Ferrán N. (Unidad y Lucha).— Hay un dicho alemán que ha sido traducido y replicado de muchas maneras, con matices convenientemente introducidos, pero la traducción más fiable que he encontrado es:
“Si hay un nazi en una mesa y otras diez personas hablando con él, tienes una mesa con once nazis”.
En estos días ha venido a mi mente recurrentemente el levantamiento del gueto de Varsovia, del sitio de Leningrado y el Hungerplan nazi en la URSS por el que murieron de hambre millones de soviéticos, en su mayoría ancianos, mujeres y niños no combatientes.
Leyendo las informaciones que llegan de Gaza, viendo las imágenes del hambre extrema, de niñas y niños esqueléticos, madres cadavéricas sosteniendo en sus brazos un hilo de vida, siento un vértigo y un dolor que solo he sentido ante la tortura y asesinato de algunos seres cercanos y queridos. Leo reportes de decenas y decenas de palestinas y palestinos asesinados mientras acudían a buscar la mal llamada ayuda humanitaria repartida por sus verdugos. Leo con horror el cinismo de Trump hablando de construir un centro turístico en Gaza, o de Netanyahu diciendo que su ejército es el más humano de todo el mundo.
Millones de imágenes de horror bombardean nuestros cerebros y corremos el peligro de normalizarlo, corremos el peligro de insensibilizarnos ante tanta muerte, porque vemos el hambre, pero no la padecemos; vemos la muerte, pero no olemos el nauseabundo hedor de la carne humana pudriéndose bajo los escombros; vemos niñas y niños muertos por hambre mientras tapeamos con nuestros hijos, o nietos, o sobrinos, o… qué más da.
No podemos caer en la indiferencia, tampoco en la pena misericordiosa, no podemos decir “pobres palestinos”, como si la desgracia hubiera caído sobre ellos de forma natural.
Debemos decir “¡malditos sionistas!”. Ellos y los que se sientan en su mesa. Ellos y los que los normalizan, los justifican, los entienden y dicen ponerse en su piel. Malditos también quienes les venden armas, quienes les compran armas, quienes hacen negocios con ellos, quienes los invitan a eventos culturales, quienes dicen que la cultura y el deporte deben estar al margen de la política. Porque son unos putos nazis.
La Humanidad debe imponerse sobre la barbarie del sionismo y del imperialismo. Solo la Humanidad, los Pueblos dignos, las trabajadoras y los trabajadores podremos parar esto. Al frente el Pueblo palestino, sus hombres y mujeres que, en todas sus expresiones, resisten y enfrentan el proyecto colonizador y nazifascista, que representa la entidad sionista.
Las y los trabajadores de la estiba portuaria de todo el mundo nos han dado, históricamente, un ejemplo de lucha obrera basada en el internacionalismo proletario al negarse a realizar ninguna operación de carga, descarga y repostaje sobre ningún barco cargado con armas con destino a la entidad sionista. Esta acción coordinada y concertada no nace de la nada, ni es espontánea, detrás de ella hay décadas de trabajo sindical internacional, de acciones contra las guerras del imperialismo. Este acumulado debe considerarse patrimonio de la clase obrera internacional y, ante la barbarie, la clase obrera debe ser capaz de responder. Debemos encontrar los cauces y los caminos para forzar a los sionistas y a los que se sientan en la mesa con ellos a parar.
Empieza a abrirse paso la consigna de la Huelga General Mundial para detener el genocidio en Gaza. Parar el mundo para parar el genocidio. ¿Por qué no? La clase obrera ha paralizado países. ¿Nuestra humanidad asesinada en Gaza no merece parar el mundo? ¿Nuestros congéneres, nuestros hijos, nuestras nietas, nuestras madres asesinadas en Gaza no lo merecen?