«El problema nacional no es una abstracción, no es una entidad aislada. El problema nacional es parte indisoluble del problema general de la revolución. Hemos, pues, de verlo a la luz de la lucha de clases, de su desarrollo y de su objetivo histórico. Estamos ahora en la fase superior y última del capitalismo, la fase imperialista. La lucha de clases se agudiza y la burguesía se convierte en extra y antinacional. El interés de clase prima por encima de cualquier otro interés. Y todos los elementos que intervienen en la vida colectiva son utilizados con el objetivo único de asegurar el dominio de clase, el monopolio del Estado, instrumento de la clase dominante. Para la burguesía el problema nacional, allí donde éste existe, es materia especulativa; se sirve de ella si así conviene momentáneamente a su interés de clase o se reniega de ella cuando lo pone en peligro. Y como el interés de clase capitalista es incompatible con el interés nacional la burguesía termina siempre por traicionar a la nación. (…) ¿Y cómo reaccionan la gran burguesía y las castas tradicionales en estos países? Como clase y castas gobernantes que continúan la tradición de la guerra: para mantener sus privilegios han convertido en moneda de cambio la independencia y la soberanía nacional. Y como políticos e «ideólogos» inventan filosofías y teorías, cuyo único objetivo es sembrar la confusión en las masas populares, dividir la clase obrera y movilizar a la opinión contra los partidos comunistas. (…) No hay manera, amiga Reyes Bertral, de rehuir la polarización. Con las patrañas hipócritas de las terceras fuerzas y principios puros y conductas impuras no se va más que al deshonor y a nuevas derrotas». (Joan Comorera; Carta abierta a Reyes Bertal, dirigente de Estat Català, 1948)
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