La cuestión campesina; Stalin, 1924

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«Analizaré cuatro cuestiones de este tema: 1) planteamiento de la cuestión; 2) el campesinado durante la revolución democrático-burguesa; 3) el campesinado durante la revolución proletaria; 4) el campesinado después de la consolidación del poder.

Planteamiento de la cuestión

Algunos piensan que lo fundamental en el leninismo es la cuestión campesina, que el punto de partida del leninismo es la cuestión del campesinado, de su papel, de su peso específico. Eso es completamente falso. La cuestión fundamental del leninismo, su punto de partida, no es la cuestión campesina, sino la cuestión de la dictadura del proletariado, de las condiciones en que ésta se conquista y de las condiciones en que se consolida. La cuestión campesina, como cuestión del aliado del proletariado en su lucha por el poder, es una cuestión derivada.

Sin embargo, esta circunstancia no reduce en lo más mínimo la grande y candente importancia que tiene, sin duda, esta cuestión para la revolución proletaria. Es sabido que, entre los marxistas rusos, la cuestión campesina empezó a estudiarse a fondo en vísperas precisamente de la primera revolución de 1905, cuando el derrocamiento del zarismo y la realización de la hegemonía del proletariado se plantearon en toda su magnitud ante el partido y la cuestión del aliado del proletariado en la revolución burguesa inminente adquirió un carácter palpitante. Es sabido también que la cuestión campesina cobró en Rusia mayor actualidad todavía durante la revolución proletaria, cuando la cuestión de la dictadura del proletariado, de su conquista y de su mantenimiento planteó el problema de los aliados del proletariado en la revolución proletaria inminente. Es comprensible: quien marcha hacia el poder y se prepara para él, no puede dejar de interesarse por el problema de sus verdaderos aliados.

En este sentido, la cuestión campesina es una parte de la cuestión general de la dictadura del proletariado y, como tal, una de las cuestiones más palpitantes del leninismo.

La indiferencia, e incluso la actitud francamente negativa de los partidos de la II Internacional ante la cuestión campesina, no se debe sólo a las condiciones específicas del desarrollo en el occidente Se debe, ante todo, a que esos partidos no creen en la dictadura del proletariado, temen la revolución y no piensan en llevar al proletariado al poder. Y quien teme la revolución, quien no quiere llevar a los proletarios al poder, no puede interesarse por la cuestión de los aliados del proletariado en la revolución; para esa gente, la cuestión de los aliados es una cuestión sin importancia, sin ninguna actualidad. Los héroes de la II Internacional consideran su actitud irónica hacia la cuestión campesina como de buen tono como marxismo «auténtico». En realidad, esta actitud no tiene ni un ápice de marxismo, pues la indiferencia ante una cuestión tan importante como la campesina, en vísperas de la revolución proletaria, es el reverso de la negación de la dictadura del proletariado, un síntoma indudable de franca traición al marxismo.

La cuestión se plantea así: ¿están ya agotadas las posibilidades revolucionarias que, como resultado de determinadas condiciones de su existencia, encierra en su seno la masa campesina o no lo están? Y, si no lo están, ¿hay la esperanza de aprovechar estas posibilidades para la revolución proletaria, de convertir al campesinado, a su mayoría explotada, de reserva de la burguesía, como lo fue durante las revoluciones burguesas del Occidente y lo sigue siendo en la actualidad, en reserva del proletariado, en aliado de éste?, ¿hay fundamento para ello?

El leninismo da a esta pregunta una respuesta afirmativa, es decir, reconoce la existencia de una capacidad revolucionaria en la mayoría de los campesinos y la posibilidad de aprovechar esa capacidad en interés de la dictadura del proletariado.

La historia de tres revoluciones en Rusia confirma plenamente las conclusiones del leninismo a este respecto.

De aquí la conclusión práctica de apoyar a las masas trabajadoras del campo en su lucha contra el sojuzgamiento y la explotación, en su lucha por redimirse de la opresión y de la miseria. Esto no significa, naturalmente, que el proletariado deba apoyar todo movimiento campesino. Debe apoyar, concretamente, los movimientos y las luchas de los campesinos que contribuyan directa o indirectamente al movimiento de liberación del proletariado, que, de una u otra forma, lleven el agua al molino de la revolución proletaria, que contribuyan a convertir a los campesinos en reserva y aliado de la clase obrera.

El campesinado durante la revolución democrático-burguesa

Este período se extiende de la primera revolución rusa de 1905 a la segunda de febrero de 1917 inclusive. El rasgo característico de este período consiste en que los campesinos se emancipan de la influencia de la burguesía liberal, en que los campesinos se apartan de los demócratas constitucionalistas, en que giran hacia el proletariado, hacia el Partido Bolchevique. La historia de este período es la historia de la lucha entre los demócratas constitucionalistas –burguesía liberal– y los bolcheviques –proletariado– por conquistar a los campesinos. La suerte de esta lucha la decidió el período de las Dumas, pues el período de las cuatro Dumas fue para los campesinos una lección palmaria, y esa lección les hizo ver con toda nitidez que de manos de los demócratas constitucionalistas no recibirían ni la tierra ni la libertad, que el zar se hallaba por entero al lado de los terratenientes y que los demócratas constitucionalistas apoyaban al zar; que la única fuerza con cuya ayuda podrían contar eran los obreros de la ciudad, el proletariado. La guerra imperialista no hizo más que confirmar la lección del período de las Dumas, apartando definitivamente a los campesinos de la burguesía, aislando definitivamente a la burguesía liberal, pues los años de guerra demostraron qué vano y qué ilusorio era esperar la paz de manos del zar y de sus aliados burgueses. Sin las palmarias enseñanzas del período de las Dumas hubiera sido imposible la hegemonía del proletariado.


Así fue como se llegó a la alianza de los obreros y los campesinos en la revolución democrático-burguesa. Así fue como se llegó a la hegemonía –dirección– del proletariado en la lucha conjunta por el derrocamiento del zarismo, hegemonía que llevó a la revolución de febrero de 1917.

Las revoluciones burguesas del Occidente –Inglaterra, Francia, Alemania, Austria– siguieron, como es sabido, otro camino. Allí la hegemonía no perteneció al proletariado, que por su debilidad no era ni podía ser una fuerza política independiente, sino a la burguesía liberal. Allí, los campesinos no obtuvieron su liberación del régimen de servidumbre de manos del proletariado, poco numeroso y mal organizado, sino de manos de la burguesía. Allí, los campesinos marchaban contra el antiguo orden de cosas al lado de la burguesía liberal. Allí, los campesinos eran una reserva de la burguesía. Allí, la revolución se tradujo, por las causas señaladas, en un enorme aumento del peso político de la burguesía.

En Rusia, por el contrario, la revolución burguesa tuvo resultados diametralmente opuestos. En Rusia, la revolución no se tradujo en el fortalecimiento, sino en el debilitamiento de la burguesía como fuerza política; no aumentó sus reservas políticas, sino que le hizo perder su reserva fundamental: el campesinado. En Rusia, la revolución burguesa no colocó en primer plano a la burguesía liberal, sino al proletariado revolucionario, agrupando en torno a éste a los millones y millones de campesinos.

A ésta, entre otras razones, se debe el que la revolución burguesa en Rusia se transformase, en un plazo relativamente breve, en revolución proletaria. La hegemonía del proletariado fue el germen de su dictadura, el peldaño que llevó hasta ella.

¿A qué se debe este fenómeno peculiar de la revolución rusa, este fenómeno sin precedente en la historia de las revoluciones burguesas del Occidente? ¿Cuál es el origen de esta peculiaridad?

Se debe a que la revolución burguesa tuvo lugar en Rusia en condiciones de un mayor desarrollo de la lucha de clases que en el Occidente, a que el proletariado ruso constituía ya, a la sazón, una fuerza política independiente, mientras que la burguesía liberal, asustada por el espíritu revolucionario del proletariado, había perdido todo tinte revolucionario –particularmente después de las enseñanzas de 1905– y había girado hacia una alianza con el zar y con los terratenientes contra la revolución, contra los obreros y los campesinos.

Conviene fijar la atención en las siguientes circunstancias, que determinaron el carácter peculiar de la revolución burguesa rusa:

a) La extraordinaria concentración de la industria rusa en vísperas de la revolución. Es sabido, por ejemplo, que el 54% de todos los obreros de Rusia trabajaban en empresas de más de 500 obreros, mientras que en un país tan desarrollado como los Estados Unidos sólo trabajaban en empresas análogas el 33% de los obreros. No creo que sea necesario demostrar que ya esta sola circunstancia, unida a la existencia de un partido tan revolucionario como el Partido Bolchevique, hacía de la clase obrera de Rusia la fuerza más importante en la vida política del país.

b) Las escandalosas formas de explotación que imperaban en las empresas, unidas al intolerable régimen policíaco de los esbirros zaristas, hacían de toda huelga importante de los obreros un acto político formidable y templaban a la clase obrera como una fuerza consecuentemente revolucionaria.

c) La flaqueza política de la burguesía rusa, que después de la revolución de 1905 se transformó en servilismo ante la autocracia zarista y en contrarrevolución manifiesta, no sólo porque el espíritu revolucionario del proletariado ruso hizo a la burguesía rusa lanzarse en brazos del zarismo, sino también porque esta burguesía dependía directamente de los encargos del gobierno.

d) La existencia de los vestigios más escandalosos y más intolerables del feudalismo en el campo, complementados por la omnipotencia de los terratenientes, circunstancia que echó a los campesinos en brazos de la revolución.

e) El zarismo, que ahogaba todo lo vivo e intensificaba con sus arbitrariedades la opresión ejercida por los capitalistas y los terratenientes, circunstancia que fundió la lucha de los obreros y de los campesinos en un solo torrente revolucionario.

f) La guerra imperialista, que fundió todas estas contradicciones de la vida política de Rusia en una profunda crisis revolucionaria y dio al empuje de la revolución una fuerza increíble.

En estas condiciones, ¿hacia dónde podían orientarse los campesinos? ¿En quién iban a buscar apoyo contra la omnipotencia de los terratenientes, contra las arbitrariedades del zar, contra la guerra desastrosa, que arruinaba sus haciendas? ¿En la burguesía liberal? La burguesía liberal era enemiga; así lo había demostrado la larga experiencia de las cuatro Dumas. ¿En los eseristas? Los eseristas eran, naturalmente, «mejores» que los demócratas constitucionalistas y tenían un programa «aceptable», casi campesino; pero ¿qué podían darles los eseristas, si pensaban apoyarse sólo en los campesinos y eran débiles en la ciudad, de donde, ante todo, sacaba sus fuerzas el enemigo? ¿Dónde estaba la nueva fuerza que no se detendría ante nada, ni en el campo ni en la ciudad, que se situaría valientemente en las primeras filas en la lucha contra el zar y los terratenientes, que ayudaría al campesinado a romper las cadenas de la esclavitud, de la falta de tierra, de la opresión, de la guerra? ¿Existía, en general, en Rusia semejante fuerza? Si, si que existía. Era el proletariado ruso, que había puesto ya de manifiesto en 1905 su fuerza, su capacidad para lucha hasta el fin, su valentía, su espíritu revolucionario.

En todo caso, no existía ninguna otra fuerza semejante, no había de dónde sacarla.

Por eso, los campesinos, después de apartarse de los demócratas constitucionalistas y de acercarse a los eseristas, llegaron a comprender la necesidad de someterse a la dirección de un jefe de la revolución tan valiente como el proletariado ruso.

Tales fueron las circunstancias que determinaron el carácter peculiar de la revolución burguesa en Rusia.

El campesinado durante la revolución proletaria

Este período se extiende de la revolución de febrero de 1917 a la Revolución de octubre de 1917. Es un período relativamente breve, en total ocho meses, pero, desde el punto de vista de la formación política y de la educación revolucionaria de las masas, esos ocho meses bien pueden ser equiparados a largos decenios de desarrollo constitucional ordinario, pues son ocho meses de revolución. El rasgo característico de este período es que los campesinos se hacen más revolucionarios, se desengañan de los eseristas, se apartan de ellos y dan un nuevo viraje para agruparse de manera directa en torno al proletariado, como única fuerza revolucionaria consecuente hasta el fin, capaz de llevar al país a la paz. La historia de este período es la historia de la lucha de los eseristas –democracia pequeño burguesa– y de los bolcheviques –democracia proletaria– por conquistar a los campesinos, por ganarse a la mayoría de los campesinos. Decidieron la suerte de esta lucha el período de la coalición, el período de la kerenskiada, la negativa de los eseristas y los mencheviques a confiscar las tierras de los terratenientes, la lucha de los eseristas y los mencheviques por la continuación de la guerra, la ofensiva de junio de 1917 en el frente, la pena de muerte para los soldados y la sublevación de Kornílov.

Si antes, en el período anterior, la cuestión fundamental de la revolución era derrocar al zar y el poder de los terratenientes, ahora, en el período siguiente a la revolución de febrero, en el que ya no había zar, y la guerra, interminable, daba el golpe de gracia a la economía del país, arruinando enteramente a los campesinos, la cuestión fundamental de la revolución era acabar con la guerra. El centro de gravedad se había desplazado, sin dejar lugar a dudas, de las cuestiones de carácter puramente interior a la cuestión fundamental: a la cuestión de la guerra. «Poner fin a la guerra», «librarse de la guerra»: tal era el clamor general del país extenuado y, sobre todo, de los campesinos.

Ahora bien, para librarse de la guerra, había que derrocar al gobierno provisional, había que derrocar el poder de la burguesía, había que derrocar el poder de los eseristas y los mencheviques, porque eran ellos, y sólo ellos, quienes dilataban la guerra hasta «la victoria final». En realidad, no había más camino para salir de la guerra que el derrocamiento de la burguesía.

Fue aquélla una nueva revolución, una revolución proletaria, porque arrojaba del poder a la última fracción, a la fracción de extrema izquierda de la burguesía imperialista, a los partidos eseristas y mencheviques, para crear un nuevo poder, un poder proletario, el poder de los soviets, para llevar al poder al partido del proletariado revolucionario, al Partido Bolchevique, al partido de la lucha revolucionaria contra la guerra imperialista y por una paz democrática. La mayoría de los campesinos apoyó la lucha de los obreros por la paz, por el poder de los soviets.

Para los campesinos no había otra salida. No podía haber otra salida.

El período de la kerenskiada fue, por tanto, la enseñanza más palmaria para las masas trabajadoras del campo, pues demostró evidentemente que, bajo el poder de los eseristas y de los mencheviques, el país no se libraría de la guerra y los campesinos no obtendrían ni la tierra ni la libertad; que los mencheviques y los eseristas sólo se distinguían de los demócratas constitucionalistas por sus discursos melifluos y sus promesas engañosas, practicando, en realidad, la misma política imperialista que los demócratas constitucionalistas; que el único poder capaz de sacar al país del atolladero era el poder de los soviets. La prolongación de la guerra no hizo más que confirmar lo acertado de esta lección, espoleando la revolución e impulsando a millones y millones de campesinos y soldados a agruparse de manera directa en torno a la revolución proletaria. El aislamiento de los eseristas y de los mencheviques llegó a ser un hecho indudable. Sin las enseñanzas palmarias del período de la coalición, no hubiera sido posible la dictadura del proletariado.

Tales fueron las circunstancias que facilitaron el proceso de transformación de la revolución burguesa en revolución proletaria.

Así se llegó en Rusia a la dictadura del proletariado.

El campesinado después de la consolidación del poder soviético

Si antes, en el primer período de la revolución, la cuestión consistía principalmente en derrocar el zarismo, y más tarde, después de la revolución de febrero, consistía, ante todo, en salir de la guerra imperialista mediante el derrocamiento de la burguesía, ahora, después de terminada la guerra civil y consolidado el poder soviético, pasan a primer plano las cuestiones de la edificación económica. Reforzar y desarrollar la industria nacionalizada; ligar, a este efecto, la industria con la economía campesina a través del comercio regulado por el Estado; sustituir el sistema de contingentación por el impuesto en especie, para luego, disminuyendo gradualmente este impuesto, pasar al cambio de artículos industriales por productos de la economía campesina; reanimar el comercio y desarrollar la cooperación, atrayendo a ésta a millones de campesinos: así esbozaba Lenin las tareas inmediatas de la edificación económica, encaminada a sentar los cimientos de la economía socialista.

Dicen que esta tarea puede ser superior a las fuerzas de un país campesino como Rusia. Algunos escépticos llegan incluso a afirmar que esta tarea es puramente utópica, irrealizable, porque los campesinos son campesinos, es decir, pequeños productores, y no pueden, por tanto, ser utilizados para organizar los cimientos de la producción socialista.

Pero los escépticos se equivocan, porque no toman en consideración algunas circunstancias que tienen, en este caso, una importancia decisiva. Veamos las principales.

Primera. No hay que confundir al campesinado de la Unión Soviética con el campesinado del Occidente. Un campesinado que ha pasado por la escuela de tres revoluciones, que ha luchado del brazo del proletariado y bajo la dirección del proletariado contra el zar y el poder burgués, un campesinado que ha recibido de manos de la revolución proletaria la tierra y la paz y que, por ello se ha convertido en reserva del proletariado, este campesinado no puede por menos de diferenciarse del campesinado que ha luchado en la revolución burguesa bajo la dirección de la burguesía liberal, ha recibido la tierra de manos de esta burguesía y se ha convertido por ello, en reserva de la burguesía. Huelga demostrar que el campesino soviético, acostumbrado a apreciar la amistad política y la colaboración política del proletariado y que debe su libertad a esta amistad y a esta colaboración, no puede por menos de estar extraordinariamente predispuesto a colaborar económicamente con el proletariado.

Engels decía que:

«La conquista del poder político por el partido socialista se ha ido dibujando como una meta próxima, que, para conquistar el poder político, este partido tiene antes que ir de la ciudad al campo y convertirse aquí en una potencia». (Friedrich Engels; El problema campesino en Francia y Alemania, 1894)

Engels escribió estas palabras en el último decenio del siglo pasado, refiriéndose a los campesinos del Occidente. ¿Es necesario demostrar que los comunistas rusos, que han llevado a cabo en este terreno una labor gigantesca en el Transcurso de tres revoluciones, han conseguido crearse ya en el campo una influencia y un apoyo con los que nuestros compañeros del Occidente no pueden ni siquiera soñar? ¿Cómo es posible negar que esta circunstancia no puede por menos de facilitar de modo radical el establecimiento de la colaboración económica entre la clase obrera y los campesinos de Rusia?

Los escépticos repiten machaconamente que los pequeños campesinos son un factor incompatible con la edificación socialista. Pero escuchad lo que dice Engels a propósito de los pequeños campesinos del Occidente:

«Nosotros estamos resueltamente de parte del pequeño campesino: haremos todo cuanto sea admisible para hacer más llevadera su suerte, para hacerle más fácil el paso al régimen cooperativo, caso de que se decida a el, e incluso para facilitarle un largo plazo de tiempo para que lo piense en su parcela, si no se decide a tomar todavía esta determinación. Y lo hacemos así, no sólo porque consideramos posible el paso a nuestro lado del pequeño campesino que trabaja su tierra, sino además por un interés directo de partido. Cuanto mayor sea el número de campesinos a quienes ahorremos su caída efectiva en el proletariado, a quienes podamos ganar ya para nosotros como campesinos, más rápida y fácilmente se llevará a cabo la transformación social. No está en nuestro interés el tener que esperar, para esta transformación, a que se desarrolle en todas partes, hasta sus últimas consecuencias, la producción capitalista, a que hayan caído en las garras de la gran producción capitalista hasta el último pequeño artesano y el último pequeño campesino. Los sacrificios materiales que haya que hacer en este sentido en interés de los campesinos, a costa de los fondos públicos, podrán ser considerados, desde el punto de vista de la economía capitalista, como dinero tirado, pero serán, a pesar de eso, una excelente inversión, pues ahorrarán, tal vez, una cantidad decuplicada en los gastos de la reorganización de la sociedad en general. Por tanto, en este sentido podremos proceder con los campesinos muy generosamente». (Friedrich Engels; El problema campesino en Francia y Alemania, 1894)

Así hablaba Engels, refiriéndose a los campesinos del Occidente. Pero ¿no está claro, acaso, que lo que Engels dice no puede llevarse a cabo en ningún sitio con tanta facilidad ni plenitud como en el país de la dictadura del proletariado? ¿Acaso no está claro que sólo en la Rusia soviética puede darse sin dilación e íntegramente «el paso a nuestro lado del pequeño campesino que trabaja por su cuenta» y que los «sacrificios materiales» y la «generosidad respecto a los campesinos», necesarios para ello, así como otras medidas análogas en beneficio de los campesinos, se aplican ya en Rusia? ¿Cómo puede negarse que esta circunstancia tiene, a su vez, que facilitar e impulsar la edificación económica del país soviético?

Segunda. No hay que confundir la agricultura de Rusia con la del Occidente. En el Occidente la agricultura se desarrolla siguiendo la ruta habitual del capitalismo, en medio de una profunda diferenciación de los campesinos, con grandes fincas y latifundios privados capitalistas, en uno de los polos y, en el otro, pauperismo, miseria y esclavitud asalariada. Allí son completamente naturales, a consecuencia de ello, la disgregación y la descomposición. No sucede así en Rusia. En nuestro país, la agricultura no puede desarrollarse siguiendo esa ruta, ya que la existencia del poder soviético y la nacionalización de los instrumentos y medios de producción fundamentales no permiten semejante desarrollo. En Rusia el desarrollo de la agricultura debe seguir otro camino, el camino de la cooperación de millones de campesinos pequeños y medios, el camino del desarrollo de la cooperación en masa en el campo, fomentada por el Estado mediante créditos concedidos en condiciones ventajosas. Lenin indicaba acertadamente, en sus artículos sobre la cooperación, que el desarrollo de la agricultura de nuestro país debía seguir un camino nuevo, incorporando a la mayoría de los campesinos a la edificación socialista a través de la cooperación, introduciendo gradualmente en la economía rural el principio del colectivismo, primero en la venta de los productos agrícolas y después en su producción.

En este sentido, son sumamente interesantes algunos fenómenos nuevos que se presentan en el campo, en relación con la cooperación agrícola. Es sabido que en el seno de la Unión de Cooperativas Agrícolas han surgido, en diferentes ramas de la economía rural –en la producción de lino, de patata, de manteca, etc.–, nuevas y fuertes organizaciones con un gran porvenir. Entre ellas figura, por ejemplo, la Cooperativa Central del Lino, que agrupa a toda una red de cooperativas campesinas de producción de lino. La Cooperativa Central del Lino se ocupa de suministrar a los campesinos semillas e instrumentos de producción, compra después a los mismos campesinos toda su producción de lino, la vende en gran escala en el mercado, garantiza a los campesinos una participación en los beneficios y, de este modo, liga la economía campesina, a través de la Unión de Cooperativas Agrícolas, con la industria del Estado. ¿Qué nombre debe darse a semejante forma de organización de la producción? Se trata, a mi juicio, de un sistema doméstico de gran producción agrícola socialista de Estado. Hablo de un sistema doméstico de producción socialista de Estado por analogía con el sistema de trabajo a domicilio del capitalismo, por ejemplo, en la industria textil, donde los artesanos, que recibían del capitalismo la materia prima y los instrumentos de trabajo y le entregaban toda su producción, eran de hecho obreros semiasalariados a domicilio. Este es uno de los numerosos ejemplos indicadores del camino que debe seguir en nuestro país el desarrollo de la agricultura. Ya no hablo aquí de otros ejemplos de la misma índole en otras ramas de la agricultura.

No creo que sea necesario demostrar que la inmensa mayoría de los campesinos seguirán de buen grado esta nueva vía de desarrollo, rechazando la vía de los latifundios privados capitalistas y de la esclavitud asalariada, la vía de la miseria y de la ruina.

He aquí lo que dice Lenin de las vías del desarrollo de nuestra agricultura:

«Todos los grandes medios de producción en poder del Estado y el poder del Estado en manos del proletariado; la alianza de este proletariado con millones y millones de pequeños y muy pequeños campesinos; asegurar la dirección de los campesinos por el proletariado, etc., ¿acaso no es esto todo lo que se necesita para edificar la sociedad socialista completa partiendo de la cooperación, y nada más que de la cooperación, a la que antes tratábamos de mercantilista y que ahora, bajo la NEP, merece también, en cierto modo, el mismo trato; acaso no es esto todo lo imprescindible para edificar la sociedad socialista completa? Eso no es todavía la edificación de la sociedad socialista, pero sí todo lo imprescindible y lo suficiente para esta edificación». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Sobre la cooperación, 1923)

Hablando más adelante de la necesidad de prestar apoyo financiero y de toda otra índole a la cooperación, como a un «nuevo principio de organización de la población» y a un nuevo «régimen social» bajo la dictadura del proletariado, Lenin dice:

«Todo régimen social surge exclusivamente con el apoyo financiero de una clase determinada. Huelga recordar los centenares y centenares de millones de rublos que costó el nacimiento del «libre» capitalismo. Ahora debemos comprender, para obrar en consecuencia, que el régimen social al que en el presente debemos prestar un apoyo extraordinario es el régimen cooperativo. Pero hay que apoyarlo en el verdadero sentido de la palabra, es decir, no basta con entender por tal apoyo la ayuda prestada a cualquier cambio cooperativo, sino que por tal apoyo hay que entender el prestado a un cambio cooperativo en el que participen efectivamente verdaderas masas de la población». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Sobre la cooperación, 1923)

¿Qué nos dicen todas estas circunstancias?

Nos dicen que los escépticos no tienen razón.

Nos dicen que quien tiene razón es el leninismo, que ve en las masas trabajadoras del campo la reserva del proletariado.

Nos dicen que el proletariado en el poder puede y debe utilizar esta reserva, para vincular la industria a la agricultura, para impulsar la construcción socialista y dar a la dictadura del proletariado la base que necesita y sin la cual es imposible el paso a la economía socialista. (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili; Stalin; Los fundamentos del leninismo, 1924)

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