“El resultado es que nunca se ha dejado de gobernar al servicio de los intereses del capital”
“El PSOE reedita una vez tras otra su función de pilar fundamental de la perpetuación de los poderes económicos y los aparatos del Estado de la Dictadura”
“La historia muestra, una y otra vez, que lo que más teme la burguesía es la fuerza organizada de la clase obrera y que a debilitarla y dividirla dedica sus mayores esfuerzos”
Juanjo Basterra, kazetaria eta m. soziala * E.H
Ángeles Maestro médica, comunista y portavoz de la plataforma contra la privatización de la sanidad pública muestra el camino desgarrador que para la clase trabajadora han adoptados los sucesivos gobiernos, al servicio de la élite económica. Lamenta “el desmoronamiento de la sanidad pública” que es “condición necesaria para el negocio privado” y entiende que “es imprescindible desenmascarar al gobierno «progresista» y a sus instrumentos políticos y sindicales como cómplices necesarios de los planes de la oligarquía monopolista, sobre todo la financiera, nacional y europea” y considera que “el PSOE reedita una vez tras otra su función de pilar fundamental de la perpetuación de los poderes económicos y los aparatos del Estado de la Dictadura”. Y advierte de que “la historia muestra, una y otra vez, que lo que más teme la burguesía es la fuerza organizada de la clase obrera y que a debilitarla y dividirla dedica sus mayores esfuerzos”. Y aventua que “están por nacer las nuevas formas de organización y de lucha que correspondan la situación radicalmente diferente en la que nos adentramos”.
Desde los años setenta con la crisis del petróleo se nos dice que el capitalismo/neoliberalismo utiliza las crisis de forma periódica para eliminar derechos conquistados por la clase trabajadora con sangre, sudor y lágrimas. ¿En la actual crisis económica derivada o a raíz de la pandemia qué va a pasar? ¿Parece que estamos en “stand-bay” (expectativa) a la espera de algo?
Es importante entender lo que está pasando porque nos esperan tiempos muy duros, que al mismo tiempo pueden abrir oportunidades de cambios en profundidad si sabemos aprovecharlos. Las crisis son consustanciales al capitalismo. En esta crisis, que efectivamente se inicia en la década de los 70 del siglo pasado hay aspectos radicalmente diferentes a otras sucedidas en la historia del capitalismo. A finales de los años 90 y comienzos del siglo XXI, coincidiendo con los gigantescos avances en la informática y las comunicaciones, el descubrimiento de nuevos materiales y los hallazgos en biotecnología, entre otros, debería haberse iniciado una fase sostenida de crecimiento. Veinte años después lo que nos espera es un hundimiento de las economías centrales del imperialismo euro-estadounidese de dimensiones desconocidas.
Las épocas de crisis son momentos de gran inestabilidad, tanto porque la tarta se reduce y se intensifican las contradicciones y enfrentamientos intercapitalistas -con la consiguiente aparición de grietas en las estructuras de poder- como porque ya no hay migajas que repartir y los oprimidos no aceptan ya seguir gobernados como antes. Es decir, el capital hace su tarea intentando mantenerse a flote anulando conquistas obreras. El gran interrogante es si las clases oprimidas sabremos hacer las nuestras.
Por otra parte, es importante señalar que el capitalismo también se equilibra absorbiendo en su dimensión política y mediante el Estado a las clases o fracciones de clase (a sus representantes) que se rebelan de forma espontánea. El gobierno multicultural, multirracial y multigénero de Biden es una muestra de esto.
Aunque lo podemos suponer, a tu juicio ¿por qué la sanidad privada está ganando cada vez más terreno a la sanidad pública? No es de hace un año, sino que lleva un camino ascendente de décadas: desde la concertación de servicios con hospitales privados a la “autoconcertación”, como se denomina en la Comunidad Autónoma Vasca a que determinado personal médico pueda realizar “horas extras” en su centro hospitalario, por ejemplo. ¿Es imparable?
El proceso de privatización de la sanidad, que lleva décadas desarrollándose, obedece exactamente, por un lado a las condiciones de la lucha de clases y por otro, a la dinámica de la crisis general del capitalismo.
1. La victoria sobre el fascismo y la liberación de la mayor parte de los países europeos fue llevada a cabo por la URSS y por las guerrillas partisanas, buena parte de ellas dirigidas por comunistas; es decir, tuvo un importantísimo componente de clase. Este hecho, junto al fuerte crecimiento económico posterior y la intensificación del saqueo imperialista de los países dependientes (cada vez hacen falta más toneladas de azúcar para comprar un tractor, decía Fidel) explican la creación de las potentes estructuras de servicios públicos después de la II Guerra Mundial. Lo llamaron Estado del Bienestar, término impregnado de ideología burguesa, para adaptarlo a su tesis de «final de la historia», pero duró poco, hasta la crisis de los 70.
Este proceso de anestesia de la lucha de clase se acompañó de la cooptación y el soborno de dirigentes de organizaciones obreras, que en el plano sindical supuso la aceptación de la ideología de la competitividad – que implicaba la aceptación de la destrucción masiva de derechos que vendría después – y en el político, la plena inserción de los partidos comunistas del orden establecido -vía eurocomunismo – y que llevó a su autodestrucción.
2. Las privatizaciones de grandes empresas públicas estratégicas (energía, comunicaciones, transporte, agua, etc) vendidas a precio saldo, en régimen de cuasi monopolio (Endesa, Iberdrola y Gas Natural dominan el 90% del mercado) y con clientela cautiva, dado que venden productos de primera necesidad, es la opción de un capitalismo en crisis obligado que huye de otros sectores productivos. En el Estado español ese proceso se inició en la década de los 80 impulsado por la entrada en la CEE.
El siguiente paso fue la penetración del capital en los servicios públicos y, especialmente en la sanidad, que se lleva una parte muy importante de los presupuestos del Estado. Las formas de privatización son muy variadas pero la esencia es la misma: el dinero público financia y el beneficio es privado.
La autoconcertación que mencionas para disminuir las listas de espera debe entenderse como una forma de penetración de la lógica mercantil: tantas operaciones haces, tanto te pago. En lugar de ampliar las estructuras públicas con plantillas suficientes se da lugar a perversiones como la generación artificial de indicaciones quirúrgicas o disminuir el rendimiento en horario normal, habida cuenta de los suculentos ingresos adicionales que se generan.
Está claro que lo que se privatiza reporta beneficios para la empresa o grupo adjudicatario, ¿podemos estar tranquilos los y las trabajadoras con esas decisiones, si añadimos que se privatiza lo que mayor valor añadido genera?
La privatización de la sanidad, en todas su formas es un procedimiento absolutamente perverso, que pagan los pacientes con su salud y su vida, pero que está amparado por leyes de ámbito estatal. Los conciertos con la sanidad privada están regulados por el artículo 90 de la LGS de 1986, gobernando el PSOE con mayoría absoluta, y la gestión de centros públicos por el capital privado, por la Ley 15/97, votada por PP, PSOE, PNV, CiU y CC. Esta última, además, fue saludada con gran satisfacción por CC.OO al día siguiente de la votación parlamentaria.
La explicación concreta de los diversos mecanismos sobrepasa los límites de esta entrevista, pero esencialmente consta de varios procesos interconectados:
• Los hospitales privados son, en general, lujosos hoteles con gran precariedad, tanto en la cantidad y cualificación del personal, como en los recursos disponibles. El ejemplo más claro son las clínicas de partos: lujosas instalaciones hoteleras, sin neonatólogos en presencia, sin UVI para recién nacidos, etc. Los partos complicados se derivan a la pública, con grave riesgo para la madre y el feto. Las parálisis cerebrales, son algunas de las consecuencias.
• Selección de pacientes y procesos rentables, sobre todo la cirugía de mediana o pequeña complejidad. Todos los tratamientos costosos se dejan para la sanidad pública. En los hospitales de gestión privada una UVI móvil instalada en la puerta, deriva a la pública pacientes mayores, con patologías crónicas múltiples o que requieran intervenciones costosas.
• Los hospitales de gestión privada priorizan a los pacientes en función de los ingresos que reportan, como los de aseguradoras privadas sobre los de la sanidad pública e independientemente de la gravedad de la patología.
• La concertación de las listas de espera con la sanidad privada se hace mediante el pago «por proceso». Este mecanismo genera una sobreindicación de intervenciones quirúrgicas rentables, exactamente igual que en la «autoconcertación» citada.
Todo este desastre, amparado legalmente, es ejecutado planificadamente por las consejerías de sanidad de todos los colores políticos, a la velocidad que permiten las luchas y las resistencias populares. Sus beneficiarios son los grandes bancos, fondos de capital riesgo, empresas multinacionales de todo tipo que han logrado hacerse con la gallina de los huevos de oro: presupuestos públicos, clientela asegurada, selección de riesgos, precariedad laboral y plantillas lo más pequeñas posibles, ausencia generalizada de controles de calidad por parte de las administraciones y suculentos beneficios privados.
• Los hospitales públicos desde los años 90, así como los privados o de gestión privada, subcontratan multitud de servicios: cocinas, limpieza, ambulancias, seguridad, celadores, laboratorios, radiología, etc. Además de un caos organizativo -la subcontratación asegura ganancias a la empresa a costa de la precariedad y la escasez de las plantillas- implica un deterioro grave del servicio con consecuencias para la salud y la vida. Por ejemplo, la privatizacion de los servicios de limpieza ha supuesto importantes incrementos de la mortalidad por infecciones hospitalarias, que son ya la primera causa de muerte en estas instituciones.
Este complejo proceso tiene su par dialéctico en el deterioro de la sanidad pública, planificado desde las diferentes administraciones mediante recortes del gasto, y sobre todo del personal. El desmoronamiento de la sanidad pública es condición necesaria para el negocio privado, que no sólo parasita el presupuesto público vía conciertos o gestión de centros, sino que ve aumentar exponencialmente las pólizas de seguros, precisamente por el deterioro de los servicios públicos.
¿Ocurre lo mismo con las pensiones, verdad? ¿Cree que las recomendaciones del Pacto de Toledo, sólo rechazadas por la CUP en el Congreso, fortalecen el sistema privado de pensiones ante la merma prevista para el sistema público después de más de 35 años de cotización?
El ataque a las pensiones públicas viene de muy lejos y forma parte de la misma estrategia del capitalismo en crisis de penetrar en todos los sectores públicos capaces de generar beneficios. La primera huelga general contra el recorte de las pensiones, convocada en solitario por CC.OO. fue en 1985. En 1995 se crea en el Congreso de los Diputados el Pacto de Toledo para ir engrasando la privatización todo lo que permita la lucha de clases.
El robo de las pensiones públicas que son propiedad, en sentido estricto, de toda la clase trabajadora es el objetivo principal de la fracción dominante de la burguesía, la financiera. Este lobby, integrado por los grandes bancos, empresas de seguros y fonos de inversión, es el que dirige el Banco Central Europeo. Desde esta cueva de ladrones es desde la que, con el chantaje de la Deuda, el Tratado de Estabilidad de la Zona Euro y ahora con la extorsión del acceso a los 140.000 millones de euros del Fondo de Recuperación de la pandemia, se pretende avanzar en la privatización.
La lucha de la clase obrera pensionista – encabezada en muchos lugares por antiguos dirigentes obreros, radicada en cada pueblo y ciudad del Estado y que tiene en su vanguardia al movimiento vasco de pensionistas, es un muro contra el que hasta ahora se han estrellado. Su combate sostenido, aún a pesar de la pandemia, ha ido desenmascarando todas las farsas construidas, como aquella de Zapatero de congelar las pensiones para reducir el déficit y obtener 1.500 millones de euros, mientras se desgravaban (y se siguen desgravando) 2.000 millones anuales a los planes de pensiones privados.
La defensa de la independencia de este movimiento del «gobierno progresista» y del sindicalismo sobornado está derrochando firmeza e inteligencia, habida cuenta – por poner un pequeño ejemplo que uno de los mayores planes de pensiones privadas es el de los funcionarios del Estado, constituido sin contar con ellos y gestionado por el BBVA, CC.OO. y UGT
¿El Gobierno español “de izquierdas” está vendiendo a la clase trabajadora? Dijeron que echarían atrás las reformas laborales, entre otras, pero continúan sin derogarlas. ¿Qué está ocurriendo?
El gobierno no está vendiendo (en el sentido de traicionando) al proletariado porque representa a otras clases como sectores de la aristocracia obrera y la pequeña burguesía. Nunca representaron los intereses de la clase trabajadora. Otra cosa es la palabrería engañosa con la que durante algún tiempo consiguieron encauzar la indignación.
Ahora está sucediendo a ritmo de farsa el drama que vivió el pueblo griego con Syriza. A las clases dominantes representadas y dirigidas por la UE no les tiembla el pulso al aplicar las políticas más duras para asegurar sus beneficios; sobre todo en tiempos de crisis cuando también a ellos les cruje el suelo bajo los pies.
No hay nada que esperar que no sea el resultado de la intensificación de la lucha de clases. La historía muestra una y otra vez que lo que más teme la burguesía es la fuerza organizada de la clase obrera y que a debilitarla y dividirla dedica sus mayores esfuerzos. El pulso permanente, histórico, se libra en la relación entre las luchas parciales y los logros concretos, y los objetivos revolucionarios de conquista del poder. Sin éstos las conquistas son efímeras y la derrota, como se vio en la Transición, está asegurada.
Si miramos hacia nuestra propia historia, el PSOE reedita una vez tras otra su función de pilar fundamental de la perpetuación de los poderes económicos y los aparatos del Estado de la Dictadura, incluidos los nuevos ricos producto de las privatizaciones sin fin. Para ello, y según los avatares de la lucha de clases, necesita de vez en cuando sentar en su Consejo de Ministros a figuras que sirvan de señuelo temporal de que algo puede cambiar o, simplemente como ahora, para agitar el espantajo de la extrema derecha y que el pueblo se convenza de que la cosa podría ser peor. Todo ello mientras la autodestrucción de la supuesta izquierda que muerde el anzuelo se produce cada vez más rápidamente, tras la comprobación práctica del esperpento representado por sus ministros y ministas.
El resultado, es que , efectivamente, nunca se ha dejado de gobernar al servicio de los intereses del capital y que el cambio de caras y de siglas reproduce, por ahora sin fin, el método de la expresión política de las clases dominantes: modificar algo para que todo permanezca.
La prueba de que las clases dominantes son conscientes de que están sentadas sobre un polvorín y de que, como decía Lenin, se está acumulando material altamente inflamable de la mano de la hecatombe social que se avecina, es precisamente el aumento sostenido de los presupuestos militares y de seguridad, precisamente cuando los servicios públicos se desmoronan.
Aumenta de forma desorbitada la electricidad, sin embargo las pensiones lo hacen a un 0,9% y el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) se congela, porque dice Pedro Sánchez y su equipo que no se puede cargar con más costes a las empresas. Entre 2008 y 2019, según los datos de la Central de Balances del Banco de España, las empresas no financieras acumularon unos beneficios netos ordinarios de 797.145 millones. ¿Se refiere a esto el presidente del gobierno “de izquierdas” del Estado español? Por otro lado, nos dicen que estamos en crisis y que no hay dinero, pero vemos como unos pocos superprivilegiados cada vez aumentan su riqueza, mientras cada vez pagan menos impuestos. ¿Qué se puede hacer?
Efectivamente y sobre todo aumentan sus beneficios precisamente las multinacionales que venden productos de primera necesidad en régimen de monopolio. Para entender mejor este saqueo basta tener en cuenta que tres ex-presidentes del gobierno, 20 ex ministros y ministras y varias decenas de secretarios de Estado del PSOE, del PP y de las derechas nacionalistas han pasado de «regular» el mercado eléctrico a sentarse en los consejos de administración de las multinacionales de la electricidad. Lo mismo sucede con otros sectores, incluida la sanidad, donde tanto las aseguradoras privadas como la industria farmacéutica premian a los ex altos cargos por los servicios prestados. Y esto no es la excepción, es la regla. Es el capitalismo.
Y todo eso sucede mientras en los barrios obreros, aquellos en los que se ceba la pandemia, el hambre acecha y tras el paro llega el abismo de los cortes de electricidad, gas y agua o el desahucio. Los datos son concluyentes: más de cinco millones de personas están viviendo con menos de 16 euros/día, la mitad de los niños pasa frío en sus casas durante el invierno y casi ocho millones de personas viven con goteras o humedades.
Son esas mismas empresas y esos mismos bancos los que han hecho aprobar contrarreformas fiscales que han ido reduciendo progresivamente su tributación hasta niveles irrisorios, de forma que si la fiscalidad fuera la de Suecia aumentara la recaudación anual en más 150.000 millones (más del doble del gasto estatal en sanidad). Son los mismos que se benefician del escándalo de las SICAV o las empresas del IBEX que mantienen más de 800 filiales en paraísos fiscales. Son esos bancos y multinacionales a los que rescatamos con cientos de miles de millones de dinero público y son esos mismos capitalistas los que esperan que recibir los 140.000 millones de euros del Fondo de Recuperación que la UE ha consignado a cambio de que vaya a parar – como conditio sine que non- a «formas de colaboración público-privada».
Y actúan, no solamente contra la clase obrera, sino contra la pequeña y la mediana empresa llevando a la ruina miles de negocios y a cientos de miles de trabajadores y trabajadoras. Pero, ¿de qué sirve lamentarse o desgañitarse acusándoles? Es la dictadura del capital y la ejercen con mano de hierro sobre todo en tiempos de crisis.
Y aumentan el descaro de los pelotazos. Recuerdo el escándalo de los directivos de Pfizer-NBiotech y Moderna, cuyas empresas ya habían apalabrado la venta de millones de dosis de vacunas a los gobiernos de la UE y de EE.UU. Esos CEO, mediante el procedimiento de anunciar buenos resultados de los ensayos clínicos de sus vacunas -sin ningún documento acreditativo- se embolsaron varios millones de euros en un día, vendiendo gran parte de sus acciones aprovechando importantes subidas de la bolsa que ellos mismos provocaron.
Sin embargo, los miles de millones de beneficios que se reparten no deben hacernos pensar como equivocadamente hacen algunos que «no es una crisis, es una estafa». Es una crisis, gigantesca, pilotada por los representantes del robo y el crimen organizado más grande de la historia: el capitalismo.
Y es importante saberlo, no sólo porque es real, sino porque como decía más arriba, las épocas de crisis son tiempos de duros enfrentamientos inter-capitalistas en los que su poder es más vulnerable; y al mismo tiempo, y sobre todo, porque son momentos en los que el tinglado de legitimación del gobierno de la burguesía se desmorona y las clases oprimidas, pueden fortalecerse relativamente e identificar con más claridad a los responsables de sus desgracias.
En este sentido, nos recuerdan desde el Gobierno español la necesidad de aceptar el dinero que llegará de Bruselas por la crisis actual, a cambio, plantean 120 reformas. ¿Tenemos que temerlas? ¿A quienes van a beneficiar esos fondos?
No sabemos todavía de dónde salió el Covid 19, pero sí sabemos que apareció cuando estaba a punto de estallar una nueva y enorme réplica de la crisis económica que el capitalismo soporta desde hace décadas y cuando la situación social era ya explosiva en muchos países.
Tras casi un año de pandemia estamos ante la evidencia de que las clases dominantes la están utilizando en dos direcciones fundamentales:
1º Neutralizar, mediante el miedo, el aislamiento y el control prácticamente total de los medios, que retroalimenta el pánico y la inseguridad, la capacidad de respuesta popular ante la hecatombe social y económica que se abate, sobre todo, sobre la clase obrera.
2º Intensificar el saqueo de las arcas públicas, precisamente bajo el pretexto de la crisis sanitaria, económica y social.
La oligarquía financiera y las multinacionales de la energía, es decir las fracciones dominantes del capital que controlan el BCE y la Comisión Europea, han diseñado para su beneficio las reformas y los mecanismos necesarios para que los Fondos de Reconstrucción de la UE caigan en sus manos; incluidos por supuesto, los destinados a sanidad, que hoy más que nunca es la gallina de los huevos de oro.
Se ha conocido en estos días el Informe del Corporate Europe Observatory que da cuenta de como, sobre todo desde 2017, se lleva a cabo un plan de coacciones y sobornos destinado a asegurar la penetración y la preponderancia del capital privado en la sanidad y en los servicios sociales. El Informe destaca como la mercantilización y privatización de una sanidad pública enormemente deteriorada han sido factores determinantes de la incapacidad para hacer frente a la pandemia. Al mismo tiempo alerta sobre el protagonismo en el seno de la Comisión Europea de empresas consultoras como la McKinsey que jugó un papel decisivo en la privatización del National Health Service británico.
¿Tiene sentido esperar que votando a partidos de izquierda se resuelvan nuestros problemas o hay que buscar las soluciones por otro sitio?
Hoy más que nunca esa esperanza es un espejismo suicida para los trabajadores y trabajadoras. y para los sectores populares. El contexto económico del Estado español es el de una carrera hacia el abismo, con un derrumbe de los sectores fundamentales – turismo y construcción – con una deuda disparada y una UE que exige recortes y privatizaciones de lo que queda en manos públicas (estabilidad presupuestaria, le llaman).
De los 140.000 millones de los Fondos de Reconstrucción, dinero público, por supuesto, llegará este año apenas el 10%, y sólo tras comprobar que se han ejecutado las consiguientes «reformas» y sólo para la llamada «transición energética y digital». Curiosamente el aborregamiento político, que cada día llega a cotas más altas, ha permitido que nadie cuestione por qué y en función de qué autoridad la UE, es decir, la oligarquía europea y nacional, ha decidido que esos dos son los sectores prioritarios para la «reconstrucción»que se regarán con nuestro dinero. En realidad se trata de camuflar tras algún concepto «moderno» y más o menos ambiguo el hecho incontrovertible de que pretenden aprovechar la «emergencia» y las «alarmas», es decir, nuestro muertos, para seguir amasando millones.
Sólo un ciego podría no ver el desastre que se avecina para muchos millones de personas, para la inmensa mayoría y es evidente que este Gobierno, autoproclamado «el más progresista» ni quiere, ni puede enfrentar a los poderes que nos conducen al precipicio. El fracaso de la coalición Podemos – IU que agita el espantajo de Vox para justificarse es cada día más evidente y va camino de su destrucción. Si se mantiene en el gobierno es porque sigue prestando al capital el gran servicio de obstaculizar la reconstrucción de la fuerza obrera y popular que tome en sus manos las riendas de sus vidas.
Esta situación es, y será, cada vez más evidente, porque para las clases populares arrancar las riendas de quienes les conducen al abismo aparecerá claramente como una cuestión de vida o muerte. Están por nacer las nuevas formas de organización y de lucha que correspondan la situación radicalmente diferente en la que nos adentramos. En ese camino es vital tener bien claro contra quien luchamos y saber que el capital se propone cumplir sus objetivos a toda costa, por supuesto a costa nuestra, de nuestra salud, de nuestras vidas y de las de nuestro hijos.
El pilar fundamental del que partir es la reconstrucción de la independencia de clase. Para ello es imprescindible desenmascarar al gobierno «progresista» y a sus instrumentos políticos y sindicales como cómplices necesarios de los planes de la oligarquía monopolista, sobre todo la financiera, nacional y europea. Son ellos los que venden al capital dos preciados instrumentos, su colaboración desde los gobiernos y su contribución al debilitamiento del movimiento obrero y popular.
Ese «podemos» desde las instituciones, la esperanza inútil – tantas veces reeditada – de que más diputados o más sillones ministeriales permiten cambiar algo, hay que enterrarla bien hondo en el basurero de la historia.
La construcción del nuevo poder obrero y popular deberá levantarse sobre formas nuevas, las que corresponden a las posibilidades y necesidades actuales de la nueva clase obrera, del nuevo proletariado; y también sobre la ineludible relectura de nuestra historia, la de aquí y la de los intentos revolucionarios ocurridos en otros tiempos y en otros lugares, para poner a punto la teoría y la práctica necesarias para enfrentar los tiempos difíciles que se avecinan.
Por último, ¿en qué situación se encuentra la causa que la Audiencia Nacional os abrió a ti y dos compañeras por la solidaridad con el Pueblo Palestino? Lo puedes explicar en unas pocas palabras.
Precisamente en estos días nos ha llegado el Auto de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional comunicándonos la conclusión del sumario y el sobreseimiento provisional de las actuaciones, al no apreciar delito de financiación o enaltecimiento del terrorismo. Aunque no sabemos bien el alcance de ese «provisional» entendemos que ha sido una importante victoria del movimiento de solidaridad que, a través de nosotras, ha expresado el inequívoco a poyo a la legítima lucha del pueblo palestino.
A pesar de lo absurdo de las acusaciones, no más que otras dirigidas contra otras organizaciones o personas, siempre hemos sido conscientes que lo que pretende el sionismo es amputar mediante el miedo o la represión la solidaridad con una causa que, muy a su pesar, está profundamente arraigada en la conciencia de los pueblos.
Así lo hemos entendido nosotras y la Plataforma que nos ha apoyado organizando muchas decenas de actos en todo el Estado que eran genuinamente la reivindicación del internacionalismo y de la solidaridad con un pueblo que representa mejor que nadie la dignidad de los oprimidos y la resistencia anti-imperialista.
Desde aquí hago un llamamiento a continuar desarrollando esa solidaridad, potenciando la campaña internacional “Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS)” y denunciando sin miedo el sionismo, con el convencimiento de que la lucha del pueblo palestino es la clave de bóveda de la Resistencia de los pueblos de Oriente Medio y que la bandera palestina expresa la insobornable lucha de los pueblos que es al mismo tiempo nacional e internacionalista.
Argazkiak/Fotos Ecuador Etxea
Presentan en Bilbao (Zirika Gunea) la Plataforma Apoyo a Nines, María y Beatriz, imputadas por su solidaridad con Palestina. Presencia miembros Sare Antifaxista 14/12/2019
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