¡Vivan las cadenas y mueran los negros!

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Juan Manuel Olarieta.Lo único que no se le puede reprochar a la reacción española es que no sea fiel a sí misma desde hace siglos, al menos desde la Contrarreforma, algo que no se puede predicar de los “progres” ni de los posmodernos, tipo Errejón, que nunca sabes si son carne o pescado, pero de quienes no cabe duda que no son lo que dicen ser.

Desde la Inquisición, los reaccionarios hispánicos se gustan a sí mismos y no admiten cambios que no sean para echar el freno y regresar al pasado, cuanto más pasado mejor. Por eso España es una galaxia con mucho pasado y ningún futuro… si las cosas siguen como hasta ahora, o sea, si no hay una revolución.

Cada vez que en España ha caído la monarquía, a la reacción no le ha importado desatar una guerra civil y matar a cuantos ha sido necesario.

La diferencia es que antes no le importaba reconocerlo, mientras que ahora se ha vuelto hipócrita.

Los progresistas españoles (los de verdad, no la bazofia “progre” de ahora) siempre tuvieron que apoyarse en un desmoronamieto del Estado para empujar la historia hacia adelante.

Así ocurrió hace 200 años, cuando Francia invadió la península y los liberales (hoy denostados) aprovecharon para publicar la primera Constitución, de la que se desprendía una agradable sorpresa: los españoles tienen derechos (los mismos derechos).

Aquello no gustó nada a la reacción cavernaria, que acusó a los liberales de “negros”, es decir de lo peor que se le podía tildar a alguien en aquella época. Hoy los llamarían “terroristas”.

En aquellos tiempos la reacción no disimulaba; no le gustaba la libertad (de los demás), ni tampoco los derechos (de los demás). Su consigna era “¡Vivan las cadenas!” porque eso es lo que siempre han pretendido: poner cadenas (a los demás).

Hoy la cosa no ha cambiado. España ha cumplimentado su regreso al pasado y estamos otra vez en el mismo agujero del que nunca hemos logrado salir, en 1939, que es la fecha preferida por la reacción actual.

Lo único que ha cambiado son las invocaciones y la retórica. Hoy todo se hace en nombre de la constitución, la libertad y los derechos. También oigo hablar mucho de un concepto que hace 200 años era subversivo: la nación.

Lamentablemente hay quien cree que la nación es un concepto reaccionario, mientras que otros creen que es algo ahistórico, por encima de la historia o que siempre ha existido.

Pues bien, si hace 200 años la reacción española gritaba “¡Muera la nación!” es porque la nación (española) tenía un contenido subversivo, ligado a la eliminación de los privilegios feudales y a un programa revolucionario como la milicia nacional, es decir, al armamento del pueblo, e incluso al patrimonio nacional, o sea, la expropiación de los bienes del rey para entregárselos a la nación.

Ahora los reaccionarios le han dado una vuelta de 180 grados al asunto y se desviven por eso que ellos consideran como “la nación española”. Para ellos España es una nación que identifican con el fascismo y con los símbolos fascistas.

Por eso cuando el patán de Errejón habla de “arrebatar a la ultraderecha los símbolos nacionales” se refiere a que los antifascistas hagan lo mismo que sus enemigos, o sea, enarbolar la bandera fascista y defender la unidad del Estado.

La España antifascista no tiene nada que ver con eso. No tiene nada que ver con Errejón ni con Vox, empezando porque defiende la libertad y se atiene a un principio clave: “un pueblo que mantiene sometidos a otros, no puede ser libre”.

Hoy como hace 200 años, la España antifascista defiende los derechos de los oprimidos, los individuales y los colectivos, y jamás aceptará que quede integrado en un nuevo Estado, republicano, popular y democrático, ninguna nación que voluntariamente no quiera formar parte del mismo.

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