
Juan J. Sánchez (Unidad y Lucha).— Veámoslo, en síntesis: Batalla, guerra entre clases antagónicas, capital y trabajo, clases representadas por la burguesía y el proletariado. Sindicalismo, herramienta del movimiento obrero, de su unidad e intervención de clase, en defensa de sus intereses económicos y políticos. Salario «precio por el que la burguesía compra la fuerza de trabajo» a las y los trabajadores. Marx señaló y quedo demostrado que, el salario es el «precio de la fuerza de trabajo», una mercancía peculiar cuyo valor (lo que se paga al trabajador) es inferior al valor que genera en la producción (plusvalía). Este punto, hay que subrayarlo por la importancia que tiene el poder recuperar categorías científicas muy necesarias, ya que los ideólogos, teóricos y economistas al servicio del capital han conseguido, como mínimo, confusión y desorientación. Partimos del reconocimiento de que, dentro del modelo del sistema capitalista, la fuerza del trabajo es considerada una mercancía más. Esta mercancía, fuerza de trabajo, atesora una dualidad: es contener en ella, valor de uso y Valor. Hay una cuestión que históricamente se pretende ocultar que, la fuerza de trabajo es una mercancía peculiar, aun reconociéndole que tiene un valor, este valor es menor al valor que produce. Definimos esta contradicción, cómo extracción de plusvalía que, es el núcleo de la acumulación capitalista y la razón por la que la lucha obrera no puede limitarse a mejoras puntuales dentro del sistema, la batalla debe orientarse a la derrota del Capitalismo.
Este artículo no pretende desarrollar una ponencia o amplia exposición de la teoría del valor de uso y valor de cambio aplicado a la mercancía fuerza del trabajo. Pero consideramos muy necesario que sea señalado ya que es en torno a este elemento donde se asienta toda la cuestión de lo que pretendemos situar.
Desde un análisis materialista y dialéctico, los elementos o sujetos contenidos en el título forman parte de un todo indivisible. Guerra entre clases, que es consecuencia del lugar antagónico donde se sitúa el capital/trabajo dentro del sistema capitalista. Salario, para Marx, la relación entre el salario y la explotación es una manifestación de la lucha de clases, ya que los intereses de los trabajadores (obtener salarios justos y mejores condiciones) chocan con los intereses de los capitalistas (maximizar beneficios). Estas leyes son inherentes al capitalismo y jamás se resolverán en el marco del sistema capitalistas, con, o a través de políticas liberales aplicadas por los gobiernos al servicio del capital. Sindicato, como teorizaron los clásicos del marxismo, y ha quedado demostrado en el proceso histórico, en solitario o individualmente, estas contradicciones no podrán ser resueltas, por lo que se hace necesaria la unidad de las masas trabajadoras. La «batalla sindical» no es solo una negociación económica, sino un enfrentamiento político entre clases antagónicas
La pregunta es: ¿lo expuesto es comprendido, como mínimo entendido, por todas/os quienes se autodenomina sindicalistas de clase, entendemos que y como debe ser y actual un sindicato de clase?
Es cierto que la historia mostró los límites de los sindicatos en el proceso de la guerra entre clases. Fracciones del sindicalismo fueron arrastradas, muchos sindicatos fueron cooptados por el reformismo (ej.: sindicatos británicos del siglo XIX o el sindicalismo «amarillo”). Fue esta realidad práctica lo que llevó a Marx a comprender qué papel correspondía al sindicato y cual a los Partidos Comunistas.
¿Qué entendemos como sindicalismo de clase? Nuestra respuesta es; el que declara y actúa en defensa de los intereses de las masas trabajadoras, sin conceder ni ceder ante los intereses de la burguesía. Expresado así, está meridianamente claro.
Pero no todos los sindicatos que, bajo el título de sindicato de clase, siempre actúan como verdaderas organizaciones que hacen honor a este título. Más allá del título, la nula o escasa comprensión del desarrollo de la guerra entre clases, no posibilita que estos sean o puedan ser considerados en su totalidad como de clase. Desde nuestra posición Marxista Leninista, definimos revolución, como la acción de derrotar al capital y su sistema. ¿Entonces en qué lugar deja nuestra posición ideológica y política al sindicalismo actual? La respuesta puede ser muy enrevesada, llena de adjetivos y subjetivos, o por el contrario, más clara y comprensible. Sin riesgo al error, podemos afirmar que hoy el sindicalismo en general está estancado en la ciénaga que, el enemigo de clase, lo llevó de la mano.
Nuestros sindicalistas en general, parece que hoy no comprenden el principio fundamental de quienes se denominan revolucionarios. Revolución: acción o actos que tiene como objetivo y razón, la derrota del sistema capitalista y la puesta en marcha del sistema socialista, sistema que, a través de la dictadura del proletariado, democracia obrera, libera al pueblo del yugo criminal del capital.
Lamentablemente, el sindicalismo practicado, por quienes dicen ser organizaciones de clase, casi en su totalidad está orientado a las mejoras del salario y algunas mejoras puntuales, que tampoco generales, sin avances (más bien con muchos retrocesos) en la práctica de la democracia de base asamblearia, la acumulación de fuerzas frente a la patronal y la concienciación de clase. Si dedicamos algún tiempo al estudio y análisis de programas y documentos, como a la mayor parte de las acciones de estos sindicatos, podremos ver que, esta afirmación está sujeta a la realidad palpable. De los que van más allá de la mera declaración y llevan a cabo alguna acción e intervención, de estas son miles las horas de trabajo sindical dedicadas a la defensa de cuestiones que podríamos considerar de intrascendentes en la lucha de clases. En la mayoría de las ocasiones la intervención no traspasa el marco señalado por el pacto social, así casi todas quedan estancadas en la defensa puntual del salario y/o algunas cuestiones de ámbito casi individual, desarticulando a la clase trabajadora y dificultando aún más la preparación del proletariado para la guerra del trabajo contra el capital. Formas de proceder que, perpetúan la dictadura del salario, donde el trabajador/a sigue sometido a la lógica mercantil. Incluso si se logran avances, por escasos que estos sean, el capitalismo siempre busca y consigue recuperar sus márgenes de ganancia, al tiempo que, estrecha más el nudo alrededor del cuello de las masas trabajadoras.
¿Qué debemos exigir al sindicalismo?
Comencemos por el cimiento de la construcción; Los sindicatos deben entenderse como escuelas en las que educar ideológica y políticamente a la clase trabajadora; explicar científicamente que la explotación es inherente al capitalismo, no como un «error» o accidente puntual del sistema. Deben promover y organizar la acción directa; a través de Huelgas, acciones y métodos que desborden y superen la negociación institucional. Articularse con y como un movimiento de clase a la ofensiva, para avanzar hacia la socialización de los medios de producción, esto a través de la derrota del capital y su sistema.
Pero hay un escollo: ya lo situaron primero Marx y posteriormente Lenin.
Estos pudieron a través de la observación y análisis de la práctica sindical observar que, este siempre estará en el vértice de perder su condición de clase. Este abandono de su condición de organización de clase solo podrá evitarse con la presencia en su seno de la ideología Marxista Leninista, con la presencia activa de la militancia del PCPE, en el seno de estas organizaciones sindicales. Esta militancia sindical de los comunistas debe acompañarse de la intervención directa del Partido, en todo centro de trabajo y hábitat de las masas trabajadoras debe haber células comunistas, única garantía de asegurar el avance del proceso revolucionario.
Más allá del salario, hacia la emancipación
La batalla debe ser un proceso educativo y transformador. No se trata solo de obtener migajas, sino de preparar a las masas para tomar el control de su destino. Como situara Marx, los trabajadores no solo luchan contra la explotación, sino por ¨un mundo libre¨ ̈ donde el pueblo es dueño de su destino.