clases medias –más del 70% de la población– frente al lumpen, los inmigrantes y la plutocracia capitalista». (Felipe Giménez Pérez; Fascismo, 2003)
¿Alguien imagina defensa más abierta del fascismo como ideología? Esto nos hace una idea de lo que es la filosofía de Gustavo Bueno y lo que ha causado; no solo su incomprensión de la cuestión nacional desde un punto de vista marxista, sino su abierta conexión con el fascismo. Lo cierto es que lejos de renegar del lumpen, el fascismo como movimiento burgués siempre se ha valido de él, y lejos de derrocar el capitalismo, siempre lo ha reforzado, actuando como su ejército mercenario privado.
Tenemos también a Axel Juárez Rivero, otro discípulo de Gustavo Bueno al cual le llama «maestro». Este caballero acostumbra a distorsionar y atacar la filosofía soviética de la época de Lenin y Stalin, en cambio no tiene problema en defender –creerá él que muy sutilmente– los movimientos reaccionarios, incluso el fascismo clásico sin sonrojo alguno:
En Europa han surgido una serie de fuerzas políticas muy diversas, muy heterogéneas, que los medios, la prensa, los comentaristas han identificado como extremad derecha, como populistas, con una serie de términos muy oscuros, muy confusos, sin embargo nosotros vamos a calificarlas desde nuestras tesis. (…) «Es conservador, es reaccionario, es fascista»… y simplemente no se entiende nada. Con esas conceptualizaciones, tomando otros criterios de definición, nos evita, bloquea, esas formas de calificación, tan confusas, oscuras. (…) Este conjunto de derechas no alineadas, es lo que ha ocurrido con Trump en EEUU, con Bolsonaro en Brasil, y en Europa con toda una serie de fuerzas y partidos políticos que han comenzado a surgir. Por ejemplo, en Gran Bretaña la cuestión del Brexit con el ala más dura del Partido Conservador, el Frente Nacional de Le Pean, En Italia Salvini con el Movimiento 5 estrellas y la Liga del Norte que tuvo un cambió ahí de posiciones ideológicas, con Orbán en Hungría. (…) Las derechas alineadas serán aquel justo cuyo criterio es el antiguo régimen, las no alineadas serán aquellas derechas que no tendrían aquella conexión directa y clara con el antiguo régimen. (…) La derecha primaria, es justo la reacción del antiguo régimen contra la revolución, por ejemplo Metternich. (…) El otro tipo de derecha que se identifica es la derecha liberal. (…) La derecha-socialista. Partiría con Maura, la dictadura de Primo de Rivera, y el franquismo, con elementos de Falange, de José Antonio, que es muy interesante, y no se pueden tachar sin más de fascismo. (…) El fascismo o nazismo, tiene vertientes muy particulares, al no tener esas relaciones directas con el antiguo régimen, desde «El mito de la derecha» de Gustavo Bueno se afirma… podrían ser calificadas de izquierda o derecha». (Axel Juárez Rivero; Las derechas no alineadas y los nacionalismos, 2019)
Para Axel estos grupos políticos que cita al principio no se podrían identificar con «extrema derecha», «populismo», «fascismo» etc. porque le parecen términos muy «oscuros y confusos», pero como buen intelectual que vive en su burbuja, durante toda su conferencia no duda en sustituir dichos términos para recurrir a la jerga del líder de su secta, un lenguaje totalmente rimbombante, el cual cualquier trabajador de la calle no solo no comprendería, sino que lo poco que llegase a entender no dudaría en condenar como puras peroratas.
Axel en lo que no duda demasiado es en identificar a grupos políticos como «derechas no alineadas», otorgándoles un estatus de partidos «renovadores» del antiguo régimen, presentándolos casi como «antisistema», cuando en realidad no han sido siempre más que lo más celosos veladores del capitalismo más allá de las formas políticas de su proyecto.
En el caso del fascismo clásico, directamente considera que grupos como Falange son «muy interesantes» y «no se pueden tachar sin más de fascismo», que incluso, según su maestro Bueno, bien podrían ser calificadas como corrientes de «izquierda». No podemos imaginarnos un mayor blanqueamiento del fascismo y de grupos filofascistas, un mejor servicio a la burguesía que estas declaraciones.
Bien, le diremos que para empezar, porque estos grupos no pueden ser nunca renovadores del sistema imperante porque la historia demuestra todo lo contrario:
«Los fascismos instauraron, por tanto, regímenes nuevos, destruyendo el Estado de Derecho, el parlamentarismo y la democracia liberal, pero, a excepción de la España franquista, tomaron el poder por vías legales y nunca alteraron la estructura económica de la sociedad. (…) A diferencia de las revoluciones comunistas que modificaron radicalmente las formas de propiedad, los fascismos siempre integraron en su sistema de poder a las antiguas élites económicas, administrativas y militares. (…) En el fondo, es esta dimensión contrarrevolucionaria la que constituye el tronco común de los fascismos en Europa, más allá de sus ideologías y de sus trayectos a menudo diferentes. Arno J. Mayer acierta al afirmar que «la contrarrevolución se desarrolló y alcanzó la madurez en toda Europa bajo los rasgos del fascismo» (69)». (Enzo Traverso; Interpretar el fascismo. Notas sobre George L. Mosse, Zeev Sternhell y Emilio Gentile, 2005)
La prueba está en que, los gobiernos fascistas, más allá de su retórica inicial de «poner coto a los monopolios capitalistas» y «terminar con sus abusos», una vez en el poder publicaron decretos que favorecieron su desarrollo, no diferenciándose nada del régimen democrático-burgués ni de la gestión económica de los partidos tradicionales:
«¿Qué ha quedado de tanta pamplina llamativa? Conquistado el poder, hicieron exactamente una política contraria: reforzaron los monopolios, es decir, el capitalismo monopolista, hicieron de esto una política oficial y la impusieron con la brutalidad característica del régimen. Pocos meses después de la toma de poder, el 15 de julio de 1933, Hitler dictó la ley de organización forzosa de los cárteles. Por mandato de esta ley se constituyeron inmediatamente o se agrandaron los siguientes cárteles: de fabricación de relojes, de cigarros y tabaco, de papel y cartón, del jabón, de los cristales, de redes metálicas, de acero estirado, del transporte fluvial, de la cal y soluciones de cal, de tela de yute, de la sal, de las llantas de los automóviles, de productos lácteos, de las fábricas de conservas de pescado. Para todos estos cárteles, nuevos unos y otros reforzados, se dictaron disposiciones que prohibían la construcción de nuevas fábricas y la incorporación inmediata de los industriales independientes. Se prohibieron también la construcción de nuevas fábricas y el ensanchamiento de las existentes en las ramas industriales ya cartelizadas: del zinc y del plomo laminado, del nitrógeno sintético, del superfosfatos, del arsénico, de los tintes, de los cables eléctricos, de las bombillas eléctricas, de las lozas, de los botones, de las cajas de puros, de los aparatos de radio, de las herraduras, de las medias, de los guantes, de las piedras para la reconstrucción, de las fibras, etc. Las nuevas leyes dictadas de 1934 a 1936, aceleraron la cartelización y el reforzamiento de los cárteles ya existentes. El resultado de esta política fue que a finales de 1936 el conjunto de los cárteles comprendían no menos de las 2/3 partes de la industrias de productos acabados, en comparación con el 40% del total de la industria alemana, el 100% del total de la industria alemana, el 100% de las materias primas de las industrias semifacturadas, y el 50% de la industria de productos acabados, en comparación con el 40% existente a finales de 1933. Mussolini cartelizó por la fuerza la marina mercante, la metalurgia, las fábricas de automóviles, los combustibles líquidos. El 16 de junio de 1932 dictó una ley de cartelización obligatoria en virtud de la que formaron los cárteles de las industrias del algodón, cáñamo, seda y tintes. En España, nunca la oligarquía financiera había sido tan omnipotente como bajo el régimen del traidor Franco. Pero no se puede decir que ésta es una política económica impuesta por el nazi-fascismo-falangismo, que no vale como enjuiciamiento general para el capitalismo monopolista. Lo cierto es que los Gobiernos de los países formalmente demócratas han tenido la misma política. Antes que Hitler, los diferentes gobiernos de la República de Weimar crearon y abonaron los monopolios. Es más: salvaron a muchos de la ruina con subvenciones estatales, es decir, del pueblo alemán. (…) En el régimen nazi-fascista-falangista, o en el régimen formalmente democrático, el capitalismo monopolista es quién dicta la ley. Como decimos nosotros: ¿quién manda en casa? El monopolio está por encima de la nación, del régimen político y «otras particularidades». Por ello con el capitalismo monopolista no se trata ni se pacta. Tampoco se puede sustituir, como acabamos de ver, con sistemas pasados para siempre a la historia. Sólo se puede sustituir con un sistema socio-económico más elevado». (Joan Comorera; La nación en una nueva etapa histórica, 15 de junio de 1944)
En lo económico el fascismo promueve un intervencionismo de Estado, lo cual no es un autoritarismo que no se pueda ver en las democracias burguesas como creen algunos, dado que en estas no existe tampoco un libre capitalismo, las formas de propiedad del capitalismo siempre han estado y están mediatizadas por las necesidades de las clases explotadoras. Recordemos que la forma estatal de propiedad ha sido utilizada históricamente desde los albores del esclavismo hasta la actualidad. La burguesía en el poder ha realizado nacionalizaciones no solo durante las etapas fascistas, sino tanto a través de la socialdemocracia como por el llamado neoliberalismo. El nazismo, el peronismo, el gobierno laboralista, el gaullismo o el propio franquismo aplicaron medidas «intervencionistas» para financiar los proyectos industriales, las obras públicas, la industria armamentística, etc. Lo mismo que decir de los gobiernos salidos del colonialismo como haría la India, Egipto, Argelia, Indonesia, y tantos otros. El fascismo no había descubierto nada con el llamado «intervencionismo», porque es una máxima del capitalismo en cualquiera de sus etapas. La clave es que todos estos modelos de gestión económica mantienen intactas las leyes de producción que operan en el capitalismo y causan los monopolios, como por ejemplo, la ley del valor. Por lo que ni en las democracias burguesas ni en los fascismos se producen un retroceso del proceso de monopolización, sino que siempre se desarrolla su extensión.
De hecho, la socialdemocracia, pese a defender en lo político un sistema multipartidista y parlamentario liberal opuesto al fascismo, con su «economía mixta» y su «intervencionismo selectivo», tiene más en común con el fascismo que el comunismo, que exige la abolición de la propiedad privada sobre los medios de producción, así como de sus leyes generales de producción también en las formas públicas de propiedad:
«No hay que confundir la forma política con la estructura económica que sustenta esta última. La crítica burguesa del nacional-socialismo y sus diferentes formas políticas ignoran en gran medida el pensamiento económico que vincula el capital monopolista, los grandes terratenientes y la militarización de la economía. En general, en la crítica burguesa sobre el fascismo se pasa por alto la relación respecto a la propiedad privada y la socialización. Esto demuestra que el argumento expuesto por muchos historiadores y economistas respecto a Keynes y su «éxito no deseado» en la Alemania Nazi. Se puede argumentar además, que la mayor parte de la crítica burguesa del fascismo es ajena al hecho de que éste último es un defensor de la propiedad privada y desea promover la reforma sobre la base del modo de reproducción capitalista. Al abogar por la necesidad de la propiedad privada, el fascismo rechaza totalmente al marxismo. Si ello se realiza bajo el disfraz del antisemitismo o en la forma de un lenguaje académico burgués no cambia fundamentalmente la esencia de dicha crítica económica. Tanto el keynesianismo como el fascismo sugieren que la forma del sistema capitalista sobre la base de la santidad del carácter privado de la propiedad de los medios de producción a través de mecanismos contemplados por el intervencionismo de Estado. (…) Lo cierto es que tanto el keynesianismo como el nazismo conciben el Estado como un medio para preservar el papel principal del capital monopolista respecto a la clase obrera y las masas trabajadoras. También se puede volver al argumento y especular con que el keynesianismo es una versión más artificiosa del reformismo en comparación con el nazismo, en la que el primero se aferra a la ilusión de que las crisis económicas y las recesiones se pueden evitar mediante la intervención del Estado, y que el último, sin embargo, es brutal y megalómano, mostrando una visión más explícita y más abierta respecto a lo que concierne el objetivo último en el desarrollo del capital monopolista: un militarismo que conduce a la guerra y la esclavitud de pueblos enteros con la intención de servir a las necesidades de la extensión del capital monopolista. El keynesianismo y el reformismo moderno, ya que se niegan a socavar la base económica del capital monopolista, inevitablemente se convierten en instrumentos fundamentales para facilitar la tendencia hacia el militarismo y la intervención extranjera. Es un hecho que el imperialismo occidental de hoy está constantemente ocupado en varias formas de agresión, incluida la intervención militar abierta. Se puede ver como los imperialismos occidentales se dedican a la destrucción sistemática, siempre que sea posible, de la capacidad de las naciones enteras para controlar su propia riqueza, ya sea por la explotación de sus propios recursos como el petróleo o para evitar que con el tiempo se hubieran convertido en una especie de competidor en el mercado mundial». (Rafael Martínez; El reformismo de Podemos y el renacimiento del keynesianismo, 2015)
En concreto los fascistas siempre han sido guardianes del sistema por sostener el entramado económico de las grandes empresas, también por propagar las ideas más retrógradas de la época, pero además, si el señor Axel conociese algo de la historia del fascismo, sabría que sus movimientos siempre buscaron financiarse a través de la oligarquía, siendo normal que a posteriori, acabasen buscando alianzas o fusionándose con varias de las expresiones políticas conservadoras y liberales que habían dominado el panorama:
«En Italia en 1922, como en Alemania diez años más tarde, es la convergencia entre el fascismo y las élites tradicionales, de orientación liberal y conservadora, lo que está en el origen de la revolución legal que permite la llegada al poder de Mussolini y Hitler. (…) Los fascismos instauraron, por tanto, regímenes nuevos, destruyendo el Estado de Derecho, el parlamentarismo y la democracia liberal, pero, a excepción de la España franquista, tomaron el poder por vías legales y nunca alteraron la estructura económica de la sociedad. (…) A diferencia de las revoluciones comunistas que modificaron radicalmente las formas de propiedad, los fascismos siempre integraron en su sistema de poder a las antiguas élites económicas, administrativas y militares. Dicho de otra manera, el nacimiento de los regímenes fascistas implica siempre un cierto grado de «ósmosis» entre fascismo, autoritarismo y conservadurismo. Ningún movimiento fascista llegó al poder sin el apoyo, aunque sólo fuese tardío y resignado, por falta de soluciones alternativas, de las élites tradicionales. (…) Mussolini acepta primero erigir su régimen a la sombra de la monarquía de Víctor Manuel III y decide seguidamente lograr un compromiso con la Iglesia católica (79). Esto es más claro para el caso francés, en el centro del análisis de Sternhell. A pesar de sus rasgos fascistas, el régimen de Vichy sigue anclado a un proyecto restaurador, autoritario y tradicionalista. (…) Todo el nacionalismo y la extrema derecha franceses, desde el conservadurismo maurrasiano hasta el fascismo, convergen, gracias a un rechazo compartido del parlamentarismo, en el régimen de Vichy, caracterizándolo como una mezcla de conservadurismo y de fascismo. Representativo desde este punto de vista es el caso español, ignorado por nuestros tres historiadores. En España, dos ejes coexisten en el seno del franquismo: por un lado, el nacionalcatolicismo, la ideología conservadora de las elites tradicionales, desde la gran propiedad territorial hasta la Iglesia; por otro, un nacionalismo de orientación explícitamente fascista –secular, modernista, imperialista, «revolucionario» y totalitario– encarnado por Falange. (…) Si se piensa en la coexistencia de Mussolini y del liberal conservador Giovanni Gentile en el fascismo italiano, de Joseph Goebbels y Carl Schmitt en el nazismo o de los carlistas y falangistas en el primer franquismo. Cuando se habla de revolución fascista, se deberían siempre poner grandes comillas, si no corremos el riesgo de ser deslumbrados por el lenguaje y la estética del propio fascismo, incapacitándonos para guardar la necesaria distancia crítica. (…) Conflictos entre autoritarismo conservador y fascismo se produjeron evidentemente en el curso de los años treinta y cuarenta, como lo prueban la caída de Dollfus en Austria, en 1934, la eliminación de la Guardia de Hierro rumana por el general Antonescu, en 1941, o la crisis entre el régimen nazi y una gran parte de la elite militar prusiana revelada por el atentado contra Hitler, en 1944. (…) Una «catolización» de Falange y de una «desfascistización» del franquismo. (…) Estos conflictos no eclipsan los momentos de coincidencia recordados más arriba». (Enzo Traverso; Interpretar el fascismo. Notas sobre George L. Mosse, Zeev Sternhell y Emilio Gentile, 2005)
El relato opuesto, e igualmente irreal, es el que hoy vende Vox, afirmando la famosa majadería de que Hitler o Mussolini eran «revolucionarios», y que tenían más que ver con la izquierda, el socialismo, incluso el marxismo que con los grupos liberales y conservadores de la política tradicional, del orden constitucional burgués, una cosa sumamente falsa:
«El portavoz de Vox en el Ayuntamiento de Madrid, Javier Ortega Smith, ha llevado al Pleno una condena al comunismo y al nacionalsocialismo, «que proviene de la izquierda, como el fascismo». (La Vanguardia; Vox condena el comunismo y el nazismo, «que viene de la izquierda», y les critican que se olviden del franquismo, 30 de octubre 2019)
He aquí el lenguaje de la Escuela de Bueno y los servicios que presta a esta gente.
Con esto Vox intenta transmitir la falsa idea de que el fascismo fue un movimiento político anticapitalista, en consecuencia, siempre es revolucionario a la par que anticonstitucional, por lo que Vox, al ser procapitalista, se considera dentro del actual régimen constitucional, por lo que no podría ser fascista.
Otro agente del fascismo, incluso defienden que:
«El democratismo de Vox es palpable cuando defienden una nueva Ley de Partidos que asegure el «funcionamiento democrático» de los mismos –teniendo problemas Vox con el Artículo 6 de la Constitución Española de 1978– y la transparencia de sus fuentes de financiación, así como una «nueva Ley Electoral que garantice el vínculo directo entre representantes y representados». (…) Vox, legítimamente liberal y democrático, muy alejado en el fondo y en la forma de lo que el fascismo fue, y es». (Santiago Amresilla; Crítica del programa de Vox (I), 2019)
Esta argumentación es una idiotez a todas luces, el fascismo siempre ha intentado barrer los derechos democrático-burgueses pese a jurar previamente defenderlos o mejorarlos, pero además Vox ya ha esgrimido planteamientos autoritarios que sobrepasan la propia Constitución de 1978, como ilegalizar a todo partido independentista, comunista y socialdemócrata que «no defienda o vaya en contra de la unidad de España».
Aparte de esto, quizás el lenguaje alarmista, agresivo y calumnioso hacia los homosexuales y los inmigrantes de Vox, el pasado político de muchos de sus jefes, el seguir alabando a líderes fascistas, así como el utilizar el espantapájaros del comunismo contra sus adversarios, sean cosas que hagan dudar al lector de lo que intenta hacernos creer Armesilla. Véase nuestra obra: «Las elecciones, la amenaza del fascismo, y las posturas de los revisionistas» de 2019.
En la cuestión nacional, estos personajes casualmente nunca se reconocen nacionalistas pero siempre atacan con saña al nacionalismo que tienen delante suya:
«Hay muy diversos tipos de nacionalismos, no se puede igualar, es en lo que hay que insistir… Yo estoy en contra de aquellos que dicen yo soy antinacionalista, ni nacionalista español ni nacionalismo catalán… O simplemente ya la palabra nacionalismo, es condenada de antemano. No todos los nacionalismos son iguales, ni todos los nacionalismos pudieran tener la misma escala». (Axel Juárez Rivero; Las derechas no alineadas y los nacionalismos, 2019)
Estamos de acuerdo en que no es igual cualquier nacionalismo: en concreto, el marxismo enseña que no se puede igualar el nacionalismo de una nación opresora que el de una nación oprimida, y pese a todo, hay que exponer tanto a uno como al otro por el bien del proletariado de ambas zonas, pero casualmente estos autores defienden siempre el nacionalismo de la nación opresora sea donde sea que se geste el debate.
Existe toda una serie de títulos literarios y autores que promocionan todas estas ideas.
-María Elvira Roca Barea con su obra «Imperiofobia» de 2016.
-Iván Velez con «La leyenda negra» de 2014.
-Santiago Armesilla con: «El marxismo y la cuestión nacional» de 2017.
-Pedro Ínsua con: «1492: España contra sus fantasmas» de 2018, etc.
La lista es interminable, y cuentan con el respaldo de este tipo de sociedades que costean y difunden este veneno. No por casualidad están pagados por organizaciones fascistas como DENAES.
¿En dónde descansa la demagogia nacionalista de todos estos intelectuales? ¿Cuáles son sus referentes?:
«Una de las armas favoritas históricas del fascismo español –como de todo fascismo– ha sido la de establecerse y proclamarse como una «tercera vía» entre el marxismo y el liberalismo, entre comunismo y capitalismo, entre clase obrera y burguesía, pretendiendo ser mediador entre el primero y segundo, o como superador de ambos. Al hablar del régimen a establecer se negaba que el Estado fuese el instrumento de represión de una clase dominante sobre el resto, sino que pretendía valerse de su «neutralidad» para conciliar a todas las clases sociales, evitando las fricciones de clase. En este discurso hay un implícito pretendido fin de las ideologías, exactamente el mismo discurso recuperado por el neoliberalismo a efectos de perpetuar artificialmente la explotación capitalista y los modos de producción. Un discurso que ha hecho suyo desde siempre la socialdemocracia así como los revisionistas modernos, poniendo por delante el misticismo idealista de una conjunción de intereses artificiales como la llamada «comunidad de destinos de la nación» y su naturaleza «benévola de progreso», anteponiendo un pragmatismo conciliador para mitigar las contradicciones de clase, que una exposición científica del origen de esas contradicciones para resolverlas como hace el marxismo. (…) Anotar que como ya se ha repetido mil veces, la influencia de autores ultrarreacionarios como Nietzsche, Kierkegaard, Unamuno, Hegel, Ortega y Gasset, se hacen notar en los conceptos de moral, bondad, libertad, progreso, nación, militarismo, individualidad, etc. de los ideólogos del fascismo español». (Equipo de Bitácora (M-L); ¿Acaso el fascismo español falangista era realmente una «tercería vía» entre capitalismo y comunismo?, 2014)
Esto debe de ser entendido de una vez». (Equipo de Bitácora (M-L); Epítome histórico sobre la cuestión nacional en España y sus consecuencias en el movimiento obrero, 2020)