Tras la cumbre del G-20, Rex Tillerson ha llegado a Kiev con el objetivo de apaciguar a sus títeres ucranianos, entre los que había cundido el pánico por la posibilidad de que se pudiera aprobar o cambiar algo [sin su participación] a puerta cerrada. Ha sido necesaria esta acción, incluso en el contexto de los intentos de la Casa Blanca de convencer a sus oponentes de que “Trump no es un agente del Kremlin” con chistes como que “Trump preguntó a Putin: ¿me ayudaste tú a ganar las elecciones?”. Tras su llegada, Tillerson habló de las negociaciones y afirmó que no van a abandonar a Ucrania -al menos por ahora-, lo que provocó la inmensa alegría de la prensa ucraniana, que ve su mayor satisfacción en los cariñosos ojos de sus dueños.
En ese contexto se volvió a repetir el mantra sobre la importancia de “los acuerdos de Minsk, no hay progreso, hay que cumplirlos, pero no sabemos cómo”. En general, Estados Unidos se reafirma en su postura anterior, en la que los desacuerdos con Rusia son los mismos que antes y se basan en la diferente interpretación de los puntos de los acuerdos de Minsk. Y si esos puntos se leen e interpretan de forma diferente, el progreso es improbable.
Es difícil definir las expectativas del nuevo representante plenipotenciario de Estados Unidos para Ucrania, si supondrá un cambio en los contactos entre Washington y Moscú. Anteriormente era Victoria Nuland la que cubría ese puesto, mientras que ahora será sustituida por Kurt Volker. No se puede considerar ni a Nuland ni a Volker partidarios de Rusia y, de hecho, ambos representan a los círculos que estaban detrás del golpe de Estado en Ucrania. Es extremadamente improbable que el cambio de representantes suponga ningún cambio, ya que las contradicciones responden a diferencias de carácter estratégico e ideológico.
Las arrogantes exigencias de que Rusia entregue Crimea que se han realizado a través de la Asamblea Parlamentaria de la OSCE muestran que el espectáculo de Ucrania sigue en una parálisis estratégica. La reafirmación de exigencias obviamente imposibles refleja una completa falta de voluntad por encontrar compromisos. En este contexto, las partes optarán por un más active desarrollo de la cuestión de Siria, donde, al contrario que en Ucrania, es posible alcanzar al menos un mínimo progreso en las relaciones y conseguir resultados significativos en la puesta en práctica de los objetivos. Por el momento, no es el caso en Ucrania, lo que hace previsible que se mantenga la actual guerra de trincheras con empeoramientos periódicos en Donbass mientras se repite que “no hay alternativa a los acuerdos de Minsk”. Teniendo en cuenta que el tema de las elecciones [locales en Donbass, previstas según los acuerdos de Minsk] prácticamente ha desaparecido de los temas tratados en la prensa, es de esperar el anuncio de su traslado al otoño y después al invierno.