El sistema de «autogestión» y la negación del papel dirigente del partido; Enver Hoxha, 1978

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«Los revisionistas yugoslavos también mantienen una posición antimarxista hacia el papel dirigente del Partido Comunista en la construcción del socialismo. Según la «teoría» de Kardelj, el partido no puede dirigir ninguna actividad económica o administrativa; puede y debe ejercer solamente su influencia a través del trabajo educativo cerca de los trabajadores con el fin de que éstos comprendan mejor el sistema socialista.

La negación del papel del Partido Comunista en la construcción del socialismo y la reducción de esta función a un factor «ideológico» y «orientador» está completamente en abierta oposición propio marxismo-leninismo. Los enemigos del socialismo científico fundamentan esta «tesis», argumentando que la dirección del partido es supuestamente incompatible con el papel decisivo que deben desempeñar las masas de productores. Los que, según su opinión, deberían ejercer su influencia política directa y no a través del Partido Comunista, ya que esto provocaría un «despotismo burocrático».

En contra de las tesis anticientíficas de estos enemigos del comunismo, la experiencia histórica ha demostrado que el papel no dividido o parcial sino precisamente dirigente del partido revolucionario de la clase obrera, es esencial en la lucha por el socialismo y el comunismo. El liderazgo por el partido constituye una cuestión de importancia vital para el destino de la revolución y la dictadura del proletariado como es conocido; esto refleja una ley universal de revolución socialista. Lenin repitió esto en 1921 atacando las tendencias anarco-sindicalistas:

«La dictadura del proletariado no puede realizarse de otro modo que a través del Partido Comunista». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Informe en el Xº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia, 1921)

La influencia política directa de las masas trabajadoras en la sociedad socialista no es en modo alguna obstaculizada por el Partido Comunista que representa a la clase trabajadora, cuyos intereses no son contrarios a los intereses de las personas que trabajan. Por el contrario, es sólo bajo la dirección de la clase obrera y su vanguardia que las masas trabajadoras en general participan en el gobierno del país y la realización de sus intereses. En un país verdaderamente socialista, como Albania, la opinión de las masas trabajadoras sobre cuestiones importantes es directamente buscada. Hay tantos ejemplos de esto que son innumerables, desde la discusión y aprobación de la Constitución, hasta la redacción de los planes económicos, y así podríamos citar un largo etc., el llamado «despotismo burocrático» es una característica del Estado capitalista que no puede ser atribuido al papel dirigente del partido bajo el sistema de la dictadura del proletariado, que es severamente antiburocrático por su naturaleza y carácter de clase.

Continuando desarrollando sus ideas revisionistas sobre el papel del partido, Kardelj escribe que:

«Aunque debe luchar para que las funciones principales del poder estén en las manos de las fuerzas subjetivas que están del lado del socialismo y de la autogestión socialista, la Liga de los comunistas no puede ser un partido político de clase». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Así que este es el tipo de partido que los revisionistas yugoslavos quieren. Ellos no quieren y en realidad no tienen un partido político de la clase obrera, sino una organización burguesa, un club donde cualquiera puede entrar o salir cuando y como le plazca, siempre que solamente uno declare que es un «comunista» sin necesidad de ser realmente tal. Por supuesto esto es absolutamente normal en un partido como la Liga de los «comunistas» de Yugoslavia, que nada tiene de comunista al respecto.

Jamás hubo y jamás habrá ni partido ni Estado que esté por encima de las clases. El Estado y los partidos son los productos de las clases dadas. Es como tales, como nacieron los partidos y los Estados, y cómo cada uno conservará sus funciones –fieles a su esencia de clase– hasta la entrada al comunismo. De ahí la incompatibilidad entre unos y otros.

Aunque Kardelj asume que el papel dirigente de la Liga de los «comunistas» ha sido liquidado, él no se olvida con objetivos demagógicos decir que esta Liga:

«Por su postura clara tiene que hacer muchos méritos para encontrar el medio de solucionar muchas cuestiones sobre los caminos y formas para el remoto desarrollo del sistema político de autogestión socialista». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

¿Si no es el Estado o el partido el que puede traer la felicidad a la gente, como el renegado Kardelj escribe, entonces para que busca dar a estas prerrogativas a la Liga de los «Comunistas» de Yugoslavia? Si la sociedad yugoslava de «autogobierno» no tiene ninguna necesidad del liderazgo de un solo partido político, como se puede decir tal cosa, ¿por qué se debería necesitar entonces el liderazgo de la Liga de los «Comunistas» de Yugoslavia?

Mientras que Marx presenta a un verdadero partido de la clase obrera como el que debe conducir esta clase y el que es consciente de su misión histórica como proletariado, por otro lado de acuerdo con Kardelj se puede llevar el país adelante y hacer realidad sus aspiraciones de una manera espontánea, incluso sin el papel del partido. Kardelj dice esto con el fin de justificar sus pensamientos anarquistas y para hacer que la gente asimile mejor la teoría de la «autogestión»; teoría que se destaca tanto por el «pluralismo político», es decir, por la unidad de todas las fuerzas sociales, independientemente de sus diferencias ideológicas y sociales, en el Frente conocido por el nombre de la «Liga Socialista de los Trabajadores», como por tener por otro lado un partido que no tiene ningún valor en absoluto comunista, pero al que sin embargo se le atribuye la etiqueta de «líder» en el sistema antimarxista de «autogestión». Las contradicciones de la teoría titoista son evidentes.

El revisionista Kardelj se refiere en su escrito a la burocracia de los partidos capitalistas de occidente. Aquí, también parece que no ha descubierto nada nuevo ya que es bien sabido que la burocracia es parte de la naturaleza del capitalismo y característica de la misma. Pero él denuncia la burocracia en otros partidos no para criticarlos, sino para disimular la burocratización y la liquidación del Partido Comunista Yugoslavo y el despojo de todas las prerrogativas en el sistema a causa de esto mismo. Dejar el partido al arrastre de los acontecimientos, los fenómenos, los procesos de la vida política y social, transformándolo en el partido de la burguesía es para los titoistas una desburocratización. Y, para camuflar su traición, le dejaron solamente como una reliquia el nombre de Liga de los «Comunistas» de Yugoslavia.

Si realmente un partido es comunista, si realmente es un partido de la clase obrera, no puede ser juzgado por el nombre que lleva, sino que debe mirarse sobre todo a quién tiene en su liderazgo y cuál es la actividad que realiza. Lenin dijo:

«Sin embargo, si un partido es un partido obrero no lo es sólo por la composición de sus miembros, sino también depende quien le conduce y cuál es el contenido de sus acciones y su táctica política. Sólo esto último determina si tenemos ante nosotros un partido político del proletariado». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Informe en el IIº Congreso de la Komintern, 1920)

Y de hecho la Liga de los Liga de los «Comunistas» de Yugoslavia no sólo no escapa a la burocracia, sino que en realidad no existe como un grupo de comunistas si examinamos a dicho partido bajo las pautas de Lenin. Su inflamación a través de un gran número de permanentes burócratas y funcionarios del partido, al igual que en los partidos revisionistas o socialdemócratas de occidente, es uno de los elementos que hacen que la Liga no sólo no sea la vanguardia de la clase trabajadora, sino que incluso se puede decir sin miedo que es un partido adverso a esta clase.

El dominio del proletariado, y de la vanguardia de dicha clase mediante su partido como líder del Estado y la sociedad no existe en Yugoslavia. Según Kardelj la Liga de los «Comunistas» de Yugoslavia de ninguna manera mantiene el liderazgo político en el sistema, porque el poder estatal es:

«Comprendido por el sistema de delegados, mientras la Liga de Comunistas, como también componente del «autogobierno», es uno de los elementos más importantes de influencia social en la formación del conocimiento del «autogobierno» y los órganos de los delegados». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Creo que esto no necesita muchas más explicaciones. Lo que este renegado escribe aquí es suficiente para ver por uno mismo que en Yugoslavia la dictadura del proletariado como la regla política de la clase obrera y como el liderazgo estatal de sociedad no existe. Y puesto que esta dictadura no existe allí, tampoco se puede hablar de la existencia del partido de la clase obrera, sino sólo por parte de la burguesía.

Kardelj afirma que el «sistema unipartidista» en un país socialista es una transformación específica del sistema político burgués y del rol del papel de un partido –aquí él se refiere al Partido Bolchevique–, que es igual, como en «el sistema multipartidario», con una «ligera» diferencia, y es que en un sistema de partido único sólo los dirigentes de este partido mantienen todo el poder político, mientras que en un sistema multipartidista existen los cambios de liderazgo. Este impostor pone a los partidos burgueses junto a Partido Bolchevique de los revolucionarios rusos con Lenin a la cabeza, en el mismo nivel. Para él no hay la más mínima diferencia entre la dirección del Estado y de la sociedad por el verdadero partido de los comunistas y la dirección de los demás partidos burgueses del sistema multipartidista. Esto además demuestra una vez más que los titoistas ponen en el tratamiento de la burguesía, a los partidos políticos y el Estado, como instituciones que supuestamente están por encima de las clases.

Pero eso no es así. Si la clase obrera se opone a la burguesía en una lucha a muerte y si estas dos clases son organizadas en partidos políticos para defender sus intereses antagonistas y dominar la sociedad cada una por su parte, esto no significa que el partido de la clase obrera, el partido marxista-leninista sea similar al partido burgués. Muy al contrario. Cuando el Partido Comunista de Yugoslavia fue transformado en un partido revisionista, esto no hizo de ninguna manera como si ese partido estuviera por encima de las clases, sino que se transformó en instrumento de la burguesía, por lo tanto no sólo no perdió su carácter de clase proletario ni su carácter de clase en general, sino que en realidad fue transformado en un partido de la nueva y vieja clase burguesa. La diferencia entre el partido comunista y el partido burgués en dirección al Estado no es una «pequeña» diferencia, sino una diferencia muy neta y profunda, de principio, de clase, y no podemos, contrariamente a lo que pretende este renegado, reducirlo a la «rotación» de sus dirigentes en el poder político.

Por estas «teorizaciones» sobre la «pequeña diferencia» entre el sistema político burgués y el sistema socialista, entre el partido burgués y el partido marxista-leninista, los revisionistas yugoslavos piensan realmente que sus posiciones de concesión hacia el capitalismo no debe serles imputado como algo grave, y esto sería cierto si sus planteamientos iniciales sobre el partido obrero y burgués, o sobre el Estado socialista y burgués fueran acertados, ya que no habría límites ni fronteras entre nada de esto, y su posición hacia el capitalismo no sería nada fuera de lo común en este mundo de pensamientos revisionista-capitalistas, pero no es de esa forma como hemos visto y existe una clara diferencia. Es totalmente claro que los revisionistas yugoslavos no pueden tomar ninguna otra posición en la teoría que ellos tomaron en la práctica y de ahí que salgan estas teorizaciones que pretenden medir bajo la misma vara unas posiciones y otras.

Con la intención de atacar a la construcción del socialismo en la Unión Soviética en los tiempos de Lenin y Stalin, comenta Kardelj sobre «los puntos débiles del sistema de partido único» dice:

«Comprobamos allí, ante todo, la tendencia a la fusión personal de los dirigentes del partido con el aparato ejecutivo estatal, emergiendo el partido como un instrumento de las tendencias tecnócratas-burocráticas en la sociedad». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Para «escapar» de esta «burocracia tecnocrática» y de esa tendencia de una «fusión personal de los dirigentes del partido con el aparato ejecutivo estatal» que atribuye arbitrariamente a los bolcheviques, los señores revisionistas yugoslavos han creado su propio sistema, que no es otra cosa que una dictadura de la camarilla titoista. En las asambleas de las llamadas comunidades autónomas y de sus órganos ejecutivos. Como el autor del libro admite:

«Actualmente, las tendencias burocráticas-centristas aparecen con mucha fuerza». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Obviando su pasión anarquista por relacionar centralismo con burocracia en dicha crítica, podemos ver que en Yugoslavia, el poder ejecutivo es manipulado por Tito y su camarilla. A pesar de todas las garantías de que no acaparar ningún poder, e incluso de atacar el monopolio del poder de un partido, el presidente del Presídium de la Liga de los «Comunistas» de Yugoslavia es el Presidente para la vida del Estado yugoslavo, y todos los funcionarios en los puestos clave del poder; del Estado, del ejército, de la economía, de la política exterior, de la cultura, de las organizaciones sociales etc. asumen funciones importantes dentro de la Liga de los «Comunistas» de Yugoslavia. Todo se reduce a que los revisionistas yugoslavos, mientras atacaban a las enseñanzas marxistas-leninistas acerca de la dirección del partido proletario en una sociedad socialista, en la práctica estaban dispuestos a sostener todo el poder en sus manos en su Estado revisionista-capitalista bajo militantes de su propio partido. La Presidencia de la llamada República Socialista Federal de Yugoslavia no fue creada ni para garantizar el liderazgo cooperativo del Estado, ni para luchar contra la burocracia, ni se basa tampoco en defender el Estado yugoslavo de los poderes que rigen fuera de sí mismo como podría ser escuchado algunas veces por ellos mismos, sino que en un intento desesperado para asegurar el liderazgo del titoismo para después de la muerte de Tito. Esto demuestra que el régimen yugoslavo no sólo en el contenido sino también en la forma no es otra cosa que una fuerza capitalista que suprime las personas y su objetivo es ocultar esto detrás de frases traicioneras.

Kardelj no puede borrar este sombrío período de la historia de Yugoslavia, dónde, en consecuencia de la traición de la dirección del Partido comunista y de la instauración de la dictadura titoista los pueblos de este país debieron sufrir las injusticias más desenfrenadas, donde la violencia y el terror fueron el resultado. El portavoz titoista Kardelj se esfuerza por borrar este período oscuro con la ayuda de algunos eslóganes que tienden a disuadir a los pueblos de Yugoslavia de quejarse de sus sufrimientos, ya que según dice:

«Nuestra revolución socialista en su primera fase, también, constituye en cierto modo el sistema de partido único y de democracia revolucionaria, aunque nunca en su clásica forma stalinista». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Este renegado desvergonzado no es digno de hablar de la «clásica forma stalinista», que ha sido una forma democrática socialista que el régimen de Tito-Kardelj-Ranković nunca podrá no solo acercarse a soñar con ella, siendo vergonzosa la comparación. Los crímenes monstruosos que han sufrido las gentes de Yugoslavia no fueron perpetrados mientras este país mantenía relaciones de amistad con Stalin y la Unión Soviética, sino justamente después de que rompiera esta amistad y después de que abiertamente se comprometiera en la vía de la «autogestión».

Actualmente, en Yugoslavia, según la «teoría» de Kardelj, la unión personal de los órganos ejecutivos de la Liga de los «Comunistas» de Yugoslavia y de los órganos ejecutivos del Estado, habrían sido «completamente» y «radicalmente» eliminados actualmente porque la Liga de los «Comunistas» de Yugoslavia no tiene ninguna prerrogativa para la posición del poder principal ideológico y político en la sociedad. Su solo papel se reduce a ejercer una influencia sobre las masas.

Visto este pensamiento hay que preguntarse una cosa clara. ¿De qué modo se supone que la Liga influye en las masas si no tiene prerrogativa para el liderazgo? De ningún modo. En un momento de desesperación Tito admitió que «la Liga de los Comunistas de Yugoslavia se ha convertido en una organización apolítica sin forma». Pero Kardelj corrige a su amo, con el fin de evitar que los titoistas pierdan por completo su fachada, y escribe que:

«La Liga de los Comunistas de Yugoslavia se ha convertido en uno de los pilares fuertes de la democracia de nuevo tipo. La democracia del pluralismo de los intereses autogestores». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Si en la Yugoslava de la «autogestión» la propia dirección del partido «comunista» despoja en sus escritos como vemos al propio partido comunista del país –llamado aquí la Liga de los «Comunistas» de Yugoslavia– del liderazgo político –función que debería ejercer un partido obrero–, es evidente que esta «autogestión» también priva a la clase obrera de su poder político, ya que la clase obrera sólo es capaz de lograr sus prerrogativas a través del Partido Comunista como hemos visto por Lenin. Si la vanguardia de la clase es despojada de sus prerrogativas, entonces es un absurdo afirmar que la clase obrera ejerce sus derechos completamente. Uno puede imaginar cómo en esas circunstancias el proletariado y las demás personas que trabajan son capaces de «autogobernarse» en este tipo de democracia «de nuevo tipo». Concretamente Kardelj se destapa y dice sobre esta cuestión:

«La Liga de los Comunistas de Yugoslavia no gobierna mediante el monopolio político, sino que es una expresión de una forma específica pero sin embargo muy importante de los intereses sociales e históricos de la clase obrera en concordancia con el del interés de toda la gente trabajadora y de la sociedad en el sistema de autogobierno, del poder de la clase obrera y las masas trabajadores en un sistema que está basado en el pluralismo democrático de los intereses sujetos al autogobierno». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Esta fraseología rimbombante y confusa ilustra la acción notable además, del hecho innegable que el Partido en Yugoslavia está en la cola de todo esto, que sólo existe en el papel ya que no reconoce sus tareas como partido obrero. Aunque como en todo, pese a decir que su partido «no gobierna mediante el monopolio político» vuelve a contradecirse Kardelj, y formalmente presenta la posición de reforzar el papel del partido, emitiendo afirmaciones de este género:

«La Liga de los Comunistas de Yugoslavia, políticamente y creativamente, no está bastante presente en el conjunto del sistema democrático de autogestión y en la creación de la política y de la práctica de otras organizaciones socio-políticas». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

¿Dónde está este presente Liga entonces, si no está allí, donde tendría que estar, si en Yugoslavia –como la agencia yugoslava de noticias TANJUG últimamente informó– un tercio de todos los pueblos carecen de una organización básica de la Liga de los «Comunistas» de Yugoslavia? La respuesta a esta pregunta embarazosa no se da por parte de Kardelj pero el análisis concreto de la actividad práctica ejercida por la Liga nos atestigua de modo indiscutible que la Liga «como partido de los comunistas» no está presente en ninguna parte, mientras que, como partido de la nueva burguesía yugoslava y de la dictadura fascista de Tito, es omnipresente.

En esto del «socialismo autogestionado» yugoslavo, Kardelj asumió negociar «teóricamente», que la Liga de los «Comunistas» de Yugoslavia ocuparía una posición específica en todos los dominios. Esta posición específica, que se ve evocar a lo largo del libro, puede ser interpretada como queramos, es decir, como la posición específica en la educación de la clase obrera, como la posición específica en la relación hacia el proletariado, como la posición específica en el llamado sistema de delegados en el que la Liga sólo es otro «componente del autogobierno», donde ni mucho menos debe liderar por temor al «monopolio político» y otros detalles. Este partido con estas posiciones específicas infinitas tiene derecho a tener una propia delegación a través con de la cual trabaja junto con otras delegaciones «autogestionadas» en las asambleas del Frente, llamado Alianza Socialista. Esto prueba que la Liga de los «comunistas» de Yugoslavia no posee ninguna fuerza política independiente y que hace las veces desde hace tiempo de agencia del federalismo anarquista yugoslavo. Esto existe para dar satisfacción al capital extranjero que puede echar sus raíces en el país a fin de asegurar que con la cacareada «autogestión» no se pueda atentar en nada contra el sistema de la propiedad privada, y que ningún partido, cualquiera que sea, modificará la línea de este Estado anarco-sindicalista.

Según Edvard Kardelj el papel del individuo lo es todo en la sociedad mientras la clase obrera y su partido no son nada. La vanguardia de la clase obrera, él reclama, no es el partido marxista-leninista sino que esta vanguardia consiste en «las comunidades autogobernadas». Esto es una organización abstracta que fue inventada para fingir algo grande sin tener realmente ninguna existencia efectiva. A los ojos de este revisionista, la clase obrera no es la clase dirigente de la sociedad, se funde con todos los trabajadores. El pueblo entero yugoslavo, él dice, podría ser visto como la vanguardia, en la cual desde luego, el hombre es puesto delante de esta «vanguardia», un hombre que «libremente» –en el sentido anarquista– expresa sus objetivos –en esta sociedad anarquista– y los realiza. De estos raciocinios de Kardelj vuelve a salir claramente que la clase obrera dejó desde hace tiempo de estar unida en la acción, que perdió su papel que ejercía en la sociedad yugoslava. Así pues, el partido y el poder han sido arrebatados de las manos de la clase obrera yugoslava, dicha clase ya no es una clase en el poder, ella más bien entró dentro de la posición de una clase más dentro de las clases sociales existentes, que es o mejor dicho sigue siendo explotada por la nueva burguesía que con sus reglas está manipulando el poder estatal sobre las masas trabajadoras.

Para escapar de la acusación que sabía que iba a recibir de muchos revolucionarios honestos cuando él dice tales cosas del papel dirigente del partido de la clase obrera –traicionando los intereses de esta clase–, el notorio traidor citó lo siguiente de la famosa obra de 1948 de Marx y Engels: «Manifiesto Comunista», pero como es costumbre, fuera de contexto:

«Los comunistas no forman un partido aparte de los demás partidos obreros. No tienen intereses propios que se distingan de los intereses generales del proletariado». (Karl Marx y Friedrich Engels; Manifiesto Comunista, 1848)

Con citaciones de este género, Kardelj procura dar la impresión de que Marx y Engels habrían sido partidarios de la opinión de que los comunistas no necesitan tener su partido desde el momento que no es un partido con las características, los intereses ni los principios distintos de los de otros partidos obreros –como si dichos partidos obreros tuvieran los mismos planteamientos y objetivos que los comunistas–. ¡Lo que es capaz de hacer un renegado! Sin un rastro de diligencia y de un ojo antimarxista y socialdemócrata se refiere al proletariado como una masa amorfa que lucha supuestamente para sus intereses generales, pero que no tienen principios, ninguna clase, y ninguna orientación revolucionaria ni ningún programa para la lucha para ganar sus derechos. Pero esta falsedad se refuta rápido. En el segundo capítulo de la obra del comunismo científico: «Manifiesto Comunista», Marx y Engels brillantemente definen intensamente la misión histórica del Partido Comunista como un componente inseparable de la clase obrera, como su vanguardia, etc., pero nunca han promovido la opinión de que los comunistas no tengan que tener un partido propio. Por el contrario, Marx y Engels escribieron precisamente el «Manifiesto Comunista», que fue considerado como el primer documento programático del comunismo científico, a modo de que los comunistas puedan tener su propio partido». (Enver Hoxha; La «autogestión» yugoslava: teoría y práctica capitalista, 1978)

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