El coronavirus hace que el mundo se mueva hacia el Este ante el ocaso del Oeste

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Alberto Cruz

CEPRID

La crisis mundial que está provocando el coronavirus, denominado COVID-19 por la Organización Mundial de la Salud, ha puesto de relieve una obviedad en este siglo XXI: el sol sale por el Este y se pone por el Oeste. Es la naturaleza, pero ahora es la geopolítica. China, el modelo chino combinación de un capitalismo sui géneris y el socialismo de características propias, se levanta triunfante.

No se trata de escribir desde el optimismo sobre un retorno del socialismo, aunque sea tan peculiar como el chino. Pero sí es indudable que hay una solicitud de cambio clara en el sentimiento público. Los modelos sanitarios de China y de Occidente se exponen de forma evidente, se contraponen de forma palmaria y la gente se da cuenta. De ahí que desde Occidente, desde EEUU hasta Europa, los políticos responsables del desastre capitalista que ha desnudado el coronavirus (sobre todo las carencias sanitarias, desmantelada la sanidad pública por el ansia privatizador neoliberal) se están refiriendo constantemente al “autoritarismo chino” cuando no, de forma abierta, a la “China comunista”.

Quien primero lo dijo fue el Secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, pero de inmediato es el discurso que asumió la primera ministra alemana, Angela Merkel., diciendo que Alemania no es «la China comunista» y que vencerán al virus sin seguir sus medidas. Y reconociendo dónde está el mal, que no es en China precisamente, de inmediato se refirió a lo obvio: “hay que fortalecer la sanidad”. Una señal inequívoca de que el neoliberalismo está herido de muerte.

La influencia del sistema social de China (o de Cuba, no hay que olvidarlo) está ya alumbrando al mundo. La combinación de elementos del socialismo (y la planificación ha sido determinante para derrotar al coronavirus) y del capitalismo en su sistema social es ahora visto, estudiado, con mucho detenimiento en Asia, África y América Latina y su modelo socioeconómico está abriendo no solo muchas puertas, sino muchas mentes.

Pero no solo en esos continentes. También en Europa. Volviendo a Alemania, el ministro de Asuntos Económicos remató el golpe de pecho de Merkel afirmando que «es justificable la intensificación de la intervención estatal en la economía» por la situación que se está viviendo, aunque matizando, de nuevo, que eso no significa «seguir a la China comunista».

La repetición constante de «China comunista» pone de relieve el miedo que se ha asentado en Occidente, incapaz de reaccionar con rapidez a una crisis sanitaria como la que se está viviendo. Antes toda Europa corría para lograr contratos en y con China. No había calificativos. Ahora, de repente, se descubre que «China es comunista». Y que ha vencido al virus donde Occidente falla. Y eso es visto por la gente.

Pero no solo eso. China, al haber actuado como lo ha hecho, protegiendo a su población a costa de su economía, es el país mejor posicionado para lidiar con cualquier escenario apocalíptico. China ha dicho en repetidas ocasiones que no quiere un «desacoplamiento global» pero lo cierto es que ahora, que hay un «desacoplamiento temporal», tiene mucho más espacio que otros países para responder. Y un espacio importante es el interno, puesto que la cadena de suministro es autosuficiente en casi todos los productos. Se ha visto con los productos sanitarios y médicos. Mientras que Occidente enfrenta ya una escasez masiva, China se sobrepuso con rapidez y ahora se permite el lujo de enviar centenares de miles de máscarillas y equipos médicos y sanitarios a otros países afectados. Incluyendo a EEUU, donde Trump sigue hablando de «virus chino» (aunque cada vez menos) y su administración aprieta aún más las tuercas a Irán -también contagiado- en otra ronda de ilegalidades, mal llamadas sanciones.

Algunos todavía se llenan la boca hablando de la «China comunista», ahora que ya es evidente que su modelo sirve y el occidental no. Es asustar porque no hay otro argumento. Porque será la «China comunista» la que nuevamente, como en 2008, volverá a salvar al mundo porque será la única fuerza estabilizadora de la economía mundial tras este nuevo batacazo.

El Este gana; el Oeste, pierde. El sistema de producción y vida construido sobre el dominio absoluto de lo privado sobre lo público está muerto. Esta es la gran victoria del coronavirus. Gracias a él, todos los «mercados» buscan ahora desesperadamente al Estado, ese que el neoliberalismo mató menos en lo referente a policía, ejércitos, cárceles y jueces. Pero policías, ejércitos, cárceles y jueces son de muy poca utilidad cuando llega un virus y lo que hay que priorizar es la sanidad.

Y hay otra cosa que se ha llevado por delante el COVID-19: la Unión Europea. Su único argumento de existencia, la disciplina presupuestaria neoliberal, ha demostrado que no sabe hacer frente a lo inesperado pese a que China dio tiempo al mundo, además (1). La crisis del coronavirus ha demostrado las insuficiencias de las estructuras políticas y económicas de la UE. Sólo se mueve cuando los intereses económicos y financieros dan su consentimiento y se mueve siempre en ese esquema neoliberal: el centro de gravedad son los intereses protegidos del mercado, el fortalecimiento del sistema de ganancias en detrimento de los intereses sociales de la gran mayoría de la población. Supongo que no hará falta un repaso, pero lo voy a hacer: privatizaciones, desinversiones en sanidad y educación, centralidad absoluta del mercado, de los beneficios de las multinacionales en detrimento de los trabajadores…

Eso de la «casa común de la UE» es otra estupidez de los plutócratas, ya es evidente que cada uno va por su cuenta, es un sálvese quien pueda, las primeras ratas abandonando un barco que se hunde sin remisión. El Eurogrupo decidió a finales de marzo financiar un plan de intervención, aprobado por el Banco Central Europeo, que va a ser algo parecido a la Grecia de 2015, es decir, hay que ver las condiciones de devolución y cómo va a afectar a la gente. Entonces sí serán necesarios los policías, los ejércitos, las cárceles y los jueces. Porque habrá revueltas. Pero la primera semana de abril todavía se seguía discutiendo el cómo y el cuándo.

El caso de Italia es de libro. Abandonada por la UE, ha tenido que pedir ayuda a Cuba (en cuestiones médicas) y a China por lo mismo y de infraestructura sanitaria. Pero tendrá que pagar los créditos y las ayudas que ahora dice la UE que le va a dar. Tarde, mal y pagando. Esta es la solidaridad europea.

El sistema occidental ha colapsado, el neoliberalismo está muerto. Un sistema que colapsa no deja un vacío absoluto sino un intento de nuevo orden basado en la fuerza relativa de los sobrevivientes si no encuentran oposición. Junto a esto hay otra consecuencia clara: la crisis del pensamiento único, eso de que el neoliberalismo es la ideología triunfante tras la «muerte del comunismo». Al insistir tanto en lo de «China comunista» se verbaliza la falacia de la muerte del comunismo y se visualiza el miedo a esta ideología y lo que representa de defensa incondicional del sector público.

La burguesía tiene pánico, se ve en cada instante, en cada palabra, en cada acción. Aunque haya deserciones evidentes dentro del capitalismo entre quienes apuestan por conservar casi todo, aunque cambiando algo (“gatopardismo” en estado puro) y quienes todavía intentan mantener la ortodoxia, es evidente que va a haber un cambio triunfando los primeros. Si como muestra vale un botón, la postura del Financial Times, el órgano de referencia del capitalismo europeo, lo deja claro: “dado que los sacrificios son inevitables (…) será necesario poner sobre la mesa las reformas radicales que inviertan la dirección política predominante en las últimas cuatro décadas (…) Los gobiernos tendrán que aceptar un papel más activo en la economía, viendo los servicios públicos como inversiones en lugar de pasivos, y buscar formas de hacer que los mercados laborales sean menos inseguros» (2).

Y aquí intervenimos nosotros, o deberíamos. Porque este es nuestro reto, cambiar la forma de pensar y de actuar incluso en aquellos que se consideren «alternativa», no digo ya izquierda radical. Casi todo lo que anteriormente constituía las coordenadas del mundo ya no se mantiene. Hasta ahora la «alternativa», más o menos progre, estaba acostumbrada a ese mundo y teorizaba -es un decir- que todo lo que se podía hacer era una oposición más o menos digna sabiendo que no iba a cambiar mucho o nada (ver el ejemplo de Unidas Podemos en el Estado español, sin llegar -aún- al esperpento de Syriza en Grecia). Llamadlo, como hacen todavía desde UP, «correlación de fuerzas». Con ello abandonaban la posibilidad concreta de cambiar el mundo porque hacían desaparecer, tanto del vocabulario como de la acción, la idea misma de cualquier posible cambio.

China, con sus casi 1.500 millones de habitantes, confió en su sistema de planificación (el socialismo con características chinas) y utilizó todos los recursos necesarios para parar la epidemia, sin prestar atención a la pérdida de ganancias, de mercados y sin preocuparse del enriquecimiento privado para ayudar a toda su población, con salud pública y gratuita. Occidente está muy lejos de eso como estamos viendo. China ha ofrecido al mundo toda la eficiencia y superioridad del sistema de planificación frente a las indecisiones, las lentitudes y las injusticias causadas por el deseo de salvaguardar intereses empresariales y la burguesía transnacional inherente a las estructuras europeas.

El coronavirus nos ha dado esta oportunidad que no se debe desaprovechar. Hay una crisis sistémica, el capitalismo está herido, muy herido, y es el momento de que el cambio se imponga como una necesidad objetiva. Si somos capaces de comprender que el «antes» nunca volverá y que el sol sale, de verdad, por el Este.

Notas:

(1) Alberto Cruz: China le da tiempo a todo el mundo: la lucha contra el coronavirus también en la economía, https://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article2464&lang=es

(2) “Financial Times”, 5 de abril de 2020.

Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor. Su nuevo libro es “Las brujas de la noche. El 46 Regimiento “Taman” de aviadoras soviéticas en la II Guerra Mundial”, editado por La Caída con la colaboración del CEPRID y que ya va por la tercera edición. Los pedidos se pueden hacer a libros.lacaida@gmail.com o bien a ceprid@nodo50.org


También se puede encontrar en librerías.

albercruz@eresmas.com

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