Las políticas neoliberales del presidente brasileño Jair Bolsonaro pueden conducir al genocidio de los pueblos indígenas en el gigante sudamericano por la autorización de ventas de territorios, lo cual implica tala indiscriminada de árboles para el aumento de cultivos de soja y la explotación ganadera.
Ello ha derivado en sangrientos conflictos por la tierra y en el asesinato, en 2018, de al menos 20 personas, según datos publicados por la ong Global Witness. En las protestas se reclama la abolición de la minería a cielo abierto por la contaminación hacia el medioambiente y la destrucción a la naturaleza, además de apoderarse de los recursos hídricos.
Desde su toma de posesión, Jair Bolsonaro ha abogado abiertamente por abrir reservas indígenas para la gran industria. El propio mandatario ataca constantemente a las organizaciones no gubernamentales por defender a las comunidades indígenas que ocupan zonas estratégicas en un 14 % del territorio nacional.
La legislación sobre la venta de tierras a extranjeros en Brasil data de 1971, durante la dictadura militar (1964-1985). La regla establece criterios de comercialización para dos perfiles de compradores: empresas extranjeras con sede en Brasil y las nacionales con mayoría de capital controlado por extranjeros, sean particulares o compañías.
Recordemos que la Constitución brasileña de 1988 reconoce el derecho a la tierra de los indígenas, pero muchos de esos territorios no están aún demarcados y, en otros, los latifundistas se imponen simplemente por la fuerza.
De acuerdo con la agencia Russia Today, las nuevas propuestas de Bolsonaro están siendo debatidas en la Comisión de Asuntos Económicos del Senado y se espera por la opinión del relator Rodrigo Pacheco para su aprobación.
Ello supone un impacto desastroso para los pueblos que viven de los recursos naturales, de lo que la Madre Tierra ofrece, porque pierden la cobertura en alimentos y, además, altera la cultura autóctona de los lugareños.
El discurso de odio ha alentado a la destrucción, ha permitido diversos ataques en los territorios indígenas, el avance de la deforestación y, consecuentemente, la propagación de incendios provocados.