Que un gobierno llamado progresista tenga temas intocables, asuntos que por su propia naturaleza resultan alejados, cuando no ajenos a la vida política cotidiana, es en sí una victoria de la derecha.
El régimen pone el marco donde debe desarrollarse la política y cuestionarlo o situarse al margen lo califican de «antisistema» o «terrorista». Por eso, Sánchez/Iglesias ni mentan la legitimidad de la Jefatura de Estado porque la monarquía no está en cuestión, no es materia de debate ni de acuerdos ni de negociación ni de consensos. Tampoco la participación en la OTAN, la nacionalización de la banca y los recursos estratégicos, el Ibex, la propiedad de los medios de producción y la UE con apoyos a golpistas y dictaduras incluidos. Son asuntos que no habitan las agendas de nuestros dirigentes socialdemócratas que hacen de las reformas y el pragmatismo su razón de ser dentro del marco posible. Van más allá. Si alguien osa recordarle los citados temas, acuden al consabido refugio de que ellos están para resolver los problemas cotidianos de las gentes, no las utopías. La satisfación del poder y las derechas es enorme, no ir a la raíz capitalista de los problemas, perpetúa el sistema. Éste es generoso con sus súbditos que para eso lleva siglos de experiencia.