A un año de la guerra en Ucrania: un balance geopolítico (I)

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Diego Sequera / Ernesto Cazal (Misión Verdad).— Hoy 24 de febrero se cumple un año de la Operación Militar Especial (OME) que la Federación Rusa inició en Ucrania, anunciada por su presidente, Vladímir Putin. Difícilmente exista acontecimiento geopolítico de mayor magnitud en lo que va de siglo, el mismo que ha estado nutrido de grandes eventos y movimientos tectónicos impactantes sobre la totalidad del planeta.

 

En prácticamente todos los niveles y esferas en materia geopolítica, de relaciones internacionales, en el panorama bélico, en el económico y en el energético, todo ha sido fundamentalmente trastocado por una guerra, o la respuesta militar a una guerra indirecta, híbrida, que tenía años librándose, partiendo en un antes y un después el rumbo del planeta y su destino.

Dado lo abrumadoramente abarcante de estos movimientos, en este seriado proponemos una secuencia de “viñetas”, una parte por el todo, para reseñar los elementos con los que se pueden ir realizando balances preliminares en una situación global que todavía tiene final abierto. En esta primera parte, producto del acopio de un año de seguimiento, cobertura y estudio, se abordarán dos puntos en lo militar que, de menos a más, en las dos entregas subsiguientes abordarán elementos de mayor alcance.

1. ¿Se acerca el fin de la OTAN?

Con la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hacia el este europeo, colindante con el espacio euroasiático y, por ende, con el territorio históricamente ruso —incluida su zona de influencia—, la presión militar de Estados Unidos —y su cohorte de socios adiestrados— sobre la Federación Rusa se fue consolidando hasta la colisión con las líneas rojas marcadas por el propio Kremlin. Ello no se tradujo en una alarma sino más bien en un aliciente para los factores neoconservadores que buscaban la preparación, el pertrecho y la asignación de recursos en el campo bélico a Ucrania, designada desde 2014 como una cuña apañada con propósitos de agresión occidental sobre Rusia.

De manera generalizada se tenía consolidada en el imaginario mundial una supuesta superioridad de la alianza atlantista tras décadas de campañas de asalto sobre países y organizaciones más pequeñas —recordemos la tragedia libia, por ejemplo—, la cual no había sido disputada hasta hace un año, cuando todo el apoyo logístico en armas, municiones y equipamientos varios a Kiev se topó con la realidad actual de un mundo que había cambiado inadvertidamente —para ellos— en los asuntos militares.

La expresión más nítida de aquello se halla en el estado existente de su ecosistema industrial-militar comparado con el despliegue ruso. Se puede ilustrar esto, en primer lugar, con lo dispuesto a Ucrania en términos de municiones con relación a lo desplegado por Rusia.

De acuerdo con un informe publicado en Sky News, el ejército ruso ha disparado un promedio de 20 mil proyectiles de artillería al día, frente a los 5-6 mil que el ejército ucraniano lanza diariamente. El medio británico considera que “desde las grandes batallas de la Segunda Guerra Mundial, la artillería no se ha utilizado con tanta ferocidad e intensidad como ahora en Ucrania”.

Hay más. Un análisis militar del bloguero Simplicius The Thinker concluye que Rusia “ha lanzado más misiles de crucero en el primer año del conflicto en Ucrania que los que Estados Unidos ha lanzado de sus famosos ‘Tomahawks’ en la totalidad de las cuatro décadas de vida útil” de ese armamento. Si podemos dar por ciertas las cifras emanadas por el presidente ucraniano Volodímir Zelenski en agosto de 2022, Rusia ha lanzado más de 3 mil 500 misiles, “y desde entonces Rusia solo ha aumentado la intensidad, lo que significa que en este momento el recuento probablemente supere los 5 mil. Mientras tanto, Estados Unidos ha lanzado un total de 802 Tomahawks durante la totalidad de la Guerra de Irak de 2003 en adelante, y alrededor de 2 mil 300 en total desde el inicio del Tomahawk a principios de la década de 1980”.

Si tomamos en consideración que “Estados Unidos tiene un arsenal de aproximadamente 4 mil Tomahawks en total en la actualidad, y en los últimos años solo han producido alrededor de 100-150 de ellos por año”, no sería extraño entonces “que el bloque occidental se encontrara repetidamente con escasez de municiones guiadas tan recientemente como durante el conflicto de Libia en 2011. Piénselo de esta manera: si Rusia ha lanzado hasta ahora más de 5 mil misiles de crucero a Ucrania, país que ni siquiera los ha conmovido, imagine lo que 4 mil Tomahawks podrían hacerle a Rusia. En un enfrentamiento directo, Estados Unidos se quedaría sin todos los misiles guiados de precisión en poco tiempo. ¿En qué confiarían después de eso? ¿Artillería?”, comenta el mencionado autor.

Estos datos muestran con claridad el cuadro de erosión en la capacidad armamentística de la OTAN, incluido Estados Unidos, frente a un complejo industrial-militar ruso que goza de robustez y producción ante los escenarios bélicos mucho más holgado que sus homólogos atlantistas.

A mediados de febrero el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, declaró que “la tasa actual de gasto en municiones de Ucrania es muchas veces más alta que nuestra tasa actual de producción”, lo que “pone a nuestras industrias de defensa bajo presión”.

En síntesis, los países OTAN se están quedando sin suministros militares para armar a Kiev. Sky News afirma que “algunos analistas” creen que la organización atlantista “no tendría suficientes suministros para luchar contra Rusia si llegara a hacerlo ahora. Se informa que Alemania tiene suministros de municiones para dos días, por ejemplo, si los tanques rusos cruzan sus fronteras”.

Si bien los datos en torno a las municiones son difíciles de obtener y clasificar, los reportes publicados en distintos medios estadounidenses y europeos apuntan que no hay suficientes y que la producción debe incrementarse. Stoltenberg así lo entiende: “Está claro que estamos en la carrera de la logística… Una guerra de desgaste se convierte en una batalla de logística”.

Pero los tiempos de espera para algunas municiones “se han más que duplicado”. “Las fábricas de Europa apenas pueden producir suficientes proyectiles para satisfacer las necesidades de Ucrania durante una semana”, según un artículo publicado en Financial Times con el más que sugerente título de “Un año de guerra en Ucrania ha secado los arsenales de Europa”.

El quiebre generalizado en las cadenas de suministros globales, la falta de inversión en el campo de defensa militar europea, las dificultades propias para lograr una especie de sinergia entre las empresas de producción armamentística en la zona de influencia atlantista y la competencia por los contratos que podría justificar la absorción de costos, mientras el austericidio se consolida como la carta de navegación económica de la Unión Europea, aumentan la dificultad industrial que deja al desnudo el desafío de la OTAN ante los objetivos planteados en una guerra de desgaste, con Ucrania como pivote.

  • Según el Instituto Kiel, los países de la OTAN han apoyado a Kiev por valor de más de 110 mil millones de dólares, incluidos 38 mil millones de dólares en armas.

El gobierno de Joe Biden asimismo ha dado una razón a Ucrania para no enviar misiles de largo alcance al campo de batalla: le preocupa que no tenga suficiente para sí mismo “y dañaría la preparación de las fuerzas armadas estadounidenses para una futura lucha”, de acuerdo con un reporte de Politico. Al tiempo que el Centro para los Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés), uno de los think tanks más importantes en el circuito de Washington, D.C., acepta de manera categórica que los inventarios armamentísticos de Estados Unidos necesitan ser “reconstruidos” debido a que están “en crisis”, un reemplazo logístico que “tomará muchos años”.

El contraste del cuadro descrito respecto a la industria de defensa rusa es evidente. El presidente Vladímir Putin, en un discurso con motivo del Día del Defensor de la Patria el 22 de febrero, confirmó que “las tropas recibirán equipos de vanguardia con la industria aumentando rápidamente la producción de toda la gama de armamentos”, y agregó que “continuaremos suministrando a nuestras tropas el equipo más avanzado”. Esto implica nuevos sistemas de ataque, medios de reconocimiento y comunicación, drones y sistemas de artillería. También señaló que la capacidad defensiva rusa se reforzaría en función de la experiencia de combate adquirida.

Las declaraciones y campañas de relaciones públicas, aunadas a las doctrinas militares de cada bando, adoban el escenario in situ, al menos en el caso de Rusia, que muestra un músculo armamentístico más saludable que el de las potencias estadounidense y europeas, lo que es ostensible en el campo de batalla. El sostenimiento, producción y poder de fabricación establece la balanza a favor de Moscú, que trabaja las 24 horas en esta área estratégica, lo que le ha permitido eclipsar el potencial de fabricación armamentística de la OTAN en muchas áreas fundamentales, y que se ejemplifica en las municiones gastadas y los desafíos que tienen los estadounidenses y europeos a la hora de suministrar equipos militares a Ucrania.

Estados Unidos no tiene la posibilidad de salir airoso en escenarios de guerras contra ejércitos regulares poderosos. El analista militar ruso Andrei Martyanov, graduado en la academia de Sebastopol, quien mantiene el blog “Reminiscencias del futuro“, ha escrito una serie de libros en los que expone cómo la revolución en los asuntos militares de Rusia ha socavado la hegemonía estadounidense en este ámbito tan caro a su imaginario imperial. Pero no solo ha perdido la ventaja competitiva: el ejército estadounidense no está hecho a la medida de las necesidades militares que atestiguan el mundo actualmente. Su estructura está ceñida a la capacidad de guerra de organizaciones bélicas más pequeñas y no a lo desarrollado por la potencia rusa.

Pero además el señalamiento de Martyanov de que la estructura del ejército posindustrial de Estados Unidos refleja su economía posindustrial, financiarizada, dirigida a la exportación del sistema dólar y debida a la inflación de la deuda, puede dirigirse asimismo a la OTAN como entidad militar multinacional, siendo Washington el dirigente indiscutible de dicha alianza. Su capacidad de producción está limitada por la crisis que experimenta la economía de la eurozona, cuya configuración industrial es casi totalmente dependiente de la energía rusa, al menos hasta la imposición de “sanciones” de la Unión Europea (UE).

De la misma manera en que la UE no estaba preparada para cortar el flujo energético de Rusia a Europa, la OTAN no previno las consecuencias que una economía lacerada pudiera afectar a su complejo industrial-militar. Una guerra prolongada de manera indirecta contra Rusia tendría que haber dispuesto en la organización un reacondicionamiento de los ejércitos miembros y, por ende, de sus complejos industriales, cuestión que no hicieron y los efectos son notables hoy en día.

Ante la crisis industrial-militar en las entrañas de Estados Unidos y Europa, las opiniones sobre un posible fin de la OTAN son cada vez más escuchadas en medios y plataformas digitales. En Suecia —país cuyos gobernantes aspiran a adherirse al Tratado del Atlántico Norte—, el publicista Lars Bern adujo en una entrevista con SwebbTV que los europeos subestimaron “enormemente la industria militar rusa: la velocidad con la que los rusos producen nuevos proyectiles y misiles”, mientras estaría gestándose el efecto contrario a los intereses de Estados Unidos y la organización que lidera: “Cuando los rusos trajeron tropas, dijeron que desmilitarizarían Ucrania. ¿Pero sabes lo que están haciendo ahora? Están desmilitarizando la OTAN”.

Podría considerarse que Estados Unidos ya no podrá aferrarse a Europa como potencia en el área militar, un factor que indicaría que las guerras transcontinentales de la OTAN terminarán en un futuro más cercano que lejano. La guerra en Ucrania y el Dombás confirmarían este escenario, en la medida en que la ofensiva rusa aumente en poderío y despliegue táctico.

Las capacidades militar-industriales combinadas de las dos docenas y media de países del bloque atlantista no pueden competir con las de su adversario ruso, este último capaz de mantener el mismo ritmo, escala y alcance de la OME en curso a pesar de la guerra económica, financiera y comercial en su contra. Una treintena de países no pueden hacerlo colectivamente. La “carrera de logística” condicionada por la “guerra de desgaste” que Rusia está ganando en el terreno obligaría a ceder finalmente a la OTAN en la disputa por la supremacía castrense, lo cual socavará su propia legitimidad y capacidad operativa como organización bélica ofensiva.

Todo indica que ni siquiera el negocio de la guerra en toda su plenitud pudiera salvar a la alianza atlantista de una derrota casi certificada a fecha de hoy, tomando en cuenta que son las principales compañías estadounidenses las que ven cómo sus arcas se llenan de ganancias mientras los europeos, en su condición de vasallos, se quejan de la situación y reconocen, a su pesar, que en ese sentido la balanza del capital está en el lado norteamericano del Atlántico. Toda vez que Rusia afianza su posición como potencia militar.

2. Los paisajes de Bajmut o cómo es una guerra de desgaste en el siglo XXI

A grandes rasgos, al menos desde Irak 1991, con la mutación de los conflictos armados también han mutado las vías de cobertura en el plano de los medios y su difusión. Si en 1991 las guerras en vivo se estrenaron con CNN, mediante sus verdosas imágenes producto de la visión nocturna rudimentaria de esos tiempos en las que las cargas de misiles caían sobre objetivos iraquíes difíciles de distinguir —perfeccionado después, como pudo constatarse, con las primeras cargas contra infraestructuras civiles en 2003—; y si en el ínterin Libia y Siria fueron guerras de redes sociales, principalmente YouTube y Twitter, el conflicto ruso-ucraniano es, de largo, la guerra a través de Telegram.

Extraña dialéctica entre la censura occidental e iniciativas ciudadanas producto de la insuficiencia y/o deficiencia en las coberturas de los medios acostumbrados, la incesante producción informativa por Telegram ha representado una poco estudiada revolución en lo comunicacional.

El profuso número de canales y fuentes, a veces compendiados de forma caótica, ha sido una fuente que pareciera reducir aún más los lapsos de registro en tiempo real, toda vez que el rango entre la franca desinformación o propaganda colude con observaciones, análisis e incluso opiniones de altísimo nivel y seriedad que ofrecen un nervioso mosaico de referencias de consulta cuya cantidad —y calidad variable— produce una clásica situación de opulencia informativa: la voluminosa, hasta pantagruélica, oferta noticiosa hace prácticamente imposible un seguimiento “ordenado” de los eventos políticos, pero en especial los militares, que finalmente no termina de “informar” nada si se realiza en automático.

El estudio granular de la guerra no contribuye a que los nerds virginios de fuentes abiertas (OSINT) recién llegados puedan medir batallas fidedignamente con tanta facilidad, verles orilla a situaciones en curso, o por su torrencial constancia, pescar y otorgarles su justo valor a los distintos hechos noticiosos o no tan noticiosos, pero muy específicos, sobre el campo de batalla. A esto se le debe agregar la propagación y uso militar y civil de drones y teléfonos celulares en la propia línea de contacto y en la prolongadísima línea del frente, que en conjunto ofrecen una capa de archivo audiovisual complementario que redefine el paisaje informativo por su nivel de detalle.

Contrastándolo con la cobertura de la guerra contra Siria de prácticamente una década antes, la simultaneidad de frentes, teatros de operaciones, triunfos y reveses se vuelve un asunto casi carnavalesco: en la proyección mediática de la batalla de Alepo, en 2016, independientemente de las fuentes, eran menos las partes que había que unir para tener una idea clara sobre el desarrollo de los acontecimientos, especialmente en su última etapa.

Por lo que, para los efectos prácticos de este trabajo, con vistas a hablar de la situación militar, todo se enfocará en una sola batalla, hoy en día la más importante y que en cierto modo ofrece una síntesis de lo que ha sido la mecánica de las operaciones militares, en ambos lados, en trazo grueso.

Hablamos de la batalla de Bajmut (o Artiomovsk, que así se llamó durante la era soviética), en el Dombás central, en el oblast de Donetsk, ahora provincia rusa. De todos, el punto más álgido de la cartografía del sur-sureste ucraniano en este momento, sobre un mapa que en los últimos meses, desde la retirada rusa de la ciudad de Jersón en el margen derecho del río Dniéper, muy poco se ha movido en alguna dirección significativa en los más de mil kilómetros de línea de contacto.

La ciudad, situada al centro-noreste de Donetsk, además de uno de los puntos más fortificados del Dombás, incluidas las minas de sal de —la ahora liberada— Soledar, es un nudo vial crítico, automotriz y ferroviario, en el que confluyen las principales vías que comunican la región, por donde se establecen en la zona los principales canales de suministro para el ejército ucraniano. Por otro lado, la ciudad y sus alrededores en el norte y el sur constituyen la línea divisoria entre los territorios bajo control por un lado y el otro.

En todas las direcciones comunica con concentraciones urbanas de importancia como Severdonetsk y Lyman al norte, en Lugansk, con la ciudad de Donetsk, al sur, al noroeste con Slavyansk y Kramatorsk.

En tal sentido, para ambos tiene una importancia estratégica cardinal: liberada Bajmut, quedarían las concentraciones de Slavyansk y Kramatorsk para, en esencia, liberar Donetsk y en gran medida el Dombás. Fue en Slavyansk donde inició el alzamiento militar en contra del gobierno golpista de Kiev en 2014, y es probablemente ahí donde termine la campaña del Dombás.

Bajmut/Artiomovsk ha estado en la mira al menos desde mayo de 2022. En ese frente ha operado con preponderancia —mas no de forma exclusiva— la Compañía Militar Privada (CMP) Wagner, grupo ahora declarado entidad criminal por Estados Unidos y una de las connotadas bestias negras para Occidente, a la par de las unidades chechenas de Ranzam Kadyrov.

Pero ha sido desde mediados-finales de noviembre que se ha convertido en el flashpoint más importante de toda la guerra en este momento. Sería temerario y falso afirmar que el resto del campo de batalla ha permanecido estático, pero es aquí donde se libra una batalla para todos decisiva, aunque en este momento vocerías del gobierno ucraniano pretendan matizarla como una ciudad sin importancia.

La forma en que ha sido abordado por los medios del mainstream global, frente a la versión que se maneja, digamos, desde el campo prorruso, va a tono con el tratamiento que han recibido todos los demás grandes episodios ajustados narrativamente:

  1. La ciudad es un campo de batalla decisivo,
  2. ahí las fuerzas ucranianas detienen y hacen retroceder las distintas “olas humanas” de la Federación Rusa y del grupo Wagner,
  3. Bajmut tiene un valor estratégico incalculable y por eso será siempre un bastión que se defenderá hasta lo último,
  4. no es cierto que la ofensiva rusa sea exitosa,
  5. la destrucción que convierte a la ciudad en un devastador paisaje lunar es obra exclusivamente rusa,
  6. producto de los problemas y fracasos, existen grandes conflictos y diferencias entre Wagner y las unidades regulares rusas (o milicias del Dombás),
  7. la rencilla interna escala a un choque entre los líderes, en este caso Yevgeny Prigozhin, de Wagner, y el Ministerio de Defensa ruso,
  8. a pesar de los avances rusos, no se cederá un milímetro de Bajmut,
  9. Bajmut no tiene valor estratégico alguno
  10. y es posible que en algún momento Ucrania ceda esta plaza tan poco importante.

Cualquier seguimiento del año de combate se topará reiteradamente con matrices nerviosamente coloridas, y sin verificar, que afirman que Rusia se está quedando sin misiles, o sin artillería, que le quedan dos semanas de inventario, que los “contrataques” ucranianos —Jarkov, Jersón— han sido fulminantes e irreversibles, que el ejército ruso —y aliados— está compuesto en realidad por conscriptos secuestrados, delincuentes comunes y unidades fanáticas —los chechenos—, que en cualquier momento hay golpe de Estado en Moscú, que Putin tiene cáncer, que está terminal, que sufre demencia, etcétera. Y que Rusia está perdiendo miles de soldados y mercenarios diarios en Bajmut.

Pero ese rosario de afirmaciones inverificables no está describiendo o analizando la realidad en el campo de batalla; es útil para constatar el grado de propaganda o urgencia narrativa que sigue otorgándole sentido y emoción controlada al público occidental. Podrá decirse mucho de lo áspero y desabrido, a veces inexacto o anticlimático, de los reportes del Ministerio de Defensa ruso y lugares de emisión orbitantes, pero siempre han estado en una medida superior ajustados a la realidad.

¿Es importante o no Bajmut para el ejército ucraniano? Aquí no se debe perder de vista que al incumplir, ralentizar u omitir los acuerdos de Minsk II de 2015, Kiev y la OTAN aprovecharon el tiempo ganado para reformar y reestructurar el ejército, pero también para fortificar y establecer líneas defensivas en las áreas que controlaban del Dombás, previendo el escenario de la probable —¿E inevitable?— intervención militar directa de Moscú.

En ese sentido, como se observa en la gráfica más abajo, se ven varios ejes defensivos. De nuevo, cualquier seguimiento punto a punto de la campaña del Dombás dará cuenta de cómo han sido precisamente estas líneas de defensa fortificadas las que a lo largo del año pasado fueron derribadas por los rusos y las milicias aliadas de Donetsk y Lugansk.

Mapa de las cuatro líneas de contacto en la frontera con Luhansk (Foto: Big Serge Thought)

Bajmut/Artiomovsk se ubica en la tercera línea efectiva y sólidamente fortificada, antes de una cuarta y última —Slavyansk, Kramatorsk, Konstantinovka—, la menos consolidada y que menos tiempo tuvo para robustecer en relación con los cinturones defensivos anteriores.

Por otro lado, veamos lo que también dicen los medios al referirse a la ciudad de marras, punto de interconectividad estratégico con las distintas salidas-ingresos a la región. Para el 22 de diciembre, el corresponsal de Forbes afirmaba que por el lado ruso, según el autor de la nota —que no se sale de la línea establecida—, 40 mil presos comunes morían en olas humanas que chocaban contra las mejores ocho brigadas del ejército ucraniano entero: las brigadas de infantería 60 y 71; las 24, 57, y 58 brigadas mecanizadas; la 4 brigada de tanques; la 46 brigada aerotransportada; la brigada de montaña 128.

A esa lista se le deben agregar los batallones de conscriptos de la guardia territorial, formaciones paramilitares y numerosas unidades mercenarias extranjeras.

En otro costado, se estima que en ya un poco más de tres meses de combate intensificado, cada cuatro horas ingresa un nuevo combatiente a la defensa de la ciudad —que no está todavía ni completamente rodeada ni sitiada—, con una cifra de 45 mil muertos del lado ucraniano —uno de los estimados más sobrios—, con 400-500 bajas diarias, entre muertos, heridos y rendidos.

A pesar del ciclo esquizoide narrativo que va desde Bajmut como gran bastión defensivo hacia una absurda batalla “simbólica y política” para los rusos, obsesionados con un enclave poco estratégico, semejante desangramiento, en el que se han puesto en juego —y que ya deben haberse retirado— las mejores unidades ucranianas, además de 26 otras unidades que harían 34 brigadas en total, ¿tendría algún sentido tamaño empeño por tan poca cosa? Y si, como quieren intentar decir, la sangría de efectivos y recursos es del lado ruso, ¿cuándo se detendría?

Atravesando la cortina de ruido narrativa con la que se trata de recubrir la batalla, un mercenario australiano identificado apenas con el seudónimo “soldado X”, entrevistado por un videobloguero también australiano que actualmente sigue la guerra en Ucrania, quien en sus declaraciones deja claramente establecido que se trata de un soldado de fuerzas especiales con conocimientos tácticos respetables, deja profundamente claro que Ucrania está perdiendo, que los rusos, en especial Wagner, no son exactamente formaciones militares primitivas que, dice la lógica europea —”el jardín” de Borrell—, lanzan olas humanas de presos comunes activando sus “genes de hordas mongolesas” —como si fuera, primero, real y, segundo, algo “malo”—, sino un ejército capaz, bien organizado y bastante creativo.

Admite, también y por su lado, con el beneficio de su identidad velada, que a pesar de que en especial la CMP Wagner no está exenta de bajas, son mayores las que sufre el bando contrario.

Tomando en cuenta esa admisión que viene directamente de una voz autorizada y no de un hípster mili-diletante empleado de una revista dedicada a seguir y enaltecer las grandes fortunas, el primero presenta un panorama francamente sombrío al que es factible agregar otra capa analítica.

Va un poco más de tres meses en que la impronta del combate ha sido un lentísimo avance —voces sobrias estiman que Bajmut será completamente liberada en marzo-abril, entre ellos el propio Prigozhin, líder de Wagner—, en el cual cada posición es metódicamente ocupada luego de un ablandamiento con artillería sobre las posiciones en la primera línea de defensa, para que luego concurra un avance coordinado, lo que ha venido dando como resultado lo dicho hasta ahora. Es decir, que la lentitud metódica se traduce por un lado en un sistemático agotamiento de efectivos y recursos, mientras que por el otro en básicamente un área que puede entenderse como un punto fijo, fijado. ¿Qué nos dice eso?

Los especialistas serios hablarían de una guerra de posiciones estática y, en consecuencia, de una guerra de atrición en la que paulatinamente se van triturando las capacidades logísticas y de combate del ejército ucraniano, de nuevo, en un solo punto de la cartografía de la guerra. Entiéndase el envío de unidades y brigadas de otros lados del frente “ocupándose” exclusivamente de este punto en el mapa, debilitando otros y desgastando aún más la capacidad operativa. Una degradación de inventarios permanente y sostenida, con una reposición cada vez más difícil de alcanzar, sobre todo en los tiempos en que se necesita.

Se tiene entonces que la batalla de Bajmut es un hoyo negro por el cual caen y desaparecen, diariamente, hombres y sistemas de armamento indispensables, casi insustituibles en este punto, que son necesarios para las batallas futuras. Por el otro lado se tiene, por lo tanto, a un grupo de formaciones aliadas que, maximizando la ventaja asimétrica de la superioridad en artillería fija en una posición al enemigo, a un costo notablemente inferior, mantienen números y sistemas de armamento en reserva para los próximos pasos, luego de una destrucción metódica de las posibilidades ofensivas y defensivas del oponente.

En el sentido clásico, una maniobra. Guerra de maniobras. Acciones de “distracción” forzan al bando contrario a dedicar recursos y atención en un solo punto mientras se debilitan otros, se desgasta, y facilita eventualmente el avance del contrincante en otros teatros de operaciones puesto que unidades que estaban en mejores capacidades de defender o atacar en este punto están fijados en otro. Tal como se hizo con el pseudoasedio a Kiev al inicio de la guerra, para poner un solo ejemplo elocuente.

En esencia, lo que ocurre en Bajmut, proyectado en una escala mayor, ha sido la lógica y la naturaleza de la campaña rusa en el Dombás desde el inicio: lenta, propensa a distorsionar su desarrollo como el de una acción militar que ofrece “pocos resultados”, según los medios occidentales, en la que es Rusia la que está siendo desangrada.

Bajo ese argumento, el ejército ucraniano ha consistido a lo largo de 2022 en variaciones de ejércitos que son desmantelados y luego vueltos a levantar con ayuda extranjera, “destruyendo la fuerza de preguerra en los meses iniciales, luego combatiendo contra unidades que eran reabastecidas con inventarios del Pacto de Varsovia, y que ahora es una fuerza en degradación que en gran medida es dependiente de los sistemas occidentales”.

Es probable que a estas alturas muchas de esas unidades élites hayan sido evacuadas o rotadas y que en un porcentaje más alto el ejército ruso, las milicias del Dombás y el grupo Wagner se enfrenten a conscriptos principalmente, lo que hace aún más trágico el escenario en el que sistemáticamente se están eliminando o desactivando un sinnúmero de reclutas con poca preparación militar o disposición para el combate.

El propio Prigozhin en una entrevista confirma que el propósito de Bajmut y la función esencial de Wagner es precisamente la de ser “el principal punto de atracción” que les permite a las tropas en otros lugares “operar cómodamente” toda vez que la tarea es, precisamente, hacer de esta ciudad minera una “picadora de carne”, con lo que alude al ingreso constante de “carne de cañón” ucraniano y de la OTAN.

Así, finalmente, podemos emplear a Bajmut, primero, como la impronta de cuál ha sido la táctica fundamental para enfrentar a Ucrania y la OTAN, cómo este esfuerzo a pesar de lo deliberadamente mal contado por los medios mainstream tiene los resultados que tiene, cuáles son las urgencias de Ucrania-Occidente, dónde se está suprimiendo lenta, metódica y paulatinamente a sus fuerzas militares, y por qué la desesperación de seguir transfiriendo, como sea, nuevos inventarios de sistemas de artillería, tanques, baterías antiaéreas, etcétera.

Bajmut es, en definitiva, la reproducción a menor escala de lo que ha sido la campaña del Dombás, cuya resolución, al menos para esta misión en específico, será el punto de no-retorno, cómo no existe ninguna ansiedad o apuro del ejército de la Federación Rusa por alcanzar sus objetivos estratégicos toda vez que la desmilitarización, la desnazificación y la protección de su población avanzan. Los tres objetivos principales del por qué se le dio inicio a la para entonces llamada Operación Militar Especial (OME).

1 COMENTARIO

  1. Me gustaría saber en que datos VERIFICADOS se basa el autor de este artículo para decir que la información del Ministerio de defensa ruso es ” inexacta”. Parecería que el autor hace lo que tanto critica, no?
    “Desabrido”es una opinión subjetiva, que puedo compartir y “anticlimatico “no entiendo bien a que se refiere, imagino sea falta de emotividad.
    Pero son los más exactos que se informan, en eso ha basado su campaña mediática el gobierno, en proporcionar información lo más certera posible a través de los canales oficiales

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