Marx comienza El dieciocho brumario de Luis Bonaparte con una célebre frase. “Todos los hechos y personajes de la historia universal se repiten dos veces: la primera como tragedia y la segunda como farsa”. Parangonaba al Napoleón III respecto al I en su golpe de Estado, sucediéndose la farsa a la tragedia.
La metáfora es tan elocuente que resulta tentador aplicarla a cualquier acontecimiento político que queramos analizar. Desde luego, se presta muy bien a ella la comparación entre el Pablo Iglesias de Podemos y el Felipe González del PSOE. Seguramente, alguien dirá que el propio González es una farsa respecto al PSOE de Besteiro e Indalecio Prieto. Aunque, bien visto, fue Santiago Carrillo aquel que dijo aquello de “dictadura, ni la del proletariado”.
Más allá de anécdotas y chascarrillos regalados por los renegados de la revolución en su intento de redimirse de su ignominia histórica, podemos situar elementos comunes que constituyen el núcleo ideológico de la socialdemocracia en tanto que intento de hacer digerible el sistema de explotación. Su prédica principal consiste en afirmar la posibilidad de mejorar las condiciones de las masas trabajadoras dentro del capitalismo. Esto es lo que históricamente se llama reformismo. Como se trata de un engaño a todas luces, los reformistas tenían que defender la cuadratura del círculo atacando la esencia revolucionaria del marxismo, intentando convertirlo en una teoría burguesa al uso. Sobre todo, se trataba de renunciar al objetivo final de liquidar el sistema de explotación y construir una sociedad nueva.
Esta renuncia no podía hacerse sin “revisar” los principios más elementales del marxismo, lo que significaba en la práctica liquidar su esencia revolucionaria. Negaban la dictadura del proletariado y la teoría de la revolución, sosteniendo que era posible que la clase obrera mejorara sus condiciones de vida dentro del capitalismo. En este sentido, Lenin, en Marxismo y revisionismo, sostiene que la esencia del revisionismo fue expresada por Bernstein cuando dijo aquello de que “el objetivo final no es nada; el movimiento lo es todo”. Su excusa era “adaptar” el marxismo a las condiciones actuales, justificando así entrar en la política burguesa. El revisionismo se caracteriza, dice Lenin,
por su defensa en la necesidad de “determinar el comportamiento de un caso para otro, adaptarse a los acontecimientos del día, a los virajes de las minucias políticas, olvidar los intereses cardinales del proletariado y los rasgos fundamentales de todo el régimen capitalista”. La esencia de la política revisionista es sacrificar los verdaderos intereses de la clase obrera por las “oportunidades” del momento. Se trata de negar la necesidad de superar el capitalismo y encuadrar las luchas en los márgenes del sistema de explotación, con buenas dosis adulteradas de “realismo” y “posibilismo” político.
Añade Lenin a lo anterior que, “cada problema un poco nuevo” y “cada viraje un poco inesperado e imprevisto de acontecimientos”, aunque se trate solo de mínimas alteraciones, provoca una nueva variedad de oportunismo. La historia de la socialdemocracia así lo demuestra. Al eurocomunismo y circo histórico del PSOE le crecen nuevos enanos. Puede ser el tránsito de la dictadura fascista a la democracia burguesa, pero también esa “ventana de oportunidad” de la que hablaba Iñigo Errejón al respecto del 15M. Se trataba de entrar en la gestión capitalista por cualquier medio, lo que constituía el marco de discusión al que se delimitaba la divergencia entre el sector pablista y el errejonista.
Con la entrada en la política burguesa y su posterior integración al gobierno de coalición, se producía la reorganización del parlamentarismo burgués, también con expresión en autonomías y municipios. No solo estaban “los nuevos”, sino también los “viejos” revisionistas que han jugado el histórico papel de muleta del PSOE. En otra vuelta de tuerca (por qué no) se incorporaba Izquierda Unida a Unidas Podemos. Los “nuevos acontecimientos” así lo exigían. También la necesidad de copar cargos para mantener su estructura. A los nombres de Izquierda “Unida” y “Unidas” Podemos, llega la enésima plataforma, agrupación, asociación (o lo que sea): “Sumar”. Lo tan lo mismo de siempre que si no fuera por el distinto marketing costaría distinguirlo.
Las nuevas variantes del revisionismo basan su reorganización ideológica en teorías de corte académico que se distinguen por pretender “actualizar” el marxismo, que consideran anclado en el pasado. De esta manera, los nuevos líderes socialdemócratas se jactaron de llevar a la práctica lo que habían estudiado en la universidad. En este sentido, Negri y Hardt colocaron la importancia del 15M en constituir la expresión de los “nuevos sujetos” no vinculados a la clase obrera. Otros, como Laclau y Mouffe, situaron la importancia del 15M y la nueva política en lo que llamaban “hipótesis populista”: existía, decían, una serie de demandas sociales no satisfechas por el sistema institucional que podían agrupar las “identidades populares”. Se trataba de generar “significantes vacíos” que universalizaran el conjunto de demandas populares y vehicularan la lucha contra el sistema institucional. El resultado de esto es conocido: la total integración en el sistema institucional burgués.
Al menos, los significantes vacíos nos dieron buenas dosis de ridiculez política. Universalizaciones de las “identidades populares” eran la coleta de Pablo Iglesias, las magdalenas de Carmena y otras muchas ocurrencias que el tiempo se ha encargado de arrojar al basurero del fast food político que ha fundado la “nueva socialdemocracia”. Muchos de los de la vieja se pasaban a comer algún plato rápido para seguir cogiendo fuerzas y aguantar como pudieran esa anemia política que el oportunismo hace tiempo acusa.
Hoy, lo que demuestra la nueva socialdemocracia y sus diversas fragmentaciones es que, además de servir como agencia de colocación de sectores de la pequeña burguesía y de capas medias influenciadas por esta, el oportunismo en su variante izquierdista y derechista está en bancarrota.
Unos se han supeditado a la socialdemocracia, otros, han comenzado a atravesar el desierto de la descomposición. Mientras tanto, el circo PSOE sigue atrayendo palmeros y payasos dispuestos a tragar cualquier deshonra contra la clase obrera que les asegure poltrona o taburete desde el que seguir vendiendo mamarrachadas. Del “sorpasso” pasaron a “muleta” y, ya sin esta, no quieren saltar a la pata coja, así que han decidido arrastrarse cuanto sea tras el PSOE.