El reggaeton es música por decreto

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Juan Luis Corbacho (Unidad y Lucha).— Hoy he aprendido sobre reggaetón y acudiendo a la RAE posee ritmo, melodía y armonía y estructura, así que hay que incluirlo como música. No obstante es sospechoso que la Biblioteca del Congreso de EE.UU lo incluya como música popular contemporánea.

Y es que todo está ligado o como dijera Marx “la ideología dominante es la ideología de la clase dominante”.

El reggaetón acapara radios, conciertos (parece irónico) y es parte de la educación del sistema a la juventud. No hay que pensar, mensajes cortos, sin contenido, solo bailar y con una carga sexual importante.  Una vuelta más al sexo, drogas y rock’n’roll pero sin calidad musical.

Es cierto que el reggaetón suele basarse en estructuras repetitivas (como el ritmo dembow), pero esto no lo excluye de ser música. Géneros como el techno, el minimalismo clásico (Philip Glass) o incluso el punk también se apoyan en patrones cíclicos. La complejidad no siempre define el valor artístico: el blues de tres acordes o el folk tradicional han generado obras maestras con recursos limitados

Muchos géneros han sido despreciados antes de ser aceptados (el jazz fue «música de burdeles», el rock «ruido para adolescentes»). ¿Podría ser el reggaetón un caso similar?

Sí y no. Ya, una respuesta muy gallega (perdón a los gallegos por la broma simple).

Es obvio que la industria musical busca hacer dinero y es mucho más fácil sacar a cualquiera de un rincón y ponerlo a hacer el ganso, con samplers, loops,  autotune y una coreografía más sencilla que el izquierda, izquierda, derecha, derecha, adelante, detrás, un, dos, tres (perdón por si algún reggaetonero ya se ha perdido), que acudir a músicos de los que se recorren pueblos, verbenas, teatros y otros rincones donde les dejen o les paguen un mínimo para hacer música.

Industria acelerada: Se producen canciones en horas, no en meses.

Público masivo: Muchos oyentes buscan evasión, no introspección.

Pero, además, el género (por llamarlo de alguna manera) reggaetón puede ser una contestación al exceso de ñoñería de una sociedad que condena cualquier cosa que se salga de la ideología dominante. El problema es que el reggaetón se queda en la forma y no llega a romper esa capa de falsedad social, y no solo no ataca al sistema sino que se mueve dentro de él, exacerbando el individualismo y la banalidad.

Esto no es nuevo, que levante la mano quien no oyó o pasó por aquellos años del house más ácido, del bacalao o de los remixes, o por qué no, por aquella música disco, cuyo único valor era, al igual que el reggaetón, que era bailable.

Y también es verdad que existe  el reggaetón «consciente» o alternativo. Existen artistas que usan el dembow como base, pero con propuestas más elaboradas, pero son la excepción a la simplicidad y al triunfo del individualismo, sin crítica, sin nada, sin valor musical ni artístico ni literario.

La prueba de fuego

No trato de ganar adeptos o enemigos, pero que la falta de educación musical, aunque obligatorio en el curriculum escolar, lleva a estos esperpentos cuya prueba de fuego es el directo. Oír los berridos de un reggaetonero que pretendía emular a Freddy Mercury es capaz de sonrojar a cualquiera. Pero, además, estos pseudo artistas no son capaces de reproducir su música “unplugged”, vamos que si se va la corriente eléctrica como pasó hace poco en nuestra Españístán querida, no los veréis cantar a capela ni tocar una guitarra en acústico, sinceramente, no creo que alcancen ni a tocar las palmas.

El hip-hop nació sampleando breaks de funk y jazz . El pop electrónico  depende completamente de sintetizadores. Hasta el rock moderno usa baterías programadas

La diferencia está en cómo se usa la tecnología:

Si es para repetir fórmulas predecibles (como muchos hits de reggaetón), el resultado puede sonar impersonal.

Si es para innovar (ej.: productores que mezclan dembow con sonidos orgánicos), la cosa cambia. Pero la cuestión derrapa en el playback y la falta de interpretación en vivo, como ya hemos dicho si la música depende tanto de la producción que no puede replicarse en vivo no es música, o al menos, sus intérpretes no son músicos. Recuerden como hundieron su carrera Milli Vanilli cuando se descubrió que cantaban en playback, porque al final es una estafa al consumidor.

La tecnología no es el enemigo, sino cómo se usa. El pop-rock electrónico (y otros géneros «intermedios») demuestran que se puede mezclar sintetizadores, samplers y producción digital sin sacrificar calidad compositiva ni autenticidad

En resumen, el reggaetón comercial sufre de los mismos males que cualquier género masivo: producción en serie, playback y poca innovación. Y eso se llama “negocio” “business” (que queda mejor en spanglish) y el directo es el campo de batalla donde se separa el arte de la farsa.

Conclusión

En las redes sociales: Importa más parecer artista que serlo.

La industria prefiere vender 10 millones de copias de algo simple que arriesgarse con talento complejo y el público (falto de formación por el deterioro programado de la educación) ya no distinguen (o no les importa) si lo que escuchan es arte o karaoke glorificado.

Si la gente prefiere reggaetón, es porque refleja su tiempo: rápido, efímero y con poca paciencia para lo profundo. ¿Es liberador? Solo si crees que romper normas por dinero es libertad

Así, que por favor, que mi epitafio sea claro: «Aquí yace Juan Luis. Murió riéndose de todo, pero el himno de la URSS lo resucitó y su fantasma sigue persiguiendo reggaetoneros con una guitarra flamenca y un ejemplar del Manifiesto Comunista.»

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