El triunfalismo en los análisis y pronósticos del PCE (m-l); Equipo de Bitácora (M-L), 2019

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«Sin duda otro de los históricos grandes errores de los partidos comunistas fue el hecho de sobrestimar sus fuerzas, de alardear de éxitos que no son tales, o de pronosticar una crisis insalvable para el régimen que nunca llegaba a ocurrir.

Esto ya fue visto anteriormente con aquellos análisis que sobreestimaban la fuerza del partido y la adhesión de las masas a una línea revolucionaria. Véase el capítulo: «El PCE (m-l) y las acciones armadas del FRAP de 1973-1975».

Pero esta sobreestimación y triunfalismo, también se manifestaría en otras esferas como veremos ahora.

En su momento, el propio PCE (m-l) denunciaba que:

«El izquierdismo se manifiesta además, entre otros aspectos, a través de la fraseología revolucionaria y de su reiterativa utilización, que no es sino una exageración verbal con el fin de ocultar una incomprensión y una mala asimilación del proceso revolucionario». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

¿Pero evitó esto que advertía con tanta vehemencia? Para nada:

«Con el alto porcentaje de votos del pueblo a favor de las candidaturas con etiquetas de izquierda y a favor de las candidaturas republicanas encabezadas por nuestro partido, con una derrota política, por tanto, de las fuerzas monárquicas, se cierra la fase constitucional de la maniobra continuista. Lógicamente debería haber salido fortalecida de este gran esfuerzo de mimetismo parlamentario y democratizante. No ha sido así, sin embargo, todo lo contrario». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

En un documento histórico desconcertante como este, aquí el PCE (m-l) afirmaba que la monarquía y la reacción en general, no salían fortalecidas tras las elecciones generales del 1 de marzo de 1979 y las municipales del 3 de abril de 1979. ¿En que se basaban? No lo sabemos y sinceramente es una conclusión ridícula donde las haya.

La Unión de Centro Democrático (UCD) de Suarez obtuvo 6.268.593 votos lo que equivalía a un 34,84%, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de Felipe González unos 5.469.813 votos que equivalía a un 30,40%, el Partido Comunista de España (PCE) de Santiago Carrillo obtuvo 1.938.487 un 10,77% y Coalición Democrática (CD) de Manuel Fraga 1.088.578 un 6,05%.

En la sección de «otros partidos», se registra a una serie de partidos secundarios en cuanto a votos que entre todos ellos obtuvieron 1.962.990, un 10,93%; aquí se contaban partidos fascistas, nacionalistas, maoístas y también al propio PCE (m-l). La Unión Nacional (UN) de Blas Piñar con 378.964 votos, con el 2,11%. El Partido Nacionalista Vasco (PNV) de Xabier Arzalluz obtuvo 296.597 votos con un 1,65%. Herri Batasuna (HB) de Francisco Letamendia 172.110 votos, un 0,96%. Convergencia i Unió (CIU) de Jordi Pujol obtuvo 483.353 votos, un 2,69%. El Partido del Trabajo de España (PTE) con 192.798 votos, el 1,07%. La Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT) con 127.517 votos, el 0,71%. Y podríamos seguir.

Entre las candidaturas del PCE (m-l) de coalición bajo Izquierda Republicana (IR), ¡que tan solo obtuvieron 55.000 votos en las generales de marzo de 1979! ¡¡¿Dónde está el triunfo si más del 90% del electorado votó a favor de grupos que habían aceptado la monarquía, la colaboración y la reconciliación nacional como la UCD, el PSOE, el PCE, la CD, CIU, el PNV, la UN, el PTE, la ORT etc.?!!

Se podría pensar que quizás una razón para considerar dicho resultado un triunfa sería la baja participación, pero lo cierto es que un 67,43% de la población participó, una proporción realmente alta en un proceso elector de voto no obligatorio. Además, la tendencia de voto en las siguientes elecciones comparado con esta de 1979 siempre fue en alza: con un 79,97% en 1982 y un 70,49% en 1986. Como dato, desde entonces la participación más baja han sido las generales de 2016 con un 66,48%.

La teoría de la «abstención revolucionaria» porque una parte de abstuvo y otra voto a los partidos revolucionarios, no puede ser aceptada, porque la participación fue en aumento y para más inri, el PCE (m-l) fue empeorando sus resultados.

En las municipales del 3 de abril de 1979 el PCE (m-l) logró unos 7.661 votos, un 0,05%. Sobra comentar esta estadística, incluso en unas elecciones como las municipales que normalmente por las características de España y su ley electoral favorecen mucho más el voto para los partidos pequeños que en las generales, sumado eso a la moral del votante medio que se permite «votar más con el corazón que en las generales que tiende más a la «teoría del mal menor».

Este tipo de teorías triunfalistas y tan nefastas ya las hemos refutado cuando otros grupos maoístas argumentaban que había llegado el fin de las ilusiones parlamentarias de las masas por la baja participación en uno u otro proceso electoral:

«En el caso del PCE (r) el nivel de excusas tan patético para no trabajar con las masas, las justificaciones para no participar en el uso del parlamento como instrumento de denuncia del régimen son tan, pero tan burdas, que han llegado a proclamar la afirmación surrealista, de que no participan porque las masas tienen superado el parlamento (sic):

«Las masas hace tiempo que han perdido la fe, la esperanza y hasta la caridad en el sistema electoral y en el parlamentarismo burgués». (Partido Comunista de España (Reconstituido); Antorcha, número 6, 1999)

¿Ha perdido el pueblo trabajador su fe y esperanza en el sistema electoral parlamentario actual? Centrémonos solo en los dos grandes partidos del capital y en la participación electoral de 2000-2016 para bajar de las nubes a estos astros del análisis político.

En las elecciones del año 2000 participaron un 68,71% de la población lo que significaba una bajada del 6% respecto a las últimas elecciones generales, con el resultado de: el 44% de votos para el Partido Popular (PP) y un 34% para el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Ya entonces Don Quijote Arenas proclamaba orgulloso su épica victoria:

«Diez millones de trabajadores boicotean. (…) [Una] de las más importantes victorias, como la principal derrota que ha sufrido el régimen fascista español en muchos años». (Partido Comunista de España (Reconstituido); Resistencia, nº50, 2000)

Este personaje, bañado en la metafísica más insultante a la inteligencia, se adjudicaba poco menos que el mérito de esos 10 millones de votos en publicaciones como la arriba citada. Y como buen anarquista creía que esa parcial abstención electoral era una «victoria aplastante», abstrayéndose de la realidad y los factores de ese descenso. Pensando como si automáticamente toda abstención fuese un rechazo consciente y revolucionario al régimen, cuando puede ser desde un individuo sin conciencia de clase que sufre una constante indiferencia hacia la política hasta un abstencionismo temporal de castigo de alguien interesado en la política pero que sigue creyendo en la democracia burguesa. Se comentan los resultados como si por sí mismos no demostrasen con ese más del 60% el alto grado de alienación de los trabajadores en torno a los dos grandes partidos y su confianza en el sistema político parlamentario para resolver sus problemas. Además se clamaba tal tontería exageradamente optimista con un PCE (r)/GRAPO que llevaba años en decadencia y su cúpula escondida en el exilio, siendo en breve desmantelada de forma definitiva, lo cual lo hace todo más increíblemente ridículo. Pero después de «descorchar las botellas de champagne» en París tras los resultados electorales, la cúpula del PCE (r) se volvió a dar de bruces con la realidad, demostrándose en las siguientes elecciones que estos resultados solamente se trataban de un leve descenso esporádico, por una parte normal dentro de las crisis pasajeras del sistema, pero por otra un dato sin demasiada importancia ya que no podían ser capitalizados por una organización revolucionaria con peso entre las masas, en breve palabras: que fue una ilusión estúpida.

En 2004 la participación en las elecciones generales fue del 75%, con un aumento del 7% respecto a las elecciones del año 2000, la distribución de votos fue del 42,59% hacia el PSOE y del 37,71% hacia el PP. La participación más baja hasta nuestros días fue en 2016: aquí hay que entender el contexto electoral en que viene precedido de un periodo de votación en elecciones generales en 2015 y el hartazgo general a la incapacidad de los políticos de cerrar un nuevo gobierno, aunque fuese de coalición entre las diferentes formaciones burguesas: pese a todo esto, se tuvo el 66,48% de participación, donde el PP mantuvo el 33% y el PSOE un 22,63%, Podemos/Izquierda Unida un 13,42% y Ciudadanos un 10,6%. Esto deja bastante claro, que tras la brutal crisis político-económica iniciada en 2008 los trabajadores repartieron sus votos entre las dos nuevas formaciones con la esperanza de revertir la situación: el nuevo socialdemocratismo de Podemos y el nuevo neoliberalismo de Ciudadanos, pero igualmente siguen teniendo grandes ilusiones en el parlamento y sobre todo en los partidos capitalistas de siempre los cuales todavía lideran las listas de votos; el que niegue esta evidencia es que es un iluso o un demagogo profesional.

«Como se ve Arenas hace las veces de Trotski, fallando en sus múltiples profecías, no importándole cuantas veces queda en ridículo». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 30 de junio de 2017)

En el informe al IIIº Congreso del PCE (m-l) de 1979 se decía también:

«El régimen monárquico está en una coyuntura particularmente desfavorable y difícil. La crisis del PSOE, decantado definitivamente del lado de la colaboración más dócil, plenamente manipulada por la socialdemocracia alemana, al mismo tiempo que se convierte en instrumento sin reticencias de la oligarquía a corto plazo, arriesga el aislamiento y el rechazo del pueblo». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

Como hemos visto, estas elecciones no ahondaron, sino que reforzaron al régimen. Y aunque partiendo de razones diferentes, los análisis del PCE (m-l) sobre que la exposición del PSOE hacia el derechismo le llevaba al aislacionismo no fue cierta: se cometió una infravaloración de la socialdemocracia similar a lo que le ocurrió a otras organizaciones como las revisionistas o anarquistas:

«¿Qué el PCE (r) proclamara que las masas se desharían de las ilusiones reformistas a golpe de atentados conspirativos no es acaso una prueba de sectarismo en la incomprensión del trabajo de masas y el grado de revolucionización de las mismas? (…) El PCE (r) en uno de sus análisis triunfalistas totalmente por encima de la realidad se atrevía a decir que gracias a sus acciones el PSOE jamás volvería a gobernar. (…) Era una demencia proclamar que se estaba logrando vencer al reformismo cuando los dos mayores sindicatos eran CC.OO. y UGT, dominados por el PCE y el PSOE respectivamente. Era una temeridad decir que se estaba logrando vencer al reformismo cuando precisamente en 1982 el PSOE había obtenido mayoría absoluta con 48,11% de votos y 202 de los 350 escaños, datos que en 1986 aunque menores no haría perder la mayoría absoluta volviendo a ganar esta vez con 44,06% de los votos ocupando 184 escaños. La historia de nuevo dejó en ridículo las previsiones triunfalistas del PCE (r), pues el PSOE siguió gobernando nada más y nada menos que hasta 1996, y tras un breve lapso de tiempo volvería a gobernar de 2004 a 2011 bajo la dirección de Zapatero. Y actualmente por desgracia, según sondeos es la única fuerza para disputarle el liderazgo al PP [gobernando en la actualidad con Pedro Sánchez]». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 30 de junio de 2017)

Debe quedar claro que cualquier agrupación socialdemócrata de masas, cuando acomete una derechización en su línea, incluso cuando comete actos antipopulares, su columna vertebral de militantes y electores nunca se quebrará definitivamente sin un trabajo sistemático de los comunistas que expongan y recuerden sus traiciones una y otra vez; esos comunistas deben demostrar en la práctica y en cada caso concreto, que su política reformista va en contra de los intereses de clase de los obreros, y del resto de trabajadores.

Esos pretendidos partidos «comunistas», que se dedican al aventurerismo terrorista, y se contentan con un repunte de la abstención electoral, o esos otros se dedican a la agitación y la proclamación abstracta de la necesidad de la revolución, mientras celebra eufóricamente como una gran victoria contra el capital su mísero aumento de los votos recibidos, ambos están en las antípodas del contacto real con las masas, no son ni pueden ser un dique serio contra las ilusiones del reformismo, mucho menos, el llamado partido de vanguardia que conduzca a las masas a hacer la revolución». (Equipo de Bitácora (M-L); Ensayo sobre el auge y caída del Partido Comunista de España (marxista-leninista), 2019)

Fuente: Bitácora

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