Laura Mercedes Giráldez (Granma).— Conseguir, por las vías necesarias y sin importar el costo, que Venezuela implosione, parece ser lo que le roba el sueño al imperio y a sus aliados, «que no tienen escrúpulos de ninguna naturaleza».
Insisten en atacar cualquier forma de Gobierno del mundo, cuya «ideología no sea la que ellos pregonan», como es el caso de los gobiernos progresistas. Así ha sucedido esta semana con Honduras y con la patria bolivariana.
Al respecto, el vicepresidente sectorial de Política, Seguridad Ciudadana y Paz, Diosdado Cabello, denunció el sábado, ante la prensa internacional, la intercepción de armamento recién llegado al país, como parte de una red para generar violencia.
Los servicios de inteligencia venezolanos incautaron más de 400 fusiles de distinto tipo que llegaban a la nación desarmados, a través de diferentes empresas de encomiendas «aparentemente legales».
«Llegaban a Venezuela en contenedores con productos como comida para perros; venían desarmados y aquí eran recibidos por grupos que tenían la responsabilidad de armarlos».
El también Vicepresidente del psuv informó que ya se ha detenido un grupo de personas que son parte de esta red, «a quienes se les encontró en su casa entre diez y 12 fusiles que serían usados en estos planes contra la estabilidad del país».
Además, anunció la captura de individuos que pretendían lanzar granadas y explosivos en la Embajada de Argentina, donde se encuentran delincuentes de la derecha opositora, en calidad de refugiados, con el objetivo de generar un ataque para culpar al Gobierno bolivariano.
En la rueda de prensa se dio a conocer que fueron introducidos en las cárceles venezolanas explosivos C-4, para provocar una rebelión dentro de esas instalaciones, y luego trasladarla hasta las calles.
Las evidencias recolectadas por la inteligencia nacional señalan como autores responsables a lo más reacio de la oposición ultraderechista de dentro y fuera del patio, con la anuencia de la CIA y del Centro Nacional de Inteligencia de España, ambos al frente de la operación.
Otros objetivos claros eran asesinar a un grupo de dirigentes de la Revolución, como el presidente Nicolás Maduro, la vicepresidenta Ejecutiva Delcy Rodríguez y el propio Cabello.
Finalmente, el líder exigió al Gobierno de EE. UU., en nombre de los venezolanos, «que aclare la participación de sus organismos, el uso de su territorio para traficar armas para derrotar un Gobierno democrático, electo por su pueblo».
