Andrés Piqueras* (Observatorio de la crisis).— El canciller alemán Olaf Scholz se reunió este domingo, 17 de marzo, con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu en Jerusalén, así como con el presidente israelí Isaac Herzog, en su segunda visita a territorio palestino desde el pasado 7 de octubre.
Allí ha vuelto a afirmar que «Alemania es un aliado incondicional de Israel», aunque esta vez, y a diferencia del viaje que hizo en octubre pasado, ha empezado a hacer algún guiño mediático (o es que quizás le entró un temblor nervioso en los párpados) ante el salvajismo sionista. «No podemos quedarnos de brazos cruzados y ver cómo los palestinos corren el riesgo de morir de hambre”, vino a decir, al tiempo que sigue aportando todo el apoyo diplomático, armamentístico y financiero al ente sionista y a su genocidio.
Muchas almas cándidas siguen pensando que Alemania tiene “complejo de culpa” con Israel a causa del Holocausto.
Poco saben, quienes así piensan, cómo se forjaron desde el principio los lazos entre el sionismo y el nazismo, como expresiones que son de una misma ideología. Mediante el Acuerdo de Haavara, o“Acuerdo de traslado”, del 25 de agosto de 1933, entre las autoridades nazis y la Organización Sionista Mundial, con intermediación de la Federación Sionista de Alemania, el Banco Leumi (fundado en 1902, como subsidiario del Jüdische Kolonialbank, formado a su vez en Londres por miembros del movimiento sionista para “promover la industria, construcción, agricultura e infraestructura de la tierra que esperamos se convierta en Israel”) y la Agencia Judía para Israel, unos 60.000 judíos fueron trasladados a Palestina con una dotación de unos 100 millones de $.
En compensación por su reconocimiento oficial como únicos representantes de la comunidad judía, los dirigentes sionistas se ofrecieron para romper el boicot que habían organizado todas las organizaciones judías del mundo, lideradas por las poderosas asociaciones de EE. UU. y que estaba afectando muy directamente al naciente Reich. También fueron muy activos en los Judenrat, los comités que controlaban los guetos y decidían quién debía ser expatriado y quién tendría que permanecer en los campos de exterminio. Obviamente, sólo los sionistas eran candidatos a la “deportación” hacia Palestina.
El polémico acuerdo incluía que los nazis organizaran los viajes, de modo que los judíos alemanes llegaban a Palestina en barcos que ondeaban la bandera con la esvástica. Las SA organizaron campos de entrenamiento para preparar a las juventudes sionistas en su emigración, además de imprimir su propaganda y contribuir a la difusión del proyecto y a la organización de los actos.
En diciembre de 1938, David Ben Gurion –el polaco que en realidad se llamaba David Yosef Grün-, quien fuera primer ministro de Israel, llegó a decir “salvar las vidas humanas de los judíos de las manos de Hitler aquí se considera una amenaza potencial para el sionismo, a menos que sean llevados a Palestina. Si el sionismo tiene que elegir entre los judíos y el Estado judío, siempre preferirá, y sin dudarlo, este último”.
Por otra parte, no cabría hacer un gran esfuerzo de pensamiento para darse cuenta de que el ‘complejo de culpa’ alemán se muestra altamente selectivo, dado que no parece abarcar nada más que a la entidad sionista (ni siquiera las poblaciones herero y nama, de Namibia, a las que a principios del siglo pasado Alemania casi exterminó –entre el 50 y el 70% de los hereros y alrededor del 50% de los namas-, han recibido semejante consideración por ello; por no hablar ya del pueblo gitano o de los comunistas en masa que asesinaron).
En cuanto a la URSS y la Rusia posterior, ¿por qué no exhibe Alemania ese arrepentimiento o complejo de culpa? Todo el peso de la Historia debería encaminarla a ello, dado que la soviética fue la población más dañada por el nazismo, con diferencia. Veamos. La URSS perdió entre 27 y 30 millones de personas -de las cuales sólo unos 8 o 9 millones eran combatientes-; 60 millones quedaron mutiladas, fueron destruidas 32.000 empresas industriales, 65.000 kilómetros de vías férreas, 1.710 ciudades, 70.000 aldeas, 6 millones de edificios, 40.000 hospitales, 84.000 escuelas, 98.000 cooperativas agrícolas, 1.876 haciendas estatales. Los nazis trasladaron a Alemania 7 millones de caballos, 17 millones de cabezas de ganado, 20 millones de puercos, 27 millones de ovejas y cabras, 110 millones de aves de corral.
La URSS tuvo una pérdida de más del 30% de sus riquezas, por un valor de unos 3 billones de dólares. Más de un 25% de la población quedó sin hogar y las infraestructuras de ese país fueron destruidas casi en su totalidad [algo que cuenta bien Rodolfo Bueno, https://rebelion.org/el-9-de-mayo-dia-de-la-victoria/ (para quienes no estéis en Europa o tengáis VK para desafiar la censura establecida en la UE, os paso este enlace del programa de RT, “Ahí les va”, sobre el tema: Alemania y su complejo de culpa con Israel (pero no con Rusia) (odysee.com)].
Pero no, lejos de intentar paliar esa responsabilidad histórica, Alemania vuelve a estar una vez más al frente de la agresión contra Rusia. Armas alemanas de primer nivel, incluidos de nuevo los tanques, se utilizan en el campo de batalla contra ese país y Alemania vuelve a amparar un régimen nazi en Ucrania [un régimen que priva a las minorías étnicas del país de la enseñanza en su lengua y en su historia y cultura; prohíbe la casi la totalidad de los partidos políticos de la oposición, 13 en total hasta el momento (se acusa a cualquier partido que se oponga a las políticas filonazis y de represión del Gobierno, de “prorruso” y es eliminado de la escena política); que una vez más persigue, encarcela y desaparece comunistas (como máxima expresión de esa represión de la oposición); que atenta contra la memoria histórica, derribando monumentos a los liberadores del nazismo, mientras ensalza a los que colaboraron con él y despliega amplia simbología nazi por todo el país; que toma medidas anti-sindicales y de drástico deterioro del mercado laboral].
En estos momentos que en Europa vuelven a sonar los alaridos de guerra [¿están dispuestos los líderes europeos a “suicidar” al conjunto de sus poblaciones para servir los intereses estadounidenses? (Europa se rearma https://www.youtube.com/watch?v=Y6qcyGYzXWA-)] y se habla de una suerte de “espacio Schengen” para las tropas y las armas del conjunto de países de la UE, Alemania se convierte de nuevo en ariete y centro de operaciones contra Rusia [La OTAN se entrena en Alemania.
Nueve países de la OTAN realizan ejercicios militares para la guerra https://www.youtube.com/watch?v=_w18GonFEQg]. El esfuerzo bélico mayor sale de ella. Una Alemania, además, que, a diferencia de Rusia que se retiró permitiendo su reunificación, EE.UU. no ha dejado de ocupar militarmente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, con al menos 11 bases operativas actualmente en su territorio y alrededor de 34.000 militares reconocidos oficialmente.
Es esa Alemania ocupada, sin capacidad de decisión soberana, la que hoy ha sido encargada de liderar el apoyo europeo al ente sionista, así como la agresión a Rusia.
Que el sionismo es una forma de nazismo o fascismo viene claramente mostrado por su política de opresión, tortura y exterminio del pueblo palestino. Pero además nos lo trasluce su íntima vinculación con movimientos y organizaciones nazi-fascistas por todo el mundo (no es ninguna casualidad que las ultraderechas europeas apoyen abiertamente la causa sionista contra Palestina), asesorando y aportando servicios de inteligencia y armamento sofisticado a los regímenes dictatoriales más brutales, colaborando con las “guerras sucias” desatadas por doquier contra los movimientos populares, aportando todo tipo de material y apoyo para unas u otras formas de tortura e interrogatorios secretos, fuera de la ley, fundiéndose con el imperialismo estadounidense más salvaje.
De hecho, EE.UU. no venció al nazismo, fue la URSS quien lo hizo entonces y lo está volviendo a hacer hoy una vez más en Europa. Lo que hizo el país norteamericano fue absorberlo y distribuirlo en centros estratégicos de la industria bélica, de la intelligentsia-espionaje, de la política internacional y de la OTAN (con algunos de sus secretarios generales provenientes del III Reich). [Gabriel Rockhill es de quienes mejor dan cuenta de ello en la actualidad: https://www.counterpunch.org/2020/10/16/the-u-s-did-not-defeat-fascism-in-wwii-it-discretely-internationalized-it/].
Pero si hay algo que va quedando claro con el “apoyo incondicional” de las “democracias europeas” y de su jefe estadounidense al genocidio del pueblo palestino, es que el Imperio Occidental no sólo ha comenzado a perder su poder militar y económico, también se le está empezando a escurrir entre las manos su control del relato, su imposición de la visión del mundo, de quiénes son los malos y los buenos, digamos.
Así, por ejemplo, pase lo que pase a partir de ahora en Israel, el hecho del poderío moral israelí basado en el mito de una supuesta incompatibilidad entre los judíos y el fascismo, ya se ha derrumbado. Ahora será posible sacar a la luz todos los crímenes que el sionismo ha venido cometiendo durante la mal llamada “Guerra Fría”, en colaboración con la CIA estadounidense, en Asia Occidental y Central, en África y en el continente americano. [Meyssan lo explica en: El balbuceo final del fascismo judío , por Thierry Meyssan (voltairenet.org)].
* Profesor de la universidad Jaume I