
Elson Concepción Pérez (Granma).— Benjamin Netanyahu se siente seguro en su diabólico plan de exterminar a la población palestina, e inventa nuevas y crueles fórmulas. No le basta con el genocidio, que ya ha dejado más de 60 000 muertos.
Cada vez que una administración se instala en la Casa Blanca, Netanyahu recibe el apoyo total para obtener las armas que solicite, y respaldo diplomático y político, para que no se le permita a nadie en la ONU aprobar resoluciones en su contra.
La seguridad y el entusiasmo por lo que hace, lo han llevado a prometer una ofensiva final en Gaza.
El plan, aprobado ayer por el gabinete de Seguridad israelí, contempla que Gaza debe ser abandonada por los civiles antes del 7 de octubre, según el sitio web Axios. Tal acción implica, además, la expulsión de más de un millón de palestinos que allí radican.
La propuesta fue respaldada por la mayoría de los ministros, pero no sin tensiones. El jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), Eyal Zamir, advirtió que la operación «pondría en peligro a los rehenes y podría conducir a un gobierno militar israelí en Gaza con plena responsabilidad sobre dos millones de palestinos», reportó RT.
La intención de Netanyahu de controlar la totalidad de la Franja de Gaza se enmarca en el fracaso de su Gobierno para cumplir con los objetivos declarados hace casi dos años, cuando prometió «borrar de la faz de la Tierra» a Hamás.
Sin embargo, el plan es una demostración de que se encuentra en «un callejón sin salida», y de que las fuerzas israelíes están cansadas de tantos meses de batalla frente a una guerrilla de menor poder de fuego, que simplemente no claudica, de acuerdo con Sputnik.
La reacción internacional ha sido, generalmente, de condena o, en algunos casos, de «preocupación». El Reino Unido, Finlandia y España advirtieron que la medida agravaría la crisis humanitaria y pidieron un alto el fuego y la liberación de los rehenes. En Australia, la Ministra de Asuntos Exteriores pidió a Israel dar marcha atrás, advirtiendo que «el desplazamiento forzoso permanente es una violación del Derecho internacional».
Un elemento discordante al rechazo mundial del plan de Netanyahu lo expresó con anterioridad el presidente de EE. UU., Donald Trump, quien dijo que la decisión «dependía de Israel», y culpó a Hamás de paralizar las negociaciones: «Realmente no querían llegar a un acuerdo», expresó.
Por su parte, el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Volker Türk, criticó la medida: «El plan del Gobierno israelí para una comple