Patógenos como armas de guerra

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En estas instalaciones, las agencias estadounidenses trabajan en crear y modificar patógenos de enfermedades mortales, para su probable uso, ya sea en el campo militar o acciones de sabotaje dentro del amplio campo de las denominadas guerras híbridas

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Alberto Acevedo (Voz).— Una gran mayoría de países, con el apoyo de sectores progresistas, suscribió en 1972 la Convención sobre Armas Biológicas, buscando la reglamentación y prohibición de laboratorios de experimentación biológica, la mayoría clandestinos, cuyos desarrollos facilitan la producción de armas de origen biológico, clasificadas por la Convención como de destrucción masiva.

Sin embargo, como suele suceder en muchos casos, para las grandes potencias industrializadas, cuyas economías se asientan en la industria de la guerra, esta reglamentación internacional se traduce en letra muerta. Investigaciones recientes dan cuenta de que en el mundo existen numerosos laboratorios de esta naturaleza, diseminados por varios continentes, en clara violación a la normativa internacional.

Solo Estados Unidos, el país que más fomenta esta práctica, tiene al menos trescientos treinta y seis biolaboratorios, repartidos en veinticinco países. Las instalaciones de investigación biológica en la generalidad de los casos funcionan con cobertura diplomática.

Reservas para usos militares

En ellos, bajo la cubierta de realizar investigación general en aspectos de avances científicos “beneficiosos” para la humanidad se encubre la creación de armas de destrucción masiva, destinadas fundamentalmente a la conformación de grandes reservas de armas biológicas para usos militares. Una guerra biológica que se constituye así en gran amenaza para la humanidad.

Desde que las grandes potencias han podido disponer de un arsenal semejante, se han producido acciones que van desde asesinatos individuales hasta el uso de agentes biológicos en operaciones militares como parte de un conflicto de mayor alcance.

De acuerdo con la opinión de expertos conocedores del tema, cuando se habla de armas biológicas se refiere básicamente a agentes patógenos del tipo Bacillius anthracis, virus de la viruela, Yersinia pestis, Clostridium botulinum, Fiebre Q y Encefalitis. Todas ellas consideradas armas biológicas clásicas, a las cuales, con el paso de los años y el uso de laboratorios de investigación enmascarados como investigación puramente científica, se les han hecho modificaciones genéticas. Uno de los agentes más preocupantes por su agresividad, como arma biológica, es el virus de la viruela.

Pulgas con peste bubónica

Se tiene noticia, además, de algunas consideradas como armas biológicas étnicas, dirigidas a grupos específicos de población. El Centro para el Estudio del Riesgo Existencial, de la Universidad de Cambridge en Inglaterra, presentó en agosto de 2019 un informe en el que señala que se trabaja en estos momentos en armas biológicas armadas con inteligencia artificial y manipulación genética, que tendrían el poder de atacar un ADN específico, y potencialmente eliminar a ciertos grupos humanos, en específico, sin afectar a otros, ello en función de su perfil genómico.

A pesar de ser prohibidas en su investigación y desarrollo, estas armas han sido usadas profusamente como cuando el gobierno de Estados Unidos, en los inicios de la Revolución cubana esparció patógenos en los campos de la isla para destruir los cultivos de caña de azúcar, o cuando introdujo el dengue hemorrágico para dañar la salud de la población del país caribeño. Durante la segunda guerra mundial, Japón bombardeó ciudades chinas con pulgas infectadas con la peste bubónica, con el mismo propósito de dañar la salud de la población.

Información suministrada por la periodista de investigación búlgara Dilyana Gaytandzhieva, indica que los científicos de la investigación biológica prueban virus creados por el hombre en los biolaboratorios del Pentágono en al menos veinticinco países, bajo cobertura diplomática.

Multinacionales farmacéuticas

En la ciudad de Mariúpol, Ucrania, liberada por las tropas rusas, fueron encontrados documentos que comprueban la existencia de dudosos experimentos médicos, aplicados a la población civil, mientras la urbe estuvo bajo el control de tropas de Kiev.

Los informes abarcan el período entre 2008 a 2016 y menciona a importantes multinacionales farmacéuticas como Pfizer, AstraZeneca y Sanofi. Se indica que los pacientes, incluidos menores, eran sometidos a tratamientos con medicamentos para comprobar su efectividad.

A pesar de la existencia la Convención sobre Armas Biológicas, no existe ningún control efectivo que garantice a la humanidad que aquellos países con capacidades tecnológicas, económicas y militares para crear armas biológicas, no avancen por ese camino.

Victoria Nuland, subsecretaria de Estado para asuntos políticos, de la administración Biden, reconoció hace poco ante el Comité de Relaciones Exteriores del senado norteamericano, que ese país dirige actividades en trescientos treinta y seis biolaboratorios repartidos por todo el mundo.

La funcionaria reconoció, además, que decenas de esos centros habían sido instalados en Ucrania y al menos treinta de ellos se dedicaron esencialmente a crear armas biológicas de acción electiva, para generar en el espacio postsoviético procesos de desestabilización dirigidos contra la Federación Rusa.

En estas instalaciones, las agencias estadounidenses trabajan en crear y modificar patógenos de enfermedades mortales, para su probable uso, ya sea en el campo militar o acciones de sabotaje dentro del amplio campo de las denominadas guerras híbridas.

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