Apenas han transcurrido seis semanas desde las elecciones en Canadá y el primer ministro Mark Carney acaba de anunciar un aumento masivo del presupuesto militar para cumplir con el objetivo de la OTAN del 2 por cien del PIB. Como es habitual en las campañas electorales, Carney había engañado a sus votantes. Les prometió que el objetivo se alcanzaría en 2030, pero Estados Unidos le ha metido prisa y es más importante obedecer a los vecinos del sur que a los electores.
Hace muchos años que Canadá no es un socio fiable en caso de guerra. No aporta nada a la OTAN, salvo el territorio. Su equipo militar es obsoleto, sus tropas son escasas y están muy mal adiestradas.
Ahora Carney ha debido creer que puede reconstruir un ejército a golpe de talonario en cuestión de semanas. Este año el aumento previsto del gasto militar era superior a mil millones de dólares; el plan que acaba de anunciar esta semana multiplica por nueve esa cantidad.
Los miembros de la OTAN se reunirán en Países Bajos la semana que viene, y es muy probable que la mayoría apoye la propuesta de Mark Rutte, de aumentar aún más el gasto militar hasta el 3,5 por cien del PIB en un futuro próximo. Además, Rutte quiere que destinen otro 1,5 por cien más de su PIB a gastos adicionales relacionados con la “seguridad“ en el sentido más amplio.
Carney negocia con Trump un acuerdo comercial y de seguridad que, además de los aranceles, se propone convertir al ejército canadiense en un apéndice del Pentágono. Lo tiene fácil para volver a engañar a sus votantes: cuando Canadá forme parte de la “cúpula dorada” de Trump, será invulnerable. Sería bonito, pero nunca se va a crear nada parecido a una “cúpula” así, ni siquiera aunque Canadá pague una parte.
¿Ya no se acuerdan cuando Trump dijo que Canadá se convertiría en el estado número 51 de Estados Unidos? Pues naturalmente que se trataba de esto.
Otro de los embustes favoritos de Carney para disimular su servilismo es el de diversificar las adquisiciones militares canadienses mediante la adjudicación de más contratos a proveedores europeos. Sin embargo, Canadá, ya tiene firmado un contrato de compra de 88 aviones de combate F-35 fabricados por la empresa estadounidense Lockheed Martin, cuya entrega padece un retraso tras otro.
El propio Carney confiesa que más del 75 por cien del gasto canadiense en equipos militares se destina a Estados Unidos y así seguirá siendo en el futuro.
Cuando en enero de 2023 otro pelele, Justin Trudeau, firmó el contrato con Lockheed Martin, la entonces ministra de Defensa, Anita Anand, promocionó sus beneficios económicos para Canadá, señalando que 36 empresas canadienses podrían participar en el programa mundial F-35 gracias al contrato. Lockheed Martin planeaba vender más de 3.000 F-35 en todo el mundo durante las próximas décadas, y “cada uno de esos aviones contendrá piezas canadienses”, prometió Anand.
Es posible que estuviera hablando de los remaches.