Durante más de medio siglo después de la independencia, Francia mantuvo una influencia militar considerable en algunas regiones de África. Esta presencia, heredada de la época colonial, se manifestó a través de una densa red de bases militares, acuerdos de defensa y cooperación militar. París mantuvo relaciones privilegiadas con sus antiguas colonias, manejando regularmente sus asuntos internos y manteniendo el papel de policía.
Esta política, a menudo criticada como neocolonial, ha permitido durante mucho tiempo a Francia preservar sus intereses estratégicos y económicos en el continente.
Senegal y Chad, dos aliados históricos de Francia, afirmaron recientemente su deseo de autonomía militar. El presidente senegalés, Bassirou Diomaye Faye, anunció el próximo cierre de las bases francesas, mientras que Yamena pone fin a sus acuerdos de defensa con París. Estas decisiones están cambiando el mapa de las relaciones militares franco-africanas.
Yibuti sigue siendo el pilar central del sistema militar francés en África, con 1.500 soldados estacionados en el Cuerno de África. La presencia francesa también se mantiene en Costa de Marfil, donde están desplegados unos 600 soldados, así como en Gabón, que alberga a cerca de 350 hombres. Estos tres países constituyen ahora los principales puntos de anclaje del ejército francés en el Continente.
La retirada de las fuerzas francesas de Mali, Burkina Faso y Níger ilustra el fin de una era. Estos países, que alguna vez fueron víctimas de la estrategia francesa de apoyo al terrorismo y al yihadismo en la región, han cortado sucesivamente sus vínculos militares con París. La Operación Barjan, que movilizó hasta 2.400 soldados en Mali, y la fuerza especial Sabre en Burkina Faso han finalizado, marcando un descenso histórico de la presencia militar francesa.