La sal de la tierra

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Cuando el mes pasado comenté el excelente filme del no menos interesante director norteamericano Martin Ritt, “Norma Rae” (1979), mencioné de pasada otra extraordinaria película sobre la lucha sindical y por la emancipación femenina de la opresión machista, “La sal de la tierra”, del también realizador estadounidense Herbert J. Biberman (1900-1971). Pues bien, aquella breve referencia a la cinta de este director me hizo pensar que su película merecía un mayor espacio en esta resuelta sección. Por tres razones básicamente: por cómo y en qué circunstancias se consumó el arriesgado proyecto artístico; por el talento cinematográfico y el compromiso político de su realizador (uno de los numerosos cineastas perseguidos por el macartismo en Hollywood) y para que los y las jóvenes conozcan el combate de esos artistas y este filme que, construido alrededor de la lucha de clases, es esencialmente militante y feminista.

Obra ejemplar

“La sal de la tierra” se rodó en 1954, durante la implacable campaña contra los comunistas y en defensa de los “valores americanos” perpetrada por el inquisidor senador Joseph McCarthy en la meca del cine. Un ataque a la libertad de expresión que, conocido en Hollywood como “caza de brujas”, diezmó intelectual y artísticamente a sus talentos más valiosos.

Circunstancia que impuso al filme condiciones de rodaje inimaginables, yendo hasta tener que trabajar bajo la presión y vigilancia del FBI y de algunos magnates como Howard Hughes, y a prohibir su distribución hasta 1965. La película es una idea conjunta de su director, del guionista Michael Wilson, del productor Paul Jerrico y del compositor Sol Kaplan, y cuenta la historia de una larga y dura huelga de unos mineros mexicano-americanos en Nuevo México por mejoras laborales, a la que se unen sus mujeres con un mensaje feminista inaudito en aquella época y sorprendente aún en nuestros días. Realizada como un semidocumental, e interpretada espléndidamente en parte por actores no profesionales, la película goza además de una puesta en escena vibrante, una impactante fotografía y un guión didáctico y afilado. Y todo ello envuelto en un impecable blanco y negro que subraya particularmente los rasgos sublimes de la magnífica actriz mexicana Rosaura Revueltas (encarcelada y deportada a México durante el rodaje), la líder de las mujeres huelguistas.

Ni que decir tiene que esta obra ejemplar en defensa de la clase obrera, y la pertenencia de su director al Partido Comunista de los Estados Unidos, hicieron que la prometedora carrera cinematográfica de Herbert J, Biberman se viese brutal e injustamente truncada. Como también fue el caso de muchos otros realizadores, guionistas, escritores, compositores, etc. Es decir, gran parte de los cineastas que forjaron el mejor cine norteamericano de todos los tiempos.

Rosebud

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