El pasado 1 de agosto falleció de insuficiencia respiratoria, y en circunstancias que sus familiares califican como de negligencia hospitalaria, el cineasta gaditano Julio Diamante Stihl.
Considerado por muchos como una de las figuras capitales de la cinematografía española de los 60 y uno de los más influyentes intelectuales de nuestro cine, Diamante fue además un activo luchador antifranquista desde la Agrupación Sindical de Directores-Realizadores Españoles de Cine (ASDREC).
IIEC-EOC: las turbulentas escuelas de cine en el franquismo
El gaditano fue uno de los jóvenes estudiantes de Dirección que destacaron en el paupérrimo Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas (IIEC). Tal institución, fundada por varios ingenieros encabezados por Victoriano López García y José Luis Fernández Encinas, a los que se incorporó el gran cineasta experimental y vanguardista Carlos Serrano de Osma, contó con tan voluntarioso empeño como persistente olvido y ostracismo por parte de la Administración (incluso de calefacción carecían para los crudos inviernos madrileños), pero dio lugar a algunas de las figuras más brillantes del Séptimo Arte en España: Berlanga, Juan Antonio Bardem, Ricardo Muñoz Suay, José Luis Borau… o el propio Diamante.
Ya en las postrimerías de la vida del IIEC dio comienzo la “Operación Nuevo Cine Español”, en su día cáusticamente denunciada por los hermanos Pérez Merinero, y que supuso, entre otras cosas, refundar y actualizar tan caduco centro de enseñanza en la Escuela Oficial de Cinematografía (EOC), que iba a ser una escuela “a la europea” con su modelo en el italiano y moderno Centro Sperimentale di Cinematografia di Roma. En los últimos tiempos del IIEC y primeros de la EOC, los estudiantes como Julio Diamante disfrutaron además de privilegios ciertamente impensables para el sufrido estudiante audiovisual de hoy, tales como el que sus prácticas de fin de curso se estrenasen en el fastuoso Cine Capitol. La idea era crear y respaldar (un tanto artificialmente) una corriente cinematográfica autóctona, el Nuevo Cine Español.
La finalidad principal de toda esta parafernalia era ofrecer un escaparate propagandístico de la España franquista-desarrollista como prohijadora de modernidades a la manera del Nuevo Cine Italiano de los Antonioni y Rosi, que el entonces Director General de Cinematografía, José María García Escudero (comandante auditor del Cuerpo Jurídico Militar) admiraba en gran manera.
Pero nada saldría como las autoridades del régimen militar preveían: de tal hornada generacional del Nuevo Cine Español surgieron cineastas de colosal talento… y también furibundamente antifranquistas. Tal fue el caso de Basilio Martín Patino, Miguel Picazo, los inclasificables José Luis Borau y Francisco Regueiro, o Julio Diamante.
Durante una breve etapa en que -curiosamente bajo la dirección de José Luis Sáenz de Heredia, primo de José Antonio “el Ausente” cabecilla fundacional de Falange, y realizador escogido por Franco para rodar su infame hagiografía Raza– la EOC gozó de una inusitada libertad interna y hasta ausencia de censura.
Entre su profesorado se hallaba Julio Diamante, que (como varios docentes y estudiantes de la EOC) militaba clandestinamente en el Partido Comunista. Pronto la libertad inicial se disipó, y la Escuela, que ardía en asambleas estudiantiles antifranquistas, se vio en las garras de la Policía Armada, de infiltrados del Servicio de Información Militar (SIM) incluso entre los estudiantes, y de puestos directivos que ejercían sistemáticamente el chantaje y la delación (como el, por otra parte destacado historiador de cine Carlos Fernández Cuenca, o el traidor al PCE Juan Julio Baena, antiguo director de fotografía de Picazo).
Cineasta y sindicalista combativo
En este enrarecido contexto histórico, Diamante fue uno de los más grandes directores del Nuevo Cine Español (con obras maestras de nuestra cinematografía de los 60, como El arte de vivir).
Pero con la “diversificación del ocio”, la competencia de la TV y el cierre de numerosas salas de exhibición, unidas a la corrupción de los productores (y de los coproductores extranjeros, sobre todo italianos, que venían a beneficiarse de la mano de obra barata, sobreexplotada y maniatada por el sindicalismo vertical), sobrevino la quiebra del Fondo de Protección a la Cinematografía, y la autodeclarada crisis del cine español.
Durante esta tenebrosa época, auténtico “Periodo Oscuro” del cine español, se incrementó la represión, la EOC quedó inoperante, y Julio Diamante se vio obligado a cultivar un “cine de productor”, alimenticio y de encargo, celuloide de género de bajo presupuesto en que, no obstante, filmó alguna obra de interés, como es el caso de la hitchcockiana Helena y Fernanda/ Neurosis.
Pero también en aquellos años, Diamante sucedió a Juan Antonio Bardem como presidente de la referida ASDREC. Esta Agrupación Sindical fue creada expresamente para infiltrar el Sindicato Nacional del Espectáculo (SNE), dentro de la general estrategia del PCE de infiltración de la Organización Sindical Española (OSE), el corrupto sindicato vertical fascista del régimen militar. La ASDREC llegó a lanzar el “Libro Verde” de políticas públicas para el cine español, y además publicaba un combativo boletín sindical. En los últimos tiempos de Diamante en la dirigencia de la Agrupación, esta cumplió un papel primordial a la hora de denunciar los flagrantes abusos de la parte italiana en las coproducciones de la época, con que se incumplían los convenios correspondientes para perpetrar una mayor explotación de los trabajadores cinematográficos españoles. Pero la intervención represiva de las autoridades franquistas forzó un tongo electoral en tal Agrupación, con el resultado de una fraudulenta victoria del integrista católico César Fernández Ardavín. Ello supuso el final de la propia ASDREC.
El final de un tesoro viviente del cine español
La trayectoria posterior de Diamante como animador del cine español es bien conocida. Fue el fundador de la Semana de Cine de Autor de Benalmádena, durante muchos años máximo referente de los muestras de celuloide de esta índole en nuestro país, y realizador de un interesante documental de memoria histórica de la España reciente: La memoria rebelde (2012). Amén de ello, Diamante cumplió un importante cometido como actor en la adaptación fílmica de Martes de Carnaval de Valle-Inclán: Esperpentos, de José Luis García Sánchez. En ella compartía escenas con otra figura descollante, y heterodoxa, del cine hispano: Jesús Franco.
Julio Diamante mantenía su lucidez y clarividencia en su avanzada vejez, lo que hacía de él un tesoro viviente de la memoria del cine español. Sin embargo, nada en su trayectoria y figura ejemplares bastó, según sus familiares, para que recibiera un trato digno y decoroso en el Hospital Universitario de Madrid de Valle de Suchil (Arapiles), donde fue internado por su póliza de ADESLAS.
En palabras de su viuda:
Fue trasladado tras sufrir una caída en la que se fracturó tres costillas, ninguna de las cuales afectaba al pulmón..
Una semana le tuvieron en la UVI donde sólo podía entrar un familiar 10 minutos cada 24 horas.
Solo se nos informó de que le ponían morfina y estaban probando otros medicamentos, pero los gritos de Julio se oían hasta en el pasillo.
Con la boca muy seca, no le daban agua, solo le ponían una botellita a metro y medio de distancia, y con una goma que le oprimía el cuello, y no le ponían ni una pequeña compresa.
7 días después, sin haber podido hablar con otros médicos, al llegar a la visita una médico que nunca habíamos visto, nos dice que nos despidamos porque le van a desentubar.
Nos mandaron a esperar a un cuartucho-tanatorio donde en un saco con cremallera que abrimos para comprobar, estaba el cuerpo de Julio.
Sus últimas palabras fueron: SOLO QUIERO QUE ME RECORDEIS CON CARIÑO.
En la España arrasada y humillada de hoy, este ha sido el final de uno de sus más destacados intelectuales cinematográficos, un hombre que luchó contra el franquismo desde el movimiento sindical del cine, y que ha firmado algunas películas imperecederas. Una figura respetada por los profesionales del Séptimo Arte en nuestro país, y que, sin embargo, al igual que tantas otras personas anónimas de las clases populares, ha sufrido el oprobio de un trato sanitario precario y que hasta podría tildarse de vejatorio.
Tanto las miserias de la sanidad privada como el estado de humillación y devastación a que son sometidos el pueblo y la cultura de este país, han quedado nuevamente al descubierto con hechos tan vergonzosos como estos. Pero la memoria es rebelde y las figuras como Julio Diamante se resistirán al olvido.
Hasta siempre, Julio Diamante.
José Luis López Sangüesa es Doctor en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid e Historiador de Cine. Autor de los libros El thriller español (1969-1983) y Crisis y agonía del cine español (1939-2018).