El imperialismo como terrorismo: descifrando la guerra permanente contra África – Alassane Griot

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Uranio, oro, petróleo, los recursos estratégicos que han alimentado el imperialismo y empiezan a nutrir la Resistencia

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«Lo que hay en África no es terrorismo, es imperialismo. Son quienes enseñan a los terroristas. Su objetivo es mantenernos en una guerra permanente para que no podamos desarrollarnos y sigamos pagándoles con nuestras riquezas».
Ibrahim Traoré, Presidente de Burkina Faso

Capítulo 1: Introducción – Desenmascarando el discurso dominante

La declaración del presidente burkinabé Ibrahim Traoré constituye mucho más que una simple afirmación política; es una radiografía precisa de la realidad africana contemporánea que el discurso hegemónico occidental se esfuerza sistemáticamente por ocultar, distorsionar y reprimir. Mientras los medios de comunicación mainstream, financiados y controlados por corporaciones transnacionales y estados imperiales, repiten incansablemente narrativas sobre el «terrorismo islamista» en el Sahel, sobre la «inestabilidad endémica» del continente africano, y sobre la necesidad de «intervención humanitaria» occidental, Traoré desnuda con claridad meridiana la verdadera naturaleza de estos conflictos: no son manifestaciones de fanatismo religioso espontáneo ni producto de sociedades «atrasadas», sino el resultado directo y calculado de estrategias imperialistas diseñadas para perpetuar el saqueo y bloquear el desarrollo soberano.

Esta afirmación no surge del vacío ni de la retórica política convencional. Es el producto de una comprensión profunda de la historia colonial y neocolonial de África, de la observación directa de los mecanismos mediante los cuales las potencias occidentales —en particular Francia, Estados Unidos y sus aliados de la OTAN— mantienen su dominación sobre el continente más rico del planeta en recursos naturales, biodiversidad y potencial humano. Es también el fruto de la experiencia vivida por millones de africanos que han sufrido décadas de «operaciones antiterroristas» que, paradójicamente, solo han multiplicado la violencia y la inseguridad mientras enriquecían a las élites compradoras y a las corporaciones extranjeras.

El presente análisis se propone desarrollar cada elemento de la afirmación de Traoré en profundidad histórica y geográfica, examinando las raíces históricas del imperialismo en África, los mecanismos contemporáneos de dominación neocolonial, el papel de la industria del terrorismo en la perpetuación de la dependencia africana, y las alternativas de liberación que emergen desde la propia resistencia popular africana. Todo ello desde una perspectiva firmemente anticapitalista y antiimperialista, que reconoce en el sistema capitalista global la matriz fundamental de la explotación del continente africano, y que comprende que no puede existir verdadera liberación africana sin la superación del capitalismo en sus dimensiones globales.

En este momento histórico de crisis sistémica del capitalismo global, caracterizada por recesiones económicas repetidas, la resistencia africana adquiere una relevancia estratégica sin precedentes. La Alianza de Estados del Sahel (AES) formada por Burkina Faso, Malí y Níger no es simplemente una alianza regional defensiva, sino un proyecto revolucionario que cuestiona los fundamentos mismos del orden mundial capitalista y neocolonial. Su éxito o fracaso tendrá implicaciones profundas no solo para África, sino para el futuro de la humanidad entera.

Capítulo 2: El imperialismo como continuación del colonialismo por otros medios

2.1 Las raíces coloniales de la dominación contemporánea: De Berlín a París

Para comprender la afirmación de Traoré es imprescindible remontarse a la Conferencia de Berlín de 1884-1885, donde las potencias europeas se repartieron África como si fuera un pastel, trazando fronteras arbitrarias con reglas sobre mapas, sin considerar las realidades étnicas, culturales o políticas de los pueblos africanos. Este acto fundacional del colonialismo moderno estableció un principio que perdura hasta hoy con brutal actualidad: África existe para servir a Europa, sus recursos pertenecen al capital occidental, y sus pueblos deben permanecer subordinados. Las fronteras trazadas en Berlín no fueron accidentales ni inocentes; fueron diseñadas deliberadamente para dividir pueblos unidos, unir pueblos rivales, y facilitar el control y explotación colonial.

El colonialismo directo, que se extendió hasta mediados del siglo XX, se caracterizó por la violencia abierta, la esclavización de poblaciones enteras, el genocidio sistemático, y la explotación brutal de recursos. El Congo Belga, donde se calcula que murieron entre diez y quince millones de personas bajo el régimen de terror de Leopoldo II, es quizás el ejemplo más extremo, pero no una excepción. Cada potencia colonial europea escribió su propia historia de horror en el continente: la masacre de los Herero y Nama por parte de Alemania en Namibia (1904-1908), considerado el primer genocidio del siglo XX donde el 80% de la población Herero y el 50% de la Nama fueron exterminados; los campos de concentración británicos en Kenia durante la rebelión Mau Mau (1952-1960), donde más de 100,000 kikuyus fueron encarcelados y torturados sistemáticamente; las matanzas francesas en Madagascar (1947), donde entre 80,000 y 100,000 malgaches fueron asesinados por el ejército francés; las masacres en Camerún (1955-1971), donde Francia mató a entre 60,000 y 100,000 cameruneses para mantener su dominio; y la guerra brutal en Argelia (1954-1962), donde Francia utilizó torturas sistemáticas, ejecuciones masivas y campos de concentración contra el pueblo argelino.

Estos no son episodios aislados de la historia colonial, sino patrones sistemáticos de violencia que establecieron las bases para las estructuras de poder neocoloniales posteriores. La brutalidad colonial no fue un «exceso» o una «desviación» del proyecto civilizatorio europeo, sino su esencia misma. Como analizó Frantz Fanon en Los condenados de la tierra, la violencia colonial no solo destruye vidas y comunidades, sino que busca destruir la capacidad de los pueblos colonizados para pensar su propia historia, definir su propio futuro, y construir su propia humanidad.

Cuando las luchas de liberación nacional obligaron a las potencias coloniales a conceder formalmente la independencia a las colonias africanas entre los años 1950 y 1970, el imperialismo no desapareció: simplemente cambió de forma. El neocolonialismo emergió como un sistema más sofisticado de dominación, que mantiene el control económico y político mientras cede la fachada de la soberanía formal. Como señaló Kwame Nkrumah, primer presidente de Ghana y uno de los pensadores antiimperialistas más lúcidos del siglo XX: «El neocolonialismo es la etapa final y más peligrosa del imperialismo. Para aquellos que lo practican, significa poder sin responsabilidad, y para quienes lo sufren, significa explotación sin compensación».

Nkrumah comprendió que la independencia política sin independencia económica es una ilusión peligrosa. En su obra seminal Neocolonialismo: La última etapa del imperialismo (1965), analizó cómo las potencias occidentales mantenían su dominio sobre África a través de mecanismos económicos y financieros más sutiles pero igualmente efectivos que la dominación colonial directa. Su análisis sigue siendo profundamente relevante hoy, seis décadas después, cuando Burkina Faso, Malí y Níger están implementando el proyecto de liberación que Nkrumah soñó pero no pudo concretar plenamente debido a la intervención imperialista que terminó con su vida.

Capítulo 3: El Franco CFA: colonialismo monetario en pleno siglo XXI y la resistencia de la AES

Ningún mecanismo ilustra mejor la continuidad colonial que el Franco CFA, la moneda que Francia impone a catorce países africanos como condición de su supuesta «independencia». Este sistema monetario colonial, que ha existido en diversas formas desde 1945, obliga a los países africanos a depositar el 50% de sus reservas de divisas en el Tesoro francés (originalmente era el 65%, reducido al 50% en 2019 tras presiones populares), les impide controlar su propia política monetaria, les prohíbe financiar su desarrollo mediante la emisión monetaria, y les garantiza tasas de cambio que favorecen sistemáticamente a Francia.

El funcionamiento del Franco CFA es un mecanismo de transferencia de riqueza continuo y sistemático. Los países africanos que utilizan el Franco CFA (en dos zonas distintas: la CFA del África Occidental y la CFA del África Central) están obligados a mantener sus reservas en Francia, donde no solo no ganan intereses competitivos, sino que Francia recibe el 0.75% de estas reservas como «comisión de gestión». Además, cualquier decisión sobre la política monetaria, incluyendo la impresión de billetes y el establecimiento de tasas de interés, requiere la aprobación de funcionarios franceses designados en los bancos centrales africanos. Francia mantiene un derecho de veto sobre todas las decisiones importantes.

Los efectos económicos del Franco CFA son devastadores para el desarrollo africano:

Falta de crédito para el desarrollo: Las tasas de interés impuestas por el Banco Central de los Estados de África Occidental (BCEAO) son extremadamente altas (alrededor del 7-9%), mientras que en la Eurozona están cercanas al 0%. Esto hace imposible el crédito asequible para agricultores, pequeñas empresas y proyectos de infraestructura.

Desindustrialización forzada: La sobrevaluación del Franco CFA (artificialmente vinculado al euro) hace que las exportaciones africanas sean caras e importadas baratas, destruyendo la industria local y manteniendo a los países en la exportación de materias primas.

Transferencia de riqueza: Se estima que entre 1960 y 2018, el Franco CFA permitió transferir más de 8,500 millones de euros anuales de África hacia Francia, un total de más de 500,000 millones de euros en seis décadas.

El Franco CFA no es simplemente una moneda: es un instrumento de dominación que permite a Francia drenar anualmente miles de millones de euros de las economías africanas. Es la prueba viviente de que la independencia formal no significa nada sin soberanía monetaria. Como ha denunciado repetidamente el economista senegalés Ndongo Samba Sylla, el Franco CFA es «el último símbolo visible del colonialismo francés en África», un sistema que garantiza que los países africanos trabajen para enriquecer a Francia en lugar de desarrollar sus propias economías.

El presidente Traoré ha sido uno de los líderes africanos más destacados en la denuncia de este sistema. Burkina Faso, junto con Malí y Níger, ha iniciado pasos concretos y revolucionarios para salir del Franco CFA y recuperar la soberanía monetaria, un acto de desafío directo contra el neocolonialismo francés que no ha sido perdonado por París. En diciembre de 2023, los tres países anunciaron oficialmente su intención de abandonar el Franco CFA y crear una nueva moneda soberana para la Alianza de Estados del Sahel. Este proceso implica complejos desafíos técnicos, pero su significado político es inmenso: representa la recuperación del control sobre uno de los instrumentos más fundamentales de la soberanía nacional.

La resistencia francesa a esta decisión ha sido feroz. Francia ha utilizado múltiples mecanismos de presión: amenazas diplomáticas y económicas, campañas mediáticas de desinformación presentando a los gobiernos de la AES como «golpistas» e «irresponsables», presión sobre otros países africanos para que no apoyen el proyecto, e intentos de sabotaje financiero mediante el congelamiento de activos.

Sin embargo, la determinación de los países de la AES ha sido firme. En 2024, comenzaron a retirar gradualmente sus reservas del BCEAO y a establecer mecanismos alternativos para el comercio internacional y las reservas nacionales. Burkina Faso creó un fondo soberano para gestionar sus recursos mineros y energéticos, Malí inició acuerdos comerciales directos con aliados estratégicos utilizando monedas alternativas, y Níger desarrolló un sistema bancario paralelo para transacciones internacionales. Estos pasos, aunque iniciales, representan una ruptura histórica con la dependencia financiera francesa.

Capítulo 4: La deuda como cadena: el imperialismo financiero y las alternativas soberanas

El imperialismo contemporáneo se sustenta fundamentalmente en mecanismos financieros. La deuda externa de los países africanos, que alcanzó 1.13 billones de dólares en 2023, no es el resultado de una mala gestión africana sino de un sistema diseñado para perpetuar la dependencia. La mayoría de estas deudas son heredadas de regímenes dictatoriales impuestos por Occidente durante la Guerra Fría, o son el resultado de «préstamos» del FMI y el Banco Mundial condicionados a políticas de ajuste estructural que han devastado las economías africanas.

El mecanismo de deuda como instrumento de dominación funciona de manera cíclica:

1. Acumulación de deuda: Los países africanos reciben préstamos bajo condiciones leoninas, con altas tasas de interés y plazos cortos.

2. Condicionalidad neoliberal: Para recibir los préstamos, los países deben implementar políticas que abren sus economías al capital extranjero, privatizan servicios públicos, reducen el gasto social y liberalizan el comercio.

3. Crisis de deuda: Las políticas impuestas generan recesión económica, reducción de ingresos fiscales e incapacidad para pagar la deuda.

4. Reestructuración con más condicionalidades: Los acreedores ofrecen «alivio» a cambio de más reformas neoliberales, profundizando la dependencia.

5. Transferencia permanente de riqueza: Los pagos de intereses y principal superan con creces los nuevos préstamos, creando una transferencia neta permanente de riqueza de África hacia el Norte global.

Los programas de ajuste estructural impuestos por estas instituciones financieras internacionales a partir de los años 1980 exigieron a los países africanos: privatizar servicios públicos esenciales (agua, electricidad, salud, educación), desmantelar industrias nacionales que competían con importaciones, eliminar subsidios a la agricultura local, abrir sus mercados a la competencia desigual con las multinacionales occidentales, y recortar brutalmente el gasto social en salud y educación. El resultado ha sido predecible pero deliberado: pobreza masiva, desempleo estructural, colapso de los servicios públicos, mayor dependencia de las importaciones occidentales, y una concentración extrema de la riqueza en manos de una minoría compradora.

«La deuda es una reconquista sabiamente organizada de África. Es una reconquista que hace que cada uno de nosotros se convierta en esclavo financiero».

— Thomas Sankara

Sankara llamó a la unidad africana para repudiar estas deudas ilegítimas, comprendiendo que pagarlas significaba condenar a África a la perpetua pobreza mientras Occidente se enriquecía. Su análisis fue profético y revolucionario, pero fue silenciado por la bala asesina orquestada por los intereses imperiales que hoy continúan operando con la misma lógica.

La AES ha tomado medidas concretas para romper con este ciclo de dependencia de la deuda: auditoría de deuda para identificar préstamos ilegítimos, suspensión de pagos argumentando que estos recursos son necesarios para atender las necesidades básicas de la población, creación de instituciones financieras soberanas como el Banco de Desarrollo del Sahel con capital inicial de 500 millones de dólares, y establecimiento de mecanismos de comercio directo con aliados estratégicos utilizando monedas alternativas al dólar para reducir la dependencia del sistema financiero occidental.

Estas iniciativas enfrentan enormes desafíos, incluyendo la presión de acreedores internacionales, el sabotaje financiero, y las limitaciones técnicas de construir instituciones financieras soberanas desde cero. Sin embargo, representan un cambio paradigmático en la relación de África con el sistema financiero global, pasando de la dependencia forzada a la construcción de alternativas soberanas.

Capítulo 5: La descolonización epistemológica: romper con el pensamiento eurocéntrico

Más allá de los mecanismos económicos y militares, el imperialismo se sostiene a través del control del conocimiento y la producción de sentido. El pensamiento eurocéntrico ha dominado las instituciones educativas, los medios de comunicación, y las estructuras de poder en África desde el colonialismo, presentando la historia, la cultura y el desarrollo europeo como la norma universal, mientras que las realidades africanas son presentadas como excepciones, desviaciones o «atrasos».

Este dominio epistemológico se manifiesta en múltiples dimensiones: educación colonial con currículos importados de Europa que ignoran la historia precolonial de África; investigación extractiva donde universidades occidentales extraen conocimiento sin contribuir significativamente al desarrollo; medios de comunicación que presentan una narrativa sistemáticamente negativa sobre África; y tecnología digital dominada por corporaciones occidentales que controlan el acceso al conocimiento y la comunicación.

La AES ha comprendido que la verdadera liberación requiere también la descolonización del conocimiento. Burkina Faso ha iniciado una reforma educativa profunda que incorpora la historia precolonial de África en todos los niveles educativos, promueve el estudio de lenguas locales junto con el francés, incluye asignaturas sobre filosofía africana y sistemas tradicionales de gestión de recursos, y establece convenios con universidades de países no occidentales para intercambios académicos equitativos.

Malí ha creado un Instituto Panafricano de Investigación que prioriza proyectos de investigación aplicada para resolver problemas locales con participación comunitaria. Níger está desarrollando un sistema de comunicación alternativo basado en emisoras comunitarias y plataformas digitales locales para contrarrestar la dominación de los medios internacionales.

«La historia de África no comenzó con la esclavitud ni con el colonialismo. África tiene una historia milenaria que ha sido deliberadamente ocultada para justificar la dominación».

— Cheikh Anta Diop

La recuperación de esta historia y de los sistemas de conocimiento africanos no es un ejercicio académico sino una condición para la construcción de sociedades soberanas y dignas.

Capítulo 6: El terrorismo como producto del imperialismo

6.1 La genealogía del terrorismo yihadista en el Sahel: De Afganistán a África

La afirmación central de Traoré —»son quienes enseñan a los terroristas»— no es una teoría conspirativa sino un hecho documentado por la propia historia reciente. La genealogía del terrorismo yihadista en África es inseparable de las intervenciones imperialistas, comenzando por el apoyo de Estados Unidos y sus aliados a los muyahidines en Afganistán durante los años 1980. La CIA financió, armó y entrenó a islamistas radicales para combatir al gobierno socialista afgano apoyado por la Unión Soviética, creando la infraestructura que posteriormente daría origen a Al-Qaeda. Esta operación, conocida como Operación Cyclone, estableció un patrón que se repetiría sistemáticamente en las décadas siguientes.

En Libia, la intervención de la OTAN en 2011 que derrocó a Muammar Gaddafi destruyó el Estado más próspero de África, convirtiendo a un país con el IDH más alto del continente en un caos de milicias rivales y células terroristas. Los arsenales libios saqueados inundaron el Sahel de armas, y los combatientes dispersados tras la caída de Gaddafi llevaron la yihad al sur. La desestabilización de Libia fue el detonante directo de la crisis de seguridad en Malí, Níger, Burkina Faso y todo el Sahel. Según informes de Naciones Unidas, más de 18,000 combatientes extranjeros y sus familias abandonaron Libia después de 2011, muchos de ellos uniéndose a grupos yihadistas en el Sahel.

En Siria, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Arabia Saudita, Qatar y Turquía apoyaron abiertamente a grupos islamistas radicales bajo el pretexto de derrocar al gobierno de Assad. Muchos de estos grupos eran afiliados o precursores de ISIS. Armas occidentales, entrenamiento de la CIA a través de programas como Timber Sycamore, financiamiento de las monarquías del Golfo, todo convergió para fortalecer a los mismos yihadistas que supuestamente se estaba combatiendo.

Cuando ISIS fue derrotado en Siria e Iraq, muchos de sus combatientes migraron a África, encontrando un terreno fértil en las zonas desestabilizadas por anteriores intervenciones occidentales. Un informe del Consejo de Seguridad de la ONU en 2023 documentó que al menos 25 comandantes de alto nivel de ISIS en Irak y Siria habían reaparecido dirigiendo células en el Sahel, trayendo consigo tácticas de guerra asimétrica avanzadas, propaganda sofisticada, y métodos de financiamiento ilícito.

Este patrón no es casual sino sistemático: las potencias occidentales crean, fortalecen y luego combaten selectivamente grupos terroristas para justificar su intervención permanente y mantener el control sobre recursos estratégicos. El terrorismo se convierte así en un instrumento de política exterior, una herramienta para perpetuar la dominación imperialista bajo el disfraz humanitario de la «guerra contra el terror».

Raíces estructurales de la violencia armada:

Un análisis verdaderamente antiimperialista debe examinar las raíces estructurales: crisis climática que ha intensificado conflictos por recursos; fracaso estatal neoliberal causado por políticas de ajuste estructural; explotación de recursos estratégicos que convierte el Sahel en campo de batalla; e intervenciones militares extranjeras que han exacerbado las divisiones y alimentado el resentimiento.

Este análisis complejo revela que la narrativa dominante sobre «terrorismo yihadista» en el Sahel es una simplificación peligrosa que sirve para ocultar las responsabilidades imperialistas en la creación y perpetuación de los conflictos armados en la región. Como señala Traoré, el terrorismo no es la causa sino el síntoma de un sistema imperialista diseñado para mantener a África en guerra permanente y dependencia económica.

Capítulo 7: Las bases militares occidentales: Infraestructura del imperialismo disfrazada de antiterrorismo

Estados Unidos mantiene una red de más de treinta bases militares en África a través de su Comando Africano (AFRICOM), establecido en 2007 supuestamente para «combatir el terrorismo». Sin embargo, la proliferación de bases militares estadounidenses ha coincidido exactamente con la proliferación del terrorismo yihadista. La mayor base de drones estadounidense del mundo se encuentra en Níger, específicamente en la base aérea de Agadez, construida con un costo de 110 millones de dólares y operativa desde 2019.

¿Resultado de esta masiva presencia militar? Níger pasó de ser uno de los países más seguros de la región a enfrentar una grave crisis de seguridad. Según datos del Armed Conflict Location & Event Data Project (ACLED), los incidentes violentos en Níger aumentaron un 300% entre 2018 y 2023, precisamente durante el período de mayor presencia militar estadounidense. Esta correlación no es casualidad sino causalidad.

Estas bases no están ahí por la seguridad africana sino por los intereses imperiales:

Control de rutas de recursos estratégicos: Las bases están estratégicamente ubicadas cerca de yacimientos de uranio, oro y litio.

Vigilancia y contención de China: Sirven como plataformas de vigilancia para monitorear actividades chinas y disuadir su expansión geopolítica.

Seguridad del complejo militar-industrial: Las operaciones militares en África generan miles de millones de dólares en contratos para empresas de defensa.

Mantenimiento de la hegemonía global: La presencia militar permanente refuerza el estatus de Estados Unidos como potencia hegemónica global.

Francia, por su parte, mantuvo durante décadas una red de bases militares en sus ex colonias del Sahel bajo el marco de la «Françafrique». La Operación Barkhane (2014-2022), supuestamente antiterrorista, involucró hasta 5,500 soldados franceses. Sin embargo, durante este período, el terrorismo no disminuyó sino que se expandió exponencialmente, revelando la verdadera naturaleza de esta intervención.

Numerosos testimonios documentan casos de colaboración directa o indirecta entre fuerzas francesas y grupos terroristas: convoyes militares que transportaban supuestos terroristas, ataques aéreos selectivos que evitaban posiciones yihadistas conocidas, entrega de información de inteligencia a grupos terroristas, y protección de rutas de tráfico de drogas y armas.

La expulsión de tropas francesas de Malí (2022), Burkina Faso (2023) y Níger (2024) refleja un rechazo a un sistema de dominación neocolonial que utiliza el terrorismo como pretexto para mantener el control sobre recursos y territorios.

«No podemos construir nuestro futuro con bases militares extranjeras en nuestro territorio. Cada base militar es una herida en nuestra soberanía nacional».

— Ibrahim Traoré

Las bases militares occidentales en África son, en esencia, la infraestructura física del imperialismo moderno. Mientras existan, África no podrá alcanzar verdadera soberanía ni desarrollarse en paz. La lucha por la desmilitarización de África y la eliminación de bases extranjeras es, por tanto, una condición indispensable para la liberación continental.

Capítulo 8: La guerra permanente como estrategia de subdesarrollo

8.1 Destrucción sistemática del potencial africano

La afirmación de Traoré sobre que el objetivo imperialista es mantener a África «en una guerra permanente para que no podamos desarrollarnos» revela una comprensión profunda de la economía política del subdesarrollo. África no es pobre por falta de recursos —es el continente más rico del planeta— sino porque su desarrollo representa una amenaza existencial para el sistema capitalista global.

Un África industrializada, que procesara sus propias materias primas, que desarrollara su agricultura para alimentar a su población, que construyera infraestructura independiente, que educara a sus masas, y que controlara soberanamente sus recursos, dejaría de ser la fuente de superexplotación que alimenta el bienestar occidental. Por eso, el desarrollo africano debe ser saboteado sistemáticamente.

La guerra permanente cumple esta función:

Destrucción de infraestructura: Las guerras destruyen carreteras, hospitales, escuelas y plantas industriales que toman décadas construir.

Desvío de recursos hacia gasto militar: Países como Burkina Faso y Malí gastan entre 8-12% de su presupuesto nacional en defensa.

Generación de refugiados: Los conflictos han generado más de 3 millones de desplazados en la última década.

Inversión imposible: La inseguridad permanente hace imposible la planificación económica a largo plazo.

Justificación para intervención: Sirve como pretexto para mantener bases militares extranjeras.

8.2 Caso de estudio: Burkina Faso bajo Thomas Sankara (1983-1987) vs el imperialismo (1987-2022)

Ningún ejemplo ilustra mejor la diferencia entre desarrollo soberano y subdesarrollo imperialista que comparar los cuatro años del gobierno revolucionario de Thomas Sankara con los 35 años posteriores de regímenes neocoloniales.

Bajo Thomas Sankara (1983-1987): En cuatro años, Burkina Faso pasó de importar el 75% de sus alimentos a casi la autosuficiencia. Se vacunó a 2.5 millones de niños. La tasa de alfabetización aumentó del 13% al 73%. Se construyeron cientos de centros de salud rurales y miles de escuelas. Se nacionalizaron recursos mineros y se rechazó pagar la deuda externa ilegítima.

Bajo los regímenes neocoloniales (1987-2022): Tras el asesinato de Sankara orquestado por Francia, Burkina Faso volvió a importar más del 60% de sus alimentos. La mortalidad infantil aumentó un 40%. La tasa de alfabetización cayó al 28%. Los recursos mineros fueron privatizados y entregados a corporaciones extranjeras. Burkina Faso acumuló una deuda externa de más de 4,000 millones de dólares.

La comparación es elocuente: en cuatro años de revolución popular, Burkina Faso logró más avances que en 35 años de gobiernos neocoloniales. Esto demuestra que el subdesarrollo africano no es inevitable sino el resultado deliberado de políticas imperialistas que destruyen alternativas soberanas.

8.3 El saqueo «legal»: tratados comerciales y multinacionales mineras

Mientras África está sumida en conflictos, las multinacionales occidentales extraen tranquilamente los recursos del continente mediante contratos leoninos. La República Democrática del Congo, uno de los países más ricos en minerales estratégicos, es también uno de los más pobres en términos de desarrollo humano. No es paradoja: es el resultado lógico de un sistema donde las corporaciones multinacionales extraen billones de dólares pagando regalías miserables.

Las compañías mineras occidentales operan en África con contratos que en cualquier país desarrollado serían considerados abiertamente saqueadores: regalías ultrabajas (3-5% frente al 20-30% en otros países), exenciones fiscales generosas, cláusulas de estabilidad que prohíben modificar legislación, doble contabilidad, y tribunales de arbitraje internacional que sistemáticamente fallan contra Estados africanos.

En Burkina Faso, las compañías mineras canadienses extraen más de 60 toneladas de oro anuales (valoradas en más de 3,500 millones de dólares), pero pagan menos del 5% en regalías y contribuyen menos del 1% al PIB nacional.

Burkina Faso, bajo el gobierno de Traoré, ha comenzado a revisar estos contratos mineros, exigiendo aumento de regalías al 15-20%, inversión obligatoria del 20% de ganancias en desarrollo local, transferencia de tecnología, restauración ambiental obligatoria, y participación estatal del 30% en todas las operaciones mineras.

Esta política revolucionaria marca el camino hacia una verdadera soberanía económica. No es casualidad que coincida con el incremento de amenazas terroristas: el imperialismo no tolera la insubordinación y utiliza el terrorismo como arma para castigar a quienes desafían su dominio.

Capítulo 9: Eurocentrismo y racismo: las justificaciones ideológicas del imperialismo contemporáneo

El imperialismo requiere justificaciones ideológicas para legitimarse. El eurocentrismo —la idea de que Europa representa la civilización superior mientras África es el continente del atraso— cumple esta función. Los medios de comunicación occidentales presentan sistemáticamente a África como un continente de hambrunas, dictadores, corrupción y violencia tribal, ignorando que estas condiciones son precisamente el producto del imperialismo.

El racismo estructura todo el discurso imperialista contemporáneo:

Lenguaje mediático: Cuando las potencias occidentales bombardean países africanos se llama «intervención humanitaria», cuando africanos resisten se llama «terrorismo».

Producción académica: La academia occidental produce conocimiento sobre África que refuerza estereotipos coloniales.

Ayuda humanitaria: El sistema de ayuda perpetúa la narrativa de África como continente dependiente que necesita ser «salvado».

Sistema de becas: Diseñado para extraer las «mejores mentes» africanas hacia Occidente (fuga de cerebros).

Este doble estándar racista es fundamental para mantener el consenso ideológico que permite la continuación del imperialismo. Como analizó Frantz Fanon, el racismo no es un prejuicio individual sino un sistema de dominación que justifica la explotación colonial y neocolonial.

La resistencia a este racismo sistémico requiere no solo denunciar sus manifestaciones sino construir alternativas epistemológicas y culturales que centren las experiencias, conocimientos y perspectivas africanas.

«No aceptaremos que nos definan desde fuera. Somos africanos, tenemos nuestra historia, nuestra cultura, nuestros valores. Nuestro desarrollo debe partir de nuestras realidades, no de modelos importados que nos mantienen en subordinación».

— Ibrahim Traoré

Capítulo 10: Pagar con nuestras riquezas: la economía del saqueo y las alternativas soberanas

10.1 La transferencia neta de riqueza: de África hacia Occidente

Contrario al discurso dominante que presenta la «ayuda al desarrollo» occidental como un acto de generosidad, los flujos financieros entre África y Occidente revelan una realidad opuesta: África subsidia masivamente a Occidente. Un estudio de 2017 del Global Justice Now cuantificó que por cada dólar de ayuda que África recibe, el continente pierde 14 dólares en flujos financieros ilícitos, evasión fiscal de multinacionales, repatriación de beneficios, pagos de deuda, y términos de intercambio desiguales.

Entre 1970 y 2018, África ha transferido neto hacia Occidente aproximadamente 1.35 billones de dólares. Esto significa que lejos de ser un continente dependiente de caridad externa, África es un contribuyente neto al desarrollo occidental. El nivel de vida en Europa y Estados Unidos se sostiene en parte significativa gracias al saqueo continuado de recursos africanos a precios artificialmente deprimidos.

Estos flujos de riqueza son estructurales al capitalismo global:

Términos de intercambio desiguales: África exporta materias primas baratas e importa productos manufacturados caros.

Evasión fiscal corporativa: África pierde más de 40,000 millones de dólares anuales por evasión fiscal.

Deuda externa: Los pagos superan con creces la ayuda recibida.

Fuga de capitales: Miles de millones de dólares abandonan África ilegalmente cada año.

Sin embargo, las nuevas dinámicas geopolíticas están alterando estos flujos tradicionales. La AES ha implementado políticas revolucionarias: control estatal de recursos estratégicos con nacionalización de minas y renegociación de contratos; comercio Sur-Sur con China, Rusia, India y Turquía; Banco de Desarrollo del Sahel con 500 millones de dólares de capital inicial; y moneda soberana que reemplazará al Franco CFA.

10.2 Recursos que alimentaron el imperialismo y empiezan a nutrir la Resistencia

Níger produce aproximadamente el 5% del uranio mundial, y Francia obtiene el 30% del uranio que alimenta sus centrales nucleares de minas nigerinas. Sin embargo, Níger está entre los países con menor acceso a electricidad del mundo, con apenas el 19% de su población conectada a la red eléctrica. Esta obscena paradoja encapsula perfectamente la lógica del imperialismo.

Las minas de uranio de Arlit y Akokan, operadas por la compañía francesa Orano, han generado más de 30,000 millones de dólares en ganancias para Francia desde 1971, mientras las comunidades locales sufren contaminación radiactiva grave, falta de agua potable y pobreza extrema.

Burkina Faso y Malí son importantes productores de oro. En 2024, Burkina Faso se convirtió en el cuarto productor de oro de África, con una producción de más de 70 toneladas anuales. Sin embargo, sus poblaciones viven en la pobreza mientras las compañías mineras extranjeras extraen miles de toneladas del metal precioso pagando regalías irrisorias.

La AES ha comenzado a revertir esta lógica extractivista: Níger renegoció todos los contratos de uranio exigiendo regalías del 15% e inversión en plantas de energía nuclear para uso doméstico; Burkina Faso nacionalizó temporalmente tres minas de oro y creó una refinería estatal; Malí impuso un impuesto especial del 25% sobre exportaciones de oro.

Estas políticas han generado resistencia feroz por parte de las corporaciones occidentales y sus gobiernos. Sin embargo, la determinación de los países de la AES ha sido firme, comprendiendo que sin control sobre sus recursos naturales, no habrá desarrollo soberano posible.

Capítulo 11: El papel de China en África: Cooperación Sur-Sur vs Imperialismo

Sería simplista presentar el imperialismo únicamente como un fenómeno occidental. China, segunda economía mundial y potencia emergente, ha expandido masivamente su presencia en África a través de inversiones en infraestructura, comercio, y préstamos. Entre 2000 y 2023, el comercio entre China y África creció de 10,000 millones de dólares a más de 280,000 millones, convirtiendo a China en el principal socio comercial de África.

Algunos analistas occidentales hablan de «imperialismo chino». Sin embargo, la relación de China con África es cualitativamente diferente a la occidental en aspectos importantes:

Diferencias clave con el imperialismo occidental:

Infraestructura vs extracción: China ha priorizado la construcción de infraestructura tangible. En los últimos 20 años, China ha construido más de 6,000 kilómetros de ferrocarriles y 150,000 kilómetros de carreteras en África.

Sin condicionalidades políticas: A diferencia del FMI y Banco Mundial, China no exige privatizaciones o cambios en sistemas políticos.

Transferencia de tecnología: Los proyectos chinos generalmente incluyen capacitación local y transferencia gradual de tecnología.

Comercio más equilibrado: China no solo compra recursos sino que vende productos manufacturados africanos en su mercado masivo.

Esto no significa que China sea altruista —persigue sus propios intereses económicos y geopolíticos— pero su modelo de engagement no se basa en el saqueo violento directo que caracteriza al imperialismo occidental.

En el Sahel, China ha intensificado su cooperación: en Burkina Faso construye una refinería de oro y un hospital universitario; en Malí financió un puente sobre el río Níger y un sistema de irrigación; en Níger desarrolla una planta solar de 100 MW y un sistema de telecomunicaciones nacional.

La cooperación militar también ha crecido. China ha proporcionado equipos no letales a los ejércitos de la AES, junto con capacitación en mantenimiento y operaciones logísticas. A diferencia de Occidente, China no insiste en la presencia de tropas ni en bases militares permanentes.

«Occidente nos ofrecía ‘ayuda’ con cadenas; China nos ofrece negocios con apretones de manos. Preferimos negocios».

— Diplomático africano anónimo

Capítulo 12: El papel de Rusia en el Sahel: De Wagner al Estado ruso y la lucha por la soberanía

La presencia rusa en el Sahel ha evolucionado significativamente desde la irrupción del Grupo Wagner en 2018 hasta la actual cooperación estatal directa. Esta evolución refleja los cambios geopolíticos globales y las estrategias de los países del Sahel para diversificar aliados y reducir la dependencia occidental.

El período Wagner (2018-2023)

El Grupo Wagner, una empresa militar privada vinculada al Estado ruso, ingresó al Sahel aprovechando el vacío dejado por la retirada parcial de fuerzas francesas. Wagner ofreció servicios de seguridad a cambio de acceso a recursos mineros y bases estratégicas. Malí fue el primer país donde Wagner entró en 2021, reemplazando gradualmente a las fuerzas francesas.

Las operaciones de Wagner fueron controvertidas: acusado de cometer abusos contra civiles, ejecuciones sumarias y saqueo de recursos. Sin embargo, en muchos casos, Wagner logró estabilizar zonas que habían estado fuera del control estatal durante años.

Transición a cooperación estatal rusa (2023-presente)

Tras la muerte de Yevgeny Prigozhin en 2023, Rusia ha optado por una estrategia más institucional: acuerdos militares directos proporcionando equipos y capacitación; cooperación económica para desarrollo de infraestructura energética y minería; intercambio educativo y cultural con becas y programas de capacitación técnica.

La perspectiva rusa sobre el Sahel:

Soberanía nacional: Rusia respeta públicamente la soberanía de los países africanos.

Multipolaridad: Rusia ve a África como aliado natural en la construcción de un mundo multipolar.

Antiimperialismo histórico: Rusia se presenta como continuadora del apoyo soviético a las luchas de liberación.

Intereses pragmáticos: Rusia busca acceso a recursos estratégicos y mercados para su industria.

La AES valora esta cooperación por respeto a la soberanía, efectividad militar, transferencia de capacidades, y como alternativa geopolítica que permite diversificar aliados y reducir la dependencia occidental.

«Rusia no nos dice cómo debemos gobernar. No nos exige que cambiemos nuestra moneda o que privatizemos nuestros recursos. Nos tratan como socios iguales, no como colonias. Esto es lo que llamamos respeto mutuo».

— Ministro de Relaciones Exteriores de Burkina Faso, 2025

Capítulo 13: La Alianza de Estados del Sahel: Hacia un orden multipolar y la lucha contra el aislacionismo occidental

En septiembre de 2023, Burkina Faso, Malí y Níger formaron la Alianza de Estados del Sahel (AES), una confederación que representa la respuesta africana más significativa al imperialismo francés en décadas. Los tres países, todos gobernados por juntas militares surgidas de golpes populares contra gobiernos pro-franceses corruptos, han expulsado tropas francesas, han denunciado tratados militares y económicos coloniales, y están coordinando políticas de soberanía monetaria, seguridad colectiva, y desarrollo independiente.

La AES no es simplemente un pacto militar sino un proyecto político integral de liberación nacional. Representa el intento de recuperar el espíritu del panafricanismo revolucionario de los años 1960-70, aprendiendo de los errores del pasado pero manteniendo el objetivo central: África para los africanos, desarrollo soberano, unidad continental.

Estructura institucional de la AES

La AES ha creado una estructura institucional robusta:

Consejo de Seguridad Permanente: Mecanismo de coordinación militar para operaciones conjuntas y defensa colectiva.

Banco de Desarrollo del Sahel: Institución financiera soberana con capital inicial de 500 millones de dólares.

Comisión Monetaria: Órgano encargado de diseñar la nueva moneda soberana (Franco del Sahel).

Comité de Recursos Estratégicos: Mecanismo para coordinar políticas sobre minería, energía y recursos naturales.

Parlamento Panafricano del Sahel: Órgano legislativo en formación que representará a los pueblos de los tres países.

Respuesta al aislacionismo occidental

Tras la formación de la AES, Francia, Estados Unidos y la Unión Europea implementaron una política de aislamiento: sanciones económicas con congelamiento de activos; presión diplomática en organismos internacionales; y guerra mediática presentando a los gobiernos como «dictaduras militares».

La AES ha respondido con: diversificación de alianzas estableciendo relaciones con China, Rusia, India, Turquía; integración regional profunda desarrollando infraestructura transfronteriza; economía de resistencia con programas de autosuficiencia alimentaria; y diplomacia de solidaridad en la Unión Africana y otros foros internacionales.

Visión de futuro

Corto plazo (2025-2027): Consolidación de la seguridad interna e implementación de la moneda soberana.

Mediano plazo (2028-2035): Integración económica profunda y desarrollo de infraestructura energética regional.

Largo plazo (2035+): Expansión de la alianza a otros países africanos y construcción de una federación política y económica.

«No pedimos permiso a nadie para liberarnos. Nuestros ancestros nos legaron valores de dignidad, coraje y resistencia. Estamos reclamando nuestra soberanía total —política, económica, cultural, militar. No aceptaremos tutela de ninguna potencia extranjera».

— Ibrahim Traoré

Capítulo 14: Hacia la segunda liberación de África: Lecciones históricas y perspectivas revolucionarias

14.1 ¿Por qué fracasaron las primeras independencias?

Las independencias africanas de los años 1950-70 conquistaron la soberanía formal pero fracasaron en establecer verdadera independencia económica. Múltiples factores explican este fracaso: la fragmentación del continente en 54 Estados; la persistencia de estructuras económicas coloniales; la corrupción de élites africanas; y la brutal represión occidental contra todo líder que intentara un desarrollo verdaderamente independiente.

Patrice Lumumba (Congo), Kwame Nkrumah (Ghana), Ahmed Sékou Touré (Guinea), Modibo Keïta (Malí), Thomas Sankara (Burkina Faso), Muammar Gaddafi (Libia) —todos líderes que desafiaron el imperialismo fueron derrocados o asesinados con complicidad directa de potencias occidentales.

Lecciones clave para la segunda liberación:

Unidad continental: La fragmentación fue una estrategia deliberada. La liberación requiere unidad a escala continental.

Control soberano de recursos: Sin control sobre recursos naturales, no hay soberanía posible.

Autosuficiencia alimentaria: La dependencia alimentaria es un arma imperialista.

Educación descolonizada: Los sistemas educativos deben liberarse del pensamiento eurocéntrico.

Defensa colectiva: Sin capacidad de defensa propia, la soberanía es ilusoria.

Moneda soberana: El control monetario es la base de la soberanía económica.

Diplomacia de solidaridad: África debe construir alianzas con otros pueblos del Sur Global.

14.2 La AES y la aplicación de las lecciones

La AES ha aprendido muchas de estas lecciones: representa unidad regional en acción; está renegociando contratos mineros; implementa programas de seguridad alimentaria; reforma la educación para descolonizar currículos; construye capacidades defensivas autónomas; abandona el Franco CFA; y establece alianzas con múltiples países del Sur Global.

Sin embargo, debe evitar errores históricos: corrupción interna que puede corromper procesos revolucionarios; culto a la personalidad que debilita instituciones; aislamiento internacional; y falta de base social amplia que garantice participación popular.

«La libertad no es un don, es una conquista».

— Amílcar Cabral

Capítulo 15: La importancia estratégica del Sahel en la nueva geopolítica mundial

El Sahel no es simplemente una región periférica en conflicto; es un espacio geopolítico de importancia estratégica global por múltiples razones.

Recursos estratégicos

El Sahel alberga algunos de los recursos más importantes para la economía global del siglo XXI: uranio (Níger posee las sextas reservas más grandes del mundo); oro (Burkina Faso y Malí son grandes productores); litio (reservas masivas aún no explotadas); cobre y cobalto (cruciales para la transición energética); y tierras raras (esenciales para tecnología de alta gama).

Este «tesoro geológico» convierte al Sahel en un campo de batalla por el control de los recursos del futuro. Las potencias globales compiten por acceso y control, pero los países de la AES están determinados a que estos recursos beneficien a sus pueblos.

Ubicación geográfica estratégica

El Sahel es un corredor crucial: puente entre el norte y el sur de África; encrucijada entre el Atlántico y el Índico; y región de influencia sobre el Magreb, el Cuerno de África y África occidental. Esta ubicación ofrece oportunidades para posicionarse como centro logístico y comercial en un mundo multipolar.

Nuevas dinámicas geopolíticas

El mundo está transitando hacia un orden multipolar. Este cambio abre espacios de maniobra para África: diversificar alianzas, jugar potencias rivales unas contra otras, explorar modelos de desarrollo alternativos, y construir autonomía estratégica.

Oportunidades históricas:

Transición energética: África tiene el potencial solar más grande del mundo y puede liderar su propia transición energética.

Reindustrialización: La desglobalización crea oportunidades para la reindustrialización africana.

Reforma financiera: Búsqueda de alternativas al dólar y creación de bancos de desarrollo no occidentales.

Nuevos espacios diplomáticos: BRICS+ y otros organismos ofrecen alternativas a instituciones occidentales.

«La lucha por la liberación de África es la lucha más noble que un africano puede emprender».

— Thomas Sankara

Capítulo 16: La solidaridad internacionalista: Un imperativo estratégico para la liberación global

La lucha de los países del Sahel por la soberanía no puede entenderse en aislamiento; es parte de una lucha global contra el imperialismo y el capitalismo. La solidaridad internacionalista con la AES no es caridad ni romanticismo revolucionario; es un imperativo estratégico para todos los pueblos que luchan por su liberación.

Dimensiones de la solidaridad internacionalista

Solidaridad política: Presión diplomática sobre gobiernos occidentales para que levanten sanciones arbitrarias.

Solidaridad mediática: Contrarrestar la campaña de desinformación occidental sobre la AES.

Solidaridad económica: Boycott a corporaciones que saquean recursos del Sahel.

Solidaridad académica: Investigación independiente sobre la realidad del Sahel.

Solidaridad de movimientos sociales: Conexión entre movimientos del mundo entero.

Lecciones para otros movimientos de liberación

La resistencia del Sahel ofrece lecciones valiosas: la importancia de la unidad regional; el rol del ejército en revoluciones populares bajo condiciones específicas; la necesidad de soberanía en múltiples dimensiones; y la importancia de construir alternativas concretas.

La solidaridad como arma estratégica

En el contexto actual de crisis capitalista global, la solidaridad internacionalista no es un lujo sino un arma estratégica. El imperialismo se basa en la división de los pueblos oprimidos. La unidad internacional de los explotados es la única fuerza capaz de desafiar el poder global del capital.

«El panafricanismo no es una ideología racial; es una respuesta política a una situación política. La unidad africana es la condición previa para la verdadera independencia».

— Kwame Nkrumah

«No luchamos solo por Burkina Faso, luchamos por todos los pueblos oprimidos del mundo. Nuestra victoria será su victoria; nuestra liberación será la liberación de todos».

— Ibrahim Traoré

Capítulo 17: Conclusión: ¡África para los africanos! La segunda liberación como proyecto histórico

La Alianza de Estados del Sahel representa la expresión más concreta y avanzada de la resistencia antiimperialista contemporánea en África. No es un proyecto perfecto ni exento de contradicciones internas, pero es un proyecto revolucionario que desafía directamente la matriz del poder colonial y neocolonial en el continente.

La declaración de Ibrahim Traoré —»Lo que hay en África no es terrorismo, es imperialismo. Son quienes enseñan a los terroristas. Su objetivo es mantenernos en una guerra permanente para que no podamos desarrollarnos y sigamos pagándoles con nuestras riquezas»— es mucho más que una denuncia; es un programa de acción revolucionaria.

Reconocer que el terrorismo en el Sahel es un síntoma del imperialismo, no su causa, es el primer paso para combatirlo efectivamente. El segundo paso es organizar la resistencia popular, construir instituciones soberanas, y reclamar el control sobre recursos, territorio y destino histórico.

África no necesita más «intervenciones humanitarias», más «ayuda al desarrollo», más bases militares extranjeras. África necesita y exige soberanía total, control sobre sus recursos, libertad para elegir su propio camino de desarrollo, y solidaridad —no dominación— de otros pueblos del mundo. La AES representa un paso crucial en esta dirección, pero es solo el comienzo de un proceso mucho más amplio.

El futuro de África será escrito por africanos, no por potencias extranjeras. La segunda liberación del continente, la liberación económica que complete la liberación política formal de los años 1960, está en marcha. El imperialismo resistirá con todas sus fuerzas —violencia militar, sabotaje económico, propaganda mediática, terrorismo fabricado— pero la historia está del lado de los pueblos, no de los opresores.

Para los pueblos del mundo que luchan contra el imperialismo y el capitalismo, la resistencia africana es inspiración y lección. Demuestra que incluso los países más pobres y aparentemente débiles pueden desafiar a las potencias imperiales cuando tienen dirección política clara, apoyo popular, y determinación de ser libres.

«No puede haber salvación para nuestro pueblo fuera de nuestro total compromiso con la causa de la liberación de África».

— Thomas Sankara

Esta sigue siendo la tarea histórica del momento. La AES ha tomado la antorcha de esta lucha y la ha llevado a un nuevo nivel. Su éxito no está garantizado, pero su ejemplo ya ha inspirado a millones de africanos a creer nuevamente en la posibilidad de una África verdaderamente libre y soberana.

¡África para los africanos!

¡Muerte al imperialismo!

¡Viva la revolución panafricana!

¡Viva la Alianza de Estados del Sahel!

Fuente: https://sankarakokin.x10.network/

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