
Esperaba impaciente porque llegara la hora de iniciar con Eduardo Sosa su concierto fuera de plan para una representación de nuestros 19 200 colaboradores, cuando le abordamos. Raúl Torres es «en persona» –¡bendita coherencia humana!– lo mismo que parece sobre un escenario: un cubano cálido y sereno, dado a bromas agradables, que sin embargo se inflama cuando se le tocan los temas profundos.
Tiene una voz pequeña, que saca palabra a palabra en el diálogo, casi en son de secreto, capaz de amigar incluso al desconocido, pero nadie se confunda: igual que en esta charla con Granma y sus lectores, miles de veces su garganta ha abierto pechos donde sembrar la verdad.
«Eduardo y yo pedimos cantarles a los colaboradores, darles un ratico ameno, ya que han sido unos días un poco tensos, no solo para ellos sino también para el pueblo venezolano. No se puede perder la maravilla del arte, de la cultura; por eso hemos venido a ofrecer este “conciertico” con un recorrido de nuestra obra que la gente agradece», afirmó.
Los dos trovadores participaron en la Asamblea Internacional de los Pueblos que hasta el miércoles se estuvo celebrando aquí para denunciar las amenazas imperiales contra Venezuela y para apoyar el traje cívico militar con que el proceso bolivariano sostiene sus sueños. En ese evento de la dignidad, después de una interpretación, Raúl Torres recibió dos sorpresas.
«Fue un momento muy bonito, porque tuve la oportunidad de estrenar la canción Tambores de la paz en un lugar donde había una multitud que ya la conocía. Esa sensación de sentir el estribillo de la gente cantándola con uno es muy gratificante», refiere como en repaso del pasaje que cuenta. En la propia velada, en el hotel Alba Caracas, de esta capital, la Vicepresidenta ejecutiva le dio un regalo personal.
«Delcy Rodríguez se me acercó –cuenta el artista–, me dio un abrazo y me agradeció, algo que era de esperar, puesto que todos los cubanos conocemos lo maravillosa, sorprendente, lo grande y conocedora de la verdad de nuestros tiempos que es esa mujer. Me emocioné cuando lo hizo».
Raúl suele andar entre semillas de pueblos. En esta Asamblea, convocada en días de intensa amenaza externa pero de coraje interior mayor, participaron más de 600 representantes de unos 80 países que defienden el legado de El Libertador. La misma mujer que abrazó a Cuba en el cuerpo del trovador lo dijo claramente: «La independencia, como hace 200 años lo hiciera Simón Bolívar, se logra peleando». Y Raúl Torres tiene su manera de hacerlo.
«Quedé con las ganas de cantar en la frontera», lamenta, pero se le ve la tranquilidad de quien, de todos modos, se presentó con su arsenal de lirismo ante venezolanos, invitados de decenas de naciones y, por supuesto, cubanos internacionalistas.
Frente a cientos de entusiastas colaboradores, el artista y su entrañable compañero Eduardo Sosa no quedaron con las ganas. Interpretaron, ora separados, ora juntos, 14 temas del catálogo de maravillas cubanas –algunas de ellos– que concluyeron con dos himnos de reverencia latinoamericana: El regreso del amigo y Cabalgando con Fidel. Como dijo Martí de Bolívar, ambos Comandantes y la música que los retrata tienen mucho que hacer en América.
Ya se ha visto: la prensa que redobla –y remiente– contra todo signo chavista ha insistido en el contraste de los conciertos alrededor de la trampa «humanitaria» porque, dice en sus titulares, del lado colombiano cantaron artistas muy mediáticos, mientras que en el borde venezolano se presentó talento principalmente local, menos conocido en los circuitos de la farándula trumpiana.
–¿Cómo –pregunta el periodista– fue que esos «tambores de la paz», según dicen más pequeños, ganaron también la puja de los escenarios?
–Lo que mantiene diáfano y sembrado en la verdadera verdad a estos artistas nuestros –los que cantaron del lado de acá, digámoslo así– es que no cobraron ni un centavo por decir sus canciones en un escenario similar al que estuvo del otro lado de la frontera. Eso es algo que a mí me ha ayudado mucho a mantener mi criterio sobre el artista del pueblo; ahí se puede discernir bien quién es el verdadero.
«En momentos como este, cada vez más peligrosos, en que se torna más significativa la posibilidad de una agresión armada, no se pueden provocar los toques de tambores de la guerra. Cuando se lanza una invasión es contra un pueblo. Yo creo en el diálogo entre todas las naciones, que es lo que a la larga o a la corta va a resolver los problemas de nuestro planeta», responde convencido.
Otra vez, Cuba puede sentirse orgullosa de la pluma y la voz de este juglar revolucionario que, en la coyuntura del más descarado ataque imperial que se haya visto, lanzó la canción Tambores de la paz como parte de una campaña internacional para frenar, entre todos los pueblos, al impenitente agresor.
Acompañado de los cantantes Karel García, Yulaysi y Alex Alday, Raúl lidera el proyecto en el cual pueden participar todos los amantes de la paz, dondequiera que vivan. Basta con que graben en un video una de las estrofas de esta canción del cubano, desde algún espacio emblemático de sus países, y lo envíen al canal Telesur, nido cultural de la iniciativa.
–¿Qué esperas como padre de Tambores de la paz?
–Los frutos que ya me está dando. Es lo que me satisface: tanto amigos como gente que no conozco lo cantan y apoyan nuestra campaña. Eso es suficiente para cualquier artista. Como en otras ocasiones, es un tema que ya está dejando de ser mío para ser de toda América Latina.
–¿Te preocupa perderlo?
–¡No, al contrario! Es una canción hecha para eso.
