
Stalin Centeno (Radio La Primerísima).— Los verdaderos propagandistas del siglo XXI no están en los noticieros sandinistas, ni en los medios digitales que defendemos la paz y la soberanía de Nicaragua. Por el contrario, sí están en los basureros mediáticos del imperio.
Son los propagandistas de la mentira, los asalariados del odio, los que se hacen llamar “periodistas independientes” mientras extienden la mano como pordioseros y cobran de la USAID, de la NED, de Freedom House y de cada oficina gringa que paga por difamar a los líderes que gobiernan Nicaragua y a los periodistas del Poder Ciudadano. Esa es la verdad, viven arrastrados detrás de los dólares del yanqui, vendiendo la masa encefálica al mejor postor.
Cada titular que lanzan es propaganda, cada video que suben es propaganda, cada palabra que pronuncian es propaganda. No hay diferencia entre lo que dicen y lo que hacen, son propagandistas disfrazados de comunicadores, aunque son repetidores sin criterio, tapas de perro alquiladas que viven de mentirle al pueblo y obedecer órdenes de los imperialistas enemigos de la humanidad y de los colonialistas europeos.
Golpistas propagandistas, prófugos de la justicia que se esconden en Costa Rica en España y en la gusanera de Miami, pidiendo limosna en redes y poniendo números de cuentas bancarias personales para que les depositen, dicen que es “apoyo” para vencer la censura y defender la libertad de expresión, pero la verdad es otra, la verdad es que mendigan dólares para sobrevivir, viven como miserables, sin alma ni espíritu, vendidos al que les salga.
Ellos publican sus cuentas, suplican donaciones, montan shows de víctima y de “valiente resistencia” mientras siguen atacando a su propio pueblo, son propagandistas que viven del sistema corrupto estadounidense y convierten la mendicidad en su único oficio, traidores que han hecho del odio una forma de vida.
Los gringos los conocen, saben perfectamente quiénes son y cómo piensan. Por eso los usan, los alimentan, los halagan y les pagan. Los necesitan para hacer el trabajo sucio de propaganda, para justificar sus crímenes y lavarse la cara, además de disfrazar sus invasiones con discursos de libertad. Los protegen mientras sirven, los premian mientras obedecen, y los desechan cuando ya no son útiles.
Roosevelt lo dejó bien claro cuando habló de Somoza: es un “hijo de puta, pero era su hijo de puta”. Esa frase revive en estos tiempos porque el imperio no cambia de método ni de gusto. Para ellos, estos propagandistas también son “hijos de puta, pero son sus hijos de puta”, también son herramientas desechables, además de que los mastican pero no los tragan, los usan para ensuciar la imagen de Nicaragua, y luego los botan al olvido, igual que se bota un trapo sucio después de limpiar la sangre que el propio imperio derramó.
Son propagandistas. Son mercenarios, golpistas, delincuentes, asesinos, traidores, vendepatrias, apátridas, prófugos de la justicia. No son periodistas, son sirvientes pagados del imperio, portadores del odio y repetidores del guion ajeno. Cobran afuera para atacar adentro, y con cada pago inventan una mentira nueva, con cada transferencia confirman que no sirven a la verdad sino al bolsillo del que los mantiene. Traicionan sin pestañar, insultan al país que los vio nacer y todavía tienen el descaro de llamarse comunicadores. Viven hablando de libertad, pero no conocen la palabra dignidad.
Los gringos bolsean a sus propios ciudadanos, les niegan salud, educación y vivienda para pagarles a sus sicarios digitales, a sus propagandistas de planta. Ellos son los verdaderos propagandistas, vomitados por las propias agencias que los exhiben en listas públicas donde aparece lo que cobraban por desestabilizar a Nicaragua.
Nosotros, los periodistas que estamos de este lado, en el lado correcto de la historia, no recibimos cheques ni órdenes del extranjero. Nuestra única paga es el reconocimiento y el respeto del pueblo, y nos sentimos satisfechos al divulgar la verdad, las obras de progreso, la reducción de la pobreza, el desarrollo, las carreteras, la salud gratuita, la educación gratuita, la seguridad, más trabajo, viviendas dignas y esperanza para las familias nicaragüenses. Todo esto gracias a la buena gestión y al liderazgo de nuestra Compañera Rosario y del Comandante Daniel. ¿Quiénes son los propagandistas? ¿Ustedes o nosotros?. O mejor dicho, ustedes son. Si no, véanse al espejo.
Son propagandistas con posgrado en asesinato, en traición a la Patria, en ser mercenarios, en noticias falsas, en entreguismo, en manipulación, en difamación y en servilismo internacional, con doctorado en doblar las rodillas para agacharse y besarle la bota a los yanquis y a los europeos. Son especialistas en mentir, expertos en traicionar. Han hecho de la mentira una profesión y del odio un modus vivendi.
Ustedes, los propagandistas que responden a los gringos, son miseria humana. Incapaces de condenar el genocidio en Gaza, miran hacia otro lado ante las invasiones de su amo imperial. Jamás han condenado la cacería contra los humildes migrantes que desata el loco de la Casa Blanca, ni han levantado la voz contra la pena de muerte que todavía existe en Estados Unidos. Tampoco se han opuesto al saqueo de los recursos naturales que ejecuta el imperio en nombre de la democracia, ni a los golpes de Estado que promueve la CIA del que ustedes son parte en los países libres y soberanos. Ustedes son una vergüenza, una extensión servil del poder que oprime al mundo y pretende dictar cátedra de derechos humanos mientras sostiene las manos manchadas de sangre.
Ustedes, los propagandistas de la derecha, misóginos por excelencia, creen que con sus ataques cobardes a la Compañera Rosario van a doblegarla. Están equivocados. Ustedes piensan que atacando al Comandante Daniel van a someterlo. Están equivocados. Ustedes creen que pidiendo sanciones para nuestro pueblo van a derrotarlo. Están equivocados. Para Rosario y para Daniel ustedes no son nada y no valen nada. Porque para la compañera y el Comandante, su único enemigo es la pobreza y la están derrotando. Y el pueblo lo sabe. Por eso los abraza y los respalda.

