Declaración de Joan Comorera: Secretario General del Partido Socialista Unificado de Cataluña; Joan Comorera, 1949

Publicado:

Noticias populares

[Enlaces de DESCARGA del texto en PDF al final del documento]

«Cuando una situación de hecho, criminal, es impuesta a la masa nacional o a la masa del partido, los verdaderos patriotas, los verdaderos revolucionarios, los verdaderos comunistas, no se plantean un problema de mayorías y minorías, no se plantean la tarea de dilucidar dónde se encuentra el «conducto regular»: se lanzan a la acción, a la batalla, con la voluntad inquebrantable de salvar la Patria de los tiranos y al partido de todo tipo de liquidadores. ¿O es que los miembros cooptados del ex-Secretariado podían esperar que el Secretario General del partido obedecería ordenes facciosas y se resignara a ser espectador y a lamentar la destrucción de una obra que es el honor y el orgullo de la clase obrera y de los trabajadores de Cataluña, que es la vanguardia dirigente de las luchas de hoy contra el franco-falangismo y que será mañana, conjuntamente con el Partido Comunista de España, la suprema garantía de una democracia auténtica en marcha hacia el socialismo? Si el Secretario General hubiera hecho eso, se habría deshonrado para siempre, habría merecido el reproche, el menosprecio de los obreros, de los trabajadores, de todo nuestro pueblo». (Joan Comorera; Declaración de Joan Comorera: Secretario General del Partido Socialista Unificado de Cataluña, 14 de noviembre de 1949)

Introducción de «Bitácora (M-L)»

Hoy 5 de septiembre de 2015, en ocasión del 121 natalicio de Joan Comorera, queremos traer el siguiente documento conocido como la «Declaración» de Joan Comorera del 14 de noviembre de 1949, el cual fue una respuesta a la «Declaración» publicada de los miembros procarrillistas del 8 de noviembre de 1949, quienes tras apoderarse del partido le habían cesado del puesto de Secretario General, y expulsado del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC). Este documento –como otros del autor– se ocultó durante muchos años ocultó a los militantes del PSUC, ya que suponía la refutación de la campaña de calumnias de la que fue víctima Comorera.

La polémica en el PSUC entre el grupo marxista-leninista liderado por Joan Comorera y el grupo de revisionistas favorables a las fuerzas revisionistas del Partido Comunista de España (PCE) como Santiago Carrillo, tiene varios puntos que deben ser explicados para que se entienda el documento. Entiéndase que lo siguiente que vamos a exponer es un repaso de los puntos más importantes del PSUC y del pensamiento de Comorera que nos permitirá comprender completamente el «Caso Comorera», o lo que es lo mismo, la pugna ocurrida entre el marxismo-leninismo y sus deformadores en el seno del PSUC:

1) La pérdida de cuadros, la cuestión de las cooptaciones, el fraccionalismo, y finalmente la usurpación del PSUC:

El Secretariado del PSUC en 1939 estaba compuesto por Miquel Serra Pàmies, Josep Miret, Josep del Barrio, Josep Marlés, Josep Muni, Felip García Matas y como suplentes Jordi Benejam y Dolors Piera. En la Iº Conferencia del PSUC de 1939 se ajustaron cuentas a muchos elementos inestables como Wenceslao Colomer o Pere Ardiaca:

«En marzo de 1939 se celebra la Iº Conferencia del PSUC, denominada «de Amberes», aunque se celebró en las afueras de París, y donde Comorera y el PSUC hubieron de afrontar las consecuencias de la pérdida de Cataluña ante el avance imparable de Franco. Fue la ocasión para hacer balance de las debilidades propias y ajenas. Dos dirigentes, miembros del Comité Central, fueron cesados de sus cargos; conviene retener sus nombres porque reaparecerán como verdugos, vengadores de viejos agravios, en 1949, diez años más tarde. Son Pere Ardiaca, convicto y confeso de «abandono de puesto», o lo que es lo mismo, por deserción ante el enemigo; su famosa cobardía de la que escribiría hombre tan poco dado a exagerar como Togliatti. El otro es Wenceslao Colomer, casado con la hija de Comorera, Nuria, y acusado con pruebas reiteradas de «capitulador» y de proferir «ataques y difamaciones» a la dirección del PSUC». (Gregorio Morán; Miseria y grandeza del Partido Comunista de España 1939-1985, 1986)

El PSUC ya había sufrido durante la Guerra Civil Española pérdidas verdaderamente sensibles como fueron los sonados casos de: Roldán Cortada Secretario del Conseller de Trabajo y Obras Públicas, asesinado el 25 de abril de 1937 por «incontrolados» presumiblemente de la FAI; Antoni Sesé, miembro del Comité Central del PSUC y Secretario General de la UGT, asesinado también en la retaguardia por «incontrolados» el 5 de mayo de 1937 frente a una sede de la CNT; o Pere Casadevall, miembro del Comité Central muerto en la Batalla del Ebro de 1938. Pero el fin de la guerra, por supuesto, no supuso el cese de la «sangría» de cuadros importantes que sufriría el PSUC.

Con las dificultades de comunicación entre el PSUC del exilio y el del interior, la persecución constante del partido en el interior de la España franquista así como los lugares de residencia en el exilio, y la consiguiente caída de militantes; muchas veces se hacía necesario remplazar con cuadros no debidos los grandes cargos que se dejaban vacantes, colándose a cuadros deficientes, inestables, arribistas, con tendencias al parroquialismo y que por tanto eran fáciles a ser propensos de servir al carrillismo. A inicios de los 40 algunos miembros del Secretariado tuvieron que ser relevados: Miret fue detenido en 1942 y finalmente asesinato por el nazismo en el campo de concentración de Mathausen en 1944; otro grupo de militantes del Secretariado: Benejam, Piera y Pámies, liderados por Del Barrio se destacaron por querer reformular el carácter del PSUC y por manifestar actitudes reformistas, nacionalistas y liquidacionistas, con lo que como era normal acabaron fuera del PSUC en 1943; por último Matas fallecería inesperadamente en Buenos Aires en 1944. Esto daría como resultado el ascenso de Colomer y Moix al Secretariado en 1943 por el vacio de militantes en el Secretariado que había surgido por estas diversas causas. El ascenso de estos dos últimos personajes al Secretariado sería fundamental para atacar a Comorera años después:

«Después de las caídas del 47, el PSUC investigó la catástrofe, responsabilidad exclusiva de Ramón Soliva y su sostenedor, Santiago Carrillo. Comorera podía haber aprovechado para desembarazarse de la tutela del aparato del PCE. Pero no fue así. Ramón Soliva será licenciado por «negligencia», lo que encubría despilfarro económico y vida irregular a costa del erario del PSUC. Fue reexpedido a la URSS. Le sustituirá «Román» [Josep Serradell], ayudado por Wenceslao Colomer, yerno de Comorera, y hombre a quien el secretario general del PSUC tenía en pésimo concepto. Tanto Serradell como Colomer habían trabajado en las JSU de Barcelona a las órdenes de Santiago Carrillo, hasta la caída de la ciudad, en 1938; ahora volverían a hacerlo para lograr la caída de Comorera. Nada indica que Comorera diera alguna importancia a la ocupación del aparato clandestino por lo muy lejano que estaba de su círculo y de su procedencia. Lo cierto es que en agosto de 1948, el secretariado del PSUC se amplía con la entrada del matrimonio Serradell-Abril y con la reincorporación del resentido Pere Ardiaca, por el que Comorera siente la misma consideración que si hubieran puesto una silla más en las reuniones. Comorera, en su soberbia de hombre indiscutido rodeado de mediocres, no percibe que tiene los días contados si quiere seguir siendo el Comorera que siempre fue». (Gregorio Morán; Miseria y grandeza del Partido Comunista de España 1939-1985, 1986)

Los sucesos de los próximos años y diversos factores harían que estos elementos sancionados fueran reescalando puestos poco a poco, sobre todo por la difícil situación de clandestinidad y las consecuencias que comentamos. A comienzos de 1949 el PSUC sufriría un golpe que redundaría en favor de los intereses de los oportunistas. Fueron capturados y fusilados cuatro de sus grandes figuras: Puig Pidemunt –director del órgano del PSUC, «Treball»–, Numen Mestres –responsable de las JSU–, Ángel Carrero –responsable político del movimiento guerrillero en Cataluña– y Pere Valverde –responsable militar– todos conocidos por su fidelidad a la línea de Comorera hasta sus muertes, algo que acabó debilitando más el núcleo central de cuadros revolucionarios y honestos en los que Joan Comorera podía confiar para la futura polémica.

Además, los elementos oportunistas nuevos y viejos del PSUC –algunos ya sancionados y degradados y otros todavía emboscados– se apoyaban en la dirección revisionista del PCE para sus fines, ejemplo de ello fue la celebración del Mitin de Toulouse en honor a la fundación del PSUC del 13 de julio de 1936, donde el PCE ayudó a los elementos revisionistas del PSUC a deformar la línea, el carácter y la historia del partido:

«En julio de 1949, Comorera enfermó e intentó posponer la celebración del mitin del XIII aniversario de la fundación del PSUC, con la intención de ganar tiempo. De París, se retiró a Toulouse a descansar, donde lo visitaron Moix y Colomer para comunicarle que habían decidido organizar el acto igualmente, en espera, eso sí, que él también participara. Comorera se negó rotundamente. El mitin se celebró el 28 de agosto en el cine ABC de Toulouse. Hizo la presentación Vidiella e intervinieron Serradell [Román], Colomer, Antonio Mije por el PCE y Moix. Todos ellos remarcaron como un solo hombre la identidad comunista del PSUC y la perspectiva de fusión orgánica con el PCE, citaron repetidamente a la Pasionaria y denunciaron las desviaciones nacionalistas pequeño burguesas en general». (Carme Cebrián; Joan Comorera vuelve a casa, 2009)

Finalmente el mitin de Toulouse fue celebrado el 28 de agosto de 1949, todos hicieron énfasis en la lucha que hasta entonces había llevado el PSUC contra las reminiscencias del nacionalismo y el anarquismo, eso sí, sin citar una sola vez que esta labor fue llevada de forma autónoma por el PSUC y que dicho liderazgo fue encabezado por Comorera como demuestran sus trabajos. Se intento todo lo contrario: dar la falsa impresión con varias citas y adulaciones que este trabajo habría sido mérito no ya de José Díaz –a quién Comorera siempre agradeció por sus valiosos consejos–, sino de Dolores Ibárruri –quién estaba muy lejos de ser una teórica en los años 30 y 40–, y como también se comenta en el anterior texto; los interlocutores del PSUC en el mitin como «Román» o Moix se encargaron de preparar el terreno en sus discursos para una próxima fusión orgánica PSUC-PCE. En especial es de resaltar por parte del PSUC el discurso de Colomer, quién proclamaba que desgraciadamente los venenos del anarquismo y el nacionalismo todavía persistían –preparando al público asistente para la próximas ofensivas contra Comorera con la excusa de que el partido ya lo había ido detectando y advertido en este mitin–. No menos curioso fue la larga intervención de Antonio Mije por parte del PCE –después conocida figura antistalinista y protitoista–, quién instó al PSUC a aprender del ejemplo de cómo el imperialismo usaba el nacionalismo con el caso de Tito y a cuidarse de ello –también como preludio a las próximas acusaciones absurdas de que Comorera era un titoista–.

A finales de los 40 Joan Comorera Secretario General y Miquel Valdés Secretario de Organización, sumados a otros grandes líderes del PSUC, estaban sumamente preocupados por la actuación de diversos cuadros como Colomer, Moix o Vidiella. Como vimos en el desarrollo del Mitin de Toulouse de agosto de 1949, Comorera pudo observar como algunos cuadros realizaban una desnaturalización del carácter del partido y su historia, amenazaban con una próxima fusión mecánica PSUC-PCE sin la siquiera celebración de un congreso, negaban su trabajo y sus aportaciones al PSUC, y le atacaban indirectamente, sin citarle aún, bajo acusaciones de nacionalismo por no acatar estas aberraciones de claro cariz liquidacionista respecto al carácter y misión con el que se fundó el PSUC. Esto se sumaba a las desviaciones teóricas de otros elementos como Pere Ardiaca, quién por ejemplo en ausencia del jefe de «Lluita» Amadeu Bernardó, estaba publicando en dicho periódico terribles desviaciones teóricas y ataques más o menos encubiertos hacia el Secretario General, además de implantar una línea ajena a la del partido que claramente denotaba que buscaba la absorción del PSUC por el PCE como Carrillo demandaba. También había preocupación sobre «Román» quién era uno de los nuevos responsables en la seguridad del PSUC y que en las juventudes, igual que Colomer, habían trabajado en estrecha relación con Carrillo desde la guerra, por lo que no era raro que se hubiera sumado al circo de manipulaciones en el Mitin de Toulouse. Por último estaba Margarida Abril quién desde diversos medios escritos incitaba a «buscar y eliminar a supuestos nacionalistas en la dirección del PSUC» en alusión indirecta a Comorera, pese a saber que el Secretario General había sido precisamente uno de los luchadores más firmes contra el nacionalismo y sus raíces.

Se procedería el 30 de agosto a notificar la expulsión del partido a tres de estos elementos que estaban realizando la pérfida labor descrita:

«Habiéndose comprobado que la conducta de Pere Ardiaca, Román y Margarida Abril ha perjudicado en gran manera al partido, la dirección ha decidido suspenderlos de los derechos de militantes. Y ha designado al miembro del Comité Central el camarada Miquel Valdés para que esclarezca esta cuestión y proponga las medidas que considere pertinentes». (Partido Socialista Unificado de Cataluña; Comunicado de la Secretaria General del PSUC, 30 de agosto de 1949)

Solo un día después de la expulsión de estos tres miembros, el 31 de agosto en la edición de «Lluita», con la contundencia que le caracterizaba, en el artículo con autor anónimo «Puntualicemos», Comorera atacaba la publicación del 2 de agosto de «Lluita» donde Margarida Abril había distorsionado la historia del partido y su carácter. Recordó que el PSUC había sido admitido en julio de 1939 como partido independiente en la Komintern. Que el 15 de mayo el PSUC estaría presente en la discusión sobre la disolución de la Komintern, y que el 24 de mayo el PSUC prestó su firma en la resolución de disolución de la Komintern –citando dicho documento–. Con ello daba un golpe teórico irrefutable a Margarida Abril y similares que habían intentado adrede reformular la historia del partido, dando si cabe más valor y respaldo a las expulsiones del día anterior.

También, durante esos días Comorera al frente de los demás miembros del Comité Central decidió formar un nuevo Comité Ejecutivo, lo que implicaba limpiar a otros elementos desviacionistas que estaban reincidiendo como era el caso de Wenceslao Colomer. Varios años después, en 1985, Josep Marlés comentaría que durante este momento Comorera y otros intentaron convencer a Rafael Vidiella y Josep Moix de que recapacitaran y realizaran una autocrítica por sus últimas desviaciones, pero que fue en vano, pues se mantuvieron en sus posiciones y rehusaron todo debate, por lo que muy seguramente también se tenía pensado apartarlos del nuevo Comité Ejecutivo. La posibilidad de disolver el Comité Ejecutivo y formar uno nuevo de hecho era un poder que específicamente quedó tipificado desde la Komintern en la figura del Secretario General en casos de situación excepcional, algo que también se reflejaba en el propio reglamento del PSUC. Poderes excepcionales que se comprenden que se dieron al Secretario General por la peligrosa situación de la clandestinidad del PSUC en el exilio:

«El último Comité Ejecutivo del PSUC, y más tarde el Secretariado de la Komintern, teniendo en cuenta las condiciones excepcionales en las cuales hemos de actuar en nuestra lucha, otorgaron al mandato del Secretario General, el camarada Joan Comorera, para que, en momentos graves, efectué las medidas más adecuadas con tal de que garantizar la unidad, la integridad, y la misión histórica de nuestra causa que defendemos. Considerando que esta situación se ha producido, he decidido, tomando toda la responsabilidad personal que ello conlleva, lo siguiente: 1) Considerando que la actual Dirección no garantiza la independencia política y orgánica del partido, el cumplimiento de su misión histórica de unirse en torno a los principios marxista-leninistas-stalinistas, a la clase obrera y los trabajadores en general de Cataluña; de forjar el arma más eficaz en la lucha actual contra el franco-falangismo y las criminales maniobras del campo imperialista, neofascista y provocador de guerras contra la Unión Soviética y las nuevas democracias y el movimiento obrero y progresivo del mundo entero. Es por consiguiente la actual, una Dirección caduca. 2) En las circunstancias actuales se procederá a una reorganización de un Comité Ejecutivo, órgano estatutario de nuestro partido, que por su composición y su forma debe dar solución a los problemas planteados y nos conduzca a la victoria. 3) Procediendo, también con la colaboración directa de los miembros del Comité Central, los camaradas Miquel Valdes, Josep Marlés, Josep Muni, Lluis Salvadores y Antoni Bertran Suria y con la participación activa de los militantes del partido, se constituirá el nuevo Comité Ejecutivo. Estas medidas deben contribuir para reforzar el carácter marxista-leninista-stalinista de nuestro partido». (Partido Socialista Unificado de Cataluña; Comunicado de la Secretaria General del PSUC, 29 de agosto de 1949)

Pero las medidas tomadas por Joan Comorera y el Comité Central fueron tardías, o insuficientes, pues otros elementos ganados por Ibárruri-Antón-Carrillo, y la línea en el PSUC de absorción por el PCE como Moix-Vidiella-Colomer ya se habían hecho con gran parte del aparato del partido, y en breve decidieron readmitir a los elementos expulsados –Ardiaca, «Román» y Margarida– y darle la vuelta a la situación retirando a Joan Comorera del cargo de Secretariado General el 2 de septiembre de 1949, provocando que el cisma se hiciera público y abierto por la forma en que se saltaban todas las normas del centralismo democrático y de la democracia interna para remover a Comorera de su puesto:

«Los miembros cooptados del ex-Secretariado, Josep Moix, Rafael Vidiella y Wenceslao Colomer, rehusaron sistemáticamente discutir con el Secretario General del partido la grave situación política creada por el complot liquidacionista en el PSUC. Ellos rehusaron toda posible solución de la crisis, entonces todavía evitable, que, de escalar, causaría un gran daño a nuestro partido, al Partido Comunista de España (PCE), a la clase obrera de los pueblos hispánicos. Y revelando que desde el comienzo habían sido parte del complot de liquidación del PSUC, no solamente rehusaron el discutir con el Secretario General, sino que harían causa común con los tres adjuntos del ex-Secretariado, Pere Ardiaca, «Román» y Margarida Abril, contra los cuales se habían formulado acusaciones gravísimas y provocaron repentinamente la crisis del 2 de septiembre de 1949 emprendiendo la decisión arbitraria de «suspender» en el ejercicio de sus funciones al Secretario General del partido. El Secretario General, al comprobar la verdad absoluta de los hechos, enunciaba en la Circular Nº1, dando el hecho ya innegable de que los conspiradores estaban decididos a liquidar el PSUC prescindiendo de toda norma democrática, deformando los principios del marxismo-leninismo, abusando del aparato del que se habían apoderado por la violencia». (Partido Socialista Unificado de Cataluña (Comorerista); Boletín Interior, Circular Nº7, 15 de enero de 1950)

Efectivamente, la existencia en el PSUC de elementos revisionistas ponía en grave peligro su «unidad, su integridad y su misión histórica», esto impedía luchar con eficacia contra «el franco-falangismo, contra las maniobras imperialistas, y la defensa de la Unión Soviética y otros países socialistas», y la prueba la tenemos en que cuanto estos elementos usurparon el partido, se pudieron ver rápidamente que las consecuencias advertidas por Comorera no eran un cuento.

¿Y qué nos enseña de nuevo la experiencia del PCE y PSUC?:

«De nuevo la tesitura histórica enfrenta a los comunistas a la realidad del hecho de que el partido comunista sino es formado bajo unos principios ideológicos –bajo la ideología marxismo-leninista– y organizativos –bajo el centralismo democrático– sólidos pueden suceder casos como el que estamos viendo, donde los oportunistas se apoderen del partido, expulsen e incluso asesinen a los verdaderos comunistas, algo que incluso tiene mayor delito si el partido está en el poder». (Equipo de Bitácora (M-L); La crítica al revisionismo en la Iº Conferencia de la Kominform de 1947, 13 de agosto de 2015)

2) La cuestión de las etapas, el frente antifranquistas y las alianzas en la revolución:

Este punto es uno de los que, según Comorera, más importancia tuvo sobre todo al valorar y debatir directamente con las posiciones de varios miembros del PCE y del PSUC sobre todo al principio; aunque luego, con el comienzo de las calumnias políticas y ataques personales, sería algo que pasaría a un segundo plano.

Como sabemos, en el PCE de finales de los 40 empezaron a dominar las tesis revisionistas: solo se preocupaban de hablar de luchar por recuperar una «república democrática» –en abstracto, sin darle un carácter de clase–; tipificar la creación de grandes frentes amplios –sin dejar claro quienes entrarían en él, ni hablar del rol del partido comunista que debía ser hegemónico–; de darle un lugar político y económico a la burguesía nacional en el nuevo proyecto postfranquista, sobre todo a la de aquellas en las zonas donde estaba pendiente la cuestión nacional como Cataluña –pese a la negativa experiencia de su papel en los momentos decisivos durante la Segunda República y la Guerra Civil–; y demás puntos que serían visibles en la estrategia de la «reconciliación nacional» de Carrillo e Ibárruri anunciada a mediados de los 50. Durante la «Declaración» de Comorera se podrá ver más sobre este punto tan interesante.

Comorera en cambio no congeniaba con las tesis sobre la revolución que tenía la entonces actual dirigencia del PCE liderada por Dolores Ibárruri, Santiago Carrillo, Enrique Líster, Francisco Antón, Antonio Mije, Vicente Uribe, y otros:

«Las elaboraciones teóricas que Comorera había hecho en los últimos años, principalmente referidas al problema nacional, le habían conducido a formular unas conclusiones políticas que discrepaban de la proposición del PCE en dos aspectos principales: el problema de las alianzas en la revolución democrática, y el papel del problema nacional en la lucha por la democracia y el socialismo. Joan Comorera partía de la hipótesis que durante la guerra mundial se había visto claramente manifestada la imposibilidad que se produjera una alianza nacional con el capitalismo, llegado al estadio de monopolismo imperialista. La liberación nacional, concluía, va directamente ligada a la liberación social, y esta, en la etapa del capitalismo monopolista, interesa a amplios sectores sociales, entre los cuales se formará una alianza popular que ha de dar al nuevo régimen de democracia popular la posibilidad de solventar el problema nacional y el social. La burguesía solo podrá incorporarse a este movimiento a través de adhesiones personales a la lucha por la liberación nacional, nunca impulsada por un interés de clase. La liberación nacional era, según él, uno de los motores de la revolución democrática». (Editorial Undarius; Joan Comorera: Socialismo y la cuestión nacional, 1977)

Comorera veía así el régimen a instaurar, las fuerzas que debían comandarlo y como se relacionaba con la cuestión nacional:

«La segunda condición es instaurar un régimen, en sustitución del franquismo liquidado, que sea para Cataluña una garantía indiscutible. ¿Podemos plantearnos el problema de una Cataluña aislada en la península y en el mundo, librándose de Franco por su propio esfuerzo? No. ¿Podemos plantearnos el problema de una Cataluña bastante fuerte para arrojar a Franco de su seno, sin que Franco dejase de ser el dictador de España? No. ¿Podemos plantearnos el problema de una monarquía restaurada que garantizara a Cataluña el derecho de la autodeterminación? La experiencia histórica nos dice que no. ¿Podemos plantearnos el problema de que en una Europa colonizada por Hitler o Mussolini, Cataluña recobraría su personalidad? Por absurdo, no. ¿Podemos plantearnos el problema de que una restauración de la República del 31 resolvería la cuestión? No. Hemos hecho ya la experiencia y no queremos repetirla. Bajo la República del 31, Cataluña no pudo ejercer el derecho a la autodeterminación. El Estatuto no fue la expresión de la voluntad de los catalanes, sino del precario buen deseo de las Cortes Constituyentes Españolas. ¿Podemos plantearnos el problema de que Cataluña, por su solo esfuerzo, puede derrotar a Franco en Cataluña y en España e imponer a los pueblos hispánicos el régimen político que asegure sus derechos a la autodeterminación? No. Entonces, sólo un camino se abre ante Cataluña: ligarse estrechamente con todos los pueblos hispánicos para hundir a Franco y proclamar, juntos, una República Popular, dirigida por la clase obrera. La experiencia histórica nos demuestra que las clases feudales aristocráticas no resuelven los problemas nacionales. La experiencia histórica nos demuestra que una República dirigida por la burguesía, no resuelve los problemas nacionales. La experiencia de nuestra guerra nos demuestra que la burguesía del país agresor suprime las débiles concesiones hechas, en cuanto ven en ellas un peligro para sus intereses de clase. La experiencia de nuestra guerra nos demuestra que la burguesía catalana, la grande y mediana, con los líderes de los partidos nacionalistas pequeño burgueses, se pasan en masa al enemigo antes de admitir una Cataluña libre social y nacionalmente». (Joan Comorera; Contra la guerra imperialista y por la liberación social y nacional de Cataluña, 8 de septiembre de 1940)

¿Cómo sería la política de alianzas en el frente popular antifranquista? ¿Qué transformaciones habían sucedido en el panorama político desde la Guerra Civil ya conclusa desde 1939?:

«¿Cómo debe ser el Frente Popular? ¿Con quién podemos y hemos de hacer el Frente Popular, en la nueva situación que nos plantea la política internacional y la reconquista de nuestro país? El Frente Popular de hoy no puede ser una copia del de ayer. El Frente Popular antiguo cumplió ya su misión histórica. Fue en todo aquel periodo un precioso instrumento de lucha. Su repetición actual sería contraproducente, un error incomprensible. ¿Podemos hacer el Frente Popular con la socialdemocracia española –afortunadamente no hay socialdemocracia catalana–, aliada a la FAI en la conspiración preparatoria de la traición Casado-Miaja-Mera-Besteiro? ¿Con la socialdemocracia, agencia asalariada del imperialismo, vanguardia en la lucha contra la Unión Soviética, que recogió del lodo la bandera antiKomintern? (…) ¿Podemos hacer el Frente Popular con los líderes de los partidos nacionalistas pequeño burgueses? En primer lugar habría que saber dónde están los partidos nacionalistas pequeñoburgueses. Ya durante la guerra, eran unas formaciones esqueléticas. Después de la derrota, han desaparecido. (…) Y vamos nosotros adelante a hacer vuestro trabajo, sin mirar atrás. Han desaparecido los líderes pequeñoburgueses, pero queda el pueblo. Hagamos el Frente Popular con el pueblo, por la base. Un Frente robusto, triunfante. Un Frente Popular con los miles de catalanes que, en Francia y en América, nos acompañan en la lucha contra la guerra imperialista, contra la entrada de España en la guerra imperialista, por la paz entre los pueblos, por la reconquista de una Catalunya social y nacionalmente libre. ¡Un Frente Popular como el que ya existe en Catalunya bajo el firme liderazgo del PSUC, entre los catalanes que todos los días dan la batalla a Franco, con menosprecio estoico de la propia vida!». (Joan Comorera; Contra la guerra imperialista y por la liberación social y nacional de Cataluña, 8 de septiembre de 1940)

Es decir, ante la cobardía, traición y disolución de la mayoría de organizaciones reformistas, nacionalistas y anarquistas, el frente debía pivotar en torno al PSUC, y en caso de que alguna parte de las masas populares no se hubieran desligado de sus esperanzas en estos cadáveres políticos e incluso militara, establecer con ellos un trabajo para lograr la caída de Franco, y la proclamación de la República Popular, mientras se les persuadía de la justeza de la línea del PSUC, y se criticaba y corregía sus vestigios no marxistas, evitando confraternización con los cabecillas de sus organizaciones.

3) La historia del PSUC y la cuestión del respeto a sus status de partido independiente y miembro autónomo de la Komintern:

En vida de marxista-leninistas como José Díaz o Pedro Checa, el PCE respetaría la decisión de la Komintern de admitir al PSUC como partido independiente y otros elementos después conocidos por su revisionismo al menos en ese momento respetarían tal estatus al menos hasta 1942, momento de la muerte de las figuras marxista-leninistas relevantes como Díaz-Checa. Después se intentaría negar una evidencia histórica registrada por los propios documentos de la Komintern, poco a poco y bajo diversas tácticas los revisionistas intentarían ir moldeando al PSUC y sus figuras para que aceptaran su absorción por el PCE, que ya para finales de los 40 estaba liderado por elementos claramente revisionistas como Dolores Ibárruri o Santiago Carrillo. Los elementos «carrillistas-ibárruristas» del PCE y del PSUC manipularían la verdad histórica, y argumentarían que el PSUC jamás fue reconocido como Sección Catalana independiente de la Komintern: los Comorer, Vidiella, Moix y otros dirían de memoria esto pese a saber que era falso:

«Al fundarse, como consecuencia de la fusión del Partido Comunista de Cataluña, de la sección catalana del Partido Socialista Obrero Español, del Partit Catalá Proletari y de la Unió Socialista de Cataluña, el Partido Socialista Unificado de Cataluña adoptó unánime y libremente los principios de la Komintern, adhiriéndose a ella, como consta el pacto de fusión a través del Partido Comunista de España». (Partido Socialista Unificado de Cataluña; Declaración del Secretariado sobre la conducta política de Joan Comorera, 8 de noviembre de 1949)

Algo que no se sostiene de ninguna forma, pues el PSUC fue reconocido como un partido independiente del PCE por la Komintern. De hecho, en aquellos momentos Joan Comorera preguntó si con la progresiva bolchevización del partido y la adhesión a la Komintern, el PSUC debía cambiar el nombre hacia uno más clásico, la Komintern respondió con coherencia que con los avances del partido en su bolchevización que era lo importante, el nombre era lo de menos, y aceptó al partido como Sección Catalana de la Komintern en junio de 1939:

«El político catalán, incluso llegó a proponer un cambio de nombre para su partido como evidencia de su fe ideológica en la Komintern. Comorera apostó por transformarlo en el PSCUC, es decir el Partido Socialista y Comunista Unificado de Cataluña. En otras palabras, el partido catalán sustituía nominalmente su carácter unificado por el de comunista, porque el primer término [socialista] quedaría como un simple elemento figurativo que formaría parte de la rutina del partido, pero que ya no definía su contenido ideológico. La respuesta unánime del Comité Ejecutivo de la Komintern fue, que sin necesidad de cambiar los términos del nombre del partido se «reconocía al Partido Socialista Unificado de Cataluña como una Sección Catalana de la Komintern, con derecho a tener representación en el IKKI». Esta decisión era aparentemente sorprendente. Primero, porque rompía el eje vertebrador de la Komintern, según el cual cada Estado sólo le correspondía la representación de un solo partido político. Y, segundo, porque los miembros de la dirección del PCE que formaban parte del Comité Ejecutivo de la Komintern habían votado a favor de esta resolución». (Carme Cebrián; Joan Comorera vuelve a casa, 2009)

La verdad es pues tozuda:

«El Secretariado del IKKI sorprendentemente, tras la ponencia de Comorera, acabó reconociendo el PSUC como sección oficial del organismo internacional el 24 de junio de 1939». (Jose Puigsech Farrás; El peso de la hoz y el martillo: La Komintern y el PCE frente al PSUC, 1936-1943, 2009)

Esto hasta puede ser demostrado por las propias declaraciones de los «carrillistas-ibárruristas» ante de la abierta polémica:

«La cuestión no se presenta de igual manera en el PSUC, porque como es sabido, este es un partido independiente que no forma parte del PCE, si bien está inspirado en los mismos principios ideológicos, tiene idéntica línea política y de organización». (Francisco Antón; Informe en el IIIº Congreso del Partido Comunista de España, 1947)

Joan Comorera pues, estaba en pleno derecho de denunciar a los elementos que no respetaban este estatus del PSUC, y que pretendían que el PCE absorbiera al PSUC manipulando además la historia del PSUC y la Komintern:

«La crisis ha explotado cuando los camaradas del Buró Político del PCE decidieron absorber el PSUC». (Joan Comorera; Carta a Palmiro Togliatti, 29 de diciembre de 1949)

Dejemos las posturas y reflexiones acaecida en una carta entre dos marxista-leninistas catalanes, Marlés y Valdés, cuando los elementos del PSUC favorables a las tesis y mecánica absorción del PCE salieron al paso abiertamente:

«Ante las manifestaciones de algunos camaradas sobre el problema político que los militantes del PSUC tenemos que plantear, creemos necesario hacer algunas precisiones. (…) Sería cómodo para mí, como también lo sería para todos los que integran la familia del PSUC, refugiarnos en el acto fácil de callar. Esta responsabilidad no la podría aceptar, pues no seguiría las normas de nuestro partido, ni tampoco creo que le beneficiaria. Al parecer, una de las cuestiones que más estremece a algunos de nuestros militantes, es la formulación que ha hecho nuestro Secretario General, el camarada Joan Comorera, sobre el carácter del PSUC, como un partido independiente orgánicamente y políticamente. Esta formulación que pone la piel de gallina a algunos y que se interpreta como una herejía, es cierta. Lo es que el PSUC fue admitido como Sección Catalana de la Komintern, y nunca en todo el largo tiempo transcurrido, ni de cerca ni de lejos, alguno había osado impugnar esta justa caracterización del PSUC, la cual según la Komintern era un partido independiente igual que todos los otros partidos comunistas de su seno. (…) ¿Así que si nuestro partido no tiene independencia política, de que nos servirían entonces sus congresos, sus conferencias, sus reuniones del Comité Central y de sus órganos ejecutivos? ¿Para qué habría de existir y funcionar estos organismos? ¿Es que los congresos, las conferencias, el Comité Central, se reúnen tan solo para dar un balance de cuentas y del nombre de los militantes, como si fuera un consejo de ministerio de una casa comercial vulgar? No, las funciones de estos organismos son de tipo políticas y orgánicas. En los congresos, las conferencias y reuniones del Comité Central, en ellas se estudian y se discute los problemas políticos, se presentan soluciones políticas, se estudia y se discute bajo las normas e inspiración de sus principios ideológicos que rigen el PCE y todos los partidos comunistas. En eso reside nuestra independiente política». (Josep Marlés; Carta al camarada Verdal, defendiendo las posiciones de Joan Comorera, 15 de agosto de 1949)

El ex miembro del Partido Comunista de España, Gregorio Morán, relató una conversación sostenida entre Joan Comorera y Antonio Mije el 14 de noviembre de 1949, donde el primero se atrevió a confesar quién creía que era el jefe directo de la conspiración liquidacionista en el PSUC y de la actuación de sus elementos:

«Comorera en su charla con Mije apunta por primera vez quién es el motor de la conspiración y los ataques contra su persona. En un informe redactado por Mije para sus colegas del Buró Político escribe: Dice [Comorera] que contra él ve la mano de Santiago [Carrillo] y, que en la actitud y la conducta de Ramón Soliva estaba la mano de Santiago y que ahora en la conducta de «Román» [Serradell] está la mano de Santiago. Dice ¿qué es lo que quiere Santiago? Es que Santiago está contra el PSUC y está contra mí, continúa diciendo. Y en la lista de agravios que Comorera, harto, va relatando a Mije, señala a «Román» [Serradell] como un militante que no es leal con él. Por ejemplo, Comorera le ha planteado que él deseaba hablar con el camarada responsable de montar la Agrupación Guerrillera de Cataluña. A esto «Román» respondió que lo pensaría. Curiosa respuesta de un miembro del Comité Central a su secretario general». (Gregorio Morán; Miseria y grandeza del Partido Comunista de España 1939-1985, 1986)

En ese momento Comorera parece todavía confiar en que el PCE investigaría y pondría fin a estas intromisiones y delitos que estaban incitando en el PSUC, pero lo cierto es que tras esa conversación con Mije, en cuestión de días se daría cuenta que no solo Carrillo, sino muchas de las grandes figuras en el PCE como Mije, Líster, Antón, y otros tampoco le iban a prestar ayuda, sino que también eran participes o lo serían de la trama contra él.

4) La cuestión de las relaciones con el PCE y la misión histórica del partido único marxista-leninista de todos los pueblos hispánicos:

Los revisionistas españoles y catalanes utilizaron muchísimo la baza de que Comorera «no promulgaba la colaboración del PSUC con el PCE» o que negaba «una próxima unificación de los partidos proletarios hispanos» en el futuro. Una acusación falsa donde las haya:

«Ya desde la fundación del PSUC, es el Secretario General quién proclamaría de manera perseverante, en todos los materiales propios y de dirección, la necesidad absoluta de una acción común, de una línea común con el partido hermano, el Partido Comunista de España (PCE); quién ha planteado sin equivocaciones ni vacilaciones la perspectiva inevitable del Partido Único marxista-leninista de los pueblos hispánicos. Y los textos lo demuestran». (Manifiesto con firmas a favor de Comorera y el PSUC; A todos los militantes del PSUC, 7 de noviembre de 1949)

Comorera siempre manifestó que las relaciones con el PCE eran las relaciones de partidos hermanos, y de un partido de la familia de la Komintern, e hilaba que era imposible ganar la Guerra Civil Española o derribar después al franco-falangismo sin conectar al PSUC a la lucha del PCE y viceversa:

«Unidad en el seno del PSUC, unidad con PCE. Esta unidad no debe ser de forma, sino cordial y efectiva. Una unidad que no se debilite ni se rompa. Debemos afirmar que la peor desgracia que nos podría abrumar sería un enfriamiento de las relaciones con el PCE, prólogo de una posible ruptura en el seno de nuestra gloriosa Komintern. La unidad con el PCE que nos lleva a discutir y establecer conjuntamente la misma línea política no disminuye ni desdibuja la cada día más gloriosa y libre personalidad del PSUC en la política de Cataluña». (Joan Comorera; La presencia de Cataluña en la guerra por la independencia; Informe en el Comité Central de París, conocido como Comité Central d’Anvers reunido los días 2 y 3 de 1939)

Comorera veía que ya en un futuro, cuando los comunistas españoles fueran capaces de crear el partido único del proletariado en España, como los comunistas catalanes habían hecho en Cataluña con el PSUC, y cuando las condiciones lo requirieran, y siempre bajo la permisión y voluntad no forzada de cada partido, se podría hablar de iniciar la unificación de todos los partidos de España en un único partido marxista-leninista de todos los pueblos hispanos:

«Hoy somos dos partidos, orgánicamente independientes, que dirigimos la lucha cada uno en su territorio y con nuestra plena responsabilidad. Aunque somos dos partidos tenemos la misma teoría, la misma línea política que refuerza en común, el mismo Estado que hemos de conquistar y estructurar juntos, el mismo enemigo que hemos de aniquilar juntos y una clase obrera unidad por los mismos intereses y la misma línea histórica. Esta unidad inquebrantable entre los dos partidos hermanos ha sido seguramente el mejor instrumento que hemos tenido a lo largo de toda la historia de nuestra durísima historia del partido en el proceso de bolchevización. Hemos de velar por ella, por impedir que nada nos estorbe, que nada nos afecte, que nada retarde indebidamente la futura unidad orgánica. Y hemos de comprender que el día en el cual, de acuerdo con las exigencias de la lucha, el Congreso de nuestro partido acuerde la fusión orgánica, la formación del Partido Único Marxista-Leninista-Stalinista de toda España, será el día más glorioso de nuestra vida y de nuestra historia: habremos creado las condiciones que nos permitirán marchar hacia la solución de nuestros problemas básicos, de clase y nacionales». (Joan Comorera; El camino de la victoria: Discurso pronunciado en Perpiñán en ocasión del aniversario de la fundación del PSUC, 1947)

Pero claro, para empezar el PCE todavía no había logrado crear un partido único del proletariado para España como hizo el PSUC en Cataluña, estando por tanto el proletariado español disperso en diversas agrupaciones anarquistas y socialdemócratas; a eso se le suma el hecho no menos grave de que el PCE había sido capturado desde 1948 por elementos que poco a poco se destapaban por su rancio chovinismo y podrido reformismo, queriendo estos elementos antimarxistas la absorción del PSUC por el PCE sin ni siquiera permitir que el PSUC tomara tal decisión en un congreso suyo, el objetivo era suprimir su carácter autónomo y revolucionario, un acción que iba en contra de la misión histórica de los comunistas hispanos y sus intereses, algo que los verdaderos revolucionarios Comorera iban descubriendo y ante lo que no se doblegarían.

5) La cuestión del derecho de autodeterminación de Cataluña y el nexo de su lucha nacional y de clase con el resto de pueblos hispánicos:

Comorera: en un intento desesperado de sus adversarios fue presentado como un «pequeño burgués nacionalista» que simplemente deseaba separar los intereses de Cataluña con el resto de pueblos hispánicos, y atar los intereses de la masa popular en el carro de la burguesía catalana, una acusación bastante estúpida si se repasa su magnífica obra.

Primero que todo, Comorera siempre se mantuvo fiel a la concepción marxista-leninista sobre la cuestión nacional:

«La clase obrera, claro, tiene una concepción propia de la cuestión nacional, una concepción opuesta, inconciliable a la del reaccionario nacionalismo burgués. Nosotros profesamos la teoría nacional staliniana, los principios básicos son: el problema nacional es inseparable de la lucha por el aniquilamiento de la explotación capitalista; el derecho de autodeterminación de los pueblos es inalienable; la nación, en ejercicio democrático de su derecho, puede constituirse en Estado separado, puede unirse a uno u otro Estado, puede federarse con el Estado al que históricamente pertenece, y el respeto de esta voluntad nacional libremente expresada es obligatorio; todos los pueblos son iguales en derechos y los pueblos más avanzados tienen el deber de ayudar a los más atrasados a elevarse al mismo nivel; la unión libre de los pueblos iguales en derechos elimina toda posibilidad de opresión nacional, pone la nación al servicio de la humanidad y asegura la convivencia fraternal de los pueblos, la construcción de una vida pacífica, de bienestar progresivo y de libertad verdadera». (Joan Comorera; Carta abierta a Reyes Bertal, 1948)

De hecho, el actual vació ideológico y las nulas perspectivas de clase por parte de los actuales partidos catalanes sobre la cuestión nacional pueden ser contraargumentadas con la siguiente reflexión del marxista-leninista catalán:

«La separación por la separación es una idea reaccionaria, ya que en nuestro caso concreto, Cataluña, constituyéndose en un Estado independiente, saldría de una órbita de explotación nacional para caer dentro de otra igual o peor. (…) La separación por la separación no resuelve el problema nacional, porqué la continuidad del imperialismo comporta la opresión nacional, progresiva, incluso de aquellas naciones que un día fueron independientes y soberanas». (Joan Comorera; Carta abierta a Reyes Bertal, 1948)

Durante la contienda de la Guerra Civil Española tuvo que frenar la especulación de que en Cataluña había un movimiento mayoritario secesionista que intentaba hacer la guerra por su lado, o que buscaba hacer la paz con Franco por parte. De hecho Comorera replicó que quienes realmente habían adoptado posturas secesionistas que desconectaban y descoordinaban la lucha antifascista del frente catalán con el resto de los pueblos de España habían sido los anarquistas o los agentes de quinta columna, pero jamás los comunistas del PSUC ni la mayoría de los verdaderos patriotas catalanes:

«No hay movimiento separatista ninguno. Puede haber, algún grupo de intrigantes de quinta columna en relación más o menos directa con los agentes del fascismo internacional, pero no tienen en Cataluña en cuanto a organización ni influencia ni prestigio ni representan un peligro alguno, los verdaderos separatistas y más peligrosos son (…) los anarquistas, porque durante diez meses de hegemonía sindical, política, militar y económica en Cataluña, han hecho más por el separatismo que los viejos nacionalistas. (…) Y aún ahora son los que más especulan con el tópico nacionalista aprovechándose de circunstancias temporales. (…) Podéis leer su prensa, y sobre todo su prensa clandestina que es bien frondosa, y veréis como allí explican de forma sistemática los sentimientos nacionalistas de Cataluña, no para extraer de ellos un mayor vigor en la lucha común contra el fascismo, sino para provocar un acto de rebeldía contra el gobierno del Frente Popular la República, y para desprestigio y destrucción de las fuerzas marxistas de Cataluña que son garantía de la victoria. (…) Pese a todo, yo os digo camaradas: ellos son poco en este sentido de corriente de opinión, porque los catalanes han comprendido cual es su deber. Nosotros les hemos dicho: Cataluña no puede ser libre si en España vence el fascismo, España no puede ser libre sin la ayuda abnegada y desinteresada de Cataluña». (Joan Comorera; Discurso en el Pleno del Partido Comunista de España, agosto de 1937)

También tipificó que Cataluña solo podría ejercer su derecho en una República Popular dirigida por la clase obrera que se instaurara en toda España, en conexión con la lucha de todos los pueblos hispánicos:

«Cataluña es una nación. Pero Cataluña no puede aislarse. La tesis de que Cataluña puede resolver su problema nacional como un caso particular, desentendiéndose y hasta en oposición al problema general del imperialismo y de la lucha del proletariado, es reaccionaria. Por este camino se va a la exageración negativa de las peculiaridades nacionales, a un nacionalismo local obtuso. ¡Por este camino no se va hacia la liberación social y nacional, sino a una mayor opresión y vejación! (…) Por tanto, camaradas, el camino a seguir para Cataluña no ofrece dudas. Únicamente la República Popular de España dirigida por la clase obrera permitirá a Cataluña el pleno y libre ejercicio de su derecho de autodeterminación. Únicamente la República Popular de España dirigida por la clase obrera, garantizará el respeto estricto y absoluto a la expresión de su voluntad soberana. (…) Y esta República Popular dirigida por la clase obrera, sólo la podrá conseguir Cataluña luchando en fraternal unión con los otros pueblos hispánicos». (Joan Comorera; Contra la guerra imperialista y por la liberación social y nacional de Cataluña, 1940)

En una ocasión respondiendo lo siguiente a un separatista catalán sobre los problemas nacionales y sociales de Cataluña:

«Yo no soy separatista. Soy internacionalista. Por tanto, no puedo hacer lo que me pedís. Si fuera separatista, tampoco lo haría. Entiendo que para todos los catalanes, separatistas o no, hoy hay una cuestión previa a resolver: el aniquilamiento de Franco y Serrano Suñer, los pistoleros falangistas y los invasores alemanes. ¿Si esta cuestión previa no es resuelta, tú que eres separatista donde ves la manera de lograr la independencia de Cataluña? Esta cuestión previa, específicamente nosotros, nos plantea a la vez otra: la aniquilación de Hitler y Mussolini, del nazi-fascismo. Las cuestiones previas nos señalan nuestra conducta, el camino a seguir, la máxima concentración de nuestro esfuerzo, mientras nuestra ideología no sea fascista, o injertada de fascismo: hacerlo todo para contribuir al aplastamiento inmisericorde del nazi-fascismo, vale decir, combatir sin treguas ni reservas el franquismo, el régimen títere, cómplice, que se apoderó de un Estado del que formamos parte, le guste o no. Honradamente no puede ser otra nuestra aportación a la lucha universal contra el nazi-fascismo. Honradamente quiero creer que este será su criterio, pues no eres uno de tantos falornians que nos hablan de las trincheras universales y cósmicas para huir de la única trinchera nuestra y bien nuestra; la catalana, la trinchera de todos los pueblos hispánicos. ¿Tú que eres separatista cree que Cataluña sola, aislada, arisca, se abarca por aniquilar el franquismo, para convertirse, mediante el propio y único esfuerzo, en un paraíso rodeado de pueblos uncidos por el terrorismo franquista?». (Joan Comorera; Carta a un separatista; Carta de Joan Comorera a Carbonell Puig, 3 de junio de 1942)

Esto significaba, y de claro, que lejos de ser un pequeño burgués nacionalista, el dirigente catalán tenía una misma concepción que el marxista-leninista español José Díaz sobre el problema de las nacionalidades en España:

«España es un Estado imperialista, decía José Díaz. El problema nacional no es secundario, sino principal, y su solución no es posible considerarla aparte de la solución de los problemas que plantea la revolución proletaria. Cataluña, Euskadi y Galicia son tres nacionalidades oprimidas por el imperialismo de España. Y estas tres nacionalidades tienen el derecho inalienable a resolver por sí mismas sus destinos, a unirse con España, a separarse de España, si ésta es su voluntad. Y nosotros, comunistas, afirmaba José Díaz, tenemos el deber de ayudar a estas nacionalidades, de defender su derecho de autodeterminación, porque un pueblo que oprime a otro pueblo no puede ser libre, y nosotros queremos, de verdad, una España libre». (Joan Comorera; José Díaz y el problema nacional, 1942)

6) La tergiversación histórica y la campaña de calumnias de los revisionistas contra Comorera:

Como argumentó Comorera en su «Declaración» de 1949: las habladurías de que Comorera había sido «frenado» desde 1936 por los miembros procarrillistas del PCUS en sus desviaciones, en sus discursos violentos, en sus impulsos y demás, no tienen ningún sentido, menos viendo que a poco de estallar abiertamente la polémica gran parte de ellos: Colomer, Moix, Vidiella, dijeran en una carta que firmaron a Comorera en 1948:

«Seguros de interpretar el sentimiento unánime del partido, con motivo de tu 53 aniversario, te expresamos en nombre de todos los militantes la profunda estimación que por ti sentimos, convencidos de que, como has hecho ahora, mantendrás al partido en el camino de la unidad de la clase obrera y las fuerzas catalanas antifranquistas en la lucha intransigente contra el franco-falangismo y las maniobras imperialistas reaccionarias de capitulación, por el restablecimiento de la República Democrática, las libertades nacionales de Cataluña y la independencia y soberanía de España. Sobre tu dirección el partido ha reforzado poderosamente su formación teórica y orgánica marxista-leninista-stalinista, aplicándola se ha convertido el gran partido, a podido ser el verdadero partido de la clase obrera, el gran partido nacional de Cataluña, ganándose la admiración y estima de todo nuestro pueblo. Nuestro Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC) es el más fiel defensor de los intereses nacionales de Cataluña y por consiguiente, la firme garantía de la unidad combatiente de nuestro pueblo catalán con los demás pueblos de España, de la consolidación de la unidad de nuestro PSUC con el Partido Comunista de España es cada día más fuerte e indestructible y culminará en la anhelada realización del partido de todos los pueblos hispánicos. Deseamos, estimado camarada Comorera, que viva muchos años más por el bien del partido y de Cataluña». (Carta de felicitación del Comité Central del PSUC a Joan Comorera, 5 de septiembre de 1948)

Pero como sabemos, tras estos elogios, poco después de 1948 se abrió la veda para ver quién soltaba la barrabasada más altisonante contra Comorera, desde «pequeño burgués», «nacionalista», «espía», «titoista», hasta «delator de comunistas del franquismo»:

«La banda capitaneada por Comorera, Massip y Molinero, va y viene de España a Francia, y de Francia a España. Se pasean por Barcelona y toda Cataluña con la ayuda de la policía franquista y las embajadas donde se distinguen por reclutar agentes provocadores, con el encargo de descubrir camaradas y entregarlos a la policía. Las detenciones que en los últimos tiempos se han producido en Barcelona son obra criminal de estos miserables». («Treball»; Número 136, 1 de febrero de 1952)

El «Treball» carrillista acusaba a Comorera de ser el responsable de la caída de Gregorio López Raimundo y otros cuadros en 1951, es decir de ser el culpable de la propia incompetencia del PSUC carrillista en materia de seguridad en la clandestinidad. Un ejemplo claro de las mentiras revisionistas es que cuando Raimundo fue detenido en 1951 por la policía franquista solo estuvo en la cárcel 3 años, mientras que Comorera, el supuesto «agente de la burguesía y sus servicios secretos», al ser detenido en 1954 recibió una pena de 30 años. Que el lector saque conclusiones.

La campaña de ofensas contra Comorera y sus camaradas también incluía la acusación de delatar la posición y radio de actuación antifranquista:

«Las denuncias concretas hechas por el PCE y el PSUC desenmascarando como un agente policíaco a ese vil sujeto llamado Juan Comorera, tienen confirmación cada día. Comorera se halla en Barcelona desde hace algún tiempo actuando bajo la dirección de la policía francesa y de la policía franquista. Fue enviado por la policía francesa a Barcelona, previamente de acuerdo con la policía de Franco, cuando aquélla vio que estaba desenmascarado en Francia y que a dicho sujeto le había fallado el golpe criminal, preparado con alevosía desde hacía tiempo, de apoderarse del PSUC. En Barcelona, barnizado de «resistente» Comorera lleva a cabo la infame labor de facilitar a los chacales policíacos franquistas la pista de los militantes del PSUC, de ayudar a la policía franquista a descubrir las organizaciones del PSUC. El traidor Comorera recibe frecuentemente en Barcelona visitas de agentes especiales de la policía francesa, llegados de París, que se encargan de examinar su actividad y de darle instrucciones. Algunos planes de provocación, preparados por los servicios policíacos franceses y americanos, contra los comunistas españoles y catalanes emigrados en Francia, han sido fraguados con la participación de Comorera». («Mundo Obrero»; Número 13, 31 mayo de 1953)

Comorera estaba seguro que tras «agotar el diccionario de los bajos fondos» la intención de la dirección revisionista del PCE era liquidarlo:

«Sin escrúpulos de ninguna clase habéis agotado el diccionario de los bajos fondos, habéis agotado el almacén de injurias y calumnias, habéis removido el puñal venenoso en la herida incurable de los sentimientos familiares más íntimos y profundos, lo habéis intentado todo. Ahora ¿qué os queda por hacer? ¿Un protocolo «M»? Es posible, pues los elementos técnicos no son difíciles de encontrar». (Treball (Comorerista); marzo de 1953)

Y las sospechas de Comorera no eran fantasías. Enrique Líster, miembro carrillista del PCE hasta los 70 –cuando se escindió para crear su propio partido brézhnevista–, comentó una confesión que Vicente Uribe le relató muchos años después sobre un plan fallido de atentado contra Comorera a inicios de los 50, cuando el catalán cruzó la frontera franco-española, y como ante el fallido intento, la nueva táctica de Carrillo contra Comorera fue la pura calumnia mediante los medios de comunicación del PCE:

«El examen y decisión sobre las eliminaciones físicas se hicieron siempre en el Secretariado, y el encargado de asegurar su ejecución era Carrillo, quien tenía los ejecutores en su aparato. Alguna vez la ejecución fallaba. Tomemos, por ejemplo, el caso Comorera. Tú conoces toda la parte política del problema. Pues bien, Carrillo y Antón propusieron al Secretariado la liquidación física de Comorera. La propuesta fue aceptada y Carrillo, encargado de organizar la liquidación. Carrillo designó dos camaradas para llevarla a cabo; pero Comorera decidió marcharse del país. A través del informador que tenía entre la gente de Comorera, Carrillo conoció la decisión de aquél y luego el lugar de su paso por la frontera y su fecha. Carrillo envió a sus hombres a ese lugar para liquidar a Comorera al ir a cruzar la frontera. Pero éste, que se sentía en peligro y vivía con una gran desconfianza, a última hora cambió el lugar del paso. Supimos que había cruzado la frontera cuando ya llevaba quince días en Barcelona. En 1971 y después de leer mi libro ¡Basta!, uno de los componentes del equipo que debía liquidar a Comorera me completó la información que me había hecho Uribe. El equipo lo componían seis, entre ellos el jefe del sector de pasos por donde Comorera debía cruzar la frontera. Este miembro del equipo me dio los nombres de los restantes componentes del mismo. Dos siguen con Carrillo, tres han roto con él, incluido el responsable del sector de pasos, y el sexto no sé lo que fue de él. Me dijo también que el tiempo que estuvieron en la montaña esperando el paso de Comorera fue de tres semanas. Ante la imposibilidad de la liquidación física, Carrillo, como buen especialista de las acusaciones y denuncias del más puro estilo policíaco y provocador, se dedicó a la destrucción moral por medio de calumnias infames. Dirigida por él, se abrió en nuestras publicaciones y en nuestra radio una ofensiva de chivatería denunciando la presencia de Comorera en Barcelona». (Enrique Líster; Así destruyó Carrillo el PCE, 1982)

¡Es decir, los revisionistas emularon a los exaltados anarquistas de la FAI, quienes veinte años antes en la Guerra Civil también intentaron atentar varias veces contra Comorera por la espalda! ¡Y al igual que los periódicos de los pistoleros anarquistas, los medios del PCE se preocupaban más de escribir infamias contra Comorera que de elevar el pésimo nivel de sus cuadros!

El catalán no dudó en comparar las campañas políticas de desprestigio que llevaban a cabo sus enemigos, su falsa fraseología y la falsa adhesión de los mismos a los principios marxista-leninista que a su vez practicaban las mismas tácticas engañosas de históricos personajes oportunistas que fueron condenados por traidores e hipócritas. Comorera comentaba como sus actuales enemigos eran iguales a aquellos elementos que juraban y perjuraban absoluta fidelidad al partido, a sus grandes figuras, inclusive realizando actos fingidos de autocrítica cuando el partido detectaba sus desviaciones, y se aprovechaban de la generosidad del partido por reeducarles para reagruparse y esperar a la primera oportunidad para darle la estocada final al partido, para liquidar sus principios y su carácter:

«Que el Buró Político [del PCE] se aplique la lección ejemplar de lo que ha ocurrido personalmente a gente que se creían intocables, inamovibles, infalibles y que se parapetaban tras la adulación, que ejercían el terror político que les eximía de la obligación de hacer una autocrítica comunista. Que el Buró Político [del PCE] se pregunte cómo han acabado Malinovski, Bujarin, Piatakov en Rusia; Rajk en Hungría, Kostov en Bulgaria, Slánský en Praga. O es que el Buró Político cree de verdad que el PC de España es por decreto divino invulnerable a la provocación. ¿Es que el Buró Político se ha creído de verdad que saldaría la cuestión con la eliminación de Joan Comorera?». (Treball (Comorerista); marzo de 1953)

¿Y es que acaso esto no era cierto? El tiempo daría la razón a Comorera una vez más: como el grupo de los Bujarin, Rajk, Kostov o Slánský, o también el grupo de los Tito, Mao y Jruschov, la gente acostumbrada a la fraseología, la adulación de las figuras del comunismo, y el postureo variado, e incluso a las autocríticas por sus desviaciones ideológicas y personales, como también Tito o Jruschov, serían desenmascarados antes o después frente al proletariado mundial por sus propias acciones, la diferencia es que mientras el primer grupo fue juzgado por la justicia popular de sus gentes, el segundo grupo pese a ser destapados como unos traidores y criminales por el paso del tiempo, sus acciones jamás fueron ajusticiados por sus pueblos. ¿Y qué hay en especial de Santiago Carrillo y Dolores Ibárruri? ¿También entran en este saco? ¡Por descontado!:

«Viendo ya en el siglo XXI la historia por sí sola como se ha desarrollado. ¿Quién es entonces señoras y señores, el «agente», «traidor», «liquidacionista», «titoista», y «canalla» en el Partido Comunista de España de los años 40 y 50? ¿Los miembros como Comorera, Trilla, Monzón y compañía que fueron verdaderos cuadros probados y a los cuales nunca se les probó los crímenes de los que se les acusó? ¿O lo era en cambio la persona de la que sí se demostró que todas estas acusaciones eran imputables a ella misma? Queda clarísimo entonces, que poco a poco con el advenimiento de cierta información, documentos, y hechos, se ha descubierto que en realidad el mayor agente emboscado que ha tenido el movimiento comunista español; o sino al menos, el mayor traidor consciente a la clase obrera y al comunismo –que encima hizo un trabajo gratuito a la reacción– ha sido y es hasta el momento el «señor» Santiago Carrillo. Ha quedado demostrado conforme pasaban los años y su actividad oportunista y renegada se amplificaba, que él es el principal culpable junto a Dolores Ibárruri de la degeneración ideológica tan atroz sufrida por el Partido Comunista de España, ha quedado demostrado que los cuadros condenados bajo su mando cuanto menos eran inocentes de las viles calumnias que se inventaba y que lejos de demostrarse se irían desmontando por la labor de viejos o exmilitantes –como Vicente Uribe y Enrique Líster– implicados en su día, aunque en realidad ya con su sola actuación en toda su carrera política, destapa sus propios crímenes, ya que al haber acusado a cuadros de lo que él mismo cometía o iba a cometer, sin necesidad de nada más, sólo con su hipocresía estaba retratando la fragilidad de sus viejas acusaciones hacia otros camaradas en el pasado. Todo intento de defender a Carrillo-Ibárruri son monsergas sentimentalistas que intentan salvar el honor de un partido que precisamente se perdió en su deriva revisionista a causa de la actividad de este binomio de víboras revisionistas». (Equipo de Bitácora (M-L); Unas reflexiones sobre unos comentarios emitidos en «Nuestra Bandera» en 1950 vistos a la luz de nuestros días, 28 de marzo de 2015)

E incluso, en 1954, en el momento de la detención de Joan Comorera por la policía franquista en Barcelona, lejos de detenerse en la campaña de improperios, el PCE carrillista se atrevió a decir que fue un «montaje entre la policía y el chivato», lo que muestra la podredumbre de Carrillo y toda la comparsa de miembros seguidistas del PCE:

«Días pasados, la prensa franquista dio a conocer que se había «detenido» al traidor Comorera. Para que no faltase nada en la propaganda a la americana con que los franquistas han pretendido revestir esta «detención», un periódico de Barcelona incluso llegó a publicar una foto de Comorera en la comisaría conversando con los periodistas. Para muchos trabajadores revolucionarios que han pasado por las comisarías y han sido molidos a palos y torturados salvajemente, no ha pasado inadvertida la vil estratagema que persiguen los franquistas y su agente Comorera. Para que los hechos queden en su verdadero lugar, frente a la inmunda leyenda que los servicios policíacos franquistas y otros extranjeros han hecho circular, es necesario decir que el traidor Juan Comorera se ha entregado a la policía después de haber estado viviendo durante años en Barcelona, a donde fue llevado para actuar como delator de los comunistas. Habiendo sido denunciado por el Partido Socialista Unificado de Cataluña y por el Partido Comunista de España como traidor al movimiento obrero, encontrando la mayor repulsa de los comunistas y trabajadores revolucionarios, ahora la policía franquista monta esa tramoya de la «detención» para hacer desempeñar a Comorera el papel de «resistente» y así poder pretender engañar a trabajadores y otros antifranquistas». («Mundo Obrero»; 30 de junio de 1954)

Comorera, una vez expulsado procedió entonces, junto a otros camaradas, a reorganizar al verdadero PSUC en el interior de Cataluña, y a publicar sus declaraciones políticas donde denuncia el PSUC del exilio usurpado por los carrillista, mientras se declara fiel al campo socialista, a la Unión Soviética, a la Kominform, a Stalin, pese a la incomprensión de muchos de sus partidos y líderes en la lucha contra el revisionismo todavía no descubierto en el PCE y PSUC:

«Solo, aislado, denunciado, acosado, pasando a la categoría de alimaña que es cuando una cabeza ya no tiene precio, Comorera intenta dar un sentido político a su situación y mantiene como si no hubiera pasado nada las siglas «PSUC» en sus declaraciones y edita un «Boletín interior», mimeografiado, minúsculo, humildísimo, en el que al tiempo que denomina con exactitud a sus adversarios del Secretariado del PSUC, sección catalana del PCE, para evitar malas interpretaciones dedica la primera página del Boletín a felicitar a Stalin en su 70 aniversario y promete combatir sin desfallecer la degeneración del traidor Tito y su pandilla de espías y saboteadores». (Gregorio Morán; Miseria y grandeza del Partido Comunista de España 1939-1985, 1986)
***

Entendemos que a estas alturas todo marxista-leninista sabe lo que supuso para el PSUC que Joan Comorera polemizara contra los carrillistas del PSUC en 1949. Los resultados pueden ser condensados en:

1) La injusta expulsión de Comorera del PSUC y el posterior vergonzoso y criminal vilipendio público acusándolo de agente del franquismo-titoismo-imperialismo, mientras Comorera consumía precisamente sus últimos días en las cárceles franquistas;

2) Decapitar al PSUC de su mejor líder, pudiendo así, promocionar a los carrillistas y rehabilitar a los expulsados por Comorera y el partido años antes, consolidando con ello poco a poco la conversión del PSUC en una sucursal catalana del PCE lo que fue oficializado en 1954; asegurándose con ello que el PSUC fuera un mero seguidor-validador de la teoría política revisionista de la «reconciliación nacional» defendida por el binomio Carrillo-Ibárruri, una teoría que es un crimen histórico contra la lucha de clases y especialmente un insulto para todos los combatientes tanto españoles como no españoles que lucharon en la Guerra Civil contra el fascismo español y extranjero.

Una vez expulsado del PSUC, Joan Comorera pese a todas las dificultades intentó reorganizar al PSUC en el interior de Cataluña en los 50 con la ayuda de Miquel Valdés, José Marlès, Amadeu Bernardó, Emili Garnier y Barrera, Pablo Cereza, Joaquim Pou, Tomás Molinero, Evarist Massip, y otras de las caras conocidas del PSUC que apoyaron sus posiciones, en sus números de «Treball» (Comorerista) dejaría patente su fidelidad al marxismo-leninismo pese incluso a que gran parte del mundo marxista-leninista de entonces le diera la espalda en detrimento de la camarilla de Carrillo-Ibárruri en el PCE y sus peones en el PSUC. Pero en tan poco tiempo, y en tan duras condiciones, no fue posible la consolidación de los restos comoreristas del PSUC reagrupados por Comorera en el interior desde 1949 hasta su muerte en 1958, quedando la clase obrera y las masas populares catalanas huérfanas de su partido.

Ahora, pese a que el movimiento comunista marxista-leninista sufriera tales reveses con la usurpación del partido por la pandilla de revisionistas, lo cierto es que la época gloriosa durante la cual Comorera comanda el PSUC es una que está llena de lecciones y de dedicación, tanto del PCE como del PSUC, a la causa de la clase obrera y su recompensa se vio en la influencia entre las masas populares. Época dorada que ningún periodo posterior de estos mismos partidos, bajo las mismas siglas pero bajo mando revisionista, pudo emular, y que reafirma la justa línea política de los marxista-leninistas de esta época:

«La resuelta actitud del partido comunista frente al ataque fascista, el audaz ejemplo que dio colocándose al frente de las masas para impedir que el fascismo pasara, el ejemplo de sus militantes, el 60 por ciento de los cuales fueron enviados a los diversos frentes de lucha, aumentaron en gran medida la autoridad y el prestigio del partido entre las masas del pueblo. Un partido crece, gana autoridad y se convierte en dirigente de las masas cuando cuenta con una línea clara y se lanza audazmente a la lucha por llevarla a la práctica. El Partido Comunista de España se convirtió en un partido tal en el curso de la guerra civil. Desde la insurrección fascista en julio de 1936 hasta finales de ese mismo año, el partido comunista triplicó el número de sus miembros. Y, aunque en aquellos días la gente se integraba en el partido para ofrendar su vida, y no para dar su voto en las elecciones, jamás ni nadie, ni el llamado partido comunista de Santiago Carrillo, ni los otros partidos revisionistas, que han abierto sus puertas a todo aquel que quiera ingresar en ellos, laico o religioso, obrero o burgués, podrá hablar de un crecimiento de la autoridad e influencia como las que adquirió el digno Partido Comunista de España durante el período de la guerra civil». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)

Enver Hoxha, destacado marxista-leninista, internacionalista, siempre amistoso y simpatizante con el pueblo español y su heroica lucha, explicaría a los lectores que no se explicaban la degeneración del Partido Comunista de España, las grandes pérdidas del partido durante la guerra y el derrotismo que se imprimiría desde entonces, las duras condiciones para operar dentro de la España franquista, la dificultad de organizarse también desde el exilio muchas veces también en condiciones forzadas de absoluta clandestinidad; en resumen, de como a raíz de la pérdida de la guerra civil española los elementos como Carrillo-Ibárruri se aprovecharon para imponer su dominio revisionista en tal panorama difícil y confuso:

«La Guerra de España tocó a su fin a comienzos del año 1939, cuando la dominación de Franco se extendió a todo el territorio nacional. En aquella guerra el Partido Comunista de España no escatimó esfuerzos ni energías para derrotar al fascismo. Y si el fascismo venció, fue debido, aparte de los diversos factores internos, en primer lugar a la intervención del fascismo italiano y alemán y a la política capitulacionista de «no intervención» de las potencias occidentales con respecto a los agresores fascistas. Muchos militantes del Partido Comunista de España inmolaron sus vidas durante la guerra civil. Otros fueron víctimas del terror franquista. Otros miles y miles fueron arrojados a las cárceles donde permanecieron por largos años o murieron en ellas. Después del triunfo de los fascistas, en España reinó el más feroz terror. Los demócratas españoles, que lograron escapar de los campos de concentración y de los arrestos, tomaron parte en la resistencia francesa donde combatieron heroicamente, mientras que los demócratas españoles que se fueron a la Unión Soviética se integraron en las filas del ejército rojo y muchos de ellos dieron su vida combatiendo al fascismo. Pese a las condiciones sumamente graves, los comunistas continuaron su lucha guerrillera y la organización de la resistencia también en España. La mayor parte cayeron en manos de la policía franquista y fueron condenados a muerte. Franco golpeó duramente la vanguardia revolucionaria de la clase obrera y de las masas populares de España y esto tuvo consecuencias negativas para el partido comunista. Al haber desaparecido en la lucha armada y bajo los golpes del terror fascista los elementos más sanos, más preparados ideológicamente, más resueltos y valientes, del Partido Comunista de España, cobró supremacía y ejerció su influencia negativa y destructora el elemento cobarde pequeño burgués e intelectual como son Santiago Carrillo y compañía. Estos fueron transformando gradualmente al Partido Comunista de España en un partido oportunista y revisionista». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)

Esta última cita indirectamente explicaba también el «Caso Comorera»; es decir como los carrillistas catalanes y españoles tuvieron ante sí unas condiciones objetivas favorables para poder eliminar a Joan Comorera del PSUC. El PSUC sufriría de igual forma que el PCE en este periodo convulso duras pruebas no ya para desarrollar el partido, sino para evitar su liquidación tanto en el interior de Cataluña como en el exilio: gran pérdida de los militantes durante la guerra civil; el factor desmoralizador de la pérdida de la guerra; la represión del gobierno francés al cruzar la frontera en 1939 que incluía el desarme del los combatientes y su reclusión en campos de concentración; la presión del surgimiento de nuevas corrientes revisionistas en el seno del movimiento comunista como el browderismo en 1943-1944; el resurgimiento de la demagogia nacionalista burguesa y pequeño burguesa en los centros neurálgicos de exiliados catalanes como México o Francia; la ilegalización y represión contra todo lo comunista tras el Pacto Ribbentrop-Mólotov en Francia en 1939 y el posterior régimen filohitleriano de Vichy en Francia entre 1940-1944; la presión anticomunista y antisoviética del cenetismo-faísmo, el prietismo socialdemócrata, o el trotskismo; la fallida incursión antifascista de los 4.000 combatientes antifascistas en el Valle de Arán en 1944; la caída de militantes del PSUC como «la caída de los 80» en 1947; la desviación nacionalista-derechista del titoismo en 1948.

Si a estas condiciones extremas, que el PSUC con Joan Comorera a la cabeza sorteó eficazmente de 1939 a 1949, le sumamos el gran factor de presión como era el caso de que el PCE hacia finales de los 40 estaba liderado por sujetos revisionistas, como Santiago Carrillo, que deseaban hacer del PSUC la sección catalana del PCE para así poder controlar su línea política; encontramos pues un cúmulo de circunstancias y momento en que no se podía postergar la polémica entre los marxista-leninistas del PSUC como Joan Comorera y los líderes revisionistas del PCE como Santiago Carrillo que pretendían absorber el partido e igualar la línea del PSUC a su línea.

Miquel Caminal, biógrafo de Joan Comorera afirmó en 1985: «Joan Comorera es una de las figuras históricas» que «más han sido malinterpretadas, con mayores desviaciones y mayores prejuicios, y yo creo que es una figura muy transparente». No podemos estar más de acuerdo con tal afirmación, el pensamiento de Comorera ha sido tomado, retorcido, manipulado, por sinfines de corrientes políticas, según sus propios fines.

Pese a los ríos de tinta que gastaron sus enemigos para defenestrarle, la obra de Joan Comorera fue tan honesta y por ello conocida durante los años 30, 40 y 50 por su apego a los principios marxista-leninistas, y su legado se amplificó de forma tan vasta tras su muerte que a partir de los años 70 gran parte de los revisionistas de distinto pelaje, ante esta disyuntiva del crecimiento de si figura, intentaron recuperar su figura para sus fines. Los nacionalistas burgueses y pequeño burgueses lo reivindicaban como un «verdadero nacionalista» y lo usaban como arma arrojadiza contra todo lo español, los eurocomunistas como una especie de «socialdemócrata» y lo usaban contra el «stalinismo», los revisionistas soviéticos y chinos se valían de su anticarrillismo para aparentar ser revolucionarios y que las divergencias de ellos con Carrillo también eran antagónicas, y otros simplemente lo rehabilitaron como una figura del comunismo catalán a recuperar siendo tan hipócritas como para olvidar su polémica con el revisionismo y jugando a reivindicar tanto a Comorera como a sus verdugos. Es decir: según las circunstancias los oportunistas nacionales se inventan rasgos de Comorera, o se valen de unos para sus intereses, mientras se olvidaban de otros; exactamente lo mismo que hoy en día hacen estos elementos y estos partidos cuando manipulan la obra de José Díaz. Pero ocurre que su obra teórica y práctica es clara y desenmascara a quién tras años de silencio o vilipendio intentan sacar partido de su figura.

Ni el PSUC carrillista de 1949-1987, ni el actual PSUC-viu fundado en 1997 tienen nada que ver con el histórico PSUC de 1936-1949 comandado por Comorera ni tampoco con el PSUC que el mismo Comorera intentara reorganizar entre 1950 y 1954 en el interior. Esto hay que dejarlo claro, ya que por mucho que desde los 70 el PSUC carrillista haya rehabilitado oficialmente la figura de Comorera, la realidad es que han sido y siguen siendo sus verdugos políticos, de igual modo sus herederos reunidos en el PSUC-viu siguen pisoteando cada uno de los principios del PSUC de Comorera; solo hay que ver que en sus estatutos se sustituye el marxismo-leninismo por el término usado por los trotskistas y los eurocomunistas de «marxismo revolucionario», se renuncia al centralismo democrático a la dictadura del proletariado y al derrocamiento violento del sistema capitalista detentado por la burguesía, con todo ello se niegan los principios políticos de Comorera, y los principios inalienables con los que se fundó el PSUC, reflejados en su documento fundacional del 23 julio del 1936.

¡Comorera y su legado solo puede ser reivindicado por los marxista-leninistas, nunca por los sepultureros de sus principios!

Notas
[1] Lectura Online AQUÍ ó Descarga en PDF AQUÍ.
[2] Todos los documentos del autor editados por el equipo de este Blog AQUÍ.
[3] Todos los documentos editados por el equipo del Blog en el apartado BIBLIOTECA.

http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2015/09/declaracion-de-joan-comorera-secretario.html

DEJA UN COMENTARIO (si eres fascista, oportunista, revisionista, liberal, maleducado, trol o extraterrestre, no pierdas tiempo; tu mensaje no se publicará)

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Últimas noticias

El ruido de los ratones (I)

Hasta ahora los denominaba vasallos de EEUU. Además añado el calificativo de ratones. Eso son los europeos, ratones. Y los ratones llevan unos días haciendo ruido. Estos días voy a recoger la secuencia del ruido de los ratones durante la última semana.

Le puede interesar: