El apoyo de la multinacional IBM al franquismo durante la guerra civil

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La dilatada historia de IBM, fundada en 1911 con el nombre de CTR (Computing Tabulating Recording Corporation), no está exenta de sombras que empañan sus muchas luces. Bajo el paraguas de la multinacional centenaria se inventaron el cajero automático, el disquete, el disco duro y aún hoy la empresa asombra al mundo con el desarrollo de su inteligencia artificial, llamada Watson en honor al más dirigente de la multinacional. Sin embargo, las vicisitudes empresariales llevaron a IBM a negociar con los regímenes fascistas en España y Alemania.

“En los primeros 3 meses de 1939, IBM vendió 700.000 tarjetas perforadas a España”, asegura el investigador estadounidense Edwin Black. El país estaba en plena Guerra Civil y el destinatario de aquellas cartulinas preparadas para contener información no era otro que el bando sublevado de Francisco Franco.

Hijo de judíos supervivientes de campos de concentración, Black es el autor de “IBM y el Holocausto”, un libro en el que se pone de manifiesto la colaboración de la compañía dirigida por Watson con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial a través de la venta de maquinaria y tarjetas perforadas que, entre otras cosas, se utilizaron para la organización de los campos de concentración. Sin embargo, aquella no era la primera operación de IBM en suelo europeo en tiempos bélicos.

“Si recibes tantas tarjetas perforadas en tan poco tiempo, estás preparado para multiplicar tus operaciones”, explica el investigador. Y el momento en que llegó esa venta masiva al bando de Franco no fue casual. El material tecnológico se recibió a comienzos de 1939, cuando apenas faltaban semanas para que Franco suscribiera, desde Burgos, el último parte de guerra dando por finalizada la contienda. “La ayuda de IBM fue clave para que Franco ganara la Guerra Civil”, sentencia Black.

Aquel parte del 1 de abril de 1939 fue el del célebre “cautivo y desarmado el Ejército Rojo”. Según Black, las tarjetas perforadas habrían sido utilizadas por Franco y los suyos precisamente para eso: dar caza y recluir a sus oponentes. “Se les dio un uso relacionado con el censo militar, pero también para las encarcelaciones y la organización de prisioneros en campos de concentración y, sobre todo, para que los servicios secretos [el SIPM, Servicio de Información y Policía Militar] persiguieran a republicanos”, desglosa el investigador.

Las tarjetas de IBM “fueron programadas para rastrear a los partidarios del Gobierno democrático para que pudieran ser detenidos”, añade el historiador Edwin Krales, que también ha indagado acerca del papel de la tecnológica en los grandes acontecimientos de la primera mitad del siglo XX. Estos contenedores de información eran la clave para que las tabuladoras Hollerith fueran útiles. “Configuraban las máquinas para cualquier cosa que estuvieran buscando”, explica Krales.

No obstante, Black aclara que la relación entre IBM y los regímenes de Hitler o Franco era estrictamente comercial. “IBM vendía estas tarjetas perforadas no por afinidad al fascismo, sino porque aspiraba al dominio mundial de la informática”, argumenta.

Con ello, Black no resta importancia a la colaboración del gigante tecnológico con el golpe militar en España o el Holocausto nazi. De hecho, a día de hoy, el autor se dedica a recorrer las facultades de Informática de medio mundo pidiendo, con las sombras de Watson y la multinacional como argumento, que el nombre del dirigente de IBM desaparezca de rincones honoríficos de las universidades. “IBM nunca ha pedido disculpas ni ha dado explicaciones por los miles de muertes que provocó en la Guerra Civil”, denuncia el investigador.

Si la Guerra Civil sirvió de campo de pruebas para que los contendientes de la entonces futura II Guerra Mundial experimentaran el potencial de su armamento, para IBM la oportunidad de vender su material al bando franquista no fue muy distinta. “La Guerra Civil se convirtió en el terreno de prueba para averiguar la eficacia de las tarjetas perforadas”, explica Krales.

Tras la Guerra Civil, prosigue, IBM seguía produciendo tarjetas perforadas que se usaron en los territorios ocupados por los nazis “para llevar a cabo sus redadas”. Hoy, una de estas tabuladoras se conserva en el Museo del Holocausto de Washington, y fue precisamente ante esta máquina donde Black se preguntó por primera vez cuál era la relación entre IBM y la Alemania nazi. Años más tarde, publicaría su investigación.

Volviendo a España, lo cierto es que una vez terminada la guerra antifascista, la relación entre Franco y la tecnológica estadounidense no se dio por concluida. Una noticia publicada el 4 de enero de 1946 por el diario ABC anunciaba la “entrega al Caudillo de un importante donativo” procedente de las arcas de IBM. “La International Business Machine Corporation, de Nueva York, hace donación de 109.000 pesetas para su reparto entre las clases más necesitadas”, explicaba la nota.

50.000 de esas pesetas iban a parar directamente a manos de Franco, según ABC, para que él fuera el encargado de repartirlas. El dictador agradecía entonces “los generosos sentimientos filantrópicos de Mr. Watson, recordando al propio tiempo que no es la primera vez que este señor envía donativos a España”.

Para Black, estas habituales donaciones que el propio Watson hacía a través de su empresa habrían sido más bien una suerte de pagos por los servicios prestados. “España se convirtió en un país neutral importante: era un interlocutor entre Nueva York y Alemania”, argumenta el investigador.

El comercio directo con Alemania e Italia (tanto con sus Gobiernos como con sus empresas) estaba completamente prohibido para las empresas estadounidenses. Sin embargo, España y Suiza eran las grietas perfectas por las que colarse: su condición oficial de países neutrales durante la Segunda Guerra Mundial los convertía en la puerta de entrada para que IBM introdujera sus tarjetas perforadas con destino final en las potencias del Eje. “España funcionó como un socio para IBM”, sentencia Black.

La relación comercial de IBM con el fascismo se habría extendido durante casi una década por medio de la venta de material tecnológico.

https://www.elconfidencial.com/tecnologia/2018-04-21/otra-historia-de-ibm-tarjetas-franquismo-guerra-civil_1552819/

El fascismo está indisolublemente ligado al monopolismo y la técnica nunca ha sido un instrumento políticamente ‘neutral’.
No hay más que ver esta tarjeta perforada de IMB con el emblema nazi
Fuente: MPR

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