Rafa Rodríguez Gimeno.— Puñetazos en la cara, en el pecho, en el vientre, patadas, palizas, corrientes eléctricas en los testículos, declaraciones de rodillas sobre garbanzos, personas atadas a un somier sobre las que se colocaba un colchón y se les pegaba, amenazas psicológicas,… son algunas de las torturas a las que sometía la Brigada Política Social de València, la policía política del franquismo, a sus detenidos.
A la militante del Partido Comunista Carmen Riera le desplazaron, a golpes, el tendón de la pierna. Al dirigente (también) comunista Antonio Palomares le redujeron la estatura cuatro centímetros (“salió sin cuello por las corrientes que le dieron”) y le deformaron el diafragma.
La llegada de la democracia se tradujo en ascensos y nuevas responsabilidades para la mayoría de los responsables de aquella brutal cacería. Lo cuenta Lucas Marco en el libro “Simplemente es profesionalidad. Historias de la Brigada Político Social de València”, editado por la Institució Alfons el Magnànim.
Un documentado volumen en el que se pone nombre y apellidos (e incluso cara en algunos casos) a los principales represores de la dictadura franquista en las comisarías valencianas. Una funesta página de la historia reciente (sí, reciente, por mucho que haya quien se empeñe en lo contrario) que contó con la inspiración y algo más de la Gestapo nazi. Antonio Cano, José de Oleza, Tomás Cossías, Manuel Ballesteros o Benjamín Solsona van apareciendo por el libro, al tiempo que se señalan algunas de sus salvajes actuaciones y se descubre sus acomodadas y premiadas trayectorias profesionales una vez abandonaron el cap i casal.
Lucas Marco, al que quizás el único pero que haya que ponerle sea haber antepuesto un relato más historicista que periodístico, traza una panorámica necesaria de los sucesos, apoyándose en una muy completa investigación y en entrevistas realizadas exprofeso. Una historia en la que conviven escalofriantes testimonios como el de Crescencia Uribe, afirmando que “estábamos en manos de un morfinómano y un loco” refiriendose a dos de los torturadores, o todo lo que tuvieron que vivir los pintores Joan Castejón y Monjalés, por agredir a un inspector (yerno de Cano, uno de los capos de la BPS) cuando les intentaba detener en una manifestación del 1 de mayo de 1976; con los perfiles de policías insólitos de esa Brigada como Pedro Caba, también escritor y asiduo de la tertulia El Gato Negro (en la que participaban María Beneyto, José Hierro o Vicente Gaos) o José Sánchez Peinado que falsificó documentos que permitieron la entrada y salida de España de perseguidos antifranquistas. En definitiva, un libro que lucha contra ese olvido que algunos quieren imponer.
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