Aunque la embajada de EE. UU. continúa apoyando al presidente haitiano Jovenel Moise, a pesar del surgimiento de protestas de gran escala, este apoyo no será suficiente para apaciguar a los manifestantes, afirmó Jean Clarens Renois, quien en 2015 aspiraba al cargo presidencial representando a la Unión Nacional para la Integridad y la Reconciliación, pero que perdió ante Moise.
De acuerdo con Renois, Washington tiene una gran influencia en Haití, pero si la crisis se prolonga, los estadounidenses no podrán cambiar nada, a menos que opten por la intervención directa, lo cual es poco probable. «La calle será más fuerte que Estados Unidos», expresó. «Si se repite un importante movimiento popular que exigiese la renuncia del presidente, como el de la semana pasada, el apoyo de EE. UU. no cambiaría nada. Trump no puede decidir sobre el actual Gobierno», afirmó Clarens Renois a Sputnik.
El director del Centro Internacional de Documentación e Información de Haití, Caribe y afro-canadiense, Frantz Voltaire, también notó un aumento en el sentimiento antiestadounidense. Según Voltaire, en los últimos años los escándalos asociados con las ONG occidentales han dañado gravemente la reputación de Estados Unidos, especialmente en el contexto de las actividades de la Fundación Clinton.
Los opositores a Moise exigen su renuncia y acusan al presidente principalmente de saquear los fondos de Petrocaribe, un préstamo otorgado a Haití por Venezuela.
Tras las fuertes protestas antigubernamentales ocurridas en febrero último, varias plataformas políticas enjuiciaron la postura del Gobierno norteamericano de llamar al diálogo y tildaron de injerencista la posterior visita del subsecretario de Estado, David Hale. Según el portavoz de la plataforma opositora Sector Democrático y Popular, Michel Andre, citado por PL, los estadounidenses no comprenden bien la crisis política haitiana, y criticó que Hale vino a fomentar el diálogo, cuando el principal obstáculo para lograrlo es el propio Moise.
Asimismo, muchos miran con suspicacia la alegada postura conciliadora de Washington, cuyo papel en Haití está marcado por una historia intervencionista, bajo la bandera de una supuesta «ayuda humanitaria».