El antiguo Presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero presiona en Venezuela por encargo de Repsol y otros monopolios en favor de una liquidación “dulce” del bolivarismo. Es el mismo papel que viene jugando España en Venezuela desde que Chávez llegó al gobierno en 1999, aunque con algunas variaciones: Aznar trató de dar un golpe de Estado, mientras Felipe González y Zapatero “sólo” presionan.
La actuación de Zapatero es la de cualquier otro lobbista al servicio de los monopolios españolas, que buscan un “hombre de paja” para defender sus intereses en el país latinoamericano. El apoyo de Zapatero ha sido especialmente importante para que Repsol pueda repatriar dividendos de Venezuela.
Pero los monopolistas españoles preparan el desembarco en una Venezuela post-Maduro o participar allí de un capitalismo salvaje. El plan es el de que el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) siga en el poder, pero sin la presencia de Maduro y de figuras destacadas del chavismo, sobre todo aparato militar.
Zapatero ya ha actuado como lobbista en Cuba o Guinea Ecuatorial, de la mano de los antiguos ministros del PSOE Miguel Ángel Moratinos y José Bono. Tiene muy buena relación con el todavía subsecretario de Estado de Estados Unidos para Asuntos Políticos de Latinoamérica, Thomas Shannon, uno de los supervivientes del gobierno de Obama. Shannon está al tanto de cada paso que da el equipo de mediadores de Zapatero en Venezuela.
La intervención de Zapatero en Venezuela comenzó, al menos oficialmente, a finales de 2015, cuando aterrizó en Caracas como observador internacional de las últimas elecciones parlamentarias, las que dieron a la oposición la mayoría de la Asamblea Nacional. Tras estos comicios, Zapatero continuó viajando al país latinoamericano como mediador de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), y desde octubre de 2016 participa de forma más activa en las negociaciones entre el gobierno venezolano y la oposición.
En este cometido le acompañan los expresidentes Ernesto Samper (Colombia), Leonel Fernánez (República Dominicana) y Martín Torrijos (Panamá). También ha aportado su visión monseñor Claudio María Celli, emisario del Vaticano.