Cuando en 1941 la Wehrmacht llegó a Minsk, la capital de Bielorrusia, encerraron a los judíos en un ghetto. Entre los recluidos había una joven militante comunista, María “Masha” Borisovna Bruskina, que vivía con su madre.
Sólo tenía 17 años y se fugó del ghetto para unirse a la resistencia. Estuvo en las primeras células clandestinas. Se tiñó el pelo de rubio y adoptó el nombre de su madre, que no era judía.
Primero empezó a trabajar como enfermera en un hospital para presos del Ejército Rojo convalecientes de sus heridas. Expropiaba vestidos y medicinas para la resistencia guerrillera. También falsificaban documentos de identidad para organizar fugas.
La detuvieron el 14 de octubre a causa de la delación de Boris Rudenko, un oficial que estaba preso. Fue salvajemente torturada durante su detención.
Junto a ella condenaron a otros 11 resistentes antifascistas a la pena de muerte por ahorcamiento y les hicieron desfilar por las calles de Minsk. A Masha le colgaron un cartel del cuello: “Soy una guerrillera y he disparado contra los soldados alemanes”.
Los encargados de su ahorcamiento eran unos vecinos muy especiales, lituanos que colaboraban con los nazis en la retaguardia en tareas de “limpieza”, es decir, redadas, interrogatorios, torturas y ejecuciones sumarias.
El ahorcamiento se llevó a cabo a la entrada de la fábrica de levadura de Minsk. Los verdugos quisieron dar un escarmiento, aterrorizar a la clase obrera. Varias veces intentaron que la joven girara su rostro hacia la muchedumbre con la soga en el cuello. Una y otra vez Masha volvía la cabeza. “Otros vendrán detrás y me vengarán”, fueron sus últimas palabras, dirigidas a sus verdugos.
Tras el ahorcamiento los cadáveres fueron expuestos durante 10 días en grupos de tres por varias plazas de Minsk. Cuando los descolgaron, los cuerpos estaban ya en un avanzado estado de descomposición.
Los actos fueron fotografiados por otro lituano que colaboraba con los nazis. Quiso inmortalizar una humillación y legó al mundo el ejemplo de coraje de una adolescente revolucionaria que con sólo 17 años de edad se había atrevido a plantar cara al fascismo y a la muerte con absoluta entereza.
Unos días antes de su muerte, Masha escribió a su madre: “Vivo atormentada por las enormes desgracias que te he causado. Perdóname. No tengo nada malo. Te juro que nunca más volverás a padecer más desgracias por mi culpa. Si puedes, envíame mi vestido, mi blusa verde y mis zapatos blancos. Quiero salir de aquí vestida con el uniforme escolar”.
A su lado fueron ahorcados otros dos camaradas de Masha. Uno era un joven comunista, Volodia Sherbatsevitch, de 16 años de edad que había participado en una acción guerrillera contra el ejército de ocupación.
El mismo día los nazis ahorcaron también a su madre, Olga, que formaba parte de la misma célula clandestina.
El tercer ahorcado junto a Masha era Kiril Trus, un veterano de la Primera Guerra Mundial.
La historia heroica de los comunistas de Minsk que plantaron cara al fascismo no se conoció hasta 1968, cuando lo publicó el diario soviético “La Tarde de Minsk”.
El director de cine Lev Arkadiev inició una investigación para que Masha fuera identificada por una veintena de testigos, entre ellos si tío, el escultor Zair Azgur.
Su madre murió un mes después de Masha en el ghetto. Hasta 1960 no se descubrió el rastro de su padre en Moscú. Su salud mental se había quebrado definitivamente al presenciar el ahorcamiento de su hija y su exposición en la calle durante varios días. Murió mientras permanecía ingresado en un hospital siquiátrico en los años setenta. Nunca dejó de hablar de su hija Misha, brutalmente asesinada por el fascismo.
La United States Holocaust Memorial Museum la condecoró con la medalla de la resistencia por su coraje durante la guerra contra el fascismo.
En 2006 se inauguró una placa en Israel con el siguiente mensaje: “A la memoria de Masha Bruskina y de todas las mujeres judías que murieron combatiendo al nazismo”.
En el barrio Pisgat Zeev de Jerusalén, una calle lleva su nombre desde 2007, aunque en Israel nunca mencionan que Masha era comunista para mantener la ficción de que sólo los judíos fueron víctimas de los nazis.
En 2008 su nombre se unió a la esquela conmemorativa con los demás ahorcados y en 2011 L. Egaire Humphrey escribió un libro relatando su biografía.
La propaganda imperialista califica al chivato Rudenko como el típico “represaliado político del stalinismo”. Fue juzgado por traición y ejecutado el 16 de mayo de 1951.
No todos los nombres de los héroes comunistas ahorcados en Minsk han podido ser identificados hasta la fecha. Además de los mencionados de Masha, Kiril, Volodia y Olga, también se conocen los de Elena Ostrovskaia y Nadejda Ianushkevitch.
No me convince el parafo siguiente que está en el artículo : «En el barrio Pisgat Zeev de Jerusalén, una calle lleva su nombre desde 2007, aunque en Israel nunca mencionan que Masha era comunista para mantener la ficción de que sólo los judíos fueron víctimas de los nazis.»
1/ Los judíos no reconocen como judío a quien no tiene una madre judía. La madre de la valiente y heroíca María “Masha” Borisovna Bruskina, no era judía. ¿ No será entonces que la calle de Jerusalén lleva su nombre porque fue una heroe de la resistencia ?
2 ¿De donde saquéis la idea de que Israel quiere mantener la ficción de que sólo los judíos fueron victimas de los nazis ? Todos sabemos que comunistas, socialistas, sindicalistas y demócratas fueron perseguidos por los nazis y que niños discapacitados, enfermos mentales también fueron masacrados con los judíos.
3 Me asombra constatar en una parte de la izquierda española algo que parece ser un antijudaísmo que no se ve en la izquierda de otros país europeos. A menudo he oído topicos antijudíos en reuniones de gente que dice ser de izquierda. Me pregunto si el antijudaísmo de parte de la izquierda española no es una de las secuelas inconscientes de décadas de enseñanza y propaganda franquista apoyadas por la parte más oscurantista de la Iglesia.